captura.png

En el proyecto del PND la palabra mujeres solo aparece dos veces y no hay un peso para la equidad. ¿Cuál es el papel del gabinete paritario? ¿Defienden los derechos de las mujeres o los intereses neoliberales y financieros que representa Duque?

El gobierno de Duque ha pretendido destacarse por “romper” en política el techo de cristal para las mujeres: por primera vez una mujer ocupa la Vicepresidencia del país y hay un gabinete paritario. Sin embargo, cuando uno analiza su plan de gobierno, brillan las mujeres por su ausencia, lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿cuál es el papel de sus elegidas en el gobierno actual? ¿Defienden los derechos de las mujeres o antes bien los intereses neoliberales y financieros que representa Duque? Al final de este artículo les daremos respuestas a estas preguntas.

Las bases del Plan Nacional de Desarrollo nos remiten a hacer un diagnóstico sobre las brechas de género en el país. Por contraste, cuando pasamos a ver en qué se traducen esas 80 páginas en el proyecto de ley que reglamenta el plan, las mujeres saltamos al vacío: el “Pacto por la Equidad de las Mujeres” desaparece. La palabra mujeres solo aparece dos veces dentro del proyecto: ¡Lo que no se nombra no existe!

Las congresistas de la Comisión para la Equidad de la Mujer hicieron fuertes denuncias porque no hay presupuesto para el “pacto”. Con toda razón, pues es imposible pensar que las brechas entre hombres y mujeres se pueden superar sin presupuesto. Está probado que los países con mayor gasto público social tienen menores brechas de género. Ante las críticas, el presidente Duque se limitó a prometer que iba a revisar el presupuesto de Familias en Acción. ¡Plop!

De esta manera, todo lo propuesto en las bases del PND podrá quedar como una lista de intenciones y promesas incumplidas, pues la verdadera obligatoriedad queda en el articulado del proyecto de ley. Las mujeres nos enfrentamos nuevamente a un techo de cristal al no lograr concretar nada en el articulado final. Por bien que le vaya, Duque lo reducirá todo a una simple “visión de política” en lo que respecta a las desigualdades de género. No es la primera vez que las mujeres nos quedamos con las manos vacías en un plan oficial.

Dejando en claro que el “Pacto” carece de presupuesto y que solo aparece en el proyecto de ley como un anuncio publicitario, vamos a analizar la inconveniencia de lo propuesto. El tal pacto propone ocho líneas estratégicas:

– Fortalecimiento de la Institucionalidad de Género

– Educación y empoderamiento económico para eliminar las brechas de género en el mundo del trabajo.

– El cuidado, una apuesta de articulación y corresponsabilidad

– Participación de las mujeres en escenarios de poder y toma de decisiones

– Promoción de la salud sexual y los derechos reproductivos para niñas, niños y adolescentes

– Derecho de las mujeres a una vida libre de violencias

– Mujeres rurales como agentes de transformación del campo

– Equidad para las mujeres en la construcción de la paz

Preocupan varias cosas de bulto, como el pírrico presupuesto de la Consejería Presidencial para la Mujer, o que se reduzcan al matrimonio infantil los derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, me detendré exclusivamente a analizar las líneas que se refieren a la autonomía económica y a la economía del cuidado –líneas 2 y 3.

La estrategia de Duque para superar las brechas de género se centra en dos acciones: una, el papel protagónico del sector privado a través de programas como el de “Sellos de Equidad”, y, dos, una Política Pública de Cuidado que desconoce de entrada una parte inmensa del trabajo que realizan las mujeres en el hogar. El problema de fondo, tratar de manera desconectada dos caras de una misma moneda: empleo y cuidado. No hay una decisión política de reducir y redistribuir el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, principal barrera para la autonomía económica de las mujeres.

El país ha avanzado en el reconocimiento de este trabajo: la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo y la Cuenta Satélite de Economía del Cuidado del DANE presentan resultados contundentes. Pero en la reducción y la redistribución, el país no avanza.

Lo primero para lograr este objetivo debería ser universalizar los servicios públicos a fin de descargar a los hogares del cuidado de niños, niñas y personas enfermas, de tareas como la recolección de agua y leña para la alimentación, etc. Se requiere además emprender con seriedad campañas culturales que ayuden a democratizar el trabajo doméstico con los hombres en las familias. Y también reformar la normatividad que fortalece la división sexual del trabajo, como las licencias de maternidad-paternidad no igualitarias.

Mientras el gobierno siga creyendo que el eje central para superar las desigualdades está en el mercado, privilegiando al sector privado, y no mire hacia los hogares, donde está la verdadera raíz del problema, en la división sexual del trabajo, no habrá posibilidades de superar las desigualdades de género en el país.

La economía del cuidado, un obstáculo para el acceso al mercado laboral

Pareciera que el precio de la conquista de la autonomía económica fuera el sometimiento a la doble jornada. Que las mujeres entraran al mercado laboral no significó que abandonaran el trabajo del hogar: mientras nueve de cada diez mujeres realizan trabajo no remunerado en el hogar, solo lo hacen seis de cada diez hombres. Mientras las mujeres le destinan al día siete horas en promedio, los hombres solo tres. Es tan grande la magnitud de este trabajo, que, según los cálculos del DANE, la producción de este trabajo, de ser valorado económicamente, equivaldría al 20% del PIB.

Los trabajos en el hogar no son homogéneos: algunos están mediados por la relación personal y otros están dirigidos al cuidado del espacio habitacional. El solo suministro de la alimentación, por ejemplo, les demanda a las mujeres por lo menos dos horas al día en promedio. De manera que si sumamos el tiempo dedicado a este trabajo, más el del trabajo remunerado, se consolida para las colombianas una doble jornada que en promedio demanda 13 horas de trabajo al día.

Si una política de empleo no tiene en cuenta está realidad, inevitablemente caerá en sesgos de género, desconociendo que también son trabajo las actividades en el hogar. Mientras el Estado no asuma las funciones que le corresponden como Estado Social de Derecho, las mujeres seguiremos subsidiando a la sociedad con trabajo gratuito a muy altos costos: menores tasas de ocupación, pérdida de autonomía económica, feminización de la pobreza, vinculación en el mercado a las actividades más informales y precarias para poder sostener la economía doméstica, etc. 

El Plan Nacional de Desarrollo no se propone superar estas brechas

La propuesta de una Política Pública de Cuidado solo reconoce una parte del trabajo en el hogar: el relacionado con el cuidado de otras personas. Según los datos del DANE, tan solo este demanda el 20% del tiempo del trabajo no remunerado. Por eso es que, desde el movimiento de mujeres, hemos trabajado en la construcción de un Sistema Nacional de Cuidados que reconozca de manera integral todo el trabajo en el hogar.

Así las cosas, no se ve en el Plan una liberalización del tiempo para las mujeres, menos aún si no se amplían los servicios públicos y si no hay presupuesto. Falta a la verdad el gobierno cuando afirma que esta política aumentará el empleo femenino, fruto de la liberación del tiempo. Además, tampoco propone ofertas de empleo para las mujeres, como lo hemos exigido con propuestas como el Plan de Empleo Público de Cuidados. 

En lo que sí hace ruido de manera decidida es en la falsa idea de que será el sector privado el motor de la equidad. La propuesta pone un fuerte énfasis en los “Sellos de equidad” dirigidos a las grandes empresas para que mejoren sus prácticas internas en equidad de género. Eso está muy bien, claro está, y el sector privado debe aportar lo suyo, pero la mayoría de las mujeres no están inmersas en el mercado formal. Ahí no está la raíz del problema. No es con paños de agua tibia como vamos a superar la desigualdad.

Además, el Plan propone “facilitar” que el trabajo de las mujeres se traslade a la casa, mediante “prácticas amigables” como los “horarios flexibles y teletrabajo”. ¿Una solución? No, una reforma laboral escondida para formalizar la precarización y perpetuar a las mujeres en largas jornadas sin límites entre el trabajo remunerado y el no remunerado. En definitiva, reforzando su rol en el hogar.

Y todo manteniendo como bandera Familias en Acción, un mecanismo de clientela electoral que en nada ayuda a la igualdad de género, fortalece la división sexual del trabajo y desplaza a las mujeres del mercado laboral, negándoles la posibilidad de adquirir algún día una verdadera autonomía económica.

Conclusiones

Con este plan no habrá ni desfamiliarización, ni despatriarcalización, ni desmercantilización del cuidado. Una vez más quedará aplazado el reto por transformar la División Sexual del Trabajo. Su fuerte énfasis en el sector privado como pilar para superar las brechas no ataca de raíz el problema y sí permite nuevos beneficios a los grandes capitales extranjeros.

¿Sobre las ministras y la vicepresidenta? Basta tomarse cinco minutos para analizar sus hojas de vida y evidenciar por qué no representan a las mujeres. Su origen, su defensa del libre comercio, del capital financiero y su lejanía con el movimiento social de mujeres permiten explicar por qué el “Plan de Gobierno” dejó sin presupuesto la equidad de género.

@NatiMorenoS

Profesora de Economía Feminista en la Escuela de Estudios de Género de la Universidad Nacional. Economista y magister en Estudios de Género. Integrante de la Mesa de Economía Feminista de Bogotá y del grupo Género y Justicia Económica. Investigadora en temas de economía del cuidado y política...