Ya en los últimos días antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el tema de la negociación con el ELN volvió a estar entre los titulares de la prensa cuando el candidato Federico Gutiérrez anunció que estaría dispuesto a dialogar con esta guerrilla, bajo ciertas condiciones.
Otra mirada de lo interno del ELN

Aunque este anuncio puede ser visto como algo positivo, hay muchos que creemos que negociar con el ELN es particularmente difícil; más que dialogar con las Farc.
Por eso, durante los últimos años, muchos analistas han tratado de explicar por qué es tan difícil negociar un acuerdo con el ELN. Una explicación propuesta por algunos es el carácter “federal” de esa guerrilla, describiéndola como “una confederación de proyectos regionales” donde cada “proyecto regional” tiene mucha —para no decir completa— autonomía. Otros han llegado a afirmar que en esta guerrilla ni siquiera hay línea de mando. En las palabras de un miembro del ELN: “Pintan que internamente tenemos es pura anarquía”.
Es cierto que cada unidad del ELN tiene bastante autonomía, pero no es completa. Esta visión se ha vuelto algo extrema en el sentido de que implica que el ELN es simplemente una suma de sus partes, lo cual desconoce que sí existe el centralismo dentro del grupo armado.
Aunque es importante contestar y debatir sobre las dificultades de dialogar con el ELN, hablarlo tanto ha dejado la sensación que es imposible –en vez de difícil– negociar con esta guerrilla. Que no se puede saber quién en la mesa de negociación realmente representa a quién dentro del grupo armado; que no hay un mando lo suficientemente fuerte para garantizar que todo el grupo le camine a la paz. Esto, a su vez, genera más desconfianza en una negociación que cualquier otra cosa.
También es la pregunta equivocada. La realmente clave es: ¿qué hace posible negociar con el ELN? Y en esta línea, ¿qué tanto centralismo hay dentro del ELN? Entender esto permitiría entablar unos diálogos con mayor confianza con ese grupo armado y contestar mejor la pregunta sobre por qué se puede negociar con el ELN, en vez de por qué no.
Lo centralista en el ELN
El ELN tiene dos cuerpos de liderazgos centrales principales: el Comando Central (Coce) y la Dirección Nacional. El primero está conformado por los máximos líderes del grupo, incluyendo Antonio García, jefe máximo; Pablo Beltrán, jefe negociador en la Habana, Cuba; y alias Pablito, jefe de masas y señalado frecuentemente por tener una posición en contra de la negociación, entre otros miembros. En cada Congreso insurgente –que ocurre más o menos cada 10 años- se vota quién hace parte del Coce.
La Dirección Nacional es el segundo nivel de líderes, entre los cuales muchos son personas anónimas. Tiene representantes de diferentes frentes de guerra regionales del ELN y otros miembros y es la máxima instancia de participación de las diferentes estructuras, donde en sus eventos, debaten y definen líneas dentro del grupo, incluso para el aparato militar. El Coce a su vez interpreta “el sentir de los debates”, en las palabras de un miembro del ELN, en la Dirección Nacional para luego tomar decisiones que rigen sobre toda la organización.
El argumento del federalismo, en su versión de autonomía extrema, implica que estos cuerpos centralistas dentro del ELN realmente no tienen capacidad de hacer cumplir sus decisiones. Pero la realidad muestra que sí la tienen. El grupo ha sido claramente capaz de cumplir con sus ceses, tanto unilaterales como bilaterales. El más reciente, decretado alrededor de las elecciones del 13 de marzo, es otra muestra de eso, pues hubo un ataque posiblemente atribuible a ese grupo en todo el país, pero nada más, lo que muestra que hay un actuar basado en una decisión que sale de una instancia central.
Los paros armados también son una muestra del centralismo funcional del ELN. Toman una decisión de llevar a cabo ataques y bloqueos en todos los territorios donde opera este grupo y se hace así. Una muestra de eso fue el paro de febrero de este año. Además, los paros sí terminan en las fechas anunciadas en todas las regiones.
Aunque parece contradictorio que el ELN haga ceses y paros armados al tiempo, no lo es. Más bien es una muestra de que desde lo central toman decisiones –así sean temporales- sobre cuándo y cómo hacer la guerra y cuando no como organización jerárquica.
Ahora, es importante reconocer que aparte de la autonomía permitida dentro de las líneas generales definidas, en algunas zonas del país donde opera el ELN parece que hay una falta de cohesión y cierta indisciplina al momento de actuar. Estos asuntos son comunes en los grupos armados, pero no dejan de ser preocupantes. Sin embargo, son analíticamente distintos que un federalismo extremo.
El poder del voto
Hay otro aspecto importante del centralismo y funcionamiento interno del ELN que es clave tener en cuenta para una posible negociación: la democracia interna. En esta guerrilla, se debaten y se votan innumerables temas: las unidades con las diferentes tesis y visiones se juntan para discutirlas y votarlas.
Lo clave es estas votaciones es que se respetan. El ahora muerto comandante del Frente de Guerra Occidental, alias Fabián, públicamente dijo que votó en contra de empezar un proceso de negociación. Su voto quedó en la minoría y el ELN tiene un equipo negociador con un mandato específico. También, según diferentes fuentes, Fabián había expresado que en caso de que se votara a favor de un acuerdo con el gobierno, él hubiera respetado esa votación y se habría acogido a ese acuerdo.
Este, quizá, es el punto más importante. El ELN es una guerrilla donde numerosas opiniones diferentes existen y las unidades militares tienen mucho margen de maniobra sobre su forma de operar, siempre y cuando estén dentro de las líneas generales definidas por las instancias centralistas. Pero cuando se vota sobre un tema, esas diferencias se minimizan – por no decir que desaparecen – y la línea ganadora es respetada.
Lo mismo puede ocurrir con la paz. No se puede esperar que todo el ELN llegue a una negociación convencido de la paz; ni las Farc llegaron a La Habana así. Es algo que se tendrá que discutir internamente y votar. Por eso lo clave es pensar en qué puede hacer que esa votación sea a favor de un acuerdo (o unos acuerdos), e ir más allá de discutir simplemente por qué esto es tan difícil.
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