En los itinerarios de estas presentaciones del informe de la Comisión hemos pasado por los tiempos lentos del invierno y por los de la rapidez con que se concentran en las yemas de las plantas en primavera.
En los colores ocre y rojo del otoño, que cambian antes de despedirse, o la luz del verano que se alarga en la tarde que echamos de menos. Esta noche, el coro del exilio de Montreal tiene canciones para cantar juntos y testimonios al viento. Cantar es tal vez la única conversación que une tu voz y mi voz.
El hijo de Mireya vino a estudiar a Canadá y es un trabajador cualificado. No entiende por qué su madre se tuvo que venir después de él a pedir refugio, ni qué es eso del asilo, y por qué ha estado todo este tiempo esperando que su historia fuera creída, hasta que su tranquilidad se pudiera extender como una tela sobre la tierra en la que poder sentarse a merendar.
Ayer, en medio de una tormenta de granizo, la maleta colombiana iba patinando entre la nieve. Seis meses al año el paisaje es blanco en estos lares donde tanta gente colombiana ha venido a dar con sus huesos y sus sueños.
En Toronto, la gaita caribeña, ese silbo largo en el que se juntan las notas y el aliento, acompaña el inicio y la despedida, con rap en inglés y español, de un joven nacido del exilio de su padre. La Comisión no deja de caminar por el mundo, ahora en esta tierra cubierta de nieve, largos bosques y extensos lagos.
Entre la temperatura y la sensación térmica hay también momentos de calidez que deshielan cualquier invierno. Un clima fuera de las paredes y otro emocional aquí dentro, como estos 50 grados que separan Montreal de México.
Las palomas mensajeras que regresan a su casa, después de volar hasta 2000 kilómetros. Las pardelas, un tipo de ave marina, han sido capaces de volver a casa después de cruzar el océano Atlántico.
Trabajando estos años con el exilio, y leyendo historias de pájaros que se orientan con mapas mentales o el olfato, la luz polarizada o las estrellas doy vueltas a la energía de volver. Los científicos hablan de un gen DRD4 al que llaman 7R, una especie de gen del riesgo que estaría más presente en poblaciones errantes.
Mientras buscamos cosas que se parezcan y nos hagan mirar el horizonte, en el Congreso colombiano hay una propuesta de ley que empieza su vuelo recoge el reconocimiento del exilio.