La brecha de género puede ser entendida como la disparidad que existe entre hombres y mujeres frente al acceso y control que tienen sobre los recursos sociales, económicos, educativos, laborales y digitales, entre otros. Aunque se ha venido hablando de reducción de la misma y no se pueden negar los avances, aún se evidencia que las mujeres continúan enfrentándola en distintos ámbitos de sus vidas.
Emprendimiento por necesidad, la otra cara de la reactivación económica

Según el Índice de Brecha Global de Género del Foro Económico Mundial (FEM), para 2021 este indicador es de 72,1 % en América Latina y el Caribe, y se proyecta que la región tardaría más de 68 años en alcanzar la igualdad de género. Mientras que, a nivel global, se estima que este proceso tome unos 135 años. En este mismo informe, Colombia se ubicó en el puesto 59 de 153 países en términos de cierres de brechas de género, retrocediendo 37 lugares en el ranking en comparación con el año 2020.
En el ámbito nacional, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), la pobreza monetaria alcanzó el 42,5 % para 2020, aumentando 6,8 puntos porcentuales frente al año anterior, con más de 21 millones de personas en pobreza monetaria y 7,4 millones en pobreza extrema. Esto se tradujo en un retroceso de al menos diez años en la lucha contra este fenómeno en el país y evidenció la feminización de la pobreza que históricamente ha existido, pues el 46,7 % de las mujeres en Colombia vive en pobreza extrema, frente a un 40,1 % de los hombres. Una brecha de 6,6 puntos porcentuales.
Esta desigualdad entre géneros, que se ha agudizado por los efectos causados por el covid, redujo las oportunidades para las mujeres en América Latina dentro de los mercados laborales formales haciendo que muchas de ellas se vieran forzadas a emprender desde el sector informal, desempeñando diferentes tareas u oficios que no requieren de un alto nivel de especialización o de un amplio capital y que les permite atender simultáneamente las labores de cuidado y las del negocio.
Estos negocios se conocen como emprendimientos por necesidad o de subsistencia y no cuentan con todas las posibilidades económicas, sociales y culturales para desarrollarse. En su mayoría, son liderados por mujeres en situación de vulnerabilidad y las dinámicas comerciales están enmarcadas en sus barrios o a través de redes de amigos o familiares. Generalmente, son establecidos en momentos de crisis, por lo que muchos de ellos inician con muy poca planeación y organización, los ingresos que generan alcanzan para sobrellevar los gastos del hogar y dejan una baja posibilidad para generar ahorros o inversiones para su fortalecimiento.
Producto del confinamiento, estos negocios fueron los más afectados y se adaptaron poco a la dinámica del teletrabajo, por lo que la brecha digital se hizo más evidente. De acuerdo con la encuesta realizada en mayo del 2020 por el Centro Nacional de Consultoría, 2 de cada 10 personas no hace uso de ninguna herramienta virtual y el 47,2 % de las personas a nivel nacional se encuentra en el nivel básico de apropiación de internet, limitado exclusivamente a fines de entretenimiento y comunicación. En medio de este panorama, la población emprendedora tuvo que comprender el entorno digital, sus retos y oportunidades, de manera autónoma o con ayuda de un familiar, generalmente jóvenes, para encontrar una alternativa de continuidad para sus ventas. A pesar de ello, las habilidades digitales siguen siendo más altas para los hombres que para las mujeres, limitando aún más la posibilidad de mantener sus emprendimientos.
La agenda de reactivación y recuperación económica del país debe estar regida por la igualdad de género, teniendo en cuenta que el 86 % de los hogares nucleares monoparentales en Colombia cuentan con jefatura femenina, según cifras del Observatorio de Familia del DNP. La mujer emprendedora de subsistencia es un agente de contención y movilización de la economía de los hogares y los barrios, más aún en una región como América Latina en donde más del 50 % de la población es autoempleada y en condiciones de informalidad. Ahora más que nunca se hace indispensable atender a esta población.
Esta crisis global nos brinda la gran oportunidad de ir más allá y acelerar las medidas tendientes a cerrar las brechas de desigualdad para las mujeres. La igualdad en el acceso de mujeres y hombres a oportunidades y derechos, contribuye al crecimiento económico y acelera el desarrollo social, por lo que es necesario que se construya una agenda pública que reúna las afectaciones, expectativas y necesidades del sector informal, para así brindar soluciones de forma acertada y oportuna.
El momento determina la necesidad de poner todo el esfuerzo de la humanidad en construir un mundo mejor para un escenario post-covid que, decididamente, incluya en igualdad a las mujeres y capitalice todo su potencial transformador. Es fundamental desmitificar que el enfoque de género busca excluir a los hombres, el objetivo principal es incluir a las mujeres y lograr espacios equitativos para todas y todos; en donde la igualdad de género se convierta en el mejor aprendizaje de esta crisis que afrontamos y en parte de la solución que debemos construir.
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