Terminó el gobierno nacional dando un portazo al cese al fuego con el clan del Golfo en medio de una brutal violencia desatada en los principales centros urbanos. Vino antecedido del clamor generalizado por parte de diferentes mandatarios locales que terminaron promoviendo un mensaje simbólico en las redes sociales con el lema: "Libertad y Orden".
El fin del cese al fuego y la violencia en las ciudades

El clamor por decididas acciones nacionales es el reflejo de una insostenible situación, que como lo anotaba recientemente el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, se viene incubando hace años.
El punto ciego de la violencia urbana (Trejos) no solamente es un problema de la paz total; y en la Habana, no se previeron las repercusiones de la salida del actor hegemónico (las Farc) en las zonas rurales, y el impacto del negocio de las drogas –salida para exportación y consumo interno- sobre las ciudades colombianas.
Se disparó la capacidad de las pequeñas y medianas estructuras que aumentaron su poder y capacidades por fuera del manejo de las mega organizaciones como el Clan del Golfo.
La ausencia en la política de paz total de una estrategia de lucha contra el crimen exacerbó esta situación y estamos viviendo un clima de guerras urbanas con: masacres, extorsión generalizada, usos de armas largas, secuestros, niveles de violencia que rebasan las capacidades de las fuerzas policiales locales, y de los alcaldes y gobernadores.
La capacidad de las autoridades se ven limitadas, y arrinconadas, por el dominio territorial de los actores ilegales. Que, como lo menciona el profesor Luis Fernando Trejos, se organizan en una suerte de jerarquización criminal urbana, que implica una compleja y heterogénea estructura delictiva.
Dinámicas que han hecho metástasis en ciudades como Barranquilla en donde por sus características y la falta de iniciativa de las autoridades la situación se ha descontrolado.
El conflicto es por el mercado del microtráfico y por las rutas para la exportación. Por eso, las grandes ciudades costeras son el escenario predilecto para el accionar de los violentos y sus arremetidas para controlar el territorio. Algo que se comenzó a incubar desde la presencia paramilitar a principios del milenio y a lo que no se le prestó la debida atención por parte de las autoridades locales.
Se mezclan los descuidos de la paz total, el desdén de gobiernos subnacionales que no han hecho la tarea, y, además, la ausencia de las instancias nacionales ligadas a la seguridad de los ciudadanos.
Una tormenta perfecta en donde queda en evidencia una brecha sobre competencias en la seguridad en el país, que debe ser motivo de una profunda reflexión ligada a los procesos de descentralización, las responsabilidades y los recursos para luchar contra el crimen.
Mientras se resuelve ese marasmo no se puede seguir improvisando.
¿Las políticas de la paz total -como el fallido cese al fuego- fueron dialogadas con el territorio? ¿Hay articulación para abordar temas tan sensibles como la reforma judicial?
Como lo viene advirtiendo la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, la excarcelación masiva por cuenta del cambio de enfoque de los delitos por parte del gobierno nacional pondría en serios problemas la seguridad de las ciudades. ¿Mas leña al fuego y cada quien por su lado?
Se necesita mucha articulación con lo nacional pero, además, una acción local estratégica. Claro que los gobiernos locales pueden luchar contra el delito. Hoy, pueden, por ejemplo, trabajar en la prevención, caracterizar el delito y liderar la acción coordinada para la acción institucional eficaz.
También, pueden complementar muchas de las competencias nacionales en temas como: la capacidad carcelaria, el mejoramiento de la justicia y la dotación para la represión del accionar de los grupos armados.
Más que empezar una disputa por las responsabilidades, necesitamos una acción conjunta en temas claves. Mientras las capacidades locales siguen siendo limitadas la gente va a seguir exigiendo resultados a un tema tan sensible como la seguridad.
En ciudades como Barranquilla no se puede claudicar contra los violentos. Así como se preparan renders, construyen vías y malecones, se puede planear para luchar contra el delito y disminuir las dolorosas cifras de muertes. No podemos seguir pensando en “fórmulas 1” mientras los delincuentes están a sus anchas.
Al mismo tiempo que se le pide al gobierno nacional acciones decididas, debe existir una estrategia más allá de las recompensas y los consejos -reactivos y no preventivos- de seguridad.
Tirarse la pelotica no es una opción mientras se pierden vidas. Hay que hacer un llamado a la sociedad para enfrentar al unisono la grave situación de seguridad que vivimos y promover acciones que nos permitan devolvernos la tranquilidad en nuestras ciudades.
*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.