Luego de nominar a James Speed para que llenara la vacante de ministro de justicia que Edward Bates dejaba, el presidente Abraham Lincoln dijo de su candidato que “descubrirán que es uno de esos hombres bien preparados, no demasiado comunes aquí, que no se dejará estropear por una gran oficina”.
Las transiciones de la ministra Irene Vélez

Es cierto, esas personas son poco comunes. Creo que la mayoría de quienes hemos ostentado algún cargo de poder en nuestras vidas la hemos “embarrado” en algún momento cuando llegamos por primera vez al cargo; más entre más importante sea el mismo y más grande sea la oficina.
Pienso yo que la señora ministra Irene Vélez no es la excepción a esa regla casi generalizada. De ninguna manera podía ser fácil para una joven profesora -con oficina de profesora, sin gente a cargo y relativamente desconocida para los colombianos- llegar a un ministerio de la noche a la mañana, ostentar de repente una buena dosis de poder y estar expuesta a la mirada de 51 millones de compatriotas.
Desaciertos ha tenido la doctora Irene, pero aquí no voy a hablar de todos estos, sino, entre otras cosas, del hecho cierto de que Irene Vélez empezó su gestión con un gran acierto: su apremio en ponerle el acelerador a la transición energética. Así muchos lo quieran ocultar, el cambio climático es una realidad palpable que hay que enfrentar con el adecuado sentido de urgencia, no con paños de agua tibia.
En el camino la ministra Vélez ha aprendido que no se puede dejar obnubilar por el poder y que su objetivo lo conseguirá más rápido si busca consensos y trabaja en equipo, no solo al interior del gobierno, sino con toda la sociedad, incluyendo al sector petrolero y al de las generadoras de energía.
En seis meses ha habido una transición por parte de la doctora Irene. De académica y apasionada activista ha pasado a ser casi un modelo de sensatez, pragmatismo, preparación y espíritu colaborativo.
Por lo menos para algunos esa fue la impresión que nos dejó la estupenda entrevista que le dio a Vicky Dávila en Semana hace 10 días. Recomiendo leerla toda. Sí, así Vicky les produzca escozor a algunos, la recomiendo.
Pero, como sabemos, de un punto a otro del recorrido de su transición ha tenido salidas en falso.
De todas estas me referiré sólo a una, quizás la más grave, según mi criterio. Fue aquella cometida en la Comisión Quinta de la Cámara de Representantes.
“Este es el ministerio de la gente, este es el ministerio de Minas y Energía de quienes votaron por un cambio, de quienes votaron por cuidar la casa grande, de quienes votaron por la justicia ambiental, por la justicia social, por la paz total”, dijo la ministra.
Si tenemos en cuenta todas las personas habilitadas para votar en las pasadas elecciones, un 71,05% de personas no votó por todo lo que dijo ella en la Cámara. La señora ministra es una ministra del Estado, es ministra de todos y los cambios debe hacerlos con todos y para todos. Eso parece ya haberlo entendido, a la luz de la citada entrevista y de sus más recientes reuniones y trinos. ¡Bienvenida esa transición!
Y bueno, la transición personal de la ministra será fundamental para llevar a feliz término la otra, la Transición Energética (TE). Ambas transiciones deben confluir en el mismo objetivo: contribuir de manera significativa a la lucha contra el cambio climático.
Hablemos ahora de esta otra transición. Y me voy a referir a ella señalando lo positivo y lo negativo del documento del “diálogo social para definir la hoja de ruta de la transición energética”, donde creo yo que está claramente plasmado el enfoque que el gobierno quiere imprimirle a esa hoja de ruta.
Lo positivo
- Los cuatro principios en los que se basa son todos muy pertinentes: 1) la equidad, 2) la gradualidad, la soberanía y la confiabilidad, 3) la participación social vinculante y 4) el conocimiento.
- El segundo principio que acoge es el de mayor importancia porque toda transición energética “debe llevarse a cabo mediante la sustitución gradual de las fuentes de energía fósil por fuentes de energía renovable, garantizando la soberanía y la confiabilidad energética, y la estabilidad económica del país”. Esta aproximación debe darles tranquilidad a los que tanto le temen a la transición energética.
- Positivo el énfasis en la eficiencia energética. No toda la energía producida se va en atender la demanda. La mayoría se pierde en el camino por ineficiencias en la producción, la transmisión, la distribución y la demanda. Mayor eficiencia significa tener más energía disponible para la misma capacidad instalada.
- Se menciona a lo largo del documento la necesidad de fomentar el hidrógeno verde. Se acierta cuando se resalta que para su producción no solo las fuentes de energía renovable son importantes, sino también las fuentes hídricas. Y también se atina al contemplar los posibles usos del hidrógeno.
- Muy acertado también el nuevo enfoque de trabajar en la construcción de pequeñas, micro y picocentrales hidroeléctricas. Estas centrales tienen dos sólidas ventajas sobre las grandes centrales: tienen menor impacto ambiental y pueden construirse más rápido y más cerca de las comunidades apartadas.
- Se demuestra que hay un entendimiento de lo que significa la electrificación y sus ejes fundamentales: el acoplamiento de sectores, el almacenamiento de energía y la digitalización de la operación.
- Por último, quiero destacar que, a diferencia del Plan Energético Nacional de la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme), el documento le da la correcta importancia al Costo Nivelado de Energía (Lcoe, por sus siglas en inglés), un modelo que se usa a nivel internacional profusamente para los análisis económicos de los distintos escenarios.
Lo negativo
- Las fuentes de energía renovable más difundidas, la eólica y la solar, son altamente variables, como lo es la hídrica aunque en menor escala. Hoy en día las que compensan esta variabilidad dándole estabilidad al sistema son las centrales basadas en combustibles fósiles. Un sistema estable no puede basarse exclusivamente en fuentes variables aun si cuenta con sistemas de almacenamiento. La manera más limpia de reemplazar las centrales térmicas de hoy es usando energía nuclear. El documento no contempla esta fuente de energía como parte de la hoja de ruta de la TE. Esto es un gran error.
- El documento refleja una visión errónea de la problemática en cuanto a que parece plantear que el centro de la discusión está en la producción de combustibles fósiles, cuando realmente está es en la demanda de estos. Si se acaba la demanda de hidrocarburos en el mundo se acaba su oferta. Aquí debe jugar un papel primordial la electrificación de toda la demanda que sea “electrificable”.
- A las comunidades energéticas, además del componente social, hay que imprimirles racionalidad de carácter técnico. Es importante entender el modelo jerárquico de agregación de demanda y las opciones para impulsar la demanda agroindustrial que promueve el desarrollo en los territorios apartados.
- Si bien se mencionan los usos del hidrógeno, se toca el tema de manera tangencial. En el documento final de la hoja de ruta se deben detallar no solo los usos finales (aviones, buques, trenes, camiones de carga pesada, montacargas, industrias químicas, de cemento y siderúrgicas, etc.), sino que se debe abordar en detalle lo requerido para su producción, almacenamiento y transporte.
- Si se trata de construir sobre lo construido, ¿por qué no se hace ninguna referencia al Plan Energético Nacional 2020-2050 de la Upme? Allí se modelaron cuatro escenarios de los que se pueden rescatar cosas importantes. Además, los gobiernos de Santos y Duque sacaron leyes y decretos que direccionan la necesidad de emprender la TE. Estos deben servir de base. ¡Hay que construir sobre lo construido!
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