Estas conclusiones son valiosas y mueven el tema hacia adelante. Sin embargo, uno de los objetivos de la conferencia era dar un nuevo momento político a la crisis del agua para habilitar más recursos que hagan operativas las acciones que le apunten a solucionar este problema. Mi pregunta es: ¿se logró el nuevo momento político?
Yo entiendo la política como la gestión del poder y entiendo el poder como la capacidad de hacer cosas. Pienso entonces que el poder político tiene como fuente principal a la gente. Es decir, si muchas personas coinciden en que un tema es importante, es probable que se vuelva política pública de alguna forma.
Un problema es importante para la gente si lo sufre o si lo conoce y lo entiende. Un gran ejemplo de esto es el cambio climático, que está en la cabeza de las personas y se registra constantemente en los medios, por eso hay recursos y política pública en ese tema.
No es entonces coincidencia que en las Conferencias de las Partes de Cambio Climático (COP) que se desarrollan anualmente desfilen presidentes y celebridades que son reportadas por medios tradicionales y redes sociales hasta explotar y al final del día hay un consenso: vamos mal, necesitamos más voluntad política y más platica.
A la luz de lo anterior, los días 22 y 23 de marzo hice una revisión de las páginas web principales de El Espectador, El Tiempo y Semana encontrando que no registraban una sola nota sobre la Conferencia del Agua que en ese momento estaba tomando lugar.
Una situación completamente diferente se vivía en mi LinkedIn, que explotaba con publicaciones de organizaciones de conservación, bancos multilaterales, agencias de cooperación y profesionales del sector.
Son dos mundos paralelos: el primero, que es el mayoritario y que informa al grueso de la población, no menciona los problemas del agua y no busca que la gente reflexione alrededor del tema para generar acción; el segundo, que es el minoritario, ya está convencido y parece vivir en una caja de resonancia.
En la práctica, estos dos mundos no se comunican eficientemente y esta falla es lo que hace que, en mi opinión, la Conferencia de las Naciones Unidas del Agua de 2023 no haya sido un hito político.
Cuando los problemas del agua se manifiestan, generalmente, ya es demasiado tarde para actuar y la corrección de estos toma mucho tiempo y grandes esfuerzos económicos. Esta situación es similar a la del cambio climático, con la diferencia que pareciera que el mundo presta atención a este fenómeno y no al del agua.
El reto es entonces que al agua agarre calle, es decir, que la gente y todos los sectores de la sociedad demanden decididamente acciones concretas para solucionar los problemas de este sector.
Será allí, y solo allí, cuando aumenten las probabilidades de ver los presupuestos que necesitamos y la voluntad política para mover el aparato del estado, los privados, la sociedad civil y la comunidad internacional.
Pienso que tener la capacidad de ser autocríticos es central dentro de la evolución de los esfuerzos. Así las cosas, esta conferencia es un muy buen punto inicial, pero la única conclusión es que falta mucha calle y camino por recorrer.