Ya casi se cumple un mes desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela. Hablamos con Víctor Mijares, profesor de la U. de Los Andes, venezolano, sobre el rol de tres grandes potencias en el desenlace de la crisis.

Ya casi se cumple un mes desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela. Hablamos con Víctor Mijares, profesor de la U. de Los Andes, venezolano, sobre el rol de tres grandes potencias en el desenlace de la crisis.
El lunes se cumple un mes desde que Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela y la situación sigue siendo incierta. Nicolás Maduro continúa en el poder, no hay señales claras de que los militares le vayan a quitar su apoyo y la presión internacional sigue. La Silla Académica entrevistó a Víctor Mijares, profesor del Departamento de Ciencia Política en el área de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Los Andes, venezolano y experto en política exterior de Venezuela, quien entre otros artículos publicó en 2017 “Soft Balancing the Titans: Venezuelan Foreign-Policy Strategy Toward the United States, China, and Russia”.
Mijares analiza las posibilidades de desenlace de la situación y sobre todo la influencia que pueden tener tres potencias como Estados Unidos, Rusia y China, cuyos intereses y nivel de compromiso con Venezuela son diferentes.
En su artículo usted dice que Venezuela se parece más a los países de la Opep que a sus vecinos ¿Es por eso que tres potencias tienen sus reflectores en Venezuela?
Víctor Mijares: Sí. Venezuela es el teatro de operaciones de los tres titanes en América Latina.
Cuando me hablan de transición en Venezuela y me ponen de presente el caso de la dictadura chilena, argentina, uruguaya, yo sostengo que para entender lo que pasa en Venezuela es necesario mirar más hacia las dictaduras de países africanos, con caudillos militares, con mafias que controlan recursos naturales y con la presencia de muchas potencias jugando a tener incidencia en lo que pasa política y económicamente en esos lugares.
Ese tipo de dictaduras son más desastrosas que las dictaduras militares clásicas estilo Pinochet, en la que con su caída, cae todo el gobierno y viene entonces la transición.
En Chile no fue fácil pero es mucho más complejo el caso de Venezuela.
Para entender lo que pasa en Venezuela es necesario mirar más hacia las dictaduras de países africanos.
LSA: ¿Por qué más complejo?
V.M.: Porque además de los factores domésticos, tenemos la presencia de grandes potencias, como Rusia y China que están clamando por un orden multipolar y que responden a la presencia militar, política y económica que Estados Unidos tiene en sus regiones.
La Otan hace frontera con Rusia a través de la relación cercana que tienen la Unión Europea con Ucrania y Estados Unidos con Georgia, por ejemplo.
Estados Unidos tiene, además, una estrategia llamada el “pivote asiático”, consistente en hacer presencia naval permanente en la periferia de China.
Se trata de una respuesta geopolítica. Mientras Estados Unidos tenga presencia allá, Rusia y China van a tratar de tener presencia también en este hemisferio. Lo que es igual no es trampa.
Hugo Chávez y después Maduro entendieron ese juego de contrabalance y por eso es que han permitido que lleguen buques o bombarderos estratégicos rusos al puerto de la guaira o al aeropuerto de Maiquetía.
LSA: En su artículo se habla de una política de “contra-balance” más suave o “soft balance”, ¿qué quiere decir esto?
V.M.: Quiere decir que Venezuela se venía preparando desde hace quince años o más para una situación como la que está viviendo actualmente. La idea no era confrontar directamente a Estados Unidos, pero sí enviarle un mensaje claro, a través de sus relaciones con Rusia y China, de que no estaba alineado con él pese a su dependencia porque le vende petróleo, y de que en caso de crisis esos aliados iban a tener una función importante.
Yo escribí el artículo en mayo de 2017 pensando en lo que había venido pasado, pero hoy, con toda la crisis, el mapa de las alianzas y de los apoyos ha quedado perfectamente dibujado.
LSA: En su artículo sobre la política exterior frente a lo que usted llama los “titanes”, menciona a Rusia ¿Cómo es esa relación?
V.M. A partir de mi investigación, identifiqué que el nivel de compromiso de Rusia hacia Venezuela es mucho más intenso que el de China.
China ha apoyado al chavismo, con Chávez y Maduro, pero nunca al nivel de Rusia. Ésta no tiene la musculatura económica de China pero sí ha apoyado a Venezuela con facilidades en materia de tecnología militar y ha hecho presencia militar en ese país en varias ocasiones.
Eso sirve para hacer un balance un poco más sutil frente a China, que se va a traducir posteriormente en apoyo económico, porque Rusia se convirtió, a través de la empresa Rosneft, en la principal empresa extranjera productora de petróleo en la faja del Orinoco, superando a las empresas chinas.
Rusia es un gigante militar. Se le murió su mamá que era la Unión Soviética y le dejó una herencia: el arsenal nuclear más grande del mundo, tecnología militar anti-Otan, que le permite tener un mercado de armas cautivo, pues todas las naciones que no tienen relaciones militares con Occidente le compran a Rusia, incluida China. Y además, le dejó un sistema de oleoductos y gasoductos que conectan casi todas las reservas de Asia Central al territorio ruso, todo ese petróleo tiene que pasar por ahí.
Y es un gigante diplomático, como miembro permanente del Consejo de Seguridad en el que sólo hay cinco países y no están, por ejemplo, India ni Brasil. Eso tiene un peso muy grande.
En el caso de Venezuela, ha tenido mucho más influencia que todos los estados de Europa Occidental juntos.
LSA: ¿Dada la diferente relación que tiene Venezuela con Rusia y China, ¿qué tanto apoya cada una a Maduro?
V.M. China tiene intereses mucho más amplios y globales que Rusia. Su interés es el dominio de la esfera económica mundial. Ser reconocido mundialmente como la nueva gran potencia del mundo cuyo auge es pacífico. Por eso no puede comprometerse de la misma manera con Venezuela, que Rusia. No quiere provocar a Estados Unidos.
Rusia, por el contrario, quiere convencer a los demás países de que es una potencia agresiva pues su poder es militar y para que sea reconocido como tal tiene que ser una amenaza creíble. Tiene que mandar bombarderos con capacidad termonuclear al Caribe para demostrar que está dispuesto a poner piel en el juego y apoyar a sus aliados hasta las últimas consecuencias. Quizá no es cierto y es sólo un “bluff”, un engaño, pero quién quiere averiguarlo ¿Bogotá quiere averiguarlo?
Por otro lado, las estructuras de mando de estos dos países también son bien diferentes.
LSA: ¿En qué sentido?
V.M. En Rusia hay grupos con intereses especiales, financieros, mafiosos, que ejercen presión sobre el Kremlin, pero Rusia es Putin, tiene su propio zar, cuyo poder de decisión es mucho mayor que el de cualquier líder chino. Esto hace que Rusia sea mucho más asertiva en su política exterior.
China tiene una burocracia enorme y hay muchos grupos, sobre todo generacionales, que están compitiendo por el poder. Desde que Putin está en el poder ha brindado con tres líderes chinos: Jian Zemin, Hu Jintao y ahora Xi Jinping. China tiene un tipo de gobierno mucho más colegiado.
Si me preguntan si es posible que estos países modifiquen su apoyo a Venezuela, mi respuesta es es muy difícil que lo hagan, pero de suceder, primero cambian de opinión los chinos. No tienen ningún problema en hablar con Juan Guaidó, de hecho estoy seguro que ya lo están haciendo porque tienen muchos intereses y son muy pragmáticos. Con los rusos no sé.
Venezuela sabe que cuenta con Rusia, pero con China podría no contar en una situación demasiado crítica en la cual se tengan que confrontar directamente con Estados Unidos en un plano militar porque no se van a arriesgar a una guerra con ese país. No lo hicieron por Taiwán ¿lo van a hacer por Venezuela? .
Para Rusia, Guaidó no es una alternativa.
LSA: ¿Eso quiere decir que para China es indiferente si el presidente es Guaidó?
V.M.: No indiferente. Cuando eres millonario tienes opciones. Para China, la primera opción es que Maduro se mantenga en el poder y estabilice la nave, de manera que pueda tener mayor incidencia en lo que pasa en Venezuela. China necesita la materia prima, aunque ya no consuma como antes y el ritmo de crecimiento de su población haya disminuido.
La segunda mejor opción para China es el chavismo sin Maduro. Porque ese régimen es su aliado ideológico y es mucho mejor tener como socio económico a alguien que piensa como tú. El nuevo líder también sería socialista y compartiría el deseo del mundo multipolar que China quiere.
Como Chávez no quería depender del mundo occidental no se endeudó con el Fondo Monetario Internacional ni con el Banco Mundial. China es la alternativa a los fondos de financiamiento de Occidente, por lo que sabe que con un cambio de gobierno, Venezuela podría apelar a estos organismos para obtener auxilio financiero y tendría una competencia dura.
Como última alternativa está un gobierno ideológicamente adverso pero que respete sus inversiones. Juan Guaidó o cualquiera que llegue nuevo a gobernar Venezuela deberá ser lo suficientemente racional para aceptar que sin China no va a poder avanzar.
LSA: ¿Y con Rusia sería diferente?
L.M.: Para Rusia, Guaidó no es una alternativa. Porque la forma en que Rusia quiere hacer presencia en Venezuela es muy diferente a la de China y no tiene su capacidad económica para presionar a futuros gobiernos adversos a sus intereses.
Los intereses en juego no son solamente de las grandes potencias sino de grupos económicos mafiosos.
LSA: ¿Es factible una confrontación militar entre EE.UU. y Rusia entonces?
V.M.: A mí no me gusta descartar nada porque como hay tanto en juego y tantas potencias involucradas existen posibilidades de conflicto.
Los intereses en juego no son solamente de las grandes potencias sino de grupos económicos mafiosos que controlan el narcotráfico, el tráfico de oro, el petróleo, que no están dispuestos a abandonar el poder.
No sólo están involucrados en corrupción y esquemas económicos ilegales, sino que también son violadores de derechos humanos y eso no prescribe. Entregarse es una opción muy riesgosa para ellos, casi un suicidio.
Pero no veo tropas oficiales rusas haciendo el trabajo. Podría haber un conflicto delegado.
LSA: ¿Qué quiere decir eso?
L.M.: En un escenario hipotético en que se rompiera la base militar de Maduro y se dividiera en dos bandos, quizá uno estaría apoyado por los rusos y el otro por la fuerza militar americana o “colombo-americana”. No imagino tropas en el terreno, pero sí asesores militares o incluso fuerzas mercenarias. Son escenarios.
Sin embargo, no veo a las fuerzas militares venezolanas suficientemente capaces de confrontar a otras fuerzas y no veo a la población civil, más allá de los colectivos, uniéndose, pues está en una condición muy precaria.
LSA: ¿Cuál sería el punto de quiebre para que haya una confrontación militar?
V.M.: Ni Estados Unidos, ni Rusia ni China quieren intervenir militarmente, todos están tratando de demostrar que van a seguir adelante hasta las últimas consecuencias. Por eso es que Marco Rubio decía ayer jueves que Estados Unidos no podía descartar nada.
Con eso no está sugiriendo que van a desplegar marines. Se trata de una amenaza del uso de la fuerza para convencer al otro que se está dispuesto, aunque no lo esté. El chavismo sabe que Estados Unidos asumiría un costo muy alto si interviene a Venezuela militarmente.
Hay que tener en cuenta las políticas domésticas de las potencias.
LSA: ¿Cuáles serían en este caso?
V.M.: Rusia necesita apuntarse un éxito demostrando que ha estado firme al lado del gobierno venezolano porque eso crea confianza en otros países aliados suyos.
A China le interesa mostrar que tiene el peso suficiente para, a través de declaraciones diplomáticas, hacer valer su peso económico en el mundo.
Para Estados Unidos, y especialmente para Donald Trump, lograr una transición pacífica en Venezuela sería un resonante triunfo de cara a las elecciones de 2020.
Para Estados Unidos, y especialmente para Donald Trump, lograr una transición pacífica en Venezuela sería un resonante triunfo de cara a las elecciones de 2020.
LSA: Algunos han planteado que la transición sólo pasa por derrocar a Maduro ¿Ahí se acaba el problema?
L.M.: Hay una visión “madurocéntrica” sobre el gobierno venezolano. Yo nunca he visto a Maduro como la piedra angular del poder chavista, él es una circunstancia. Fue el menor de los males para el chavismo en 2012 cuando Chávez dijo que votaran por él. Fue el que menos resistencia generaba. Si ponían a Diosdado iba a ser un problema, si ponían a un político joven como Héctor Rodríguez también, porque no iba a ser fuerte. Si era un militar los civiles se iban a ir.
Maduro claramente ha logrado una base de poder importante y si cae, el régimen chavista va a quedar muy mal herido. Pero ese régimen es mucho más complejo que Maduro, es un entramado de intereses que le sigue apostando a mantener su plataforma ideológica y todavía controla al país.
LSA: Algunos de sus artículos tratan sobre la resiliencia del régimen chavista ¿Usted cree que Maduro va a poder resistir este embate?
L.M.: Los políticos y los profesores universitarios compartimos algo: en el fondo somos actores frustrados. Cuando uno se para frente a un escenario o frente a un país o el resto del mundo, uno tiene que tener un personaje. Y el personaje de Maduro Presidente es “Maburro”, ese es su alter ego.
Porque una cosa era Maduro como ministro de Relaciones Exteriores, fue él quien diseñó toda la política exterior de Venezuela y sus relaciones con Eurasia. Yo no compro esta idea de que él es ignorante, torpe, que no sabe lo que está haciendo. Maduro es chabacano y ordinario pero nadie que sea tonto aguanta tanto.
Maduro militarizó su gabinete más que Chávez y ha logrado dominar a las facciones del chavismo, algo que no es nada fácil. Ha tenido que entregar muchas cosas, control sobre minas, sobre petróleo, sobre las riquezas naturales de país, y ha entregado buena parte del país a los chinos y a los rusos, a los turcos y a los iraníes, a los cubanos, a cambio de tiempo. No sé si aguante ahora.
Hay una visión “madurocéntrica” sobre el gobierno venezolano.
LSA: Moisés Naim dice que los venezolanos no se habían dado cuenta de que Chávez había invitado a Cuba a que se ‘tomara’ Venezuela ¿Está de acuerdo?
V.M.: El chavismo cambió el patrón de alianzas de Venezuela en función de proteger el núcleo dogmático de su proyecto con decisiones muy pragmáticas alrededor.
En el caso cubano, se mezclan las dos cosas. La Revolución Bolivariana es una hija ideológica de la Revolución Cubana y ha recibido apoyo para su protección a través de estos mecanismos de seguridad cubanos: inteligencia civil, militar y la incorporación de la figura del comisariato político en las unidades de combate venezolano. Ese comisario muchas veces es cubano.
Hay una relación muy estrecha entre los cuerpos de inteligencia cubanos y venezolanos y entre las diplomacias de ambos países. Claro que hay una invitación a esto, a lo que el chavismo interpreta como seguridad nacional, que es su proyecto. Y entonces lo que dice Naím tiene mucho sentido.
LSA: ¿Qué es lo que ha hecho Maduro para mantener a los militares con él?
V.M.: Si mal no recuerdo Colombia tiene unos 77 generales y unas fuerzas militares de 445 mil efectivos, mientras Venezuela debe tener unos 1.050 generales y 125 mil efectivos. No hay soldados para tanto general. Son premios políticos que han hecho que la pirámide se ensanche hacia arriba. Sumado a que Maduro los ha corrompido.
Adicionalmente, las fuerzas armadas venezolanas no tienen experiencia en el combate real, sólo han demostrado que son muy efectivas peleando contra civiles desarmados. A tal punto que en sus enfrentamientos con el ELN por el control de las minas de oro al sur del Orinoco, esta guerrilla ha masacrado militares venezolanos, y todos sabemos que el ELN no es que sea la guerrilla más fuerte militarmente hablando.
Por eso la hipótesis del golpe militar es difícil de sostener porque es una operación muy compleja, tiene un componente político, otro militar y otro diplomático que las fuerzas armadas venezolanas no estarían en capacidad de hacer. Tú no das un golpe y después ves lo que pasa.
El golpe a Manuel Zelaya en Honduras en 2009 fue exitoso porque todos los acuerdos políticos estaban amarrados y la operación militar vino al final. En Venezuela en 2002, el golpe a Hugo Chávez se hizo al revés, primero lo desconocieron militarmente y después trataron de construir las alianzas políticas.
Si se da una transición tendría que haber un perdón masivo que va a ser difícil de digerir para la sociedad venezolana.
LSA: Todo el mundo habla de los militares pero ¿qué rol está jugando la guardia venezolana y los colectivos?
V.M.: La Guardia Nacional es un componente de la Fuerza Armada. Se ha mostrado leal al chavismo y posiblemente esté más politizada que el propio Ejército. Hasta ahora la GN y los colectivos han sido la primera línea de choque contra los civiles. El rol de estas fuerzas seguirá siendo la represión.
LSA: ¿Cuál sería el punto de quiebre para que haya una transición?
V.M.: Para que haya una transición tendría que pasar que el ministro de Defensa, Padrino López, efectivamente rompa filas y se vaya con Guaidó en búsqueda del premio de impunidad que Estados Unidos ofrece.
La única forma de lograr una transición pacífica en Venezuela es asumiendo un costo moral, político, jurídico, humanitario, alto, porque el chavismo sigue en control de la situación.
Es difícil predecir cuándo se puede dar esa ruptura porque hay mucha desconfianza entre los militares y ninguno quiere dar el primer paso.
Si los militares son el fiel de la balanza interna, China es el fiel de la balanza global, es la variable que lo cambia todo. Rusia puede jugar a mantener al chavismo un tiempo en el poder, pero no tiene la misma influencia de China.
El cambio en la política de sanciones de Estados Unidos y la ruptura de ese bloque latinoamericano que antes estaba con Venezuela, juegan un papel fundamental.
Para mí el corto plazo de la transición en Venezuela es de un año.
LSA: ¿Cuánto tiempo podría tomar esa transición?
V.M.: Para mí el corto plazo de la transición en Venezuela es de un año, que podría ser un período de mucha intensidad donde observaremos al chavismo ganar poder y después perderlo y así sucesivamente, en una lucha de resistencia.
La situación se puede prolongar pues no se ve una fractura clara hasta el momento del chavismo, aunque está muy malherido y tal parece que en algún momento habrá un importante cambio político en Venezuela.
Guaidó, por su parte, como cabeza de la oposición en este momento, tiene que tratar de convencer a su propia base que el cambio viene pero que tardará, y eso está desesperando a sus apoyos internos.
LSA: ¿A favor de quién corre el tiempo?
V.M.: El corto plazo puede favorecer a Guaidó que está demostrando que se puede desafiar al chavismo, que teme apresarlo, y que tiene apoyos internacionales muy importantes.
Estados Unidos le está apostando a tal punto que incluso ha sancionado energéticamente a Venezuela cosa que nunca había pasado. Es la hora de Guaidó y si no viene un cambio pronto el chavismo se va a consolidar aunque con una herida muy severa.
Por eso diría que el mediano plazo puede ayudar a Maduro. Sus apoyos externos ya comienzan a verlo como un problema. Venezuela siempre va a tener algo que entregar que son sus recursos naturales y su posición geopolítica es muy atractiva para las potencias euroasiáticas.
Pero el chavismo necesita demostrarle no sólo a Estados Unidos que está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias sino a los aliados que puede mantenerse en el poder y que no están invirtiendo mal su dinero y su capital diplomático.
LSA: ¿Qué tanto afectan a Maduro las sanciones impuestas por EE.UU?
V.M.: Las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos son una situación inédita. Eso no había pasado en 20 años de chavismo ni en los más de 100 años de producción petrolera venezolana.
No solamente es que Estados Unidos ya no le compra petróleo a Venezuela sino que el que le compre se mete en problemas con ese país. Tampoco le va a vender los diluyentes que le permiten transformar su petróleo extra pesado en petróleo comercializable. Y eso la lleva a tener que vender el petróleo, como decimos nosotros, a precio de gallina flaca, lo que debilita mucho la capacidad de resistencia del gobierno venezolano.
LSA: ¿Por qué solo hasta ahora adoptó dichas sanciones?
V.M.: Por un lado tiene que ver con la situación político económica de Venezuela y la pérdida de gobernabilidad del chavismo. Por otro, hay una serie de intereses alineados que permitieron esa decisión tan drástica.
Cuando Trump mira hacia América Latina ve un muro, pero cuando usa al senador Marco Rubio como binocular tiene un panorama un poco más amplio, sobre todo, con banderas rojas sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua.
En la estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos lanzada en diciembre de 2017, exactamente en la página 51, se identifica que una de las mayores amenazas hemisféricas para ese país es la relación de Venezuela con China y Rusia.
A partir de esa visión de América Latina que el Senador le ha compartido a Trump, esta Casa Blanca en particular se la ha jugado por sancionar a Venezuela.
Trump, a diferencia de Bush y Obama, los otros presidentes que han lidiado con el chavismo, no tiene compromisos partidistas, es un político más temerario y eso lo lleva a tomar decisiones que todavía no son tan peligrosas pero que sí son inéditas en relación con Venezuela.
A lo anterior se suma el apoyo latinoamericano. El grupo de Lima, con Canadá incluido, convence a Estados Unidos que no va a actuar unilateralmente sino que va a tener apoyo en la región, algo en lo que siempre se había fallado en la OEA. Para eso los cambios de liderazgo en Colombia, en Brasil, en Argentina, en Chile han sido muy importantes.
LSA: ¿Estados Unidos le va a comprar petróleo a otros países?
V.M.: El petróleo que Estados Unidos le compraba a Venezuela ha venido en picada. En los últimos años ha habido una reducción de más del 40 por ciento. Venezuela ha sacrificado la venta de petróleo a Estados Unidos para venderle a China. De siete refinerías que tenía en ese país ahora tiene tres y China ha construido refinerías para procesar el petróleo venezolano.
Por otro lado, Estados Unidos ha venido apostándole a depender menos del petróleo. Ahí es donde entra el fracking, que es la fractura hidráulica de piedras de esquisto para extraer hidrocarburos.
Durante una semana de diciembre pasó algo que no ocurría desde 1943: Estados Unidos se convirtió en un exportador neto de petróleo, exportó más del que importó. Su gobierno ha autorizado la explotación de petróleo en parques nacionales de ese país. Es el arma secreta geopolítica para depender menos de los países productores de petróleo.
De todas maneras, ese país tiene una relación muy estrecha con Arabia Saudita que mantiene la estabilidad del mercado. Y el petróleo extra pesado venezolano que tiene una utilidad en el mercado en la industria del acero, del coque, se lo está exportando Canadá.
A lo que le están apostando es a sacar a Venezuela del mercado petrolero, a debilitarla de manera que se produzca una ruptura militar que convenza a los aliados externos, sobre todo a China, de que es mejor para este país un acuerdo negociado con las nuevas fuerzas.
LSA: ¿Usted cree que la autoproclamación de Guaidó como presidente fue orquestada por EE.UU.?
V.M.: No se puede considerar una autoproclamación, pues responde a los principios constitucionales de Venezuela. Y sí creo que se trata de una estrategia diseñada en Estados Unidos. Hay un think tank que es el Center for Strategic and International Studies en Washington que ha venido asesorando a la Casa Blanca en ese sentido. El Departamento de Estado y el de Defensa del Comando Sur también han trabajado en esto.
No dudo que el gobierno de Santos lo sabía y parece que el gobierno de Duque también. Esto no toma por sorpresa a los grandes decisores de la política exterior de la región.
Los pasos que se han dado dan cuenta de una decisión que se tomó en Washington con aliados venezolanos y latinoamericanos tiempo atrás, que está siguiendo su curso y que si no pasa por la intervención militar sí pasa por mostrar muy de cerca los dientes.
Desde el punto de vista de política electoral interna, entrando en un año preelectoral y con un ambiente de altísima polarización, Trump va a jugar a anotarse un triunfo en materia de política exterior. Su aparente deseo es mostrar que derrocó a Maduro y al chavismo, sin derramar una gota de sangre estadounidense, algo que no pudieron hacer en 20 años sus predecesores.
Esto es una garantía electoral, pero le daría un apoyo definitivo en un swing state como la Florida, donde priman los votos y lobbies de cubanos, venezolanos y colombianos.
Esos objetivos y el entorno que lo rodea apuntan hacia allá. John Bolton, Mike Pompeo y Marco Rubio son halcones políticos profesionales, con experiencia, sobre todo en el caso de Bolton, intimidando gobiernos enemigos.
LSA: Algunas voces han recordado la Guerra Fría con todo lo que está pasando…
V.M.: No es la Guerra Fría 2.0 Nada más sexy que esa narrativa, pero considero que es un error antihistórico. Ese fue un proceso único, en el que se pasó por diferentes etapas que no estamos viviendo en este momento.
Ahora hay un sistema internacional mucho más complejo, en el que China es ese actor económico indispensable para el mundo. Eso no ocurría antes.
En la Guerra Fría, China era pobre aunque tuviera una enorme población y armas nucleares. Además, era un país ideológicamente más motivado.
Por otro lado, Rusia no es la Unión Soviética, tiene una capacidad mucho menor.
Y los Estados Unidos están tremendamente polarizados. Esa idea de la Guerra Fría simplifica las cosas, hace que todo sea predecible, pero es un síntoma de no querer pensar el tiempo presente con las condiciones presentes. Parece un poco de pereza mental o simple comodidad analítica.
LSA: ¿Usted cree que Duque lo ha hecho bien en esta situación de Venezuela con dos presidentes?
V.M.: Duque está dando pasos en la dirección correcta. En ese sentido Duque es más un heredero de Santos que de Uribe en el manejo de la crisis con Venezuela. Esto no lo digo porque haga exactamente lo mismo, sino porque parece interpretar con cálculo frío el interés nacional colombiano a largo plazo. Está yendo en la misma línea de la decisión tomada por Santos de posicionar a Colombia como un actor político relevante en la región. Ojalá la gente lo acompañe en esto.
LSA: ¿Por qué pone en duda ese apoyo?
V.M.: Porque temo que Colombia y Venezuela vuelvan a la secular relación de rivalidad. Estos países muy pocas veces han tenido gobiernos que se entiendan bien, ideológicamente afines. Y temo que un cambio radical de gobierno en Colombia pueda volver a alterar la balanza. Imagina una transición en Venezuela con un gobierno más de centro derecha o derecha y que de pronto llegue un gobierno de izquierda a Colombia. Retornaría la desconfianza y la distancia.
Los dos países tienen mucho que aprovechar uno del otro: Venezuela y Colombia lideraron la Comunidad Andina, que fue uno de los acuerdos de integración regional más sofisticados del mundo.
Colombia no tiene opción. La crisis venezolana puede ser aborrecible, puede parecer que distrae de los problemas reales propios del país, pero es inevitable su impacto sobre Colombia y debe ser atendida por el jefe de Estado. Es un asunto de seguridad nacional.
Los actores globales de primera línea son Estados Unidos, China y Rusia, pero a nivel latinoamericano lo es Colombia, ni siquiera Brasil, en cuanto a la posibilidad que tiene de influir en Venezuela. En ese sentido Colombia tiene una oportunidad histórica.
LSA: ¿Por qué lo dice?
V.M.: Porque podría darse un cambio político en el sentido de que Venezuela sienta que Colombia es indispensable, porque va a quedar muy debilitada y va a requerir apoyo internacional.
Colombia ahora es miembro de la Ocde y Global Partner de la Otan y, aunque su economía crece lentamente, crece y no padece por la inflación. Es un país con problemas, pero mayor de edad, mientras Venezuela es un país que entró en decadencia.
En materia de seguridad nacional, Venezuela es clave. A Colombia se le ha dificultado lograr victorias contra la criminalidad y la insurgencia porque no ha tenido apoyo al otro lado de la frontera. Con Chávez y Maduro Venezuela se convirtió en la retaguardia estratégica de muchos de esos grupos.
Colombia tiene 1.1 millones de venezolanos en su territorio. Todos los pasos fronterizos relevantes de Venezuela son con Colombia. Cerca de cuatro de cada diez venezolanos tienen algún vínculo sanguíneo o de afinidad con algún ciudadano colombiano. En la zona andina de Venezuela y en el Zulia, esa cifra aumenta a cerca de siete de cada diez.
Además de eso, Colombia perdió mucho económicamente con la ruptura con Venezuela. Había un intercambio comercial de unos 7.5 miles de millones de dólares al año. De eso más del 60 por ciento era favorable a Colombia. Este era el único país con balanza favorable respecto a Venezuela. Aproximadamente, uno de cada dos vasos de leche que se tomaban en Venezuela provenían de Colombia.
Hay un interés económico, social, de relaciones humanas, que no son siempre fáciles, pero sí estrechas y de seguridad. Cualquier cosa que pase en Venezuela, como lo hemos visto, tiene una repercusión en Colombia y viceversa.
En el mejor interés de todos está que haya una transición pacífica. Pero en tanto no hay garantías de eso, Colombia debe estar preparada. Si Venezuela entra en una espiral de violencia, la primera víctima externa va a ser Colombia.
Para citar:
Mijares, V. M. (2017). Soft Balancing the Titans: Venezuelan Foreign Policy Strategy toward the United States, China, and Russia. Latin American Policy, 8(2), 201-231.
Romero, C. A., & Mijares, V. M. (2016). From Chávez to Maduro: continuity and change in Venezuelan foreign policy. Contexto Internacional, 38(1), 191-227.
Mijares, V. M., & Nolte, D. (2018). Regionalismo post-hegemónico en crisis. ¿Por qué la Unasur se desintegra? Foreign Affairs Latinoamérica, 18(3), 105-112.
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