El 4 de agosto, la ministra de Ambiente designada, Susana Muhamad, prometió frenar la Operación Artemisa: la estrategia que busca reducir la deforestación acudiendo a las Fuerzas Armadas. El anuncio es crucial porque muestra un cambio de enfoque en la política contra la deforestación y abandona una estrategia basada en la fuerza que ha sido ineficaz y que ha generado exclusión social y desconfianza en el Estado

Con la desmovilización de las Farc, aumentó la deforestación en el país así como las estrategias de política encaminadas a enfrentar el fenómeno. Infortunadamente, esas estrategias terminaron monopolizadas por un discurso equivocado que concibe la deforestación como el resultado de la ilegalidad y que defiende la necesidad de combatirla con las armas.

Tanto Santos como Duque les atribuyeron la deforestación a los cultivos de uso ilícito, la minería ilegal y las disidencias, a pesar de que la evidencia científica responsabiliza a la ganadería y/o al mercado de tierras. Esas estrategias estatales han sido apoyadas, no siempre explícitamente, por un ambientalismo ingenuo, bien intencionado y poco crítico que justifica los medios con los fines. 

Considerando los problemas de la Operación Artemisa, es acertado entonces el objetivo de reemplazar el enfoque militar por una actitud más dialogante, que no estigmatice a los habitantes locales y que incorpore la dimensión socioeconómica de la deforestación. Este enfoque cuestiona los medios, pero tiene el reto de perseverar en los fines: disminuir la deforestación replanteando las estrategias. Las virtudes de este nuevo enfoque son al menos dos.

Primero, este enfoque puede ser más eficaz en el logro de sus objetivos que el uso de la fuerza. En zonas donde la deforestación es un fenómeno generalizado, porque los “grandes capitales” tampoco son los únicos responsables. Es mejor trabajar con la gente que contra ella. La cercanía con los habitantes locales puede ayudar, por ejemplo, a comprender por qué un ganadero o cocalero deforesta y a evaluar la eficacia de estrategias pasadas. Además, este enfoque podría facilitar el diseño de alternativas que permitan replantear modelos de desarrollo territorial basados en la ganadería extensiva, el extractivismo y los cultivos de uso ilícito.

Segundo, un nuevo enfoque puede servir para disminuir la intensidad de los conflictos entre el Estado y la gente en zonas donde, como diría Margarita Serje, la presencia estatal ha sido principalmente militar. Este cambio de enfoque tiene el potencial de recobrar la confianza ciudadana en el Estado, lo cual es necesario para construir una paz estable y duradera.

Sin embargo, no todo ha sido una equivocación. Como ocurre en otros campos, el nuevo gobierno tiene el reto de encontrar un balance entre la necesidad de cambio y la continuidad.

El nuevo enfoque necesita conservar el consenso político sobre los fines, es decir, sobre la importancia de disminuir la deforestación. La Operación Artemisa, con todos sus problemas, nunca los cuestionó. Es importante evitar que la necesidad de promover tanto el acceso a la tierra como el desarrollo de territorios históricamente excluidos, promesas del nuevo gobierno, termine minando el consenso sobre los fines. Sería un error que Colombia siguiera los pasos de países como Brasil, en donde el interés de impulsar el desarrollo agropecuario ha cuestionado la necesidad de contener la deforestación. Al negacionismo se puede llegar tanto por la derecha como por la izquierda.

Además, el nuevo enfoque debería conservar las capacidades técnicas e institucionales que el Estado ha construido en las últimas décadas. No hay que olvidar que hace tan solo 16 años la investigadora Dolors Armenteras, pionera en el análisis espacial de la deforestación, criticaba la incapacidad del Estado colombiano para medir el fenómeno. Afortunadamente, hoy conocemos los impactos ambientales de la deforestación; la cantidad de hectáreas de bosque que se pierden al año, el lugar en donde ocurre la pérdida y los nuevos usos que adquiere la tierra después de que caen los bosques. Sería entonces una equivocación desconocer estos importantes avances.

Teniendo en cuenta las limitaciones de la Operación Artemisa, es necesario promover un debate amplio para diseñar estrategias encaminadas a superar un enfoque basado en la conservación por medio de las armas. Este cambio de enfoque se debería dar preservando el consenso sobre la necesidad de reducir la deforestación y las capacidades técnicas e institucionales existentes. 

Profesor de carrera de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario. Doctor y magíster en Ciencia Política de la Universidad de Pennsylvania (EU), politólogo de la Pontificia Universidad Javeriana, abogado y especialista en derecho constitucional de la...