Cuando el liderazgo se cansa

Cuando el liderazgo se cansa
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Cuando el liderazgo se cansa le pueden ofrecer diez mil alternativas y ninguna lo motiva porque se debilita y necesita un antídoto contra el negativismo.

Hay liderazgos para los que el “echaleganismo” no es suficiente, porque siempre tienen que dar más que los demás, demostrar que se es capaz y que sin la “rosca” se puede y eso, créanme, es agotador.

El liderazgo se cansa de que lo comparen, que le digan ¿por qué no lo has logrado si aquel o aquella lo están haciendo increíble? Tiene que combatir las pesadillas del fracaso porque para lo demás no es válida la derrota y mucho menos darte un respiro, porque así como a la relaciones amorosas, al liderazgo también hay que decirle: necesito un tiempo.

En ocasiones el liderazgo es señalado y quiere gritar, soltar, salir corriendo, terminar con lo creado. Pero hay una voz interna que no lo deja, que le recuerda que está allí por su comunidad.

El liderazgo también tiene que luchar con los visibles, que en ocasiones estrechan el camino para que solo algunos, sus elegidos, lleguen y brillen, pero eso sí, no en mayor proporción que ellos.

Se habla mucho del liderazgo, de los nuevos líderes, ¿pero cuáles son las consecuencias a nivel psicológico, físico y mental de liderar un proceso social?

El liderazgo muchas veces entrega su vida a una causa, que es reconocida después de la muerte con los homenajes póstumos. Los líderes en ocasiones no tienen ni siquiera que comer, y aún así siguen pensando cómo hacer más, cómo ayudar a los demás.

¿Pero se puede acaso dejar de ser líder? Creo que eso es imposible, siempre serán mayores los motivos para volver a empezar y tratar de mantenerse firme.

Cuando el liderazgo se cansa necesita hacer un alto en el camino, pensar, autodefinirse y proyectarse. No solo el talento es válido, para liderar procesos étnicos sociales se necesita de fortaleza mental y hasta espiritual.

Cuando el liderazgo ya no puede más con la pesada carga que lleva en sus hombros, debe buscar respuestas, debe obligatoriamente tomar decisiones, y así suene egoísta, tiene que dejar de priorizar la colectividad para enfocarse en sí mismo. Necesita garantizar unas condiciones mínimas que le devuelvan la dignidad y le permitan volver a la creatividad.

El buen liderazgo es apasionante, incluso, creo que el liderazgo es una maratón que nunca termina y que a pesar de su cansancio vibra tan fuerte, que incluso deja legado.

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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