Armando Martínez, profesor emérito de la UIS.

El discurso regionalista se ha puesto de moda en estas elecciones con Rodolfo Hernández y el lema de que santandereano vota santandereano. También hay un sentir en la región de que ya es hora de que vuelvan a poner presidente. No tiene uno desde el siglo XIX.

Para el resto del país los santandereanos no son necesariamente conocidos. Armando Martínez, profesor emérito de la Universidad Industrial de Santander —UIS—, historiador y autor de 36 libros, entre ellos “Historia Básica de Bucaramanga” y de 170 artículos como la “Historia de las divisiones político-administrativas de Santander”, da luces en esta entrevista sobre el contexto que moldeó a Rodolfo y lo que eso puede implicar si llega a la Casa de Nariño.

Nota de la autora: Esta entrevista generó una gran discusión en redes que dio lugar a que debatiéramos en vivo con tres historiadores de la UIS que tienen enfoques históricos diferentes a los del profesor Martínez y cuestionan sus afirmaciones. Al final encontrarán el video.

LSA:

En estas elecciones se ha posicionado el mensaje de que santandereano vota santandereano. ¿Cómo se fue construyendo esa identidad?

Martínez:

Uno de los rasgos más característicos de los santandereanos es que son muy patriotas. Los hombres que vivieron en el siglo XIX, los díscolos santandereanos, como los llamaban, siempre estaban listos para ir a la Guerra Civil. No se perdieron ninguna. Eso tenía que ver además con que había un derecho constitucional a estar armado que lo habían copiado de los Estados Unidos. Acabo de hacer la historia del Club de Comercio de Bucaramanga que tiene 150 años y los socios entran armados al club.

Aquí todo el mundo ama las armas. Haga de cuenta un farmer norteamericano. El regalo de 15 años era el primer revólver. Si uno siempre anda armado uno está listo para irse a la furrusca, para pelear.

Cuando la Guerra de Los Mil Días, muchos les dijeron a sus esposas que se iban a la guerra con sus amigos, que los esperaran, que ya volvían. Nadie se imaginó que esa guerra iba a durar tres años.

Los cotudos como nos dicen —porque hubo mucho coto— siempre están en guerra, siempre están armados y son levantiscos, rebeldes, no sufren (no aguantan) que les jodan la vida.  

 

LSA:

Rodolfo es políticamente incorrecto, incluso violento (amenazó a alguien de darle un tiro, y a un concejal de la oposición le pegó). ¿Tiene algo que ver con esa cultura?

Martínez:

La migración de Santander del siglo XVIII vino del norte de España. Por eso los santandereanos son muy hispanos.

La historiadora socorrana Virginia Gutiérrez de Pineda, cuando escribió su gran libro sobre la familia en Colombia, me decía: ‘nosotros los santandereanos somos un complejo cultural neo hispano. Porque aquí había grupos muy pequeños de indios que rápidamente desaparecieron por mestizaje. Y vino un grupo grande a finales del siglo XVII y XVIII, que “reblanqueó” la zona.

Aquí hay parroquias demasiado blancas como Simacota, Chima, Socorro, San Gil, donde la gente parece que acabara de haber desembarcado de la Coruña. Alguien alguna vez dijo que eran alemanes, pero son cantábricos. Vinieron en familias: con la mamá, los hijos, la abuela, el párroco, la vaca. Y el carácter hispano desde los siglos de los siglos es mal hablado, vulgar —para los sevillanos de la nuca para atrás todo es culo—y violento.

En Bogotá se aterran de Rodolfo, pero aquí darnos en la jeta es normal.

Los ingenieros de la generación de Rodolfo, Armando Puyana Puyana (Constructora “Urbanas”), Rafael y Fernando Marín (Constructora Marval), todos los grandes capos, son iguales. Armando Puyana era famoso por sus rabietas, iba al Club del Comercio y le pegaba a todo el mundo, rompía los palos de golf. Como no se metió a la política nadie le jodió la vida por eso.

Es gente transparente, irascible, violenta, noble, bien intencionada. Le pegan a los empleados y al día siguiente los llaman, les dan un abrazo, les dan plata y los besan. ¿Por qué?

Porque no son antioqueños, no son niños del Country Club de Bogotá.

Los santandereanos, como los españoles, somos gente de malas pulgas y a veces reaccionamos muy feo. Y eso en Bogotá se ve terrible. Pero en Bogotá te paladean, te tratan como príncipe y te roban al mismo tiempo. Son peores porque uno no sabe a qué atenerse.  

LSA:

¿Qué tanto Rodolfo representa lo santandereano?

Martínez:

Rodolfo Hernández es un representante típico de esta tierra.

Decidió volverse constructor y cuando los bancos le encaramaron las tasas de interés, decidió financiar él mismo sus obras. Con lo cual hizo más dinero.

Como buen santandereano, nadie lo abusa. La guerrilla le sacó plata por su papá, pero por el rescate de su hija ya no pudo.

Se peleó con la electrificadora. Él construyó canchas sintéticas en los barrios. Y la electrificadora no les quería dar luz porque eran nocturnas. Él hacía que las conectaran a la luz a las malas.

Ahora, yo soy testigo de una cosa que no creía. Y son los colegios que construyó cuando fue alcalde. Me tocó ser jurado de un concurso que hizo la Cámara de Comercio para evaluar las mejores experiencias pedagógicas. Aquí en los Colorados, un barrio muy pobre de Bucaramanga, hizo una escuela de niños del primer mundo. La mejor ludoteca de niños la construyó en la Antigua Estación del Ferrocarril.

A pesar de su fama de inculto, chabacán, ordinario, invirtió en cultura y educación. Yo fui director del Archivo Nacional durante tres años. Y el único político que fue a conocerlo porque quería replicarlo en Bucaramanga fue Rodolfo Hernández. 

 

LSA:

Usted dice que uno de los factores que ha marcado la idiosincrasia de los santandereanos es la mala calidad de la tierra…

Martínez:

En Colombia hay gente muy suertuda. Los vallecaucanos, los tolimenses y huilenses, a quienes les dieron tierras planas, mecanizables, con distritos de riego.

Los santandereanos, en cambio, tenemos una cuchillada, que nos parte de Oriente a Occidente, que es el Cañón del Chicamocha. Todos hemos tenido que ver con él. Por los siglos de los siglos tendremos que descender el Cañón, cruzarlo y volverlo a subir. Eso hace que todos seamos arrieros, que todos hayamos montado en tarabita (un vehículo para atravesar por el aire, ríos), que todos sepamos nadar y que a todos nos gusten los caballos y las mulas.

Pero nos tocaron tierras muy malas, de origen sedimentario porque fue un mar cretáceo que se levantó, llenas de calizas (cal). Nada que ver con la Sabana de Bogotá, o con el altiplano boyacense.

Acá entonces ha tocado esforzarse mucho para sacarle algo a la tierra: tabaco, piña, caña de azúcar (donde es húmedo). Hasta que se inventaron la gallinaza y con eso se ha logrado mejorar su fertilidad. Pero ahora con la guerra de Ucrania las discusiones son acerca de la escasez de potasio, de úrea, para abonar los suelos.

No hemos sido entonces rentistas ni de la tierra. Ni del tributo de los indios como lo fue en su momento Santafé de Bogotá, por ejemplo.

Rodolfo Hernández es de Piedecuesta, se llama así porque por ahí se sube a Mortiño y de ahí a Pamplona. Dos veredas por ese camino: La Sevilla y la Cristales, fueron las que más concentración de guerrilla tuvieron por kilómetro cuadrado. A él le secuestraron su papá en Sevilla.

Todos venimos de una “parroquia” pobre. 

LSA:

Usted dice que Rodolfo ganó en el Reino y Petro en la Gobernación ¿qué significa eso?

Martínez:

Nosotros somos varios países que nos integramos gracias al régimen republicano. A grandes rasgos hay un país costeño que son las antiguas gobernaciones de Santa Marta, Cartagena y La Guajira. Hay un país del Reino que es el centro del país: desde Pamplona hasta la Plata, en el Huila. Desde los bosques occidentales hasta los Llanos. Y hay otro que se llamó la Gobernación de Popayán (agarra todo el Chocó, Barbacoas, Putumayo, la selva Amazónica) que fue lo que Belalcázar les quitó a los Pizarro y a la provincia de Quito.

A Belalcázar se le rebeló un Robledo, que fundó una gobernación distinta, la de Antioquia y su colonización hacia el sur.

Esos países tienen diferente cultura acumulada en 500 años, fue diferente el mestizaje.

Al comparar el mapa del siglo XVI con el de estas elecciones, es clarísimo entonces que Rodolfo gana en todo el Reino y Petro en la Gobernación.

En la Gobernación muchos viven y han vivido de las rentas de la tierra. En el Reino desde 1809 queremos que nos quiten los días festivos. Los días religiosos, para trabajar más. Creemos que todo tiene un valor: no hay una cena gratis. 

Fuente: Fundación Histórica Neogranadina

LSA:

Un rasgo característico de Rodolfo Hernández es su obsesión por la plata… ¿se relaciona con la pobreza del territorio?

Martínez:

Acá lo llamamos el espíritu zapatoca. Ahorramos el último centavo porque somos una sociedad de origen muy pobre.

Los zapatocas tienen muchos chistes de tacaños, uno famoso es que el cañón del Chicamocha existe porque a un zapatoca se le cayó una moneda de un centavo y trajo una pala para abrir el hueco y buscarla. Es un espíritu muy espartano, ahorrativo, frugal.

Durante el período federal llegaron muchos alemanes. En 1880 pude contar 30 socios del Club del Comercio. Y en un pueblo tan chiquito como Bucaramanga había embajada de EE.UU. y de Alemania. Los extranjeros europeos influyeron mucho en nuestra cultura: nos enseñaron a trabajar. A las 5 a.m. la autopista ya está llena.

Hombres y mujeres trabajan mucho. Casarse con una santandereana es una gran inversión. El sector textil lo manejan las mujeres. La economía cucuteña también la manejan ellas. Este es un matriarcado de mujeres que trabajan. Lo peor que le puede decir el marido es que se quede en la casa. Eso es insultarla. No sé Rodolfo Hernández por qué dijo lo contrario. 

LSA:

Los santandereanos se identifican con pujanza… ¿Como los paisas?

Martínez:

A los santandereanos y los paisas solamente nos separa el río Magdalena. Somos muy parecidos, pero somos muy distintos.

Ellos tienen grandes ventajas: les dieron la Cordillera Occidental y Central con sus cenizas volcánicas, les dieron muy buenas tierras, muchas minas de oro. La colonización española —proveniente del País Vasco— fue mucho más grande. Y tuvieron una escuela de minas muy temprano. Tuvieron oro en cantidades industriales y por ende más capital.

A ellos les va mejor: son los más educados, los más trabajadores, los más inteligentes, los más bonitos. Están a la vanguardia de todo. Son nuestros rivales a quienes admiramos y apreciamos mucho.

Tardíamente, en los 60, ellos nos enseñaron que hay que también bailar, beber aguardiente. Antes para nosotros era del trabajo a la casa, y la familia. 

LSA:

Rodolfo dijo que admiraba a Hitler en un lapsus, pero en general ha mostrado su desconocimiento de muchos temas de cultura general. ¿Cómo dialoga eso con la herencia ilustrada de Santander?

Martínez:

Antes de la Independencia, una cuarta parte de la lista de colegiales del Colegio Mayor de San Bartolomé en Santafé de Bogotá —el más antiguo de Colombia, donde se originó la Universidad Javeriana— venía de esta zona. Este es un mundo de mucho abogado y mucho cura ilustrado.

Los curas santandereanos son siempre rectores de los colegios y son famosos: Juan Eloy Valenzuela y Mantilla, cura, famoso por su participación en la expedición botánica que arrancó en 1783. Aquí han sido una élite.

Los santandereanos del siglo XIX son gente muy educada. Todo el país lo reconocía. Durante el período federal, especialmente, hubo mucha innovación educativa. Trajeron preceptores de Alemania y llegaron a haber tres Normales. Tuvimos maestras de Normal desde 1857. La música, además, hacía parte del currículum escolar e importaban muchos instrumentos: pianos, violines que la gente aprendía a tocar.

El Club de Comercio es el más antiguo del país, de 1872, y lo crearon puros maestros que luego se hicieron comerciantes.

LSA:

¿Qué pasó después?

Martínez:

Después en 1886 la educación se daña porque se vuelve muy católica. Y en el siglo XX las cosas cambiaron. La universidad llegó tarde. La UIS la fundan apenas en 1948. Ha graduado cerca de 80 mil profesionales. Es una universidad técnica para ingenieros. Yo trabajé ahí 25 años y peleaba mucho con ellos porque les decía: ‘ustedes son muy buenos ingenieros, matemáticos, pero ¡no joda!, lean algo de literatura’.

La universidad regional con su énfasis en la ingeniería, en las matemáticas, dejó de cultivar a los ingenieros en otras áreas. No tienen tiempo de leer libros, novelas, filosofía. De escuchar música. La élite del 68 en adelante, dejó de ser universal, ilustrada. 

LSA:

Una de las narrativas más fuertes en esta campaña es la de que desde el siglo XIX no hay un presidente santandereano. ¿Por qué cree que no ha vuelto a haber un presidente de allá?

Martínez:

Lo que llamamos Santander hoy es la mitad de lo que era el Gran Santander. En 1910 se dividió: quedó el norte con tres provincias que son Cúcuta, Ocaña y Pamplona, y el resto, que no se llamó Sur sino Santander conformado por las provincias de Socorro, Vélez, Girón y Bucaramanga. Este Santander sólo ha tenido un presidente en 200 años de vida republicana. Se llamó Aquileo Parra, nacido en Barichara. Virgilio Barco era de Cúcuta.

Manuel Murillo Toro, que fue presidente del Estado de Santander, nació en Chaparral, Tolima.

Boyacá o el Cauca, en cambio, han tenido muchos presidentes.

Por eso en Santander están felices, porque piensan que será el segundo de la historia. Una de las razones que lo explica es que aquí no han sido tan politiqueros.

A Aquileo Parra lo escogieron en la etapa federal, cuando el período presidencial era solo de dos años. No era profesional. Era un comerciante cacharrero de origen muy pobre que se hizo rico llevando a vender a Magangué las conservas de Vélez. Con esa experiencia se volvió muy bueno con los números y el manejo de la contabilidad. Eso lo llevó a ser secretario de Hacienda. Y por ese camino llegó a ser Presidente.

No fue la historia de un abogado —como muchos en la historia— que aspiraba a ser presidente. Le pasó lo mismo que a Rodolfo que no se lo puede creer. 

LSA:

Usted dice que la experiencia federal de tres décadas en Santander fortaleció un proyecto político basado en las libertades del ciudadano y la autonomía para arreglar todo lo relativo a su bienestar intelectual y material. ¿Cómo es la relación entre esa autonomía y la visión del rol que debe cumplir el Estado en una sociedad?

Martínez:

El santandereano ha tenido fama de ser levantisco, de levantarse en armas cuando quiere oponerse a algo. Aquí todo el mundo le rinde culto a los comuneros. Que fue sobre todo un movimiento antifiscal. La gente en general resiste los impuestos y se dan cosas increíbles: en la vía internacional Cúcuta – Villa del Rosario hay un peaje, los taxistas no pagan. Les pregunto: ‘¿por qué?’, y la respuesta es que ya lo han quemado dos veces y por eso no se los cobran. En Santander les encanta quemar peajes.

La contrapartida es que están listos para defender el Estado. Cuando Chávez nos puso una vez los tanques en San Antonio, todos los santandereanos estábamos ya alistando las armas. Aquí somos muy patriotas. Si bien también han surgido movimientos subversivos como el ELN. 

LSA:

Cómo ve el salto de gobernar una ciudad como Bucaramanga a gobernar el país?

Martínez:

Una cosa es manejar una ciudad como Bucaramanga de 600 mil habitantes y otra un país de 50 millones de locos que no quieren obedecer.

El tipo como buen ingeniero va a examinar todos los problemas y si tiene buenos asesores, él entiende. Le pongo un ejemplo: dijo que no iba a vivir en la Casa de Nariño. Que lo iba a convertir en un museo. Pero le van a explicar: es que usted vive ahí por su seguridad.

Buena parte de la mala fama del gobierno saliente es porque Duque fue muy malo escogiendo su equipo.

Rodolfo Hernández sobre todo va a revisar las cuentas porque como tuvo que ahorrar siempre porque nunca se endeudó con los bancos. Él sabe cuánto vale un bulto de cemento. Cuándo le están metiendo los dedos en la boca. Probablemente va a hacer lo que ha prometido que es parar la corrupción.

Yo quisiera que mi presidente fuera un estadista, que fuera joven, bonito, ilustrado, que le cupiera el país en la cabeza, pero esas personas no existen. Tenemos que conformarnos con lo que da la tierra: arracacha, papa criolla. Los López Michelsen, López Pumarejo son muy escasos. Y los que tienen capacidad no quieren vivir en Colombia: Luis Alberto Moreno se fue del país y no quiere volver. 

LSA:

¿Qué tinte le va a imprimir eso a un gobierno suyo?

Martínez:

Va a ser muy complicado. La prensa le va a dar mucho palo. Las mujeres se van a escandalizar. Los dueños de la moral pública van a salir a defenderla y a él le va a importar cinco. Pero cuando haya problemas graves, va a parar a los enemigos en la raya. 

 

Soy la editora de La Silla Amazónica desde 2024 y estoy a cargo del Curso de Inmersión de La Silla. Fui la editora del Detector de Mentiras desde mediados de 2022 hasta 2023. Y previo a eso fui la editora de La Silla Académica desde 2017, un espacio que creamos con Juanita León para traducir periodísticamente...