No solamente creo que fue un error de estrategia militar del M-19, sino, por supuesto, fue un acto desde todo punto de vista censurable haber tomado 350 personas como rehenes para forzar unas exigencias que tenían frente al Gobierno. Y, dicho de una manera más amplia, como lo he mencionado en algunos artículos, no soy partidario de reclamos armados frente a problemas específicos que presenta un gobierno o un Estado en un momento determinado.
Entonces, no apruebo la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19. Pero si uno escucha la conversación del Presidente de la Corte con los medios de comunicación ese día, los guerrilleros no estaban en ese momento disparando contra los rehenes que había en el Palacio. Lo que decía el Presidente de la Corte es que los disparos venían desde afuera, y que era necesario que cesaran para abrir las negociaciones, aunque eso no exima a los miembros del M-19 de los delitos que cometieron, que van desde matar personas hasta secuestrar rehenes.
Ahora, ¿cuáles eran las exigencias del M-19? Eran dos. Primero, que la Corte Suprema avalara la constitucionalidad de los acuerdos de cese bilateral al fuego suscritos entre el M-19 y el gobierno de Belisario Betancur. Esto era para decir que el Gobierno estaba obligado a cumplirlos. La segunda exigencia era, a partir de ese presupuesto, que la Corte dijera que el Gobierno había incumplido esos acuerdos de cese al fuego porque había hecho incursiones militares contra campamentos del M-19.
Hay personas que en su época dijeron que esas eran unas exigencias terribles y que no había ninguna posibilidad de cumplirlas. Sobre eso quisiera hacer algunas precisiones. La primera es que, evidentemente, en cualquier negociación las partes inflan sus pretensiones para poder llegar luego a unos acuerdos. Entonces, eso no quiere decir que el M-19 no hubiera estado dispuesto a negociar.
La segunda es que, si uno vuelve unos años atrás, cuando el M-19 tomó la sede de la Embajada de la República Dominicana, era claro que las pretensiones en ese entonces parecían mucho más inaceptables que las que hizo en la toma del Palacio de Justicia. Entonces exigió básicamente dos cosas: una, el pago de 5 millones de dólares por parte del Gobierno, y la otra era que liberaran a 300 guerrilleros que estaban presos. En ese caso, el Presidente Turbay asumió las riendas de la negociación, prohibió la solución militar y se sentó a negociar con el M-19 durante 61 días, luego de los cuales logró una salida que, en las palabras de Turbay, terminó “sin darle al M-19 ni un peso ni un preso”.
Pero imaginemos el peor escenario en la Toma del Palacio. ¿Qué es lo peor que hubiera podido pasar si la Corte enjuiciaba al presidente Betancur? ¿Qué legitimidad podía tener esa sentencia, entre comillas, de una Corte Suprema de Justicia encañonada por un número de guerrilleros armados? Ese habría sido un fallo ilegítimo, que no habría afectado la institucionalidad del país, pero la reacción del Gobierno de Betancur fue cerrar todas las opciones al diálogo y optar por la opción militar que tantas vidas cobró.