Las negociaciones con el ELN: ¿una paz a la vuelta de la esquina?

Las negociaciones con el ELN: ¿una paz a la vuelta de la esquina?
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No hay duda que la llegada al poder de Gustavo Petro está acompañada por unas expectativas de renovación y cambio, tanto por la designación de nuevas personalidades y figuras en la batería institucional como por la apuesta que hay para darle trámite negociado a ciertos conflictos violentos, en lo que algunos llaman la paz integral o total.

En efecto, uno de los puntos de partida para lograr darle fin al capítulo violento de la historia colombiana es la cuestión del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Y así como muchos temas están atravesados por esta nueva atmosfera, el del ELN no ha sido ni ajeno a este desbordado optimismo al punto que algunos se atreven a sostener que la paz con esta guerrilla puede ser un proceso bastante exprés porque hay tanto voluntad política como un escenario de oportunidad propicio.

Contrario a lo que amplios sectores sociales, investigadores y personas que impulsan la salida negociada, consideramos que la paz con el ELN no está a la vuelta de la esquina. Estimamos que estamos frente a una negociación más compleja y difícil de lo que se tiende a señalar. Variados puntos sostienen nuestro argumento sobre esta dificultad, y más que fundamentarse en el deseo de la paz, están basados en evidencias y constantes históricas que nos llevan a pensar que estamos por recorrer un camino bastante largo. En nuestra opinión hay cuatro limitantes y obstáculos para las futuras negociaciones.

1.El federalismo asimétrico del ELN

Trabajos previos, así como otros más recientes han llamado la atención que tiene la impronta federal del ELN tanto para hacer la guerra como la paz. Su carácter federado asimétrico no es resultado de una política fundacional ni de un diseño organizacional, sino resultado de la forma como se recompuso el proyecto armado a mediados de los años ochenta: agregando y centralizando emprendimientos armados inconexos entre sí. Así, su federalismo no se expresa en una falta de unidad o fragmentación del grupo, todo lo contrario, habla de una multiplicidad dentro de una unidad que se manifiesta en problemas de coordinación y acción colectiva para actuar de forma conjunta frente a objetivos o metas concretas, ya que pueden ir en contra de los intereses o visiones de algunas de sus estructuras.

Quienes cuestionan esta premisa aluden a los paros armados y ceses al fugo como prueba y evidencia tanto de su unidad, como coordinación e integración. Si bien estos ejemplos dan constancia de estos atributos, no son los más acertados porque son casos extraordinarios, que no le crean reales dilemas organizacionales a la insurgencia y el en fondo muestran un sesgo de elección (cherry picking), que no es más que tomar ejemplos, casos o sucesos que confirman una premisa y cierta posición, pero a la vez ignoran las evidencias e información que podrían cuestionarla.

Es cierto que los ceses al fuego, así como los paros demandan y exponen una coordinación nacional organizacional tanto para hacer la guerra como para silenciar y bajar los fusiles, pero al tiempo son acciones o modalidades operativas que no ponen en aprietos ni en profundos dilemas a la organización. Primero, no demandan esfuerzos humanos y materiales de largo aliento; segundo, pueden servir como incentivo interno y externo para desvirtuar el carácter federado de la guerrilla y sus problemas; tercero, en el caso de los paros armados solo participan las estructuras con capacidad operativa real; cuarto, son decisiones y consensos que no requieren ni los mismos debates ni deliberaciones como otros de mayor calado como un proceso de paz.

En resumen, los ceses al fuego y los paros armados para el ELN son sucesos que no demandan más de una semana o meses, pero no se instalan como coyunturas críticas que determinan la trayectoria organizacional del grupo. No en vano, lo que muestra la literatura internacional es que los momentos y/o episodios definitorios son los procesos de expansión territorial y de pie de fuerza, los de repliegue militar, las estrategias militares de larga duración o los procesos de paz. Esos eventos son los que realmente ponen a prueba el andamiaje organizacional del grupo armado y cómo, de acuerdo a sus rasgos, los resuelve, facilita o complica aún más las cosas.

Tomando casos concretos que fortalecen nuestro argumento y contrastan con el de aquellos que defienden la unidad y coordinación del ELN, basta recordar la vinculación discrecional con las redes políticas en Arauca en los años ochenta, a pesar de la política abstencionista nacional y las acciones armadas inconsultas, que ha hecho el Frente Guerra Oriental a lo largo de su historia; los problemas de coordinación en la Campaña Vuelo de Águila, a mediados de los años noventa; las diversas escisiones y disidencias del grupo (ERP, EGR, CRS); los endémicos problemas y limitaciones del Coce y la DN para centralizar y redistribuir recursos; los problemas de división interna en torno a la búsqueda a una salida negociada con Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, que no son ni más ni menos que cuatro intentos fallidos. También, la brecha discursiva de la comandancia con el anatema de la coca.

Estas situaciones no solo han demandado un real consenso, unidad y coordinación de forma sostenida en el tiempo (no en días ni meses), asimismo lo único que terminaron dejando fue expuestas sus grietas.

2. ¿Los precedentes importan?

Podemos decir que la llegada al poder de Gustavo Petro marcará muchos precedentes en la historia del país, siendo el tema de la paz uno de ellos. A pesar de esto nos surgen dos interrogantes. Primero, el ELN nunca ha negociado ni entablado diálogos con sectores alternativos o de izquierda. No hay una sola experiencia de la cual partir o tener un referente. Segundo, la ausencia de un enemigo o adversario en la mesa es un elemento crucial para negociar.

Respecto al primer punto, podemos decir que las únicas experiencias que tenemos no son propiamente con sectores alternativos ni de izquierda. Primero, el ELN se negó a entablar cualquier diálogo con las administraciones Betancourt y Barco, las más progresistas de su tiempo, y con los gobiernos de Gaviria Samper, Pastrana y Uribe no se pasó de la fase exploratoria. Así, solo tenemos un antecedente de negociación claro y fue el de la administración de Juan Manuel Santos: en este episodio estaban más o menos claras las reglas de juego en cuánto a qué se podía negociar y hasta dónde.

En el gobierno de Petro no solo no tenemos esta claridad, claro es muy temprano para saberlo, sino que, también, sus apuestas y banderas pueden dejar sin piso reivindicativo al ELN, lo que podía ir en contra de la mesa. En particular, su llamado a sociedad civil se puede ver impactado por los diálogos regionales, de ahí que una clave sea la forma cómo se vinculen con la mesa. Pero, también podemos señalar el giro al tema minero energético y las estrategias para fortalecer la institucionalidad en sus zonas de influencia.

En cuanto al segundo punto, en vista de la hiperideologización de algunos de sus cuadros un acuerdo de paz, presumiblemente, tendría más posibilidades de éxito con sectores de derecha que con alternativos o de izquierda: los comandantes tendrían más que mostrar, en términos simbólicos, al percibir que lograron una conquista o una especie de equilibrio dinámico de fuerzas con su adversario. No sobra señalar que toda negociación de paz pasa por un plano simbólico, sobre todo para los considerados guerreros. En el caso del ELN, para Pablito o Antonio García, en términos subjetivos, no tendría el mismo valor ni reconocimiento lograr concesiones frente a los segmentos que representan la derecha de este país que frente a la izquierda democrática. Además, la literatura nos demuestra que, frecuentemente los moderados tienen más problemas con las negociaciones que los “duros”, porque con los duros existe la amenaza real del uso fuerza si todo naufraga, mientras que los moderados dan impulso a los spoilers externos que quedan fuera del juego.

Necesitamos aparte de la importante y la necesaria inclusión y representación de sectores afines a las organizaciones sociales, de la defensa de Derechos Humanos, a personas que sean del establecimiento para que haya representación de la línea política dura y tradicional de este país en la mesa; algo que también podría quitarles cohesión a los segmentos opositores del establecimiento, de la Fuerza Pública y de los gremios económicos.

3. No es el mismo ELN de hace cuatro años

Diversos trabajos, informes, estudios, etc. han mostrado que este ELN no es el mismo de hace cuatro años. Ahora bien, más allá de este robustecimiento territorial, militar y organizacional, poco se ha dicho de cómo estos acumulados se reflejarían tanto en la mesa como en sus pretensiones y demandas.

A pesar de haber sido golpeado estratégicamente por la administración Duque en Chocó, Cauca y el sur de Bolívar con la muerte de miembros de la Dirección Nacional y de las respectivas Direcciones de Frentes de Guerra, el ELN que llega a esta mesa se instalaría con un importante acumulado político-militar, especialmente en el Catatumbo, Arauca y Venezuela. Esto indica un cambio en la correlación de fuerzas con respecto al proceso que iniciaron con Santos e influirá en sus pretensiones políticas y sus tiempos de negociación. No en vano, es de amplio conocimiento las ínfulas maximalistas que tiene a la hora de hablar de paz al querer hacer una revolución por contrato en temas alrededor del modelo desarrollo económico, el tema minero-enérgetico o el tipo de democratización regional-local.

4. Grupos armados como el ELN crean grandes dificultades a la hora negociar

Diversas experiencias del mundo, así como los precedentes particulares con esta insurgencia muestran que las organizaciones que tienen un carácter federado, así como un alto componente hiper-ideologizado, son los casos más difíciles de negociar y los grupos que mayores problemas acarrean para llegar a consensos sobre los que se quiere abordar y trabajar.

En efecto, debemos tomar en serio la idea de la resistencia armada, pues más allá de que cada día en armas sea una victoria para los miembros del ELN, esta postura también puede tener implícito que incentiva la perpetuación de un “círculo virtuoso” para que se dé su permanencia en el mundo de las armas: no solo no son derrotados militarmente y tienen una gran capacidad de recomposición, de la misma forma, la resistencia armada garantizaría y daría la cohesión que no logran vislumbrar en la paz. No en vano, hemos visto cómo la guerra para algunos grupos es un pegamento lo suficientemente fuerte para mantener juntos a diversos modos organizacionales, pero este pegamento se tiende a flexibilizar o incluso a debilitar en los tiempos de negociación y paz. Solo basta ver el caso de las Farc, tanto en sus disidencias como en el mismo partido, para tener idea de los retos y dilemas que enfrentra un grupo armado en su transición al juego democrático.

¿Por qué es importante la salida negociada?

Con estos puntos queremos resaltar otros elementos que no han sido señalados a la hora de hablar de la dificultad que puede acarrear una paz con el ELN.

Un factor que señalamos acá es que más allá de creer en la real voluntad del ELN, no es el mejor punto de partida tomar los comunicados del Coce o de un mano medio con evidencia y prueba de voluntad real. En efecto, debemos tomar sus declaraciones con pinzas ya que en varias ocasiones estas han sido contradictorias frente a la realidad concreta. Podemos tomar los casos de su vinculación con la economía de la coca o de su presencia en Venezuela.

Por otro lado, la paz con el ELN es imperativo tanto para el Estado colombiano como para nuestra sociedad: necesitamos cerrar este capítulo insurgente para atender problemas de más hondo calado y de mayor importancia que tradicionalmente habían sido opacados por el conflicto armado. En efecto, el proceso de formación estatal jalonado por las guerrillas hizo que la batería institucional se desplegara con un énfasis marcadamente militarista que se debe corregir y que ayudará a sustanciar al Estado en las zonas periféricas del país. De ahí la importancia de la paz con esta guerrilla porque puede ser la primera punta de lanza.

Adicionalmente, vemos lejana la derrota militar de esta guerrilla, ya que ha demostrado en más de dos ocasiones que es capaz de resurgir de las cenizas. No obstante, también debemos ser cautos, ya que la sola voluntad política del Estado y sus representantes no es prenda de garantía para que un proceso de paz sea exitoso. Hay muchas variables en juego que, dependiendo de cómo se vinculen, pueden llevar todo al traste o un rotundo éxito. 

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