2 Samuel, 13: la violación de Tamar
El relato cuenta la lucha entre Amnón y Absalón, herederos al trono de David. Atrapado en su profunda pasión por Tamar, hermana de Absalón, Amnón se finge enfermo para hacer que David envíe a Tamar a su casa para cuidar de él. Una vez en la casa de Amnón, mientras intenta ayudarle a recobrar su salud, la princesa virgen es violada y luego es echada fuera de la casa. La manera en que Tamar es presentada al comienzo de la narración, como la hermana de Absalón, indica que esa doble humillación no es infligida sólo sobre ella, sino también sobre la casa de Absalón. Cuando Tamar se da cuenta de las intenciones de su medio hermano Amnón, lo confronta:
“Tamar entonces le respondió: no, hermano mío, no me hagas violencia; porque no se debe hacer así en Israel. No hagas tal vileza. Porque ¿a dónde iría yo con mi deshonra?... más él no la quiso oír, sino que pudiendo más que ella, la forzó, y se acostó con ella. Luego la aborreció con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado.. Entonces Tamar tomó ceniza y la esparció su cabeza, y rasgó la ropa de colores de que estaba vestida, y puesta su mano sobre su cabeza, se fue gritando” (2 Samuel 13).
Algunos testimonios de mujeres que responden a la lectura de ese relato:
“¿Qué hace la persona con el diagnóstico del VIH? Pues, piensa: “No le diré a los demás... porque van a empezar a señalarme”, ¿Por qué? Porque las personas no tienen la información debida y van a decir: “Yo no me le acerco porque usted tiene vih y de pronto me lo prende”. Y empiezan a alejar a la persona y la estigmatizan como en el caso de Tamar. La violan y ella debe callar. “Siga viviendo pero no vaya a decir que usted ha sido violada”.
“Eso es lo que ocurre en muchos hogares... la mujer es violada, bien sea por un familiar o un extraño, y la solidaridad de género hace que las mismas mujeres digan: ‘Cállese, no vaya a decir nada porque donde sepan que fue violada se nos forma un problema”.
“Bueno, donde yo trabajo hay 200 operarias y cuando yo me enteré de mi situación, yo las miraba a todas y me decía: “¿Cómo será cuando lleguen a saber que yo soy así? Yo creo que ni me voltean a mirar”. En ese tiempo de la Biblia había un rechazo muy grande, pero todavía existe. Conozco una persona que tiene VIH y prefiere venir a Bogotá para que no lo atiendan en Ibagué porque piensa que todo el mundo allá está viendo. Yo le digo: “Usted va hasta Bogotá cada mes por miedo a que sepan que vive con VIH”. Él me dice que sí, que porque es profesor del SENA y de una universidad, porque él cuida su imagen y, si alguien se entera, a él se le acaba el mundo”.
“Yo creo que el hecho de que Tamar tenga que aceptar y decir: “no, venga, quédese conmigo que aquí no ha pasado nada”, da mucho qué pensar. Tener que aceptar, tener que estar con su violador, con su victimario, para garantizar que ella tenga un estatus ante los demás y evitar esa deshonra”.
Jueces, 19: El levita y su concubina
El relato cuenta la historia de un levita (alguien dedicado al servicio del Templo) y su concubina, que llegan a la casa de un anciano que los aloja una noche, luego de lo cual hombres perversos llegan a ella pidiendo que saque al levita para violarlo. Pero el hombre anciano prefiere entregarles a su hija y a la concubina para que no le hagan nada al levita:
“Saca el hombre que tienes de visita, queremos acostarnos con él. Pero el dueño de la casa les rogó: no amigos míos, por favor, no cometan tal perversidad, pues este hombre es mi huésped. Miren, ahí está mi hija, que todavía es virgen. Y está la concubina de este hombre. Humilladlas y haced con ellas como os parezca” (Jc 19, 22-25).
“Es algo indignante… Ver que una como mujer puede ser ofrecida por el propio padre o por el propio marido a otras personas” . También: “[Siento] rabia, impotencia. Sobre todo, ese sentido de impotencia que yo no valgo, que yo no puedo valerme por más que quiera valerme”.
Sí claro, ese es el machismo. Es que yo creo que esa es como la expresión más latente del machismo, ¿cierto? o sea, ¿cómo mantener la hombría a toda costa? ¿sí?”.
“La formación es un aspecto muy importante, que le quiten a uno el chip que aparece en ese relato de que debía ser sumisa, que era la propiedad de otra persona. Uno también tiene derecho a exigir y tiene derecho a decidir sobre sus cosas y las cosas de la casa”.