En el nombre del padre

En el nombre del padre
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Hace días vengo dando vueltas a esta columna. Gracias a las elecciones presidenciales que recién terminaron, se aplazó la celebración del día del padre en Colombia, y me dio espacio para condensar mis ideas alrededor de esta fecha.

Por supuesto, estas ideas se encuentran permeadas por debates, opiniones y entrevistas asociadas con la contienda política. En esta ocasión quiero compartir mis palabras alrededor de unas de las pasiones que, junto al ciclismo, mantengo desde joven: el cine y la política.

Soy ingeniero industrial de profesión, pero en la Universidad Industrial de Santander conocí un poco de la filosofía de la mano de Marco Antonio Pardo en la asignatura Ciencia y Sociedad. "La filosofía es la base de la ciencia", afirmaba. Años más tarde, en mi afán autodidacta, me dejé deslumbrar por las ciencias humanas, la filosofía, de la mano de Estanislao Zuleta y sus interpretaciones de Thomas Mann, Kant y Freud. 

Al descubrir a Freud, interioricé algunos planteamientos del psicoanálisis, dentro de los cuales cae como anillo al dedo la prevalencia y la importancia de la figura del padre sobre la de la madre. Tal vez esta postura no sea muy popular en un país como Colombia, donde el día de la madre tiene más impacto económico que el día del padre, pero me sirvió para esta reflexión.

La relevancia del padre se centra en la representación de la ley o el sentido de la ley y de las normas en la mayoría de las culturas. La idea de dios está representada mayoritariamente por símbolos masculinos como el báculo o los obeliscos.

Las películas eje de esta columna, se centran en la figura del padre. La primera es la película irlandesa que desarrolla el tema político del conflicto entre el establecimiento con un grupo guerrillero en Irlanda. "En el nombre del padre" fue una de esas películas que reafirmaron mi gusto por el cine. La historia de un padre de familia, Giuseppe Conlon, cuyo hijo es acusado de poner una bomba junto a tres amigos y matar con ello a cuatro policías y un civil.

La cinta es ambientada en la época dura de la violencia del Ejército Revolucionario Irlandes (ERI) —las "Farc irlandesas" hasta ese momento— y muestra el afán del padre de acudir en defensa de su hijo falsamente acusado. Al proceder es involucrado al atentado terrorista y encarcelado junto a su hijo Gerard.

Giuseppe, siempre procurando directrices de rectitud y cumplimiento de la ley, aun dentro de la cárcel, se gana el respeto dentro del grupo de reclusos. Su muerte termina dándose por la brutalidad cinematográfica de sus carceleros. La escena de las lámparas flotantes arrojadas desde las ventanas de la cárcel por los reclusos me sigue conmoviendo hasta las lágrimas. Su hijo Gerard Conlon emprende la cruzada por su libertad y la absolución póstuma del padre.

Veinte años después, mi amigo, el profesor Gerardo Luis Angulo de la Universidad del Magdalena me recomendó el libro "El olvido que seremos" de Héctor Abad Faciolince. Al cabo de un año recibí el libro como regalo de mi esposa, Claudia Jazmín Galeano, y sentí las palabras de recomendación de Gerardo: “Al iniciar el libro no pude parar de leerlo”. Igual sensación me produjo al ver la película. La idea dentro de la película orbitaba alrededor de Héctor Abad Gómez como otro padre que representaba la ley, el bien actuar, la defensa de la salud pública, siempre de la mano de su hijo; la película revivió mi sentido de orfandad, pues mi padre había muerto hacía 25 años.

La idea de que los padres siempre quieren más a los hijos que más lo necesitan me pareció esclarecedora. Las escenas de la película donde muestra a Héctor Abad Faciolince siempre acompañando a Héctor Abad Gómez en su quehacer profesional y político se veían mucho como mi infancia y adolescencia: Efrén acompañando a su padre Alfonso Romero recién atropellado por un carro fantasma, andando en muletas, o a al mismo Efrén diez años después acompañando a Alfonso recién salido de un episodio de infarto, de correría por los pueblos de Aguachica, el Burro, La Mata, Santa Marta, Riohacha y Maicao. Yo, cargando la maleta y siempre atento a cómo negociaba los colchones y muebles que fabricábamos. Él, por supuesto, en su rol de representante de la ley. No hablaba mucho, mi padre, pero siempre intentaba inculcarme sus máximas del valor de la amistad, la lealtad y la separación de negocios y amistad.

Este es mi segundo intento de escribir sobre el tema. Como menciona Freud, siempre hablamos desde la fachada anímica, hablamos de los que no somos. Pocas veces hablamos verdaderamente del yo. Ahora el padre soy yo y comprendo mucho mejor a mi padre y su impacto en quien soy, lo veo con claridad en la elocuencia de sus silencios y en lo incesante de su ejemplo y de su lucha incansable por ser mejor hombre cada día.

La primera vez escribí por mi padre; ahora lo hago por Ana Sofía Romero Galeano, el regalo más hermoso en todo el sentido de la palabra. Ella encarna todo lo bello de Claudia exaltado con unos ojos mas grandes. Sus palabras son del corazón, sus regalos son del alma. Gracias, Sofi, por todos tus regalos. Gracias a los padres por representar su determinante rol de la ley, so pena de no ser tan queridos como las madres. Gracias por sus aportes en la formación de nuestro carácter. "Karakter", una película inspirada en un niño con padre ausente. Bueno, eso da para otra columna. Feliz día a todos los padres.

P.D. No pude resistir compartir el texto de Borges.

Aquí. Hoy

Ya somos el olvido que seremos.

El polvo elemental que nos ignora

y que fue el rojo Adán y que es ahora

todos los hombres, y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas

del principio y el término. La caja,

la obscena corrupción y la mortaja,

los triunfos de la muerte, y las endechas.

No soy el insensato que se aferra

al mágico sonido de su nombre.

Pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá que fui sobre la tierra.

Bajo el indiferente azul del cielo,

esta meditación es un consuelo.

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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