De cuando nadie me copiaba la idea de aprender inglés
Varias veces le insistí a Leidy, vecina de la vereda y colega en la Escuela Bosque, de que iniciáramos las clases de inglés con sus hijas Andrea y Ana y su sobrina Geraldine. Leidy es una mujer muy pila y una mamá activa, que tiene a sus niñas en clases de piano, e incluso están aprendiendo lengua de señas los fines de semana.
Sin embargo, mi propuesta sobre el inglés no le resultó atractiva y cerró el tema con un “profe, las niñas están muy ocupadas y no tienen tiempo para otra actividad adicional”. Todo cambió cuando el profesor Muhammad Yunus, premio Nobel de Paz, y su equipo llegaron desde Bangladesh y Alemania para visitarnos en noviembre de 2022.
El profesor Yunus llegó cargado de preguntas sobre la Amazonía, quería entender las causas de la deforestación, los cambios en el territorio después del acuerdo de paz con las FARC y, sobre todo, conocer cómo la restauración de los ecosistemas amazónicos puede ser una oportunidad para generar ingresos sostenibles a las comunidades rurales.
Todo el equipo de Amazonía Emprende se preparó y participó del encuentro. Infortunadamente, solo algunos colegas pudimos interlocutar directamente con él y su equipo por las limitaciones que impone no hablar un idioma en común, en este caso inglés.
En 2022 el Índice del Dominio del inglés de la firma EF Education First EF (EPI) (por sus siglas en inglés) indicó que Colombia ocupa el puesto 77 de 111 a nivel global en el dominio del inglés como segunda lengua.
No tengo datos sobre la Colombia rural en materia de bilingüismo, pero por mi experiencia en Caquetá deduzco que son bastante desalentadores. Más allá de las diversas opiniones que puedan surgir en torno a la hegemonía cultural e ideológica a partir del aprendizaje del inglés, lo cierto es que en nuestro tiempo es la lengua que nos permite conectarnos con personas provenientes de realidades diversas, como el profesor Yunus y su equipo.
Justamente esto fue lo que evidenció Leidy, Jessica, Yefer y otros colegas del equipo de Amazonía Emprende y lo que detonó su renovado interés por las clases de inglés en la Escuela Bosque.
Del inglés de mi vereda al chino de los mercados de carbono
La última gran cumbre del clima tuvo lugar en un país donde la lengua oficial no es el inglés. No obstante, las decisiones y los compromisos globales se transmiten en este idioma. La conservación y restauración de la Amazonía no escapan de este fenómeno, siendo objeto de debate en Egipto y punto álgido en la discusión sobre la justicia climática y el compromiso de crear un fondo para que los países en desarrollo puedan gestionar las pérdidas y los daños del cambio climático.
Mientras la COP avanzaba en Egipto, en Caquetá enfrentábamos un verano inusual, con tormentas torrenciales que arrasaron con vías terciarias, cultivos y nuestro vivero en Amazonía Emprende. En la ruralidad los efectos del cambio climático se sienten al instante: en invierno los caminos veredales se transforman en lodo que impide el desplazamiento de las motos, principal medio de transporte, y las tragedias de deslizamientos de tierra se multiplican por diez en todo el territorio.
Por su parte, en los veranos extendidos la selva se quema y en cuestión de semanas perdemos, en promedio, 32 mil hectáreas únicamente en el departamento de Caquetá.
Hablar inglés y conectarse con las discusiones y las narrativas globales sobre el cuidado de ecosistemas vitales para la supervivencia de la humanidad, como lo es la Amazonía, es una cuestión central para enfrentar desafíos inaplazables como la restauración de las más de 5 millones de hectáreas de bosque que ya han desaparecido.
Hablar inglés en un territorio como Caquetá significa conectarnos con un ecosistema de actores, que principalmente están fuera de Colombia, con disposición a invertir recursos importantes para la restauración y la conservación de este territorio.
Hablar inglés se traduce en mejores condiciones de negociación y en la posibilidad de alinear valores y expectativas desde un inicio, evitando las tragedias que resultan de casarse con un socio con quien no se está de acuerdo en lo fundamental.
Pienso en este momento en la complejidad de los mercados de carbono y la primera vez que escuché una discusión en torno a este mecanismo. Poniéndolo de manera coloquial, sentí que me hablaban en chino.
En mi experiencia, la mayoría de los textos, infografías y presentaciones que explican de manera amigable esta solución para combatir el cambio climático están en inglés. Las expresiones técnicas con las que se comunican inversionistas, estructuradores, desarrolladores, certificadores y demás actores de la cadena están en inglés.
En este contexto que conjuga el apetito por la emisión de bonos de carbono, la urgencia de avanzar en restauraciones a gran escala de la Amazonía y las muy bienvenidas discusiones internacionales sobre la protección de la biodiversidad urge ponerle el acelerador al bilingüismo en un departamento como Caquetá.