Carnaval de Barranquilla atípico y algunas aclaraciones sobre las verbenas

Carnaval de Barranquilla atípico y algunas aclaraciones sobre las verbenas
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Cuadro del artista Dairo Barriosnuevo, "El Gran Torres"

Recientemente el actor Víctor Hugo Trespalacios ha comenzado un tipo de campaña en las redes sociales sobre el Carnaval de Barranquilla, muy relevante, pero demeritando el valor de las verbenas de carnaval, en medio de unas festividades atípicas ocasionadas por la pandemia.

Después de los tiempos difíciles para el Carnaval de Barranquilla, aplazado el año 2021 por la pandemia del covid y postergado sus fechas habituales este 2022, quedando del 26 al 29 de marzo, por fin los barranquilleros y el mundo podrá gozarse los carnavales de manera presencial.

Estos cambios igualmente vienen con algunas precauciones, medidas de bioseguridad en las actividades festivas y en ciertos eventos con modificaciones especiales para impedir la concentración de personas (evitando un tanto las conglomeraciones). Sin embargo, el cambio temporal es el más sentido dentro del ambiente social, ya que después de un largo aplazamiento de todo un año y su incorporación por fuera del período oficial, el inconformismo, la crítica e incluso la pérdida de la noción de los tiempos de carnaval es una constante en este nuevo escenario festivo en la ciudad de Barranquilla.

Por otra parte, otros cambios que han sido solicitados anteriormente por gestores culturales, artistas y un gran número de actores festivos no se han consolidado.

Uno en particular. Las asociaciones relacionadas a los bailes populares, como Asobailes y la Fundación Cultural y Melómana Distrital de Barranquilla, vienen forjando una mayor participación en la programación del carnaval, al igual que menos restricciones legales y policivas en el desarrollo de sus eventos o, en su defecto, no se han negados los permisos por parte de la alcaldía distrital para la realización de las verbenas y casetas (K-z) en los tiempos de carnaval, al igual que fuera del calendario festivo.

Sin embargo, el panorama sigue en tensión ya que estos bailes populares en general son estigmatizados y ninguneados desde la visión institucional. Durante el último carnaval presencial (2020), la mayoría de las actividades festivas populares se han centralizado en los estaderos, un tipo de “estrategia del caracol” por parte de la industria picotera, algo que en su momento denominé el “carnaval encapsulado”.

La lucha que vienen gestando desde hace ya más de una década el gremio de organizadores de bailes populares representa ni más ni menos que la manifestación histórica y patrimonial del carnaval popular de Barranquilla, su majestad la verbena.

Ante este contexto, es de extrañar que un personaje como Víctor Hugo Trespalacios, el cual admiro por sus capacidades artísticas e intelectuales, haya arremetido contra las verbenas en sus redes sociales, en medio de unos carnavales atípicos. Lo cual indica un desconocimiento de estos bailes populares, tanto de sus dinámicas en el entramado económico barrial, su historia y la importancia para el carnaval.

Es por esto que mi compromiso en esta nota de opinión es generar una luz de comprensión sobre lo que implican los bailes populares en Barranquilla, con énfasis sobre las verbenas de carnaval. Pero antes, revisemos lo que enunció Trespalacios en sus redes sobre las verbenas.

“Primero, una verbena […] para entrar a la verbena tenía que pagar, separación, 'quien tiene es quien gozaba', los demás se quedan afuera. ¡No! Por ahí no es el carnaval…Luego entra un picó a todo volumen, sin parar, no podemos oír al otro, no se puede hablar, luego, trago, trago… […]" (@trepalacioselpropio, en Instagram, 5 de febrero de 2022). Continúa haciendo alusión de una escena de personas embriagadas y por los efectos de la “incomunicación”, las personas terminan agrediéndose, por eso el título de su publicación: “El Carnaval de la puñalá”.

Este sería el inicio de lo que Trespalacios, en medio de su sentido de pertenecía con el carnaval, emprende su campaña llamada “Perrateando en Carnaval”, donde ha hecho una invitación en sus redes sociales para el carnaval del encuentro “un carnaval por el derecho a la recocha, al perrateo, el vacile”, gozarse el carnaval de una manera “gratuita”, con la intensión de desarrollar una propuesta en los entramados barriales de Barraquilla para los carnavales de este 2022.


Carnaval de Barranquilla atípico y algunas aclaraciones sobre las verbenas
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Campaña “Perrateando en Carnaval” de Trespalacios

Es una gran iniciativa y realmente espero tenga frutos, realimentaría el tejido social y popular alrededor del Carnaval. Igual es bueno tener clara la relevancia de la verbena, su historia, el impacto económico en los entornos barriales y, sobre todo, entenderla más allá de los estigmas sociales que la rodean (en la cual cayó redondito Trespalacios).

Las verbenas del carnaval en Barranquilla

Los bailes populares contemporáneos en Barranquilla se desarrollan principalmente en K-z y verbenas, las cuales tienen una proximidad histórica y pequeñas diferencias de fondo. La K-z tiende a ser más grande que la verbena, tipo conciertos barriales, las verbenas se ejecutan entre calles o cuadras cerradas con latas de zinc de dos metros de altura, o en su defecto, entre patios compartidos de varias casas. Las verbenas tienen un énfasis en los carnavales mientras que las K-z se realizan en cualquier época del año.

Las verbenas forman parte de las tradiciones populares festivas en España y se modificaron dentro de las propias lógicas en Barranquilla a partir de las celebraciones litúrgicas desarrolladas en la ciudad. Como es develado en un reporte periodístico de mediados del siglo XX por parte del artista e investigador Dairo Barriosnuevo:

“En Barranquilla lo que comienza a recibir el nombre de verbena son las fiestas de San Roque [calle de las vacas, hoy calle 30] a finales del siglo pasado [XIX]. Estas fiestas se prolongaron hasta 1957 [cuando] fueron suspendidas por el párroco Stanley Matutis, padre de la iglesia de San Roque, ya que en ellas proliferaron los juegos de azar y hasta cantinas. [Estas fiestas se caracterizaban] porque había bandas y grupos folclóricos, comparsas, corralejas y hasta dos cuadriláteros de boxeo”.

Entre una conversación pedagógica que sostuve ya hace unos cuantos años con Osman Torregroza, organizador de bailes entre los años 70 y 80 y antiguo Rey Momo de la 44; más el texto de Emilio Vengoechea Díaz Granados de 1981, “Un poco de historia del Carnaval de Barranquilla y sus danzas”, se entiende que el origen de los bailes populares parte de los salones burreros (ya que se dejaban los burros amarrados mientras se entraba al evento festivo), a finales del siglo XIX.

En el siglo XX se segmentan los espacios festivos y emergen los clubes sociales (reconocido el Club Barranquilla) y los salones de baile (Salón Carioca), este último de entre las clases medias y bajas.

Siguiendo el registro de estos dos conocedores (Torregroza y Vengoechea), los salones de bailes también se les enunciaba como caseta de carnaval por influencia del interior del país. En este espacio festivo se organizaban con antelación la contratación de orquestas para la fiesta central del barrio, las danzas representativas que iban a desfilar en las comparsas del carnaval, los participantes en las mismas, la convocatoria y selección de la reina del barrio para el reinado del carnaval, entre otras cosas. Esta base social orgánica alrededor del carnaval fue la plataforma desde donde se desarrollaron las verbenas ya que paulatinamente estos clubes comienzan a ser llamados "verbenas" desde los años 60, después de ser prohibidas por el párroco Stanley Matutis en las fiestas de San Roque.

Las verbenas pasan a tener una importancia significativa en el entramado social de los barrios, tanto por la organización de los bailes de carnaval como al hacer parte de la vida festiva de las barriadas en su conjunto.

“El carnaval del negocio” o un crecimiento social desde una economía barrial

Dentro de las critica que enunció Trespalacios a la verbena, es el cobro de acceso que hacen los organizadores de estos bailes, lo cual entra en la lógica del “carnaval del negocio”.

El asunto es que siempre ha existido un cobro, sea por el cuidado de los equinos en los salones burreros, en las ya organizadas taquillas de los salones de baile o K-z. El punto es que los valores monetarios en los ambientes barriales son de fácil acceso, son en el mejor de los términos, precios populares y esto se encuentra dentro de una lógica de mantener una economía solidaria, donde todos ponen y todos colaboran para el desarrollo del carnaval del barrio: las familias que se articulan alrededor de la verbena con diversos negocios, como la venta de fritos, chuzos, el que nos suministra las deliciosas butifarras, el que alquila su baño en la casa del lado, los que atienden los kioscos de venta de cervezas, todas las personas que trabajan en los aspectos técnicos y musicales  de su majestad el picó (el cual se contrata con el recaudo de la taquilla generalmente), entre tantos otros personajes de acerbo popular.

Gratis un carnaval es algo ingenuo considerarlo, pero sí es claro que existen unas economías que buscan sustituir este capital social de lo popular. Como bien es conocido que después del reconocimiento patrimonial del 2003 por parte de la Unesco, el Carnaval entra en un proceso paulatino de privatización y de segmentación clasista. Donde la ciudad vitrina de un Carnaval soñado es de consumo masivo principalmente para los turistas, centrado en los desfiles, grandes conciertos y eventos estilizados, disgregando en esta lógica los bailes populares como verbenas y casetas, ya que eso hacer parte de un sur olvidado y oscuro, lleno de pandillismo, drogas, violencia y muerte, por eso moralmente es mejor no mostrarlo, no “venderlo” y se veda su desarrollo barrial.

La asociación entre bailes populares y violencia es un asunto que igula puede presentarse en un ambiente de rumba juvenil en cualquier estrato social, en una fiesta solemne de la élite económica y política, en otros contextos no festivos como eventos deportivos, políticos, etcétera. El asunto es que se necesita estigmatizar desde la institucionalidad para negar y prohibir la existencia de los entornos festivos populares.

A colación un ejemplo final para comprender de una manera distinta esta lógica: bailes populares igual violencia.

La K-z Son Palenque del barrio Nueva Colombia de Barraquilla, desde que se constituyó en 1985, solo ha tenido una época que se cerró al público. Durante tres años el lote cambió su rol festivo y se convirtió primero en una gallera y después un centro bíblico (Testigos de Jehová). No obstante, la comunidad presionó el retorno de la K-z, debido en parte por la seguridad de los jóvenes de Nueva Colombia, los cuales frecuentaban bailes en otros barrios. En tal sentido desde el 2006 Nicasio Márquez asumió la administración de Son Palenque como K-z.

Al pasar dos años, alrededor del 2008, dentro del barrio Nueva Colombia se comenzaron a generar rencillas entre algunos grupos juveniles del barrio con otros grupos de los barrios circunvecinos (La Manga y Bajo Valle), no pandilleros, se trataba de adolescentes que por motivos personales se enfrentaron en diferentes ocasiones y pusieron en peligro la estabilidad de la K-z Son Palenque, ya que algunas disputas se desarrollaron al interior de la K-z:

“Había mucha bronca aquí, había muchas peleas…Los del Valle, los de la Manga y Nueva Colombia no se podían ver… tú hacías un baile [en Son Palenque], tu invertías quinientos, un millón de pesos, te lo dañaban, ¡ya!, quedaba uno… Entonces, ¿qué hicimos?, con la comunidad, con las madres, fuimos al Valle, fuimos a la Manga, a los de aquí en Nueva Colombia, los convocamos al patio de fútbol, hablamos con ellos, hicimos una reunión con ellos, se firmó un acta. El que pelee va tener problemas con nosotros, porque nosotros [la K-z] no vamos a estar invirtiendo pa´ estar perdiendo, porque el que invierte no va estar perdiendo cierto… […] Entonces desde ese encuentro no pelearon más, se acabó el conflicto” (entrevista a Nicasio Márquez).

Las peleas que se evitaron entre los jóvenes eran de puño limpio, como dice la gente “a los coñazos”, pero como también se formaban peleas grupales se debía cerrar la K-z. Esto reactivó el sentido de comunidad, del comunitarismo, pues precisamente se habían hecho esfuerzos para que los jóvenes del barrio tuvieran su propio espacio festivo y de baile, pero con los problemas que generaban los conflictos intergrupales, se corría el riesgo de ser cerrado nuevamente, ya sea por pérdidas económicas como expresa Nicasio o por los decretos sancionatorios de la Alcaldía, configurando el barrio como zona de alto riesgo para la realización de bailes.

Igualmente, es de considerar que este tipo de eventos para el barrio en su conjunto, genera la reactivación de la economía barrial, por lo que no se estaba atentando directamente a la K-z, sino a todos los que participaban de dicha economía, o por lo menos una gran mayoría de la población que se articula a los bailes de fin de semana (los estaderos circundantes, los puestos de comidas, de cervezas, entre otros).

¡Hurra gayos danzantes, que ya no tenéis panza!

Podéis carcovear, los tablados son anchos.

Que no se sepa nunca si fue batalla o danza;

Belcebú furioso, sus violines rasca.


El en cadalso negro, cortés lisiado,

danzan y danzan los paladines,

los flacos paladines endiablados,

los esqueletos de Saladines (El Baile de los Ahorcados, Rimbaud, 1972). 


Carnaval de Barranquilla atípico y algunas aclaraciones sobre las verbenas
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Programación oficial del Carnaval sin ninguna alusión a las verbenas de carnaval

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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