Las heroínas en Colombia sí existen: cuidan nuestros ríos y bosques

Las heroínas en Colombia sí existen: cuidan nuestros ríos y bosques
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Cerros de Mavicure, Guainia. Archivo personal.

La rutina diaria de María iniciaba a las 5:00 a.m., cuando los pájaros azulejos, tangaras, curillos y guacamayas se alborotaban alrededor de los árboles de camucamu, compitiendo por los cerezos más amarillos. Esos sonidos funcionaban como un despertador natural para la familia Cruz-Cote.

María Cote era responsable de cuidar los cultivos de yuca, plátano y sandía, y supervisaba de cerca el crecimiento de los cerdos, cabras y gallinas en su parcela ubicada en el inicio del Chiribiquete, entre las cuencas de los ríos Orteguaza y Caguán, en el municipio de Solano, Caquetá.

Una vez finalizadas sus tareas en el campo María se dedicaba a caminar durante dos horas diarias por los bosques húmedos tropicales que rodeaban su propiedad. Su objetivo era proteger los árboles de la amenaza de aquellos que extraían ilegalmente dos especies preciadas en el mercado negro de madera: el carbón y el marfil.

En los meses previos, María había sido testigo de la llegada de nuevos colonos a su municipio con la intención de obtener ganancias a través de la explotación ilegal de madera, el cultivo de la coca y la minería. Para María, esto era un mal presagio no solo para ella, sino también para las selvas que consideraba como una parte integral de su familia.

Ella había sido formada con un sentido ecologista -sin que fuera consciente de ello- por las tradiciones de los indígenas Kariguaje, quienes consideraban a los bosques como seres superiores al hombre, con sabiduría propia y a quienes se debía consultar antes de acceder a ellos.

Con determinación, María decidió enfrentar dicha situación y organizó a las mujeres de la comunidad de El Porvenir, quienes tomaron dos decisiones importantes.

  1. Realizar brigadas para proteger los árboles de marfil abrazándolos para evitar que fueran talados por los madereros.
  2. Evitar que los hombres de la comunidad trabajaran en las minas o cultivos ilegales.

Gracias a estas medidas, la comunidad pudo proteger su entorno natural y hacer frente a la explotación ilegal de los recursos de la región por un tiempo.

Sin embargo, la presencia de las mujeres se convirtió en un obstáculo para los madereros y mineros, quienes no pudieron expandir sus actividades en la zona, por lo que las amenazas no tardaron. A medida que la lucha de María se intensificaba, también aumentaron las intimidaciones en su contra.

En un domingo de mayo, hombres encapuchados irrumpieron en su casa y la secuestraron violentamente gritando que ella había sido advertida. Desde entonces, nadie ha tenido noticias de ella y la comunidad teme denunciar lo ocurrido por miedo a sufrir el mismo destino.

Mujeres y la protección de ecosistemas

La tarea de proteger los bosques, ríos, animales, desiertos y montañas ha estado a menudo en manos de las mujeres a lo largo de la historia de la civilización humana, especialmente después de que nos volvimos sedentarios y establecimos comunidades con trabajos especializados.

No en vano, en varias comunidades indígenas en América consideran a la naturaleza en un sentido femenino entendiendo que les une la fertilidad, por lo que es común encontrar enfoques de género en conceptos tomados de dichas cosmologías como Abya Yala o Pachamama.

Sin embargo, esta relación va más allá, ya que se considera que las mujeres tienen una sensibilidad mayor, poseen destrezas más finas para comprender las conexiones físicas y espirituales, y cumplen un rol esencial en la transmisión del conocimiento del cuidado de la naturaleza.

Colombia, mujeres y conflictos ambientales

La historia de María es cada vez más común en las diferentes regiones de Colombia. Hay mujeres en el Cauca que defienden los ríos de la minería ilegal, mujeres en Antioquia que protegen los ríos de la construcción de embalses, mujeres en el Catatumbo que luchan por la conservación de los bosques frente a los cultivos ilícitos, mujeres en el Tolima que defienden los páramos de la cordillera central de los Andes ante la expansión ganadera, y mujeres en la Guajira que luchan por preservar el cauce de los ríos frente a la minería.

Así las cosas, cada conflicto socioambiental que se presenta tiene un rostro femenino detrás de él. Las mujeres han demostrado tener una gran capacidad para liderar y organizar movimientos sociales que defienden los derechos ambientales, por lo que el incremento de conflictos socioambientales en Colombia se encuentra relacionado con la toma de liderazgo de las mujeres en el activismo ambiental.

Sus causas son las de sus antepasados que forjaron una relación con los territorios de armonía y respeto, pero también son las de sus hijos, quienes necesitan unas condiciones ecológicas estables para sobrevivir.

Muchas de quienes se atreven a oponerse a proyectos extractivos consideran que sus luchas también tienen que ver con la reivindicación del papel de las mujeres en la protección de territorios, que por generaciones les ha correspondido a ellas. Su papel en la protección del ambiente en Colombia requiere ser visibilizado.

Mujeres, liderazgo e instituciones

No obstante, en nuestras sociedades patriarcales la relación de las mujeres con la naturaleza no siempre ha sido reconocida y valorada por la sociedad.

A menudo, las mujeres han sido excluidas de los procesos de toma de decisiones relacionados con el medio ambiente y la gestión de los recursos naturales, como se observa, por ejemplo, en el Ministerio de Ambiente donde solo en 29% de los casos ha estado en cabeza de mujeres; o en el caso de las corporaciones autónomas regionales, donde actualmente solo el 21% está liderada por ellas.

Y aunque las mujeres ambientalistas vienen ganando representación en los escenarios de poder nacional con roles tan importantes como la Vicepresidencia de la República con Francia Márquez y la cartera de Ambiente con Susana Muhamad, miles de mujeres siguen dando luchas invisibles desde las regiones colombianas.

Algunas logran reconocimiento por los triunfos de sus luchas, pero muchas otras permanecen en el total anonimato, como María, y han pagado con sus vidas el atreverse a levantar la voz contra las injusticias socioambientales.

En este mes de marzo, queremos expresar nuestro agradecimiento por el trabajo de las mujeres en defensa de los ríos, bosques y biodiversidad. Reconocemos que su lucha es también la nuestra, pedimos al Estado que las proteja y les brinde garantías en ese valioso ejercicio ciudadano y que su activismo no sea una condena de muerte. Ellas son las verdaderas heroínas en Colombia.

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