Frontera colombo-venezolana, marzo 2022, fotografía por la autora

Esta columna fue escrita en coautoría con el Dr. Nelson Camilo Forero Medina, docente e investigador de la Universidad de Bielefeld, Alemania.

En el año 1963, Egon Bahr, político del partido socialdemócrata alemán (SPD), dio a conocer un nuevo concepto que finalmente se impondría como modelo hasta hace pocos meses en la política exterior alemana: el “cambio a través de la negociación” (Wandel durch Handeln). Este concepto de acercamiento político y económico surgió en el contexto de la guerra fría y era la respuesta a la pregunta sobre qué hacer con las relaciones entre la República Federal de Alemania y la Unión Soviética. En principio, se buscaba la integración económica con regímenes autoritarios, pero teniendo como prioridad ciertos principios inalienables como los derechos humanos y cierto grado de respeto institucional, con el objetivo de generar la democratización de esos países a través del comercio.

Este principio de la política exterior alemana mostró ser exitoso, pero poco a poco se terminó banalizando o, más bien, economizando. Con esto no queremos decir que en un principio el factor económico no fuera central, pero este era dependiente del respeto a los derechos humanos. No obstante, desde hace algunos años en el contexto de la constante búsqueda de soluciones a distintas crisis, para hacer la economía alemana más competitiva o para “solucionar problemáticas” como la migración, la protección de los derechos humanos como punto de partida para la negociación se dejó a un lado. Así, el “cambio a través de la negociación” se convirtió en un principio ante todo económico. Esto no quiere decir que no se hayan denunciado las violaciones de derechos humanos en países autoritarios, pero estas denuncias no han tenido ningún efecto real sobre estos gobiernos, como lo han demostrado los casos chino y ruso.

Ya en el 2014 Rusia se había adhesionado Crimea, dando los primeros indicios de lo que vendría en 2022. No obstante, el Gobierno alemán siguió negociando e intensificó las relaciones con el gobierno autoritario de Putin con la continuación de la construcción del Nord-Stream 2, línea de gas directa entre Rusia y Alemania. Asimismo, la negociación de la Unión Europea (UE) en 2013 y 2015 con Libia para detener la migración desde África subsahariana muestra que los derechos humanos pasaron a un segundo plano en las agendas de las negociaciones.

Ahora bien, como resultado de la invasión de Rusia en Ucrania el 24 de febrero de 2022, la UE ha sancionado a Rusia por todos los frentes, decisión que fue bastante tardía y difícil para Alemania por su dependencia del gas ruso. Por ello, ahora el gobierno de Vladimir le pasa factura al Gobierno alemán y vemos las consecuencias. Las constantes amenazas de cortar el suministro del gas empiezan a tener un profundo impacto en la economía alemana la cual enfrenta el mayor índice inflacionario en 49 años.

Además, en Alemania reina la incertidumbre frente a la cercanía del inicio del invierno ya que si bien no se limitará el consumo de energía para calentar los hogares, el precio de la energía eléctrica para el mes de julio ha tenido un incremento del 28% respecto al mismo periodo del año anterior. Así las cosas, la negociación sin tener en cuenta los derechos humanos y la defensa de la institucionalidad no generó ningún cambio en Rusia, ni una relación económica estable con ese país.

En el caso colombiano, el presidente Gustavo Petro ha decidido reestablecer relaciones con el Gobierno autocrático de Nicolás Maduro, lo que ha generado gran expectativa en la región fronteriza. Cabe preguntarse si es posible que Petro las reestablezca, sabiendo que fue el Gobierno de Venezuela quien decidió romperlas. De cualquier modo, es importante no perder de vista que el actual Gobierno venezolano no ha respetado en múltiples ocasiones ni los derechos humanos ni la institucionalidad.

Para dar solo algunos ejemplos, en Venezuela hay 246 presos políticos a la fecha. Según un informe del 2020 de la misión de determinación de los hechos del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Venezuela se han cometido crímenes de lesa humanidad, y el fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, decidió en diciembre de 2021 abrir una investigación por esa misma razón en Venezuela. Además, a principios de agosto de este año se desarrollaron juicios a 17 personas acusándoles de presunta conspiración sin el respeto a las instituciones ni a los derechos humanos, siendo más conocido el caso de Juan Requesens, joven líder opositor venezolano que ya tiene cuatro años detenido en Venezuela y ahora se le suman ocho años a su condena.

Por otro lado, el régimen de Maduro ha negado la existencia de una crisis migratoria que ha forzado a más de seis millones de venezolanos a salir de su país, muchos de ellos a través de rutas tan peligrosas como las del Tapón del Darién. Además, en el contexto de los retornos de algunos venezolanos a su país en el marco de la pandemia del covid en 2020, el Gobierno de Maduro tildó a estas personas de armas biológicas. En pocas palabras, la administración de Maduro ha demostrado en distintas ocasiones que no le interesa su diáspora, es en efecto su primer agresor. Todos estos son tan solo algunos ejemplos de la falta de voluntad política del régimen de Maduro de hacer algo positivo por sus propios ciudadanos. Cabe preguntarse si es este Gobierno de Venezuela con el cuál se puede construir unas relaciones estables y democráticas.

Estamos conscientes de los perjuicios a nivel económico, social y de seguridad que se han creado a ambos lados de la frontera con motivo de la inexistencia de relaciones diplomáticas y consulares entre ambos gobiernos. Por eso le damos la bienvenida a la búsqueda del restablecimiento de las relaciones. Asimismo, entendemos que las negociaciones no deben partir de dos gobiernos medianamente democráticos, sino que “el cambio a través de las negociaciones” surge ante la necesidad de negociar con gobiernos autoritarios, aún más en el contexto de relaciones históricamente transfronterizas como la colombo-venezolana y su importancia para la gente que allí habita. No obstante, este restablecimiento no debe ser un cheque en blanco en el cual se reanuden las relaciones sin ningún condicionamiento. El respeto a los derechos humanos y la institucionalidad deben ser principios que el Gobierno colombiano no puede dejar de manera secundaria, todo lo contrario, deben ser su prioridad.

De la misma manera, se debe ser consciente desde el principio de que el interlocutor del otro lado de la frontera es un régimen autoritario con unas fuerzas de seguridad que “han realizado operaciones conjuntas con miembros del ELN y han sido cómplices de sus abusos” como lo indica un informe de Human Rights Watch. Por lo tanto, las relaciones que se establezcan con el régimen de Maduro deben ser cautelosas y con pequeños pasos, poniendo siempre sobre la mesa como requisito para el diálogo la defensa de los derechos humanos y la institucionalidad. Repetimos este último punto para no caer en la banalización de la idea de un cambio por medio de la negociación. Un buen ejemplo de cómo se puede negociar con un enfoque de derechos humanos mientras se gestiona el reinicio de relaciones es el reciente trino del Presidente Petro. En este, el Presidente responde a una noticia de W Radio Colombia sobre la exigencia de Diosdado Cabello a Colombia de extraditar a opositores venezolanos con la siguiente frase: “Colombia garantiza el derecho al asilo y el refugio”.

El Gobierno colombiano debe tomar un rol activo en el restablecimiento de la democracia en Venezuela. Sin esta condición necesaria y de posibilidad, cualquier restablecimiento de las relaciones está condenado al fracaso como se ha visto en el caso alemán. Más aún, el Gobierno colombiano sería cómplice de las violaciones de los derechos humanos. Saludamos la iniciativa de un restablecimiento de las relaciones, pero éstas deben ser cuidadosas y siempre debe primar el objetivo del restablecimiento de la democracia en Venezuela por encima de los beneficios transitorios económicos. Sin un socio que respete las reglas del juego, cualquier relación económica está condenada al fracaso. Si no, pregúntenles a la Unión Europea y a su exsocio autoritario ruso.

Es investigadora, docente y candidata al doctorado en sociología en la Universidad de Bielefeld, Alemania. Estudió una licenciatura en idiomas modernos en la Universidad Central de Venezuela y una maestría en estudios InterAmericanos en la Universidad de Bielefeld. Sus áreas de interés son migración...