El nuevo gobierno y sus políticas conservadoras amenazan los avances alcanzados por el movimiento de mujeres. La movilización y la organización serán más necesarias que nunca.
¿Cuáles son los obstáculos en la participación política de las mujeres en Colombia?
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?*Este artículo fue escrito en coautoria con Irene Arenas, politologa y activista feminista.
A finales del siglo XIX, en 1893, Nueva Zelanda fue el primer país del mundo donde las mujeres ganaron el derecho a votar. 61 años después de este hito histórico, en 1954, bajo el gobierno de Rojas Pinilla, a las mujeres colombianas se les otorgó este derecho, y 61 años desde que se reglamentó este derecho, en 1957, se cumplen el próximo 1 de diciembre del 2018.
Según los datos de la Unión Interparlamentaria (como se cita en PNUD, 2018), Colombia ocupa el puesto 104 entre 193 países a nivel mundial y está en el puesto 22 de 35 en las Américas en equidad de género parlamentaria, debajo de países como Bolivia y Argentina donde la participación de las mujeres es ejemplar y por encima de países como Haití, Brasil y Jamaica, entre otros.
El país ha sancionado dos leyes de la República con referencia a la participación política de las mujeres. Por un lado, la Ley de Cuotas (Ley 581 del 2000), que estipula que el 30 por ciento de los cargos de máximo nivel de decisión de las tres ramas y órganos del poder público, en los niveles nacional, departamental, regional, provincial, distrital y municipal, deben estar ocupados por mujeres. Por otro lado, la Ley de Partidos (Ley 1475 de 2011), que determina que en la conformación de las listas electorales los partidos o movimientos deben incluir un 30 por cientode mujeres.
Así, tanto en lo relacionado con los cargos de designación, como en lo relacionado con los cargos de elección popular, hoy se cuenta con acciones afirmativas a favor de la participación de las mujeres. Sin embargo, pese a la promulgación de estas leyes y a la firma de distintos acuerdos internacionales en donde el Estado tiene como obligación promover la participación política de las mujeres, lo que se ha logrado hasta el momento ha sido escaso e insuficiente.
Sin embargo, por primera vez en la historia de Colombia, con la elección de Iván Duque, una mujer va a ocupar el puesto más importante que ha ocupado cualquier mujer en el país, el de ser vicepresidenta. Es de resaltar, como lo señala la profesora Angélica Bernal en el portal Razón Pública (2018b), que al principio de la contienda presidencial había 8 candidatas mujeres y al final, para la primera vuelta, no había ni una. Una a una las candidatas a la presidencia fueron desistiendo de su candidatura para adherirse a otro candidato o para retirarse.
Aunque el programa del recién electo Iván Duque incluyó a las mujeres en un acápite, designó 50 por ciento de mujeres en su gabinete y prometió aplicar a cabalidad y de manera ejemplarizante las leyes contra la violencia de género, Duque y su fórmula Ramírez han demostrado en sus partidos y de manera individual que no representan el bienestar de las mujeres ni el de los colombianos.
¿Qué explica que en pleno siglo XXI, el 49 por ciento de la población colombiana ocupe el 80 por ciento del congreso excluyendo a las mayorías, es decir a las mujeres? Las causas son de diversa índole, entre las que destacamos, las violencias contra las mujeres, la discriminación hacia ellas y su precaria situación económica.
En el presente artículo se realizará un breve análisis de algunos de los obstáculos con los que se encuentran las mujeres en su interés de acceder a la esfera política del país.
Diagnóstico de la participación política de las mujeres Colombia
Aunque las mujeres somos el 51 por ciento de la población y el 52 por ciento del censo electoral, solo somos el 36 por ciento de quienes se candidatizan a los cargos de elección popular y no hemos podido superar el techo del 20 por ciento en la representación parlamentaria.
Como se observa en la Tabla 1, la participación de las mujeres en los últimos 30 años ha venido aumentando, llegando a un máximo del 19 por ciento y del 23 por ciento para la Cámara de Representantes y el Senado de la República respectivamente, en los últimos dos periodos parlamentarios.
Tabla 1. Porcentaje de mujeres electas al Congreso
Fuente: Bernal (2018a)
En las elecciones del 11 de marzo las mujeres alcanzamos el 18 por ciento de las curules en la Cámara y el 23 por ciento en el Senado (Tabla 2). Sin embargo, para el primer caso se presentó una reducción de un punto porcentual respecto al periodo anterior (2014-2018). En 30 años hemos triplicado nuestra participación en el Senado y doblado nuestra participación en la Cámara de Representantes. Pese a los avances, nuestra participación sigue siendo limitada, incluso por debajo de lo estipulado en la Ley de Cuotas y en la Ley de Partidos.
Tabla 2. Participación de mujeres en el Congreso 2018-2022
Fuente: SISMA (2018)
Como se observa en la Tabla 2, la participación de las mujeres en el Congreso alcanzó en promedio un 20,5 por ciento, eligiendo 57 mujeres en total, 25 senadoras y 32 representantes.
Vale la pena recordar que en estas elecciones se aplicó por segunda vez la cuota de género en el país, mostrando en ambos comicios resultados similares y mejores que cuando no existía, pero lejanos a lo que se pretende con dicha medida. De hecho, de los 14 partidos y/o movimientos que presentaron candidaturas, tan solo tres de ellos lograron superar el umbral del 30 por ciento dentro de sus congresistas electas. Si se mira por departamentos, 12 de los 32 departamentos no eligieron ninguna mujer (PNUD.2018).
Según Bernal (2014), ha sido común en el país y en otros, que las mujeres que llegan a estos cargos de elección lo hagan por una relación de parentesco con la persona que las precedió en el cargo, por una trayectoria pública en el sector privado o en cargos en el Ejecutivo, y muy poco como resultado de su militancia partidista. Esto podría explicar el por qué dentro de los partidos políticos tradicionales existe aparentemente una significativa participación de las mujeres. Así mismo, las mujeres suelen permanecer periodos muy cortos en los cargos legislativos, contrario a sus pares varones, que logran reelegirse por más de un periodo.
En las elecciones locales del 25 octubre de 2015, en donde se eligieron juntas administradoras locales, concejos municipales y distritales, asambleas departamentales, alcaldías y gobernaciones, solo el 15 por ciento de las personas electas fueron mujeres según los datos recopilados por el diario El Tiempo (2016). 5 departamentos que representan el 15.6 por ciento del país son gobernados por mujeres; el 12,2 por ciento, de las alcaldías del país quedaron en manos de mujeres, quienes gobiernan en 134 de los 1098 municipios; 70 mujeres son diputadas en las asambleas departamentales del país, ocupando el 17 por ciento de las curules; y, a nivel de concejos municipales o distritales, el 17 por ciento de quienes ocupan estas corporaciones son mujeres.
Hay que negar el mito de que las mujeres no participan porque no les interesa la política. La tasa de participación femenina en política comunitaria es más alta que la tasa de participación política masculina. Según el PNUD (2018), para el 2015, el porcentaje de personas de 18 años y más que asistieron a reuniones de organizaciones voluntarias era de 52,8 por ciento en el caso de las mujeres, y de 47,2 por ciento en el caso de los hombres. Además mientras el 22,45 por ciento de las mujeres asistió una o dos veces al año a reuniones de Juntas de Acción Comunal el porcentaje de los hombres fue del 19,77 por ciento.
Como lo evidencian los datos, entre más bajo es el nivel de participación, las mujeres tienen una mayor participación. Su interés por lo comunitario está altamente relacionado con la resolución de necesidades básicas de la comunidad, como la lucha por los servicios públicos, que, al estar ausentes, les demanda altas cargas de trabajo al ser las principales responsables del bienestar de su familia.
A medida que aumenta el nivel de participación las mujeres van desapareciendo. En la política, como en el campo laboral, las mujeres se enfrentan a un techo de cristal o a un piso pegajoso que las deja por fuera de los cargos de mayor prestigio a nivel nacional, donde se toman las decisiones más relevantes en términos de política.
Participación política de las mujeres: ¿consolidación de la triple jornada?
La participación política de las mujeres implica, de manera consciente o no, un rompimiento con el espacio doméstico, sin que ello implique su abandono. La histórica división sexual del trabajo ha sido uno de los principales obstáculos para el desempeño político de las mujeres, entendiendo la política como una dinámica transformadora que va mucho más allá de las coyunturas electorales.
Asumir el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado tiene altos costos para las mujeres: menos disponibilidad para actividades educativas, para empleos formales, para la interacción social y política, para el autocuidado, entre otras. La pobreza de tiempo repercute fuertemente en la posibilidad de desempeñarse comprometidamente en actividades políticas.
De acuerdo a las estadísticas del DANE (2018), las mujeres destinan en promedio al día 7 horas y 14 minutos a los trabajos del hogar no pagos, mientras los hombres 3 horas y 25 minutos, la mitad. En sentido contrario, mientras los hombres destinan en promedio al día 9 horas y 14 minutos al trabajo remunerado (empleo), las mujeres destinan 7 horas y 35 minutos, casi dos horas menos. Las mujeres destinan más tiempo a las actividades no pagas y menos tiempo a las que sí perciben un salario respecto a los hombres.
Si se analiza a las personas que asumen ambos trabajos (remunerado y no remunerado), la carga total de trabajo de las mujeres excede a la de los hombres en dos horas diarias (Gráfica 1):
Gráfica 1. Carga total de trabajo diario por sexo (hh:mm)
Año 2012-2013 y 2016-2017
Total Nacional
Fuente: elaboración propia con base en DANE (2018)
La carga total de trabajo es de 13 horas y 24 minutos en promedio al día para el caso de las mujeres, y de 11 horas y 16 minutos para los hombres. La diferencia se explica principalmente por el tiempo destinado al trabajo no remunerado, donde las mujeres triplican en tiempo a los hombres. Esto indica que, de alguna manera, la doble jornada ha sido el costo de la autonomía económica de las mujeres.
13 horas de trabajo al día limita fuertemente la participación de las mujeres en actividades culturales y deportivas. De acuerdo al DANE (2013), mientras el 19 por ciento de los hombres realizó actividades de este tipo, tan solo el 9 por ciento de las mujeres lo hizo (la mitad). La ausencia de tiempo se convierte en un fuerte obstáculo material para la participación de las mujeres en espacios políticos, convirtiendo a la política en una triple jornada para ellas.
Bernal (2006) plantea que los obstáculos de entrada a la política son “los impuestos por la cultura en términos de los estereotipos sobre las esferas de acción y los papeles que deben cumplir las mujeres y que las aleja del mundo de lo público” (p. 92, subrayado propio). En ese sentido, “La democracia paritaria implica también un reparto genuino de las responsabilidades familiares entre hombres y mujeres y la conciliación de la vida familiar y profesional” (Parlamento Europeo, como se cita en Bernal, 2006).
Esta situación se agrava para el caso de las mujeres que cuentan con bajos recursos económicos. Moreno (2017), demuestra cómo, para el caso de Bogotá,
las mujeres de mayores ingresos realizan una hora y 20 minutos menos de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que las de menores ingresos. A medida que se adquiere mayor poder adquisitivo se abandona el TDCNR, se sustituye y se descarga en otras mujeres. El poder adquisitivo permite eludir o reducir la doble jornada (p. 156).
La desigualdad económica de las mujeres también dificulta su participación en términos de política electoral. Su mayor nivel de desempleo e informalidad y la brecha salarial a la que se enfrentan limita su poder de financiación de las campañas electorales, tanto por la vía de ingresos propios o por la imposibilidad de tener acceso a capital vía préstamos bancarios. Y si a esto se suma la escaza financiación política por parte del Estado y de los partidos, la posibilidad de llevar a cabo una campaña exitosa se vuelve en casi un imposible para las mujeres, particularmente para las de ingresos más bajos.
Colombia tierra árida para nuestra participación
Una de las causas de la ausencia de participación política electoral de las mujeres es la crisis humanitaria por la que atraviesa Colombia en cuanto a la violencia física y sexual en contra de ellas[1]. No contar con espacios públicos y privados seguros hace que las mujeres no participen en igual medida que los hombres en la política electoral. El estar amenazadas de manera constante por agresiones físicas de parte de sus parejas o ex parejas o por violencias de tipo sexual de parte de algún conocido o familiar hace que las mujeres desistan de lanzarse a cargos de elección popular.
Si las mujeres pueden y deciden superar la situación de violencia en su contra, los partidos políticos no son ajenos a la realidad cultural del país. Muchas mujeres que hacen política partidista describen que no tienen acceso a los recursos del partido de igual manera que los hombres, que son usadas como lista relleno y que son acosadas sexualmente en el seno de sus partidos. Los horarios de la política, extensos y a veces hasta altas horas de la noche, hace que las madres tengan que elegir entre estar con sus hijos o participar de asambleas o de plenarias.
La violencia psicológica, simbólica y cibernética se ha convertido en otra de las razones por la que las mujeres no participan en política. Estos tipos de violencia consolidan el imaginario de que las mujeres no pertenecen a la esfera de lo público, es decir que no deben decidir por el futuro colectivo, ni que deben hacer uso de su voz. Mary Beard (2017) usa una caricatura reconocida en Estados Unidos, para demostrar que las ideas de las mujeres son más creíbles cuando las da un hombre.
Imagen 1.
“Esa es una excelente idea, señora Triggs. Quizá uno de los hombres acá quiera sugerirla”.
El constante silenciamiento de sus voces en política ha minado su percepción sobre lo que son capaces. Este fenómeno se conoce como el techo de cristal. A esto hay que agregarle que las redes sociales se han convertido en foros para que el machismo se exprese con amenazas a la vida y la integridad de las mujeres que deciden tener una opinión sobre temas políticos y no políticos[2].
Adicionalmente, cuando las mujeres se ven sub representadas en los medios de comunicación, es decir, cuando no ven mujeres en los medios, tienden a ver menos noticias y por lo tanto creen que saben menos de actualidad y que son menos capaces para gobernar. Así lo demuestró un estudio realizado por el periódico gringo The Guardian (2013) sobre la representación en los medios de las mujeres y su relación con la política que incluyó a Colombia.
Otro estudio de las Emisoras Nacionales de Estados Unidos (2016) aseveró que a las mujeres hay que preguntarles al menos tres veces para convencerlas de participar en política electoral, y que al ver como tratan a otras mujeres en medios o en el ágora, se sienten desincentivadas para hacer política[3].
La materialización de esto en Colombia es el reciente caso del senador del Centro Democrático Alfredo Ramos, quien insultó a la senadora de la Alianza Verde Claudia López en el Congreso[4]. No primó el debate de ideas, sino la discriminación y el machismo.
El correlato de esto en Estados Unidos fue el ataque constante a la candidata presidencial Hilary Clinton por parte de los seguidores del presidente electo Donald Trump. En varias ocasiones la compararon con Medusa y a Trump como un triunfante Perseo. La imagen no deja de ser amenazante y violenta.
Imagen 2.
Fuente: skeptic (2017)
Conclusiones
Ampliar la participación de las mujeres en la toma de decisiones políticas es sin duda una condición necesaria para cualquier nación que se denomina como democrática. Sin embargo, la igualdad y equidad de género y el alcance de sociedades más justa requiere “la construcción de una conciencia social sobre la discriminación y subvaloración de lo femenino en todas las esferas sociales [y no solo] medidas estatales de ampliación democrática” (Bernal, 2006, p.88).
La presencia de mujeres en los órganos de toma de decisión es indispensable, pues se ha demostrado que “su” agenda incorpora temas relacionados con su experiencia que sus pares masculinos no contemplan. En ese objetivo, la Ley de Cuotas se presenta como una herramienta que, si bien es importante, no resuelve los problemas estructurales que limitan la participación de las mujeres en política.
Acciones gubernamentales que promuevan la redistribución del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado son esenciales para que las mujeres cuenten con la disponibilidad necesaria para el ejercicio político. Sin eso, el fortalecimiento de las mujeres en la militancia política tendrá grandes obstáculos.
De la misma manera, el Estado debería promover campañas serias que cuestionen los estereotipos de género que existen sobre las mujeres y su “incapacidad” para ser actores políticos. Las creencias e imaginarios que alimentan estos prejuicios deben ser combatidas con educación. En esto el papel de los medios de comunicación es determinante.
Existen múltiples variables no contempladas en este artículo que deben ser analizadas si se pretende entender de manera integral el problema de la escaza participación política de las mujeres. El papel de los partidos políticos, el diseño del sistema electoral colombiano y las condiciones socioeconómicas y demográficas de las mujeres son elementos que influyen fuertemente en este fenómeno.
El nuevo gobierno y sus políticas conservadoras amenazan los avances alcanzados por el movimiento de mujeres en Colombia. Se hace necesaria la consolidación de liderazgos femeninos que representen ideas que respalden proyectos políticos de transformación. La movilización y la organización serán más necesarias que nunca.
Bibliografía.
Beard M (2017). Women in Power. A manifiesto. Liveright publishing Corporation.
Bernal, A (2006). ¿Qué es ganar y qué es perder en política?: los retos en la participación electoral. Revista Análisis Político n? 56, Bogotá.
Bernal, A (2014). Las mujeres y el poder político: una investidura incompleta. Universidad Autónoma de Barcelona, España.
Bernal, A (2018a). Igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres y equidad de género. Presentación Primer Foro Nacional de Género. SINTRAUNAL. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Bernal, A (2018b). Las mujeres en las presidenciales: ¿vamos avanzando? Portal Razón Pública. Ver en: https://razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/11189-las-mujeres-en-las-presidenciales-vamos-avanzando.html.
Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE (2013). Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) 2012-2013. Bogotá.
DANE (2018). Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) 2016-2017. Bogotá.
Duque, I (2018). Programa de gobierno. Ver en: https://s3.amazonaws.com/ivanduquewebsite/static/mujeres.pdf.
El Tiempo (2016). Las mujeres en el poder político local. Ver en: http://www.mesadegenerocolombia.org/sites/default/files/pdf/separatamujerespoderlocalmgci.pdf
Ley 1475 de 2011, Por la cual se adoptan reglas de organización y funcionamiento de los partidos y movimientos políticos, de los procesos electorales y se dictan otras disposiciones.
Ley 581 de 2000, por la cual se reglamenta la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de las diferentes ramas y órganos del poder público, de conformidad con los artículos 13, 40 y 43 de la Constitución.
Moreno, N (2017). La economía invisible: división social y sexual del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado y uso del tiempo de las mujeres en Bogotá. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
National Public Radio (2016). Casi 1 de cada 5 congresistas son mujeres. Así es cómo se comparan otros trabajos. Ver en: https://www.npr.org/2016/06/11/481424890/even-with-a-female-presumptive-nominee-women-are-underrepresented-in-politics
PNUD (2018). Mujeres y política: claves para su participación y representación. Instituto Holandés para la democracia multipartidista, Bogotá.
Sisma (2018). Mujeres en las elecciones de Congreso 2018 -2022. Boletín de actualidad #2. Bogotá.
Skeptic (2017). Were there depictions of Donald Trump holding Hillary Clinton's severed head? Ver en: https://skeptics.stackexchange.com/questions/39460/were-there-depictions-of-donald-trump-holding-hillary-clintons-severed-head
The Guardian (2013). Las mujeres saben menos de la política que los hombres. Ver en: https://www.theguardian.com/news/datablog/2013/jul/11/women-know-less-politics-than-men-worldwide
[1] Según datos de la Corporación Sisma Mujer, en el 2017 al menos una mujer cada tres días fue víctima de feminicidio. Así mismo las mujeres son más del 80% de las víctimas de violencia sexual en el país. Ver en: https://www.sismamujer.org/wp-content/uploads/2018/02/Bolet%C3%ADn-25-de-Noviembre-de-2017_SISMA-MUJER.pdf consultado el 23 de junio de 2018.
[2] The Guardian (2013). Las mujeres saben menos de la política que los hombres. Ver en: https://www.theguardian.com/news/datablog/2013/jul/11/women-know-less-politics-than-men-worldwide, consultado el 21 de junio de 2018.
[3] National Public Radio (2016), tomado de https://www.npr.org/2016/06/11/481424890/even-with-a-female-presumptive-nominee-women-are-underrepresented-in-politics, revisado el 28 de mayo de 2018
[4] Revista Semana (2018). El insulto de grueso calibre de Alfredo Ramos a Claudia López. Ver en:
https://www.semana.com/nacion/articulo/el-insulto-de-grueso-calibre-de-alfredo-ramos-a-claudia-lopez/572313, consultado el 24 de junio de 2018
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