Hace un tiempo, Andrés Openhaimer escribió su libro “Basta de historias”, en el cual realizó un recorrido por países latinoamericanos y asiáticos, concluyendo que los latinos tenemos una obsesión con el pasado, mientras que los países asiáticos se proyectan hacia el futuro. Nuestros países se enfrascan constantemente en la revisión histórica, lo cual distrae de lo que debería ser nuestra principal prioridad: mejorar los sistemas educativos.

Es posible que los latinos regresemos al pasado porque hemos sido incapaces de cumplir con las promesas hechas. Intentamos hacer lo que no hemos hecho, con la esperanza de que ahora sí podamos cumplir con las promesas y sueños registrados en los libros de historia.

En el caso de Nariño, los líderes que participaron en la creación del departamento tuvieron razón en su lucha por la autonomía e independencia del Cauca. Sus proyectos de consolidar el departamento incluyeron la construcción de una eficiente y amplia red de vías de comunicación, que conectarían todas las provincias y ciudades de Nariño hacia el puerto de Tumaco en el Pacífico, alimentando el ferrocarril y unificando la infraestructura de transporte de los productos agrícolas, ganaderos y mineros.

Esto impulsaría las exportaciones comerciales internacionales del sur de Colombia, promoviendo la industrialización de Nariño y los departamentos vecinos. Aunque algunos de estos objetivos se han logrado después de más de 100 años de la creación del departamento, aún queda pendiente su pleno cumplimiento.

Uno de los errores graves fue no fortalecer el sistema ferroviario para Nariño y Colombia, lo cual sería la mejor alternativa de comunicación para el país y la región. También falta concretar la consolidación de la presencia universitaria en el territorio, pero con el nuevo plan de desarrollo propuesto por el presidente Petro se espera lograr este objetivo.

Como se puede observar, parece ser que la visión que se tuvo hace 100 años debe cumplirse en los próximos años, y es necesario plantear un nuevo enfoque para repensarnos y actuar como nariñenses. Hemos llegado a un punto en el cual no podemos depender de un proyecto pasado, sino que debemos proyectarnos hacia el futuro, teniendo en cuenta la realidad actual del mundo y de la economía.

En este sentido, hemos vivido con una concepción en la cual las fronteras físicas también se vuelven mentales. De hecho, la concepción de los límites territoriales no nos ha permitido avanzar hacia una visión global de Nariño, lo cual empobrece nuestra actitud hacia el mundo. Esto se ve reforzado por la histórica estigmatización, pero gracias a nuevas investigaciones, como el libro de Isabel Arroyo, se ha levantado cierto velo de ignorancia para revisar el papel de Nariño como corredor estratégico, o como lo describiría Simón Bolívar, como la puerta o la llave del sur.

Ahora bien, ¿cómo se debería construir el nuevo proyecto regional? ¿Quién debería liderarlo? ¿Cuáles serían los puntos mínimos o líneas estratégicas para avanzar hacia el futuro? ¿Cómo podemos superar un modelo heredado de dependencia de Bogotá? ¿Cómo podemos ir más allá de la trágica concepción de abandono estatal y empoderar a una región basándonos en su abundancia humana, ambiental, turística y estratégica? En última instancia, ¿cómo podemos deconstruir un modelo de pensamiento tradicional y marginal?

Para responder a estas y otras preguntas sobre el futuro de Nariño es necesario convocar a líderes, emprendedores e intelectuales interesados en este proceso, con el fin de repensar a Nariño y proponer nuevas líneas de trabajo que vayan más allá de las coyunturas electorales. No podemos insistir en el mismo modelo del pasado.

Mientras se van generando las condiciones y existen líderes interesados en este proceso, propongo la discusión sobre tres puntos.

Reconocimiento de la frontera de Nariño con el Asia Pacífico, ya que es una de las regiones más dinámicas del mundo y esto obligaría a desarrollar la economía azul en la región. Nuestra conexión con el Pacífico debe ir más allá de las fronteras tradicionales y debemos apostar en el mar como una autopista para el desarrollo endógeno, enfocándonos en las capacidades del territorio nariñense y en la sostenibilidad económica, cultural y política.

Aunque se pueda argumentar en contra, señalando que si no hemos logrado establecer una relación sólida con nuestras fronteras tradicionales, ¿cómo podríamos hacerlo con países asiáticos ubicados a miles de kilómetros?

Una respuesta posible es que necesitamos acercarnos a su modelo de desarrollo basado en la educación. Aquí es importante recuperar la experiencia del exembajador nariñense en Corea del Sur, Juan Carlos Caiza, para obtener ideas sobre cómo lograr un acercamiento dentro de las limitaciones y potencialidades que tiene el departamento.

Para ello, se requiere el desarrollo de la industria marina y la creación de una infraestructura adecuada para la pesca, acuicultura y transporte marítimo. Esto incluye puertos, muelles, infraestructura de procesamiento de pescado y embarcaciones, fortaleciendo la cadena de valor de la industria marina, desde la pesca y la acuicultura hasta el procesamiento y la comercialización de productos.

Se requiere inversión en tecnología y capacitación para mejorar la calidad y el valor de los productos marinos, así como para aumentar la capacidad de exportación. La región cuenta con una rica biodiversidad marina y costera, así como una rica cultura marítima y afrodescendiente. Se puede promover el turismo sostenible en la región para generar ingresos y empleo. De hecho, la Cámara de Comercio de Tumaco, liderada por Zaida Mosquera, promueve la construcción del Museo del Mar.

Se debe buscar independencia financiera y apostar por las nuevas economías basadas en la Ciencia, Tecnología e Innovación. Es necesario evaluar el centralismo y proponer la regionalización y globalización de Nariño. No podemos esperar soluciones desde el centro, ya que no llegan o lo hacen de manera ineficiente, lenta y sin participación.

Por eso, se requiere un modelo más centrado en las realidades territoriales que en la ideología política. Además, no se puede plantear una sostenibilidad financiera si no logramos pasar de la producción de bienes primarios a la agroindustrialización del campo y el mar. Asimismo, debemos profundizar la apuesta por la Ciencia, Tecnología e Innovación para abrir puertas y consolidar un modelo económico basado en la inteligencia de los nariñenses, donde la prosperidad económica esté basada en la riqueza cultural, la resiliencia y el talento humano.

Una gran apuesta de los líderes regionales es avanzar hacia la transición a un modelo educativo que promueva la educación bilingüe. Aunque el ministerio tiene el control total de los lineamientos educativos, es fundamental proponer una inversión considerable en el fortalecimiento docente, estrategias para mejorar la calidad de la infraestructura, financiamiento de doctorados y la creación de entornos que eviten la fuga de talentos.

Se requiere una universidad pública más enfocada en la construcción de la región desde una perspectiva territorial-productiva y con una oferta pertinente. Nariño necesita un centro de pensamiento que integre empresa, academia y Estado para reflexionar y diseñar modelos de políticas públicas, alternativas y apuestas estratégicas permanentes, con el fin de influir en la construcción de agendas públicas que impacten las acciones concretas del Estado.

En resumen, es necesario plantear un modelo de relacionamiento distinto con el país y el mundo, que permita el desarrollo del territorio y un proyecto regional que no se enfoque en relaciones dependientes de Bogotá, sino que nos lleve hacia el Pacífico, la educación, la autonomía y la Ciencia, Tecnología e Innovación.

Abogado, especializado en Derecho Constitucional y en Gestión Regional de Desarrollo, Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia y estudiante de la maestría en Planificación Urbana y Regional de la Universidad de Los Andes, con experiencia de más de 5 años en el sector...