Latinoamérica vive hoy una crisis social y económica que no da tregua. Protestas sociales, cambios de poder, transiciones violentas en los mandatos y muerte parecen ser la puerta de entrada al año 2023. Por eso, intentaré realizar un pequeño análisis de lo que está pasando, pero sobre todo de la oportunidad que representa este momento histórico.
La selva amazónica: un salvavidas para América Latina
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Casi como si estuviéramos en el fin del mundo, millares de personas con banderas de su país, movidas por una sensación de inconformismo, traición y fraude, se atrincheraron a las afueras de guarniciones militares con campamentos improvisados mientras aguardaban la llegada de más civiles o aliados.
¿Cuál fue el motivo? No aceptaron los resultados de las elecciones presidenciales y abanderados por su candidato y con el “apoyo” de algunos sectores de las fuerzas militares y comportamientos permisivos por parte de políticos.
Se gestó lo que la OEA consideró como “una irrupción golpista” ante un Gobierno que parece haber obtenido la victoria justa de la presidencia mediante el voto popular.
Y si ustedes se preguntan de qué país les estoy hablando, les cuento que esto sucedió en Brasil, y es considerado por el presidente Lula Da Silva como un acto que amenaza a la democracia y buscará a los responsables del mismo.
Así, a menos de un mes de la posesión de Lula como presidente, comienza uno de los retos más grandes: garantizar el orden y sacar de la crisis a un país que pide a gritos un cambio en su política social y económica.
En cierta medida, la toma del Congreso, que alberga las tres ramas del poder brasileñas, fue un acto casi apocalíptico en donde civiles destruían las instalaciones, protestaban y desconocían al nuevo presidente frente a unas fuerzas militares tibias e indiferentes ante lo que sucedía. Se ha cuestionado al expresidente Bolsonaro por incentivar el desconocimiento del nuevo Gobierno y la toma de acciones violentas contra el mismo. El 60% de la selva amazónica está en Brasil.
Pero si en Brasil hay actos "golpistas" de año nuevo, en Perú las cosas no parecen estar mejor. Hace por lo menos un mes el país está en una profunda crisis después de la detención de Pedro Castillo al tratar de diluir el Congreso.
Con la llegada de Dina Baluarte a la presidencia se han venido presentado manifestaciones en diferentes regiones del país a las que la mandataria ha respondido con violencia, generando una crisis aún mayor.
Con la detención de Castillo, un Congreso desprestigiado y un país en llamas diferentes sectores campesinos y sociales anunciaron un paro indefinido que busca 1) el cierre definitivo del Congreso, 2) adelantar las elecciones presidenciales y 3) la creación de una nueva constitución.
Ante las protestas, según diferentes medios de comunicación, el Gobierno ha respondido con agresión militar y exceso de la fuerza. Estos hechos están siendo objeto de investigaciones por parte de diferentes ONG’s y misiones internacionales de derechos humanos, pues en tan sólo en un día de manifestaciones se reportaron por lo menos 18 muertos.
A la fecha, y con diez días seguidos de protesta social, el número de muertos asciende a por lo menos 42. Perú, al igual que Brasil, sufre una polarización tan profunda que ha generado conflictos armados internos: Gobierno versus sociedad civil. El 13% de la selva amazónica está en Perú.
Quizá para muchos de los colombianos que puedan llegar a leer esta columna no es difícil imaginar las escenas descritas. La protesta social, el uso excesivo de la fuerza, desaparecidos y civiles y militares muertos en jornadas de manifestaciones eran noticias que hace poco se veían en medios de comunicación y que inundaban las redes sociales en nuestro país.
Seguido a ello, las disputas ideológicas y unas elecciones presidenciales históricas generaron una polarización de antaño y lo que hoy se conoce como un Gobierno progresista o alternativo para la historia, el primero del país.
Ahora, con serias intenciones de trabajar por el desarrollo social y económico, la paz se ha vuelto un estandarte y una consigna para la construcción y consolidación de Colombia como potencia mundial de la vida.
Si bien lo anterior es cierto, las cosas con el ELN no han sido fáciles, el país intenta sacar la cabeza y tomar bocanadas profundas de aire que nos permitan superar la crisis económica que significa una lucha a tiempo completo. El 10% de la selva amazónica está en Colombia.
Pero lo más sorpresivo fue que en Venezuela en medio de una crisis generalizada, con un Gobierno señalado por la comunidad internacional como un régimen y con la esperanza en el Gobierno interino de Juan Guaidó, que representaba la lucha y la intención de restablecer la democracia en ese país, el 5 de enero de 2023, después de cuatro años de constante “lucha” la era de Guaidó llegó a su fin.
Sí, tres partidos de la oposición solicitaron un cambio de liderazgo pues consideraban que ese Gobierno había dejado de ser útil. Así mismo, Enrique Capriles afirmó que “ese Gobierno es una política que fracasó y un sistema que beneficia a un puñado de dirigentes y no a los ciudadanos”.
Entonces, siendo esta una figura constitucional ¿cuáles fueron los logros tras 4 años de trabajo? En vilo quedan muchas dudas sobre el manejo de recursos y bienes asignados para ese Gobierno interino que, aunque ha pedido el cambio de Guaidó como representante, no quiere decir este que se haya acabado. Al contrario, se ha elegido una nueva directiva que por supuesto, seguirá liderando el frente de batalla desde el extranjero.
¿Es el fin de la era Guaidó una victoria para Nicolás Maduro? Por supuesto que lo es, y aunque se espera que la oposición nombre a un nuevo candidato presidencial para las próximas elecciones, el lento crecimiento de la economía venezolana, la reactivación del intercambio comercial fronterizo con Colombia y la exportación de petróleo a EE.UU. parecen ser pequeñas victorias para un Gobierno impopular que ha generado la migración de por lo menos 7 millones de sus nacionales.
¿Será el 2023 el principio de la reactivación económica venezolana? Recordemos que Venezuela también comparte, aunque en menor medida, parte de la selva amazónica.
Sólo van 16 días del 2023 y han sucedido muchas cosas que nos preparan o nos dan luces sobre lo que podría ser el resto del año. Lo curioso de todo esto es que algunos de los países latinoamericanos están entrando en crisis, otros intentan enfrentarla y otros suponen ha sido una etapa superada.
También, que los mandatarios de los mismos, junto a Bolivia y Ecuador que por estos tiempos han vivido tensiones sociales y políticas, son de corte alternativo (que también comparten selva amazónica), de izquierda, progresista o como lo quieran llamar, al final, es como si se estuviera gestando una nueva Latinoamérica que supongo nos llevará a mejores condiciones de vida.
Pero no menor es ver la implicación que tiene la selva amazónica en medio de todo esto. Brasil, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela parecen ser ahora aliados (así sea desde el mapa) que tienen la propiedad del pulmón del mundo y lo que se constituiría como una esperanza de vida a futuro.
Esta selva no sólo es una reserva de recursos naturales, también es clave para estabilizar y regular el cambio climático a nivel mundial debido al vapor de agua que se genera allí. Palabras más, palabras menos, lo que tienen estos presidentes en sus manos es más valioso que todo el oro del mundo.
¿Serán consientes los mandatarios de lo que significa esto? Ahora debe aprovecharse el momento, yo me imagino una ruta andina, una real, en donde todos empujen hacia el mismo lado y en donde salgamos en conjunto de la crisis que parece insuperable. Eso sin contar que, así como tenemos selva amazónica, este territorio tiene petróleo para tirar pal techo, por donde lo miremos, estamos ante una oportunidad única.
Eso sí, el precio de tener estos Gobiernos (alternativos) y sus crisis actuales se sigue viendo reflejado con la devaluación y/o volatilidad de su moneda. ¿Qué pensarán las demás potencias económicas de este nuevo “movimiento”? ¿Estarán de acuerdo con la llegada (inevitable) de estos nuevos Gobiernos al poder?
O por el contrario ¿la comunidad internacional usa el dólar como castigo frente a estas presidencias alternativas porque las ven como amenazas? ¿Es ahora nuestro territorio imprescindible para la lucha del cambio climático?
¿Somos nosotros los dueños de la selva amazónica y por tanto los dueños del oxígeno? ¿Qué posición tiene ahora Latinoamérica cuando se habla de cambio climático? ¿Se podrán estabilizar estos países latinoamericanos y hablaremos de una nueva era de oportunidades, crecimiento económico y bienestar social?
El 2022 fue un año difícil a nivel mundial. Seguimos curando las bastas heridas de la pandemia y luchamos contra una inflación que parece no tener quien la pare. Ahora, para el 2023 las cosas parecen que no han iniciado del todo bien y los retos parecen hacerse más grandes. Algunos medios especializados estiman un año fuerte, pero con tendencia, aunque sea leve, a mejorar y procuran que el 2024 sea el año de recuperación.
La intención de todo esto, es tener una idea globalizada de lo que está pasando en nuestro territorio. Con Boric, Chile se ha unido a un panel presidencial importante que ahora busca hacer de América Latina una potencia y quizá lo logre.
De pronto, esta sociedad sirva como catapulta para economías en crisis como la de Argentina y Venezuela y por qué no, para todos los países latinos. Eso sí, parece que ahora Latinoamérica podría llevar un discurso unificado ante los demás continentes pues quizá ya no somos esa porción de territorio fraccionado por políticas económicas e ideológicas, quizá ahora podemos liderar discusiones importantes que busquen reemplazar la política de la guerra por la de la paz.
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