Colombia anuncia una política exterior feminista (PEF)

Colombia anuncia una política exterior feminista (PEF)
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El pasado 5 de octubre de 2022 la viceministra de Asuntos Multilaterales, Laura Gil, anunció en la Asamblea de la OEA que Colombia formulará una PEF. De esta manera, Colombia sigue el ejemplo de países como Suecia, Canadá, España, y México, entre otros; Estados que han vinculado el manejo de sus relaciones internacionales a la agenda de Mujer, Paz y Seguridad formulada a través de la Resolución 1325 de 2000 por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

¿Qué es y por qué es relevante una PEF?

Thompson y otros, del Center for Research on Women, definen la PEF como “la política de un Estado que establece sus interacciones con otros Estados, así como con movimientos y otros actores no estatales, de manera que da prioridad a la paz, a la igualdad de género y a la integridad del medio ambiente; consagra, promueve y protege los derechos humanos de todos; busca deconstruir las estructuras de poder coloniales, racistas, patriarcales y dominadas por hombres; y asigna importantes recursos, incluida la investigación, para lograr esa visión”. 

Toda PEF vincula la equidad de género con el desarrollo, amplía el concepto de seguridad más allá de la militarización y enfatiza la participación de la mujer en los procesos políticos de paz y reconstrucción. Para ello, pone de manifiesto la necesidad de acabar con los obstáculos institucionales que han limitado la presencia de las mujeres en el servicio exterior y promueve acciones afirmativas que fomenten la participación femenina en los procesos de toma de decisiones.

La PEF busca garantizar los derechos de las mujeres dentro y fuera del territorio de los Estados que la aplican, así como desarrollar una acción multilateral coordinada para lograr este objetivo. Su relevancia radica en el aporte decisivo que proporciona para avanzar en la igualdad de género en el ámbito nacional e internacional. Definir una política exterior como feminista tiene no solo un alto contenido simbólico, sino también un potencial transformador, en tanto visibiliza el domino masculino que prevalece en la política exterior y busca desmontarlo, diversificarlo y acabar con las jerarquías y patrones de discriminación con base en género. De hecho, Alicia Bárcena, anterior Secretaria Ejecutiva de la Cepal expresó en junio de 2021 que “se requería una PEF para lograr una recuperación transformadora con igualdad en la región”.

Antecedentes

De acuerdo con Mesa, los antecedentes de la PEF datan del inicio de la Primera Guerra Mundial. En 1915, parte las mujeres norteamericanas y europeas que se habían organizado para lograr el derecho al voto se movilizaron para tratar de frenar la guerra. Bajo la presidencia de Jane Addams se llevó a cabo en la Haya el Congreso Internacional de Mujeres con el objetivo de elaborar una estrategia de paz y hacer un llamamiento al cese de la violencia y a favor de la mediación. Aunque no se pudo detener la guerra, se fundó la Women League for Peace and Freedom, organización con gran influencia en las relaciones internacionales, promotora de la conformación de la ONU, defensora del multilateralismo y la resolución pacífica de los conflictos.

De manera más reciente, al marco normativo internacional a favor de la igualdad de género que incluye la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (Cedaw 1979) y la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing (1995).

A esto se sumó la Resolución 1325 de 2000 que es también un importante antecedente de la PEF, puesto que reconoce el impacto diferencial que causan los conflictos armados en las mujeres y niñas, y resalta el papel clave que juegan las mujeres en la prevención y la resolución de conflictos, así como en la construcción de la paz.

Casos

Suecia se convirtió en 2014 en el primer país en adoptar una PEF. Para ese entonces, su canciller Margot Wallström, con una larga trayectoria de trabajo en la promoción de los derechos de las mujeres y de la agenda de igualdad, ratificó el vínculo entre la participación de las mujeres en la política mundial y los avances hacia una paz sostenible.

De momento, el enfoque sueco es el más completo ya que no se limita a su política exterior, sino que incluye una rama doméstica. Cuenta con tres áreas estratégicas: 1. Política exterior y de seguridad; 2. Cooperación al desarrollo y; 3. Política comercial.

Para su implementación, ha desarrollado instrumentos como el Manual de política exterior feminista y un Plan de Acción específico. Se basa en “las tres Rs” (por sus siglas en inglés): derechos de la mujer, recursos y aumento en la representación femenina. Además, promueve el cambio en dos áreas: 1. El establecimiento de la agenda internacional con lentes de género. La agenda se denomina “con el viento en contra” para reflejar su disposición a enfrentarse a las reticencias que la PEF encuentra a nivel mundial; 2. El emprendimiento normativo, guiado por “un marco éticamente informado de cosmopolitismo y derechos humanos que busca moldear los desarrollos globales en una dirección sensible al género” (Aggestam y Bergman-Rosamond).

Con la llegada de Justin Trudeau al poder, Canadá incorporó en 2017 un enfoque feminista a la cooperación internacional, y cuenta con un Libro Blanco que contiene las principales líneas de acción sobre el tema. De manera más reciente, ha incluido en la política comercial consideraciones para fomentar la igualdad de género. Por su parte, aunque en Francia la política exterior no es explícitamente feminista, se sumó en 2018 a la asistencia exterior para la igualdad de género.

México es un caso paradigmático en la región, puesto que en 2020 anunció oficialmente la puesta en práctica de una PEF encaminada a superar las brechas de género y las desigualdades estructurales que la generan. En el mismo año, España se adhirió a la propuesta de una PEF y promulgó la Guía de Acción Exterior Feminista, que recoge las principales líneas de acción. Otros Estados como Dinamarca, Australia, Noruega, Chile y, de manera reciente, Colombia se han propuesto promover la equidad de género a través de una PEF.

Colombia

En Colombia, de acuerdo con el artículo “La política exterior de Colombia: con mujeres y sin feminismo“, publicado por Gil en abril de 2020, aunque la presencia de mujeres en la diplomacia ha aumentado, no hay una política explícita de género en este campo, como tampoco hay un posicionamiento del enfoque de género en la política exterior y el país no cuenta con un plan nacional de acción para la implementación de la Resolución 1325.

En nuestro país, las mujeres han sido embajadoras en Estados de gran interés para la diplomacia colombiana, tales como Estados Unidos y Venezuela y, adicionalmente, hemos tenido siete cancilleres mujeres.

En la actualidad, de acuerdo con los datos de la página web de la Cancillería, tenemos embajadas en 59 Estados y en 23 de ellas (el 39%) las embajadoras o encargadas de negocios son mujeres. En los dos meses de gobierno de Gustavo Petro se han hecho 12 nombramientos en el sector diplomático, de los cuales solo dos corresponden a mujeres: Victoria González, funcionaria de carrera, nombrada en la Embajada de Guatemala, y el hito de Leonor Zalabata, líder indígena, nombrada embajadora ante la ONU.

Algunos desafíos de la PEF

El mundo diplomático y el sector de la seguridad y la defensa son espacios tradicionalmente masculinos. Según el Mapa de la Mujer en Política 2021, realizado por la Inter-Parliamentary Union y ONU Mujeres, la proporción de mujeres ministras de Asuntos Exteriores era para la fecha solo el 26% del total. Siguiendo a Mesa, la PEF tiene por delante el reto de aumentar la participación de las mujeres en todos los niveles de toma de decisiones tanto nacionales, regionales como internacionales.

A nivel global la PEF enfrenta múltiples resistencias derivadas del choque entre elementos como el interés o la seguridad nacional y la dificultad de conciliarlos con ideales éticos o con los principios de justicia de género. 

Más allá de elementos discursivos, la PEF requiere cambios de paradigmas en la concepción y el quehacer de la política exterior, encaminados a priorizar el diálogo y la negociación. Necesita acciones concretas como la transformación de las estructuras que han obstaculizado la participación de las mujeres en los distintos espacios de lo público, así como la inclusión de la perspectiva de género en los debates internacionales más relevantes.

Si bien algunos de los casos expuestos son referentes de la PEF, no están exentos de retos. A Suecia, por ejemplo, se le critica la incoherencia entre su PEF y su rol como país exportador de armas o su estricta política migratoria y de asilo, que tiene gran impacto de género. En esta línea, a Canadá también se le critica la venta de armas a regímenes como Arabia Saudí, la violencia ejercida contra las poblaciones indígenas y se le señala de que su PEF se limita a la cooperación al desarrollo y deja por fuera otros ámbitos. En el caso de México, se le ha criticado fuertemente su estructuración top-down (de arriba abajo), limitando la participación de la sociedad civil, y los altos niveles de violencia de género que se presentan en el país, solo por citar algunos elementos.

Esperemos entonces que la declaración de la viceministra Gil abra el camino para que la política exterior colombiana no solo incluya más mujeres, sino que avance y adopte medidas puntuales que le den un enfoque feminista.

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