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La parafernalia zalamera con la que El Frente defiende (y ha defendido siempre) a los clanes políticos más contaminados del departamento, aunque habitual y casi siempre inocua, no deja de ser un atropello a las normas básicas del periodismo.

Leo en el editorial de El Frente del pasado 4 de enero lo siguiente: “La tragedia que está viviendo el coronel (R) Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo, privado de la libertad por orden judicial, víctima de sus malquerientes que han querido mancillar su honor, es muy parecida a la que han sufrido numerosos líderes de Santander, algunos de ellos asesinados por la subversión y el terrorismo, a cuenta del odio y la envidia que se dan silvestres en este departamento”. Lo primero, por supuesto, es una especie de incomodidad, una indignación y una náusea que no se detienen porque más adelante se pueden leer otras cosas. Cosas como esta: “La gloria de haber elegido a sus dos hijos, Richard y Mauricio Aguilar, como gobernadores del departamento, en medio de la competencia descomunal que ha tomado fuerza cada cuatro años, tiene un precio muy alto cuando se juega la vida en los escenarios democráticos”.

La parafernalia zalamera con la que El Frente defiende (y ha defendido siempre) a los clanes políticos más contaminados del departamento, aunque habitual y casi siempre inocua, no deja de ser un atropello a las normas básicas del periodismo, a su rigor y a su distancia con toda forma de poder. El editorial citado es solo la punta visible de un diario que se ha pasado sus décadas haciéndole favores a los nombres más lamentables de nuestra triste historia política: a los conservadores, por supuesto, que lo usaron para avivar un fuego que luego no supieron apagar, a los gamonales, a los liberales y sus alcaldías olvidables, y en los últimos años, sin ningún sonrojo, a Hugo Aguilar —condenado por sus vínculos con el paramilitarismo y hasta por lavado de activos— y sus hijos, y a Didier Tavera —que no puedo terminar su gobernación por las irregularidades del PAE—. Y todo, además, sin distinciones ni prevenciones: informaciones que no son otra cosa que opiniones y sesgos y noticias amañadas para atacar a los enemigos de sus protegidos. Se puede tener una línea editorial, claro, y defenderla desde la libertad de expresión, claro, pero entre eso y el panfletismo mediocre que practica El Frente hay mucho, muchísimo trecho.

Un repaso superficial ofrece la medida de las cosas. Notas que celebran el cumpleaños de Aguilar y agradecen su “ardua labor y compromiso con Santander” —¿el mismo tipo de compromiso por el que se declaró insolvente para responderles a las víctimas?— y noticias en la sección política que lo victimizan y lo muestran como un pobre hombre, siempre perseguido y hostigado; editoriales que reciben al nuevo gobernador (cuya campaña fue cubierta con evidente sesgo y favorabilidad) como un administrador “convencido y eficiente”, a pesar de que nunca ha ocupado un cargo administrativo y otras que despiden al saliente como un gran ejecutor, sin cuestionamientos ni irregularidades de ningún tipo; exalcaldes que de pronto se despachan en las páginas de información política como si se tratara de una columna de opinión, sin ningún respeto por la lectora. El compendio se pone más turbio, más irritante, si se va al detalle. Hay columnistas que siguen hablando de la ideología de género (una de las mentiras más grandes que se ha inventado el fanatismo de derecha en los últimos años), siempre desde el prejuicio y el odio, y notas difusas que se presumen informativas, como aquel escupitajo homofóbico de 2017 que relacionaba de buenas a primeras, y lejos de cualquier rigor, el homosexualismo con el abuso de menores. Lo mismo pasó con una nota breve en portada de julio del año pasado titulada —atención a esta barbaridad— “El homosexualismo ha disparado el sida”: una andanada de inexactitudes sin fundamento ni fuente que confunde información con opinión y que relaciona el sida con lo que llama “el auge del homosexualismo en Colombia” y hasta con los migrantes venezolanos. Y ni hablar de sus análisis y opiniones internacionales según las cuales, por ejemplo, Alberto Fujimori —un hombre preso por crímenes de lesa humanidad— “le dio paz” a Perú y Keiko, su hija —una mujer investigada por lavado de activos y a la que le esperan, por lo menos, dieciocho años de cárcel—, es “una de las mujeres más inteligentes de América”.

En una charla que dio en diciembre de 2002 en Barcelona, Ryszard Kapuscinski dijo que “el deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienza con un cambio del vocabulario en los medios”. Y El Frente, con su ligereza y su irresponsabilidad, quiebra ese llamado y quiebra, también, la independencia debida de los periodistas frente a aquellos de quienes informa, quiebra el control libre y veraz sobre el poder y quiebra la función primaria del periodista y que no es otra que aquella que señaló Eugenio Scalfari, el mítico fundador de La Repubblica: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Cuando pasa lo contrario, cuando la prensa prefiere regodearse en los halagos del poder y verlo con demasiada cercanía, cuando se pasa por encima de los hechos para reivindicar a aquellos a quienes se debe fiscalizar y vigilar, cuando se transgrede toda verdad y toda verificación para alimentar el sectarismo y la intolerancia, entonces no estamos hablando de periodismo. Estamos hablando de impostura.

Editor independiente. Ahora en la Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes. Algo he publicado en El Espectador, Vanguardia, La Silla Vacía, la revista Suma Cultural de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz y en un libro de cuentos editado por la UIS. Bumangués.