El carbón: una tarea para el próximo presidente

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El próximo presidente de Colombia va a tener que mirar con mayor interés hacia La Guajira y el Cesar. El principal producto de estos dos departamentos, el carbón, está entrando en aguas turbulentas y afectará a toda la economía nacional.

El carbón suma el 15 % de valor total de las exportaciones colombianas, alrededor de $ 7.500 millones de dólares; genera cerca de 30.000 empleos formales en el caribe colombiano, sus empresas productoras cancelaron 600 mil millones de pesos en impuesto a la renta en el año 2019 y 1,9 billones en regalías. Con los recursos del carbón se financia prácticamente toda la inversión social de estos dos departamentos y de ellos depende la vida de los municipios de los corredores mineros en ambos territorios. Así que lo mejor es que el próximo Gobierno ponga un ojo en dicho producto y en dicha región.

El carbón está bajo tres cuestionamientos serios: el primero, ambiental. Su efecto contaminante y la generación de gases efecto invernadero por su uso han llevado a que en diversas cumbres ambientales, y en particular en Glasgow, los países definieran que la producción de energía a partir del carbón se debe disminuir “gradualmente”.

En segundo lugar, hay una fuerte competencia en términos de precios por parte del gas y las energías alternativas, que están resultando más económicas que el carbón y por lo tanto vienen desplazándolo en la matriz energética de los países.

Finalmente, para Colombia, la geografía de los actuales compradores de carbón –China, India– está lejos de las principales rutas de venta del carbón colombiano y dificulta la competitividad de la oferta nacional versus competidores como Australia y Sudáfrica, principalmente.

La crisis del año anterior llevó a que la producción total del país se redujera de 85 millones de toneladas producidas en el 2019 a 50 en el 2020; no solo por la parálisis mundial que ocasionó el coronavirus, sino también por problemas internos. La devolución de los títulos mineros de Prodeco, más el cierre temporal de la mina de CNR (ambos en el Cesar) y la huelga de 91 días del Cerrejón, tuvieron esas consecuencias. Esto significó que de los $7.500 millones de dólares exportados en el 2019, se disminuyó a $4.200 en el 2020 con una caída también en regalías y en pagos de impuestos locales, en particular el de industria y comercio, que es un ingreso fundamental para los municipios mineros.

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Fuente: Dane

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Fuente: Dane

El gran impacto de la caída de la producción se refleja en los números del PIB regional. El PIB del Cesar cayó de 20.8000 millones de pesos en 2019 a16.800 millones en 2020; un 19 % menos. Y el de La Guajira, de 11.100 millones a 8.000 millones; una caída del 27 % en el mismo período. Vale recordar que la caída del PIB nacional fue de 6,8 %, mientras que la del PIB-Cesar casi triplica dicha cifra, y el de La Guajira lo cuadriplica. La crisis en estos territorios ha sido mucho, pero mucho más profunda que la del promedio nacional.

Se está produciendo una gran transformación a nivel de las economías regionales. El carbón perdió participación el año anterior dentro de las actividades productivas departamentales de una manera considerable. En La Guajira pasó de representar el 38 % al 18 % de su economía, lo que es un cambio de dimensión notable, mientras en el Cesar la participación del rubro de minas y canteras pasó de un 41 % a un 28 %. Con la recuperación de la economía y el arreglo que ya hubo con la huelga en Cerrejón, posiblemente esos números cambiarán y el carbón volverá a ganar participación. Sin embargo, una reacomodación productiva viene en camino.

Ante esta situación en ambos departamentos se viene hablando de la necesidad de propiciar los escenarios para iniciar una urgente diversificación productiva para los departamentos. Iniciativa en el Cesar, propiciada más por la sociedad civil y centros académicos que por el Gobierno regional. El Gobierno nacional tiene una iniciativa desde el Ministerio de Minas.

La diversificación productiva pasa entonces por varias etapas. La primera tiene que ver con la concientización de su necesidad, haciendo claridad que ambos territorios van a seguir teniendo carbón y regalías por dos o tres lustros más. Sin embargo, como bien de consumo y por lo explicado anteriormente, el carbón es un producto que cada vez se consumirá menos.

Lo segundo es que hay que planificar para el mediano y largo plazo, algo a lo que no estamos acostumbrados en el país y menos en las regiones. Hay que empezar a planear desde ya. Los gobernantes deben pensar en términos de próxima generación y no de las elecciones del siguiente período. Pero especialmente deben actuar de manera transparente e inteligente en la asignación y ejecución de las regalías que quedan y son muchas. Evitar el despilfarro y las inversiones en obras innecesarias con esos recursos.

Lo tercero es llevar a cabo lo que se denomina una “transición justa” en el cierre de las minas. Eso quiere decir que las responsabilidades laborales, ambientales y sociales de las empresas deben ser garantizadas a plenitud. Algo que debe reglamentarse y que el país y sus autoridades apenas van a asomarse a dicha situación.

Finalmente hay que empezar a identificar, apoyar y establecer planes de trabajo e inversión para desarrollar los sectores económicos que pueden ser bastiones de la diversificación. En ambos departamentos surge el tema del turismo, por ejemplo. El turismo étnico, cultural y el ecoturismo se visualizan tanto en La Guajira como en el Cesar.

El desarrollo del sector agropecuario es otra de las opciones, pero transformando el agro, que actualmente está muy atrasado, prácticamente sin riego, poco conectado con las cadenas mundiales agroindustriales y con un alto analfabetismo y pobreza rural. Las energías alternativas están ya en pleno desarrollo: la eólica en La Guajira y la solar en el Cesar vienen montando estructuras y campos productores que en un par de años serán abastecedoras de cerca del 10 % de la energía nacional.

Existe la posibilidad de que estos departamentos sigan teniendo explotaciones mineras; actualmente en ambos hay exploración para buscar cobre, lo que podría ser exitoso.

La industria cultural se visualiza como una gran productora de ingresos, oportunidades y empleo. La riqueza cultural, pero no solamente musical, y no solamente la música vallenata, sino también las artes plásticas, escénicas y audiovisuales vienen pidiendo pista. La innovación y tecnología con la industria del software, la creatividad y demás también puede tener un campo de desarrollo en el caribe oriental colombiano. Hay cantidad de oportunidades que deben explorarse y estructurar planes de desarrollo realistas.

Pero el llamado a esta transición justa y diversificación productiva debe ser orientada, programada y liderada desde los gobiernos nacional y departamentales. Es una tarea que está en pañales, pendiente, y es la necesidad más estratégica para los próximos 50 años del territorio y sus habitantes.

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