7 claves de las regionales del 2019 que enmarcan las de 2023

7 claves de las regionales del 2019 que enmarcan las de 2023
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En las elecciones regionales el Pacto Histórico medirá fuerzas para saber qué tanto logra consolidar su poder. Al tiempo, partidos como el Centro Democrático estrenan su rol haciendo campaña como oposición. Todo esto, sin embargo, con muy poca claridad sobre las caras y las apuestas fuertes de los partidos a las alcaldías y gobernaciones.

La Silla Académica entrevistó a Juan Federico Pino,  profesor del Departamento de Estudios Políticos de Flacso, en Ecuador, y a Bibiana Ortega, profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Javeriana. Ambos son autores de capítulos en el libro En configuración permanente. Partidos y elecciones nacionales y subnacionales en Colombia, 2018-2019, publicado entre la Universidad Javeriana y los Andes. En él se analizan a profundidad los resultados de las regionales del 2019.

Basados en la entrevista con ambos académicos, estas son siete lecciones que dejan las regionales pasadas, y que permiten entender mejor algunas tendencias de lo que puede pasar con la política regional en octubre de este año. 

1) El Pacto Histórico no tiene asegurada la fuerza de 2022

La apuesta de la coalición que lidera el presidente Gustavo Petro es elegir 600 alcaldes, incluidos los de las principales capitales del país, y hacerse con la mitad de las gobernaciones, unos 3 mil concejales y 600 diputados, como ya han anunciado. Es una aspiración sin línea de base para medir su desempeño previo, pues la coalición se formó en el 2021 para participar en las elecciones legislativas y presidenciales del 2022.

Sin embargo, el precedente de las elecciones de 2022 muestra que esta apuesta será más difícil lograrla en unos lugares que en otros. La coalición del Pacto Histórico logró la mayor parte de sus curules en la Cámara en departamentos que tienen ciudades capitales grandes, como Bogotá, Valle del Cauca o Antioquia. Esto contrasta con los votos en municipios rurales donde los partidos o movimientos no tradicionales, como Alianza Verde, MIRA, Dignidad y Centro Esperanza, obtuvieron apenas alrededor del 19 por ciento de sus votaciones, como cuenta un análisis de Razón Pública.

Esta diferencia pone en evidencia lo difícil que es para las fuerzas políticas de izquierda obtener alcaldías en los territorios más apartados. Un desafío que pondrá a prueba la capacidad de esta coalición para coordinar alianzas con otros partidos. Algo que, para los académicos, está en duda:

“El Pacto Histórico es una coalición que tiene problemas de acción colectiva para elegir candidatos. Ese es el principal desafío que les veo: hasta qué punto van a poder conciliar las distintas fuerzas que hacen parte del movimiento para llevar candidatos unificados. Creo que es un juego de muchas negociaciones donde el resultado será que no vamos a ver una ola tan avasalladora como se vio en las presidenciales y las legislativas”, dice Juan Federico Pino.

Para el investigador, a Petro le puede ocurrir algo semejante a lo que pasaba con Álvaro Uribe, que no lograba traducir los votos propios en apoyo a sus candidatos, algo que tiene el precedente de su apuesta para poner a Hollman Morris (Colombia Humana) en la alcaldía de Bogotá, donde perdió con una votación inferior al 15 por ciento. A eso se suma que algunas de sus apuestas para estas regionales, como la de Alexander López para la alcaldía de Cali, se han caído en el proceso, por lo que la izquierda no tiene un candidato fuerte en regiones clave.

Un precedente que, para Pino, pone una alerta en la capacidad del petrismo de traducir sus votos en la segunda vuelta de las presidenciales en votos para estas regionales: “El oficialismo ha caído en un artificio retórico, y es que los votos de la segunda vuelta son votos del Pacto Histórico y no son votos de personas que estaban antagonizadas contra Rodolfo Hernández”, dice.

La investigadora Bibiana Ortega ve con más optimismo el desempeño del Pacto Histórico, y dice que desde 2016 viene dándose en el país un voto diferente que está desencantado con la política clientelar, que el Pacto Histórico ha capitalizado y puede seguir aprovechando en estas elecciones.

“El desempeño del Pacto Histórico dependerá de los movimientos de base, y no tanto de la figura Petro. Son muchos los movimientos y plataformas que se han tomado muy en serio su llegada al poder, y son ellos los que pueden pujar y moverse para lograr candidaturas exitosas en octubre”, dice Ortega, que concuerda con Pino con que el Pacto no tiene asegurada la fuerza que tenía en 2022, y que no puede asumir que esos votos los tiene asegurados.  

2) La paz, nuevamente, no será el tema predominante

Una de las conclusiones del texto en el que participaron los investigadores es que las elecciones regionales del 2019, así como las presidenciales del 2018, no giraron en torno al eje paz-seguridad, como sí lo hicieron las del 2014. De hecho, concluyen que la contienda electoral se desarrolló especialmente en los términos de izquierda-derecha, como no ocurría desde décadas atrás.

“La paz como discurso político ya no es predominantemente en Colombia. Petro ha intentado hablar sobre su concepto de paz total, pero esta idea aún no es clara para muchos. El gobierno actual no ha podido posicionar un tema específico a nivel nacional, y más bien su virtud ha sido la de ampliar la agenda temática en muchos puntos que van desde pensiones hasta la reforma rural”, dice Juan Federico Pino.

Para Bibiana Ortega, que la paz no vaya a ser un tema de estas elecciones locales tiene que ver con que Petro ha sido ambiguo en su posicionamiento frente al proceso de paz de Juan Manuel Santos.

“No tenemos claro a qué le apunta Petro con su crítica a la paz de Santos. La salida de Alfonso Prada daría cuenta de un intento de cortar con el santismo. Pero no es claro cómo se posicionan los actores frente a la paz, precisamente porque tampoco el gobierno lo tiene claro”, dice Ortega.

Ahora, si bien el proceso de paz no será un tema tan relevante, para Ortega, la seguridad y violencia política sí se pueden convertir en un tema del que se aprovechen especialmente los partidos de oposición. Especialmente en un contexto de incremento de violencia que se ha dado en medio de la negociación con distintos grupos armados, como el Clan del Golfo y el ELN. 

3) Los “quijotes” arrancan con menos brillo

Bogotá, Cartagena, Bucaramanga, Cúcuta, Villavicencio, Buenaventura y Palmira son algunas de las ciudades donde ganaron candidatos que no tenían la maquinaria de los partidos tradicionales y que fueron elegidos a punta de voto de opinión. La Silla Vacía les llamó “los quijotes” en 2019. Muchos de ellos, relativamente nuevos en la política, como Jairo Yáñez en Cúcuta, William Dau en Cartagena o Víctor Vidal en Buenaventura, le ganaron a fichas de barones electorales.

Pero, cuatro años después, hay una crisis entre estas candidaturas que se oponían a los partidos tradicionales. Los gobiernos de los “quijotes” se vieron golpeados por el estallido social de 2019-2021, y por la crisis del covid, y mostraron los límites a sus promesas de cambio y de una forma nueva de hacer política.

“Lo que estamos viendo es un desencanto con estas candidaturas. Yo creo que una de las grandes banderas que se va a perder es la de candidatos completamente anti-políticos y que pueden hacer todo bien, porque ya el ejercicio del gobierno en los últimos años ha mostrado los límites a esos discursos que buscan cambiar dinámicas estructurales”, dice Juan Federico Pino.

Para Bibiana Ortega, este clima menos favorable para las candidaturas independientes en las ciudades del país tiene que ver con que las ciudades ya no son las mismas que eran en 2019. “El tema de la inseguridad es diferente en las grandes ciudades después de la pandemia. Ahora la gente tiene más miedo que antes a las pandillas organizadas, y una percepción de que la violencia se ha trasladado a las ciudades”, dice.

Para Juan Federico Pino, de hecho, hay oportunidad en algunos lugares para candidaturas de centro-derecha: “En Bogotá, lo que se ha presentado es un proceso de cohabitación. Cuando fue elegido Álvaro Uribe, el primero que ganó la elección fue Luis Eduardo Garzón. Entonces, si se sigue esa lógica, podríamos ver que tal vez en la capital podría tener más chance una figura que refleje un voto de oposición al gobierno actual”, dice. 

4) Hay campo para que crezcan los partidos tradicionales

Los partidos tradicionales siempre han tenido bastiones electorales relativamente fuertes en las regionales. En general, estas elecciones se suelen definir por el trabajo de las estructuras clientelistas de políticos tradicionales, o incluso la compra de votos. Por ejemplo, el Partido Liberal siempre se ha mantenido fuerte en Santander y en Norte de Santander; así como el Conservador en Boyacá. Sólo los dos partidos lograron el 33 por ciento de los votos de las regionales en 2019. Para los académicos, esta fuerza se repetirá en las regionales de este año.

“Yo creo que los partidos tradicionales van a tender a crecer en las alcaldías que ya han ido controlando. Es, por ejemplo, lo que ha ido pasando el Eje Cafetero, que todavía tiene esa vieja dinámica de los hijos del bipartidismo, como son Cambio Radical o el Partido de la U. Cambio Radical puede tener una oportunidad de posicionarse como opositor al gobierno y crecer en términos de alcaldías”, dice Juan Federico Pino.

La lectura de ambos académicos es que los partidos tradicionales van a mantener constantes y si presentan un decrecimiento, va ser relativamente marginal. Esto, con el matiz de que la tendencia de las elecciones de 2019 no los favorece en las ciudades grandes, donde vienen perdiendo lugares. En Bogotá, desde los años 90s, pero también en Medellín, desde la alcaldía de Sergio Fajardo.

Para Bibiana Ortega, el desempeño de los partidos tradicionales no se va a ver tan afectado porque ahora algunos de estos estrenen rol como oposición. “Las redes de liderazgos locales se cultivan de manera relativamente independiente de cómo le va el gobierno, así que no dependen totalmente su triunfo de que al gobierno le vaya bien o mal. Claro que si les va mal ellos pueden sacar rédito de sus críticas, pero las elecciones regionales hay que leerlas en sus propios términos, no en función de lo nacional”, dice Ortega.

Algunos artículos del libro plantean que los partidos tradicionales tienen tanto peso regional porque mantienen un mayor control y lealtad de sus redes clientelares, y apelan más a menudo a la figura de las coaliciones para favorecer candidatos. Por ejemplo, en las regionales del 2019, los partidos que más se coaligaron fueron Cambio Radical (466 candidaturas), el Partido de la U (445) y el Liberal (411). Esta lógica de coalición contrasta con las peleas internas que ha tenido el Pacto Histórico en las últimas semanas para armar coaliciones. 

5) Al Centro Democrático no lo favorecen sus antecedentes

Hoy es cabeza de la oposición al gobierno, pero el Centro Democrático es realmente uno de los partidos políticos más jóvenes del sistema político: creado en el 2013, participó por primera vez en las elecciones nacionales del 2014, donde se volvió la segunda fuerza política en el Senado. Desde entonces ha sido un actor con fuerza en las elecciones, aunque perdieron escaños en los comicios regionales del 2019, y recibió un duro golpe en las elecciones del año pasado, en las que triunfó su archirrival Gustavo Petro.

Los autores coinciden en que el Centro Democrático tiene un escenario difícil en estas elecciones basado en sus antecedentes. Primero, porque no le ha ido muy bien en las elecciones regionales y locales, ni siquiera cuando era presidente Iván Duque. En las regionales pasadas, por ejemplo, perdió su candidato en Medellín, Luis Alfredo Ramos, y su movimiento quedó por debajo de Cambio Radical y el Partido de la U en términos de representación (obtuvo cuatro gobernaciones y 34 diputados).

Eso se ha reflejado en su dificultad para lograr alcaldías en las grandes ciudades del país. No ha ganado nunca en Bogotá o Medellín con un candidato propio. “Uribe era un político muy popular que movilizaba muchos votos, pero cuando los votos eran para él, no para sus alfiles. Ese fue el caso de Miguel Uribe en Bogotá, por ejemplo”, dice Juan Federico Pino.

Para el politólogo, estos antecedentes hacen pensar que el Centro Democrático no tendrá un desempeño destacado en las alcaldías de las ciudades importantes, a pesar de que podría aprovechar su posición de crítico del gobierno Petro en un momento en el que sus reformas están en ciernes.

“Yo creo que el Centro Democrático tiene una ventana de oportunidad, pero no creo que la esté sabiendo aprovechar, y es en esta retórica de posicionarse como oposición al gobierno. Pero lo que sucede es que tiene una carta muy negativa en su contra y es que acaban de salir del gobierno y todavía están muy relacionados con la imagen de un presidente impopular, como fue Iván Duque”, dice Pino. 

6) El partido de los excombatientes seguirá desinflado

En uno de los artículos del libro, se estudia la participación del hoy llamado Comunes (el partido de los excombatientes de las Farc) en las elecciones regionales del 2019. El artículo señala que el partido presentó 17 candidatos a alcaldías, 18 a asambleas departamentales, y 249 a los concejos municipales. De estos, casi un tercio eran excombatientes y 60 de ellos iban en lista de coalición.

El artículo muestra que la apuesta de este grupo por construir una organización desde el ámbito local no fue exitosa, pues el partido no ganó ninguna alcaldía con candidato propio y apenas obtuvo dos concejales, uno en Dabeiba (Antioquia) y otro en Palmar (Santander). Con coaliciones, apenas logró que dos simpatizantes ganaran alcaldías: en Guapi (Cauca), aunque el principal apoyo del candidato, Marino Grueso, venía de la alianza de izquierdas Colombia Humana-Unión Patriótica. También con “Julián Conrado”, en Turbaco (Bolívar).

“Había una asimetría en la forma en que la mayoría de la sociedad los veía y la forma en que ellos se contemplaban como proyecto político organizativo y militar que había protagonizado de cierta manera la vida política del país. Eso se refleja en que en las áreas donde ellos tenían mayor influencia, tuvieron las mayores derrotas”, dice Juan Federico Pino.

Los resultados mostraron que no se confirmó la teoría de que a los excombatientes les iría mejor electoralmente en las zonas donde fue mayor su arraigo como grupo guerrillero, o en aquellas con mayor prioridad en la implementación del acuerdo de paz.

Para Pino, la gente que apoya a la izquierda está visibilizando sus demandas y sus preferencias por medio de otros partidos o coaliciones, como es el Pacto Histórico, por lo que no hay incentivos adicionales para canalizar estas preferencias a través de Comunes.

“Yo veo una posibilidad de supervivencia a través de las coaliciones con otros grupos, pero no una posibilidad de crecimiento, porque la coalición permite subsistir como etiqueta, pero con una perdida paulatina de identidad. Me atrevería a decir que las Farc no van a tener una personalidad política propia que se irá fortaleciendo con el tiempo, sino más bien una especie de desvanecimiento en el marco de múltiples coaliciones”, afirma. 

7) Las mujeres seguirán siendo la excepción en la política local

En las regionales de 2019 las mujeres fueron el 16 por ciento en los concejos de las capitales y el 18 por ciento en las asambleas. Y en alcaldías, el 12 por ciento fueron mujeres y solo el 6 por ciento gobernadoras, como contó La Silla.

En esas elecciones, Claudia López tuvo un histórico triunfo en Bogotá con más de un millón de votos, la baronesa Dilian Francisca Toro puso heredera y consolidó su poder político regional en el Valle, y Estamos Listas, el primer movimiento político de mujeres, logró sacar una concejala en Medellín. Pero, más allá de estos fenómenos, la participación de las mujeres en la política local sigue siendo limitada, y para los académicos estas regionales no hacen pensar que vaya a ser distinto.

La ley de cuotas en Colombia establece que un mínimo de 30 por ciento de los altos cargos públicos deben ser ejercidos por mujeres. Sin embargo, el principal problema, para Bibiana Ortega, es que los partidos políticos asumen este porcentaje como un requisito para que el Consejo Máximo Electoral no elimine la lista de candidatos inscritos.

“Los partidos cumplen inscribiendo solamente el 30 por ciento de mujeres en las listas, no más. Para muchos partidos este número se vuelve un máximo, cuando en realidad este porcentaje es el mínimo. Lo que se está generando es que la participación de las mujeres dependa de la buena fe de los partidos. Si las mujeres han logrado ganar espacios de participación es porque las mujeres mismas lo han luchado, pero no solo gracias a la ley de cuotas”, dice Ortega.

Además, como el detalle de la ley de cuotas establece que las listas a las que les aplica esta cuota son aquellas con cinco o más curules para corporaciones de elección popular, realmente se quedan por fuera muchas corporaciones (casi la mitad del país) donde las circunscripciones tienen menos de cinco escaños.

Para Ortega, esto tiene su raíz en una cuestión cultural: “Desafortunadamente, Colombia aún vive en una cultura bastante patriarcal y eso se nota en lo local. Incluso, en diferentes países de Latinoamérica se ha evidenciado que, entre más aumenta la participación política de las mujeres, más violencia política hay en su contra. No es fortuito lo que se está dando en Colombia. La participación de la mujer se percibe como una amenaza para el poder ya establecido”, dice. 

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Juan Federico Pino

Juan Federico Pino

Política subnacional en Estados Unitarios, Comunicación política, Reconciliación en sociedades en postconflicto.

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Bibiana Ortega

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Ciencia política, Sociología, Administración y gerencia pública

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