7 libros para entender qué pasó en Colombia en el 2021

La fallida reforma tributaria del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, fue sólo el detonante del estallido social que sacudió al país. La rabia y el resentimiento se movilizaron durante más de un mes.

En su libro “Rabia”, Laura Quintana, profesora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Los Andes, reflexiona sobre la importancia política de esos afectos en nuestro agitado contexto social.

Busca entenderlos sin poner una carga negativa o positiva a priori en ellos, por eso critica, sobre todo, las posturas de centro que los rechazan y califican de extremos pues impiden entender lo que están expresando. Para Quintana el resentimiento, por ejemplo, contra los migrantes puede llegar a no ser vital cuando se vuelve persecutorio; pero en otro contexto también puede ser transformador cuando permite recordar hechos injustos y actuar para que no vuelvan a ocurrir. La rabia, de la misma forma, puede pasar de carcomer a alguien cuando no se exterioriza o no teje relaciones con otros, a volverse una rabia que se politiza y se vuelve creativa.

La pregunta fundamental para ella es qué condiciones son las que llevan a que un afecto o emoción se torne más violento como lo vimos en el paro.

Lea aquí la entrevista de La Silla Académica sobre este libro.

Emilio Tapia, un abogado que fue clave estructurando y ejecutando el carrusel de la contratación en la alcaldía de Samuel Moreno en Bogotá, una década después estuvo nuevamente detrás del escándalo de corrupción de Centros Poblados. Esta empresa se ganó el contrato para llevar internet a miles de niños en el campo, pero incumplió y se quedó con un anticipo de 70 mil millones. Algo que le costó el cargo a Karen Abudinen, ex MinTic.

El tomo 4 “Corrupción en Colombia” ayuda a entender porque el sistema de contratación pública no logra que criminales como Tapia dejen de delinquir. Una de las razones es la escasez de oferta de contratistas. Según la Ocde sólo un 15.4 por ciento se está peleando el 12.5 por ciento del Producto Interno Bruto, que es lo que pesan las compras públicas.

El libro apunta al problema grave de inversión en planificación y estructuración de los proyectos que tiene el Estado. Según Safar: “lo que uno encuentra es mediocridad rampante y la mediocridad la aprovecha alguien vivo”, dice.

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Este año miles de expertos convocados por la ONU publicaron el informe más completo sobre cambio climático. Nos dieron la mala noticia de que cada vez serán más frecuentes oleadas de calor “mortales”, escasez de agua que afectará a cientos de millones de personas y extinción de especies.

Al mismo tiempo, el libro “Ecosistemas colombianos, amenazas y riesgos” es la foto más actualizada del estado de riesgo de los ecosistemas del país. De 81, 20 están en estado crítico, entre ellos casi todos los bosques secos tropicales de la Costa norte y del Valle del Magdalena, desde La Dorada hasta Neiva. El 66 por ciento que está en buen estado es porque es inaccesible, según Etter.

El libro contiene mapas claros de dónde debe priorizar el Gobierno su meta de reducir la deforestación a cero en 2050 para que tenga un impacto positivo en los ecosistemas que tienen mayor riesgo. “No es lo mismo quitarle 50 mil hectáreas a un ecosistema del que hay 100 mil hectáreas, a uno que le quedan un millón”, dice Etter.

Su principal aporte es que permite saber qué tipo de bosques se están perdiendo, dónde, a qué velocidad y por qué causas.

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El paro del primer semestre de este año se le salió de las manos al Presidente Iván Duque, su favorabilidad llegó a estar en el 18 por ciento según la Invamer Poll y eso tiene que ver con que carece de muchas de las cualidades que caracterizan a un líder según Julián Arévalo, editor y coautor del libro. Una de ellas es la seguridad para “ser capaz de cuestionarse sus premisas, de permitirse considerar que está mal en un punto, de cambiar algo en lo que siempre ha creído”.

El libro “Negociación y Cooperación” muestra además que todas las negociaciones son diferentes y que hay que adaptarse a la realidad y no tratar de ajustar la realidad a un modelo preestablecido. La negociación con el ELN no puede hacerse de la misma forma que la de las Farc, así esta haya sido exitosa, por ejemplo. No se le puede pedir que deje de ser una guerrilla con muchas unidades de mando a una jerarquizada como la de las Farc para poder negociar.

En el libro hay muchas otras premisas y técnicas para llegar a acuerdos que son importantes no sólo en el sector público sino en el privado y aún en las pequeñas cosas del día a día.

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Este año fuimos el país invitado a la Feria del Libro de Madrid, pero la oportunidad de presentar nuestra cultura literaria se empañó por las declaraciones del Embajador de Colombia en España, Luis Guillermo Plata. Dijo que uno de los criterios para escoger los escritores invitados al evento había sido la “neutralidad”. Eso desató un debate en el país sobre la relación entre la literatura y las posturas políticas. Y sobre quiénes son los representantes de la literatura colombiana, en general.

Uno de ellos es el barranquillero Álvaro Cepeda Samudio, mucho menos conocido que Gabo, pero amigo y contemporáneo suyo. Y a quien él admiraba. Es el autor de “La Casa Grande” un libro que retrata la Masacre de las Bananeras en la voz de dos soldados que debaten sobre el dilema moral que implicó para ellos disparar. Es una denuncia, pero no explícita ni simplista.

Cepeda Samudio es importante, según Julio Olaciregui y Tita Cepeda (su esposa), porque refleja un momento de la literatura colombiana en el que no se contentó consigo misma y salió a buscar nuevos referentes para contar la realidad. Este libro habla de esa búsqueda, recorre sus años de aprendizaje como escritor en EE.UU., las obras que lo influyeron y trae escritos inéditos de Cepeda Samudio.

Es la oportunidad de conocer su obra y con ello la cultura literaria de nuestro país que no tuvimos con la feria de Madrid.

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Este año películas como “Memoria” —que representará a Colombia en los premios Oscar— y “Encanto” —nominada a los Golden Globes— pusieron al país en los ojos del cine extranjero y fueron más allá de los estereotipos con los que se nos suele representar.

Paula Barreiro lo puede decir porque ella identifica en su libro “Indómita” cuáles son esos estereotipos después de analizar más de 100 películas sobre Colombia producidas durante 40 años. El narcotráfico y la violencia han sido reproducidos en el cine de otros países una y otra vez como algo natural de los colombianos.

La película Memoria, en cambio, dice Barreiro, “es respetuosa de nuestro país” en la forma, porque los personajes extranjeros intentan hablar español, por ejemplo, y en el fondo porque “la cámara no se detiene en lo exótico de manera casi pornográfica”.

Aún así que la hayan nominado para representarnos en los premios Oscar no está exento de controversias pues no es una película cien por ciento colombiana y con ella, como concluye Barreiro, “no vamos a mostrar el talento ni la visión de los colombianos en Los Oscar”.

Barreiro con su libro contribuye a desenredar la madeja de cómo se ha construido nuestra identidad nacional a partir de la forma como nos ven desde afuera.

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Este año se cumplieron cinco años del Acuerdo de Paz. El compromiso del Gobierno Duque ha sido mínimo por la baja asignación presupuestal a programas clave y la falta de voluntad política para hacer las transformaciones pactadas en el Acuerdo.

Pero el Gobierno Santos tampoco hizo lo que podía porque se implementará más de la Reforma Rural que fue una de las principales razones por la que las Farc entregaron las armas.

Esa es la principal conclusión del libro “Paz y desarrollo rural en Colombia” de Andrés García, profesor de la Universidad Externado, quien hizo parte del equipo negociador en La Habana de Sergio Jaramillo. García identifica al menos siete talanqueras del Gobierno Santos a la paz en el punto rural.

Una de ellas es que los Gobiernos no son homogéneos en su interior. Hubo diferencias entre el equipo negociador y el encargado de ejecutar lo acordado. Rafael Pardo, consejero para el posconflicto, por ejemplo, “se dejó meter todos los goles que las Farc no habían podido meterle al Gobierno en La Habana. Y en la renegociación que hizo con ellos de la implementación del plan de sustitución de cultivos ilícitos -Pnis- quedaron nuevas condiciones que en parte hoy explican el fracaso de ese programa”, dice García.

Su libro es una radiografía de las limitaciones políticas, económicas e institucionales que los gobiernos a cargo de la implementación de un acuerdo de paz tienen que sortear.

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