China, Colombia y el poder de desinformar

China, Colombia y el poder de desinformar
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Mientras en las principales ciudades de China se registraban históricas protestas contra la política gubernamental de cero covid –que el gobierno de Beijing intentó desmentir y ocultar al mundo a toda cosa–, las autoridades colombianas, en especial aquellas del ramo de la salud, estudiaban la posibilidad de que nuevamente se decretara el uso obligatorio del tapabocas en el territorio nacional ante la presencia de una variante más agresiva del mortal virus.

Algunos se preguntarán qué tienen que ver estos dos hechos, en apariencia aislados entre sí, con un título que hace referencia al poder de desinformación que caracteriza al Gobierno chino. De hecho, ¡todo! La aparición del virus en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei, ilustra esta tendencia del régimen comunista, como quiera que la mortal enfermedad se mantuvo oculta a los ojos del mundo hasta enero de 2020, cuando el CDC de China (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades) no tuvo otra salida, luego de ser notificado sobre 27 casos de un tipo de neumonía de etiología desconocida, siete de los cuales fueron mortales.

Es más, todavía persisten muchas lagunas y zonas grises en relación con el origen real y la trazabilidad en el gigante asiático de esta enfermedad viral respiratoria perteneciente a la misma familia genética de los virus SARS-CoV y MERS-CoV. De ahí que a la orden del día estén la gestación y la consecuente proliferación de teorías conspirativas, resultante directo de estos procesos de desinformación auspiciados por Beijing, dificultando los planes y programas de vacunación en democracias como la nuestra.

Esta falta de transparencia en la comunicación oficial de las autoridades chinas en un tema tan sensible para la salud pública mundial como el covid motivó una serie de equívocos y malas decisiones de un importante número de gobiernos del mundo. Esto aconteció con preferencia en países con sistemas democráticos aún en construcción como es el caso de Latinoamérica, incluida Colombia. Por ejemplo, la gestión de la pandemia fue entonces uno de los caballitos de batalla de la reciente contienda política que llevó a la Casa de Nariño a Gustavo Petro, el primer presidente de Colombia de ideología de izquierda.

Este es uno de los muchos ejemplos del poder corruptor que está implícito en los procesos de desinformación “premeditados” (las comillas son mías) del Gobierno chino, cuya presencia en el hemisferio y en el país se ha disparado en los últimos cuatro lustros. Esto ha llevado a académicos y estudiosos a señalar que el gobierno comunista del país asiático emplea métodos de injerencia que van desde el poder blando (soft power) hasta el poder incisivo (sharp power).

Poder incisivo

En su obra Una espada de doble filo, que ahonda en la explotación de las tecnologías emergentes y el poder incisivo de China, Samantha Hofmman señala que “[…] Beijing ejerce un “poder incisivo” que le permite restringir el acceso a la información, distorsionar los entornos políticos y emprender acciones de censura y vigilancia”. Para esta analista sénior del Centro Internacional de Políticas Cibernéticas del Instituto Australiano de Políticas Estratégicas, la República Popular China (RPC) potencia las tecnologías emergentes a fin de socavar la estabilidad y legitimidad de las democracias y ampliar su propia influencia.

Hofmman es citada en varios apartes del más reciente Policy Lab del Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga (ICP). En este documento, que lleva por título Recomendaciones para la Defensa Nacional, la Seguridad Humana y la Construcción de Paz, se concluye con preocupación que buena parte de nuestra sociedad no dimensiona “[…] las consecuencias reales que tiene para los países de la región el establecimiento de relaciones de cooperación, intercambio e inversión en sectores estratégicos, sin tener en cuenta la naturaleza y los objetivos del Partido Comunista Chino (PCCh) y sus diferentes expresiones de poder a través del Estado, de empresas –en apariencia privadas, pero en realidad controladas por el PCCh– y de los organismos multilaterales donde tienen influencia”.

Dichas relaciones incluyen, verbo y gracia, programas de cooperación en el ramo de la seguridad –principal puerta de entrada del poder chino a la región–, negocios como la construcción de sistemas de transporte masivo –a saber, el metro de Bogotá– o inversiones en el área de las telecomunicaciones –particularmente en redes de nueva generación–. El peligro estriba en la entrega de datos a un país como China y su modelo de control directo e indirecto de la información, como bien se colige de la lectura del artículo China Isn’t the Only Problem With 5G, publicado en el Foreign Policy en febrero de 2020 y que cita el ICP.

El poder corruptor de los procesos de desinformación de las autoridades chinas podría tener otros dos tentáculos sobre los cuales no existe aún literatura profusa. El primero estaría relacionado con el contrabando de mercancías provenientes de las florecientes factorías chinas, particularmente hardware y software de productos asociados a las tecnologías de la información y las comunicaciones.

El segundo, la aparición de la red social conocida como TikTok, que permite compartir videos cortos y en formato vertical, propiedad de la empresa china ByteDance. De hecho, es hoy por hoy la aplicación de mayor consumo entre los jóvenes del hemisferio occidental. El peligro de esta red social y de muchas otras –en apariencia privada, pero que seguramente tiene el control del PCCh– es que, por mucho que se analice el software, es imposible controlar aspectos como: ¿Por dónde pasan los datos de los usuarios? ¿Qué hacen los servidores de TikTok con estos datos? ¿Durante cuánto tiempo se almacenan? ¿Estos datos se cruzan con otros para elaborar perfiles?

A manera de colofón, resulta oportuno concluir que la incursión de China en Latinoamérica, priorizando para ello la figura de la cooperación, se apoya en los regímenes políticos simpatizantes, amigos o afines a la naturaleza y a los objetivos del PCCh. Un camino que Beijing allana muy bien por estos tiempos, cuando en el continente afloran los gobiernos de ideas progresistas (léase comunistas o socialistas) y la influencia de Washington se vuelve un pie de página en la historia del continente.

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