La evolución de la industria tecnológica en el mundo actual está catalogada como una de las más esenciales para el desarrollo y crecimiento de los países. Sin embargo, este es un sector dominado por hombres que crea y perpetúa desigualdades.

Por ejemplo, el sector refleja las brechas de género que se viven cotidianamente en la sociedad. Judy Wajcman, Profesora de Sociología del London School of Economics, señala que las tecnologías tienen una imagen masculina porque, al ser un sector dominado por hombres, incorpora símbolos, metáforas y valores que tienen connotación masculina. Pero, ¿eso qué significa para un país?

Miremos el caso de Colombia.

Colombia es un país con potencial, pero con un camino largo por recorrer en términos del desarrollo de su industria tecnológica. En el 2021 el país invirtió tan solo el 0,29% de su Producto Interno Bruto (PIB) en investigación y desarrollo y hoy ocupa el puesto 67 entre los 132 evaluados en el Índice Global de Innovación. En el 2022 se lanzó la Política Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2022 – 2031 que apuesta por la creación de un ecosistema de Ciencia Tecnología e Innovación en el país. La política reconoce la baja participación de las mujeres en el naciente sector y la necesidad de acciones conjuntas entre los ministerios públicos para que estas sean incluidas y reconocidas en el sector desde un enfoque diferencial, territorial y participativo.

En Colombia hay múltiples barreras para que las mujeres entren a liderar y formar parte de la industria tecnológica. Una de las principales viene del sector educativo y corresponde a la brecha existente entre los hombres y mujeres que se gradúan de carreras Stem (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). En 2020 solo el 15,3% de las mujeres graduadas de un pregrado universitario lo hicieron en alguna carrera Stem. Ese 15,3% es reflejo de una barrera cultural.

Según Paola Restrepo, presidenta de Mujeres TIC, los estereotipos de género siguen concibiendo las carreras Stem como masculinas; y además hay pocos referentes femeninos en el sector. Por lo anterior, no resulta sorprendente que solo el 38,1% de las personas que se dedican a la investigación en Colombia sean mujeres, y que específicamente en las áreas de ciencias naturales y exactas, y de ingeniería, las mujeres representen solo el 37% y 24% del total, respectivamente.

Otra barrera estructural y de gran importancia es la de conectividad y digitalización en el país. Si bien la llegada de la pandemia en 2020 aceleró la incorporación de tecnologías de comunicación en zonas donde estaba ausente, a la fecha en Colombia, según el Dane, solo el 61,6% de los hogares cuentan con conexión a internet. Vale la pena además resaltar que detrás de esta cifra hay una brecha colosal entre lo rural y lo urbano. Mientras que el 70% de los hogares en las ciudades tienen acceso a internet, en la ruralidad esta cifra representa tan solo el 28,8%. Más aún, en cuanto a acceso a internet también existe una brecha entre hombre y mujeres del 16,9%.

Además de las barreras identificadas, aún no tenemos información completa sobre la situación de las mujeres en todos los sectores de la industria tecnológica.

Por ejemplo, hoy en día no sabemos cuántas mujeres están desarrollando patentes en Colombia. Así mismo, no tenemos claro quiénes son las principales mujeres referentes en el sector. Pero más importante, el país aún no reconoce la inclusión de las mujeres en la industria tecnológica como un tema de urgencia nacional. En el futuro esto podría causar más desigualdades y brechas que pueden volverse imposibles de cerrar.

En particular, la falta de acceso a la conectividad y a tecnologías perpetúa la desventaja que las mujeres enfrentan en el mercado laboral frente a los hombres ya que, además de generar barreras de acceso, la tecnología también está llevando a eliminar los principales trabajos donde las mujeres participan: según el Foro Económico Mundial, las mujeres tienen más riesgo de perder su trabajo por la automatización tecnológica que los hombres.

Es por esto que el diseño de una estrategia que incluya el desarrollo tecnológico de las mujeres en el país es de carácter urgente.

Asimismo, la falta de acceso a la tecnología también acentúa las desventajas dentro del hogar, y la sobre carga de cuidado en las mujeres. Por ejemplo, las mujeres rurales en promedio gastan más de media hora en trabajo doméstico y de cuidado al día que las mujeres urbanas. La principal razón es la falta de acceso a infraestructura y tecnología domestica como estufas y lavadoras. Sin embargo, esto también puede atribuirse a expectativas de que las mujeres deben llevar a cabo todas las tareas del hogar.

Si bien es claro que hay mucho por avanzar, no todo es malo.

En el 2021 en Colombia los emprendimientos laborales liderados por mujeres crecieron más de 30%. En abril del 2022, 11 mujeres líderes del sector tecnológico en Colombia se juntaron para crear Mujeres TIC. En un principio el objetivo de la organización era darle visibilidad a las mujeres que están en el sector y que han sido exitosas para que puedan ser referentes e inspirar a otras mujeres a hacer lo mismo.

Ahora también quieren crear un laboratorio de datos para ampliar el acceso a información sobre el estado de las mujeres en la industria tecnológica. Su principal reto está en la diversidad de la inclusión de sus acciones para que estas no impacten unas pocas. Con sus acciones estas líderes mantienen la oportunidad de tener incidencia en la política pública nacional.

Aplaudo esta iniciativa, pero la verdad es que la responsabilidad de la inclusión de las mujeres no puede caer en una sola organización. El Gobierno nacional, las empresas y la sociedad civil tienen una gran responsabilidad en la inclusión de las mujeres en todas sus facetas de la industria tecnológica. Una expectativa, por ejemplo, es que el Plan Nacional de Desarrollo que radicará el nuevo Gobierno reconozca la importancia de que las mujeres participen en todos los sectores y especialmente, en uno que tiene el potencial de, en un futuro, dominar la economía nacional: el sector tecnológico. 

Una de las SietePolas. Feminista y activista. Economista y Maestra en Políticas Públicas de la Universidad de los Andes. Ha sido asesora política y académica en temas de género, educación y desarrollo de políticas públicas.