Mentideros políticos e indicadores de la paz

Mentideros políticos e indicadores de la paz
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- He sido, pero no me considero víctima.

El Chocó, en los años 80, era una zona tranquila. ¿Cómo lo sabemos? Porque una muerte violenta era recordada por generaciones. Hay indicadores de la memoria como este, que más adelante, hasta hoy, llegaron a un punto en que necesitamos varias generaciones para hablar de ellos.

En 1993 uno se podía encontrar con las FARC en el medio y bajo Atrato, ese río del que no ves la otra orilla, y los funcionarios iban sin escolta. Hasta ayudaban a implementar medidas legales de protección de la selva. Todos tenían que negociar, pero se podía. 

Una de las veces le tocó ir a una zona en disputa entre las Farc y el ELN, y estos últimos se quejaron. Tuvo que ir cerquita de la carretera Quibdó-Medellín, y allá le dijeron que sería bueno que pensara también en el apoyo a las comunidades de la carretera, no solo a las del río, que por ahí andaba otra gente necesitada.

Cuando regresó en 1997 al Chocó, el departamento era otro. La geografía de la guerra había cambiando hasta el paisaje y el aire. La política tradicional estaba ya muy comprometida con el narco. 

En su pueblo la policía tenía un cuartel pero los agentes se mantenían encerrados. Mientras, a un pueblo (Río Sucio) lo patrullaban las Farc con uniformes verde olivo. Un día fue a la discoteca y allá estaba el comandante de la policía, pero para entrar había que pasar un control de la guerrilla. En la mesa de al lado estaban paramilitares tomando cerveza y en ese tiempo no había afros entre ellos, eran paisas. Ya habían matado a varios amigos.

Cuando las autoridades empezaron a cuestionar las tres Convivir que había en Chocó, le llegaron mensajes de que no sabía con quien se estaban metiendo. Las Convivir no se dedicaban a proclamar su nombre, sino a extender el terror. 

Una camioneta vinotinto era su distintivo que todo el mundo conocía en la provincia del San Juan. La camioneta de la muerte. Como la Panel Blanca en Guatemala. Él apuntó la placa de la camioneta para poner una denuncia.

Al día siguiente, a la camioneta le sacaron el motor y lo que podía reutilizarse, y la carrocería la tiraron al río San Juan que todo lo traga. Ahí abajo debe estar. La noticia de la denuncia corrió con un infiltrado más que el viento, porque se hizo un domingo y en la mañana del lunes la cosa estaba hecha. 

Por ese tiempo, los paras asesinaron al sacerdote José Luis Mazo y al cooperante vasco Iñigo Egiluz, que había sido alumno mío en la universidad, cuando regresaban de una misión humanitaria, al lado de la diócesis donde dábamos un taller sobre atención al duelo para las víctimas.

En los mentideros políticos se hablaba de que una empresa de licores no pagaba impuestos, y que esa concesión financiaba a los paramilitares. Para ser mentideros, decían la verdad. Por esa época en Chocó, los comerciantes, la fuerza pública y el sistema judicial eran una de esas cosas que en la Comisión de la Verdad llamamos entramado. Una red de alianzas. 

Cuando en el proceso de Justicia y Paz el Iguano corroboró todos los planes se mostró que el mentidero tenía razón. Entre el entramado, un policía digno averiguó en qué estaban las cosas y un día lo llamó para darle una orden de amigo.

- Váyase del país.

En muchas reuniones oficiales en las que me ha tocado estar con líderes políticos del mundo, cuesta hacer entender de lo que hablamos. En ese tiempo él tuvo una reunión con un alto dirigente del Partido Demócrata en Washington. 

Después vino la masacre del Naya. Y luego la de Bojayá. Entonces, los mentideros políticos de EE.UU. empezaron a darse cuenta de la verdad.

-Vente.

Tal vez un indicador de la paz sea ese tipo de recuerdo que no se acuerda. Otro recuerdo del camino es que Luis Gilberto es el nuevo embajador de Colombia en Washington.

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