En su último discurso en apoyo a sus reformas, el presidente Petro volvió a cargar munición contra la Revista Semana, el medio que ha liderado la producción de las noticias que provocaron la peor crisis política del gobierno hasta el momento. Dijo: “Semana ordena y el CTI obedece”.

La periodista Vicky Dávila respondió diciendo que su discurso es: “uno de los más duros ataques a la libertad de prensa que se haya visto en tiempos recientes”, en una jornada de marchas de apoyo al gobierno que dejó cinco periodistas agredidos, según la Fundación para la Libertad de Prensa.

Para profundizar en el rol que han tenido los medios de comunicación en el escándalo del gobierno Petro, la Silla Académica entrevistó a Adriana Villegas Botero, profesora del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales, y a Diego García Ramírez, director del programa de Periodismo y Opinión Pública de la Universidad del Rosario. 

LSA:

es La Silla Académica  

AVB:

es Adriana Villegas Botero

DGR:

es Diego García Ramírez

LSA:

Detrás del drama entre Armando Benedetti y Laura Sarabia, está la pelea periodística entre Vicky Dávila, de Semana, y Daniel Coronell, de Cambio, quienes lideraron la revelación del escándalo. Ambos accedieron a hablar con el exembajador Benedetti, pero desde enfoques muy distintos. ¿Cómo leen la pelea entre estos dos periodistas tan importantes para revelar el drama político del momento?

DGR:

Recapitulando los hechos, la primicia inicial la tuvo Vicky Dávila cuando publicó la entrevista con la exniñera de Laura Sarabia, revelando que Sarabia la había acusado de robar miles de dólares y la obligó a responder ante un polígrafo en un sótano de las oficinas de la presidencia.

Pero la pelea entre los periodistas se da porque, al poco tiempo, el periodista Daniel Coronell salió diciendo que Vicky Dávila había omitido una información en esa entrevista, y es que la exniñera era cercana al entonces embajador de Venezuela, Armando Benedetti, y que se habían contactado con él justo cuando habló con Semana. Es decir, Coronell reveló que la primicia de Semana estaba incompleta. A eso Dávila respondió diciendo que Coronell buscaba desprestigiarla y defender al gobierno Petro.

Este es un enfrentamiento que viene de antes, y tiene que ver con el giro que tuvo la revista Semana desde 2020 y que significó la salida de Coronell y la llegada de Dávila, una apuesta que ha evidenciado un modo distinto a cómo se aproximan ambos al cubrimiento de la política. Está bien que ambos estén asumiendo un rol fiscalizador frente al gobierno actual. El problema que veo con esto es que el rol del periodista pase a ser mediado por una marca personal, y que, por tanto, el periodista mismo se convierta en parte de la noticia, que es un poco lo que ha ocurrido.   

LSA:

¿Qué tiene de problemático esto?

ABV:

Pues que los periodistas no deberían ser la noticia. Cuando en el desarrollo de las noticias los periodistas se vuelven personajes, creo que tenemos un problema. Ese protagonismo va de la mano con una personalización del periodismo que se ha visto en los últimos años, y tiene el efecto negativo de que deja de importar tanto qué se dice y, en cambio, quién lo dice resulta más relevante.

Ahora, sí creo que es sano que el periodista Daniel Coronell cuestionara si la información que produjo Vicky Dávila se había hecho todas las preguntas. Es relevante cuestionar el orígen de la información inicial. Entiendo la importancia de la reserva de la fuente, pero no es lo mismo cuando un periodista investiga y descubre una información a cuando un periodista recibe una llamada de alguien que le dice: “tengo algo para contarle”, y no se sabe muy bien a qué intereses está favoreciendo lo que se publica. La audiencia debería saber toda la información posible de cómo se llegó a esa información.  

LSA:

Para ustedes, entonces, Vicky Dávila debió dar alguna explicación sobre el origen de los audios que publicó o sobre la forma en la que editó esos archivos?

DRG:

Claramente Semana y Vicky Dávila, como cualquier otro medio, tienen derecho a la reserva de la fuente y a no revelar quién les pasó esa información. Pero más allá de ese derecho, sí debería tener la responsabilidad de hacer más transparente el proceso de edición de los audios, y ofrecer, al menos, la transcripción completa de la cual se toman esos fragmentos para darles contexto a la audiencia.

Eso no pasó, y la forma como se lanzó el material a la opinión pública, como una audio completo que recogia distintos archivos de audio en momentos distintos, tenía el propósito de escandalizar más que de informar. cuando uno escucha los audios claro que es escandaloso cómo habla Benedetti, la manera como se refiere a ciertas personas, etc. Pero de eso hay muy poco contexto, no se escucha, por ejemplo, la respuesta de Sarabia, y Semana no quiso aclarar esa información. Al contrario, la fue presentando a cuentagotas y escogiendo los fragmentos con miras a escandalizar. 

AVB:

En cuanto a no decir que era Benedetti la fuente de la información, no hay duda de que la periodista Dávila tenía el derecho de no revelarla. Ahora, frente a la edición del material, es más difícil juzgar claramente, porque en el periodismo la edición es una práctica habitual. Esta misma entrevista va a ser editada, y con buenas razones, como hacer que el mensaje sea más claro y comprensible.

La idea de que el material estaba manipulado la movió el mismo Benedetti inicialmente. Dijo que los audios habían sido editados y manipulados, es decir, que lo hacían decir algo distinto al sentido de lo que dijo. Después tuvo otra versión y dijo que estaba hablando con “malos tragos”. Pero esas son dos cosas distintas. Qué tanto se editó o qué tanto quedó por fuera del material de audio es algo que será importante en las siguientes fases de esto, que serán judiciales y de investigación y ahí sí tendrán que oír la totalidad del material. Pero, por ahora, creo que no es realista pedirle a Semana que revelara la totalidad de las grabaciones. Lo que los medios publican siempre es un fragmento, y se debe presumir la buena fe del ejercicio de edición que es inherente al periodismo. 

LSA:

¿Cómo interpretan la forma como otros medios de comunicación hemos reaccionado frente a este escándalo que reveló Semana inicialmente?

AVB:

Yo veo a los medios engolosinados con narrar el escándalo, muy cómodos en la posición de House of Cards, presentando una historia en términos de buenos y villanos. Es un excesivo reduccionismo contar un tema tan delicado como si fuera una telenovela. Sería ideal que los medios y los periodistas intentaran superar el nivel del chisme y empezaran a hacer reportería.

Nos están diciendo en estos audios que la campaña del presidente actual superó los topes de financiación y que un dinero vino desde la costa que vendría de fuentes dudosas. Un periodismo serio y menos centralista estaría ya en terreno, en la costa, haciendo reportería para tener datos que permitan corroborar esa información que dice Benedetti. El problema es que como los medios se quedaron sin corresponsales, ya no hay personas en terreno que cubran las cosas.

Le hace mucho daño al debate público la banalización y trivialización que ha estructurado el relato en torno a este escándalo. Hay unas denuncias más profundas que merecen una mayor investigación y no quedarnos en las groserías de Benedetti. Los medios están esperando en una actitud de quién me revela, quién me cuenta un nuevo escándalo. Pero la investigación sobre la financiación ilegal que se insinúa en los audios es lo que debería estar haciendo la prensa en este momento. 

LSA:

 Precisamente sobre esto, ¿cómo evalúan este modo de crear noticia que ha mostrado la periodista Vicky Dávila, que apela a entrevistas de personajes que revelan información escandalosa más que a unos datos derivados de investigaciones de largo aliento? 

AVB:

en una democracia es muy importante que exista un ecosistema de medios diverso, robusto, variado. Es bueno que medios como el de Vicky Dávila existan en las democracias. La libertad de expresión no es para cierto tipo de medios que nos gustan más, es para todos, incluyendo los que no nos gustan. Claro que hay discusiones éticas sobre si se hace o no el mejor periodismo y con qué criterios, pero esos debates se pueden dar también desde los medios.

Me parece que más problemático que la práctica de hacer entrevistas con personas cercanas y volver eso un escándalo: esa idea de “explosivas declaraciones”, “rompió el silencio” que usa Semana, es que los medios que no están de acuerdo con esa forma terminan haciendo desarrollos de esa información, y pegándose a ella. Pero insisto: ¿dónde está la investigación periodística de reportería que arroja datos nuevos o luces nuevas? Al periodismo colombiano le está sobrando opinión y le falta reportería que arroje datos duros.

Esta conversación es también un desarrollo de esas “explosivas” declaraciones, pero no nos ayuda a tener nuevos datos sobre si lo que se dijo en estos audios es cierto o no, o si pone en riesgo la campaña de Petro ante el Consejo Nacional Electoral. Son muchos los casos en los que, como en las chuzadas del DAS, los periodistas han encontrado información relevante incluso antes que las autoridades, y es ahí donde está su aporte.  

DGR:

Al día de hoy, pedirle a Semana que haga un periodismo mucho más responsable y mucho más sensato con la democracia es algo que no va a hacer, pues ya asumió una agenda, un perfil periodístico y un tipo de información que seguirá usando para cubrir este gobierno.

Lo que este episodio nos tiene que hacer pensar es cómo estamos los periodistas cubriendo a los poderes en Colombia, cómo se cubre el gobierno nacional. A los medios y a los periodistas les ha faltado mucha autocrítica también para ver qué tipo de periodismo se está haciendo en este momento: estamos metidos en el escándalo que hace clickbait, pero ¿cuál es la noticia de lo que estamos hablando? ¿Qué es lo realmente importante de lo que está saliendo?

Es el momento en el que los medios pueden empezar a diferenciarse, tomar la decisión de decir: “esto empezó como un escándalo, pero qué hay detrás de todo esto”. 

LSA:

El presidente Petro salió nuevamente a señalar a la revista Semana y a otros medios de estar en su contra. Sobre el escándalo, muchos simpatizantes petristas circulan la teoría de que los audios son un entrampamiento para desestabilizar al gobierno. ¿Cómo interpretan esa actitud frente a los medios?

AVB:

Esta semana, María Teresa Ronderos escribió una columna en El Espectador en la que decía: “Petro se demora en reaccionar, parece ausente, pendiente de las redes sociales, como si al no poder controlar lo que su gobierno hace, solo le quedara salvar su relato de país”. Me parece que esa es una descripción acertada. Veo un presidente que se da cuenta que la burocracia es paquidérmica, lenta y que los recursos son escasos. Entonces, ante un gobierno lento, con problemas, hay un interés del presidente por controlar su relato de país y ahí necesariamente entra a disputar ese relato con los medios de comunicación.

Hoy se ha instalado en algunos círculos el relato de que los medios son enemigos de Petro. Yo creo que es un discurso que merece analizarse porque no creo que exista la categoría “los medios”. Hay muchos medios muy diversos, muy distintos, e incluso los medios a veces chocan unos con otros o son de orillas distintas. Instalar un discurso de que todos los medios son enemigos le hace daño a los medios y a la democracia. 

DGR:

Lo problemático es que el presidente le haya declarado también la confrontación a los medios y a los periodistas. Un presidente de la República no debería estar en esta confrontación personal con nombres de marcas de medios y periodistas. Eso termina siendo una afrenta y afecta a la libertad de prensa en este país.

La reacción del entrampamiento y el desprestigio es siempre la salida más rápida de cualquier político y de cualquier figura. La estrategia comunicativa de este gobierno está muy centrada en las redes sociales, con lo que si el presidente sale y dice que es un entrampamiento, le siguen a su reacción todos los líderes de opinión digital afines a amplificar esa idea y terminan contribuyendo aún más al ruido digital. 

LSA:

 ¿Qué es lo que los medios no estamos haciendo? ¿Qué estamos dejando de contar?

AVB:

¿Qué creo que falta? Primero que todo, a los medios colombianos les falta país. Hay una agenda muy marcada desde Bogotá. Colombia no es Panamá, y digo Panamá porque en Panamá buena parte de la población vive en la capital. En Colombia el 80% de la población vive fuera de Bogotá, pero las agendas mediáticas sí están muy centralizadas. Hay una muy pobre visión de país, hay una muy pobre presencia permanente de los medios por fuera de Bogotá. Hay una visión de las regiones desde lo folclórico, lo colorido o lo corrupto, pero lo corrupto no se encuentra porque eso allá, eso allá en la costa es corrupto. Pero ¿cómo es esa corrupción? Nos falta mucha filigrana para entenderla.

Creo que hay una tendencia que pronto también va por el lado de las redes a un periodismo que es un periodismo de periodistas, es decir, de la marca personal, donde los columnistas empezamos a tener un peso que, a mi modo de ver, debería ser un peso secundario, porque lo importante no es la opinión, sino la información. Pero la gente recuerda más a los columnistas, los opinadores, y aquí en Colombia me parece que hay cierta distorsión frente al peso de la opinión con relación a la información.

Otra cosa que está faltando es revisar el tono, un tono menos gritón, menos “estalló escándalo”, menos confrontacional, un tono más reposado y tranquilo que ayude más bien a la reflexión y cuando hablo de tono me refiero a la musicalización de los noticieros de televisión y radio, y hasta las palabras que se utilizan en los titulares.

DGR:

Periodismo, información, investigación, profundización. Les falta a eso no quedarse en la chiva, en la velocidad, en el escándalo y creo que es buena parte de lo que necesita sobre todo el país y la democracia en estos momentos.

Me parece muy problemático la personalización del periodismo, que hoy es más importante el nombre del periodista que el medio, pero eso se amplía en ese análisis en un contexto más amplio, donde a los chicos y a todo mundo le estamos diciendo lo importante es tu marca y cuando eso llega al periodismo me parece que puede generar más afectaciones que ventajas para el periodismo, porque entonces no es lo que dice, sino quién lo dice y que lo diga una persona con nombre y apellido pues le quita o le pone relevancia. 

Soy editor de la Silla Académica y cubro las movidas del poder alrededor del medioambiente en la Silla.

Practicante de La Silla Académica en 2023. Anteriormente trabajé en el departamento editorial de Perífrasis: Revista de Literatura, Teoría y Crítica.