Cada vez se hace más recurrente escuchar hablar del cambio climático y su impacto determinante en la vida de la humanidad y otras especies. Pero ¿qué es el cambio climático y por qué se da? ¿Quién es el responsable y cómo nos afecta? Estas son preguntas que la mayoría de personas aún no comprenden ni saben responder.

Ante este escenario, de manera muy sencilla esta columna intentará explicar en qué consiste el cambio climático, por qué es vital asumir un rol activo en su prevención, mitigación o adaptación y cómo contribuir para ser parte de la solución y no del problema en esta materia.

Lo primero que se debe entender es la naturaleza variable del planeta, pues es un ser vivo que tiene cambios permanentes en sus condiciones climáticas y temperatura. Eso ha sido una constante en la evolución de la tierra durante miles de millones de años.

En este sentido, el cambio climático puede ser entendido como una condición propia. Gracias a este proceso natural sus temperaturas son aptas para la vida, pues la atmósfera está compuesta por diferentes gases naturales, conocidos como “los gases efecto invernadero” (GEI), que se encargan de retener parte del calor y la energía del sol, manteniendo así una temperatura que permite la supervivencia de los seres vivos.

No obstante, la actividad humana a través de su modelo de producción, industrialización y alto nivel de consumo de recursos naturales ha generado un desequilibrio en ese proceso natural de la tierra, aumentado de manera desproporcionada la emisión de GEI y creando en la atmósfera más calor del necesario. Este desequilibrio ha provocado un aumento acelerado de la temperatura media del planeta, fenómeno que se ha definido como “calentamiento global”, el cual es el principal responsable del cambio climático.

Según la ONU, estas actividades humanas (industria, transporte, crecimiento urbano, deforestación, ganadería, el uso de combustibles fósiles, entre otras) han generado las concentraciones de GEI más elevadas en 2 millones de años, acelerando cambios en la temperatura y las condiciones climáticas. Es decir, los cambios de temperatura que el planeta debía vivir en siglos o miles de años están sucediendo en décadas a causa de todo el calor que están generando los excesivos GEI que tiene la atmosfera. La mayoría de las especies no tienen la capacidad para adaptarse a estos cambios tan repentinamente.

Como consecuencia de esta crisis ambiental, la temperatura de la tierra es ahora 1,1°C más elevada que a finales del siglo XIX y la última década (2011-2020) fue la más calurosa desde que existen los registros. En este sentido, los cambios climáticos que antes se daban a causa de las variaciones del ciclo solar hoy son consecuencia principalmente de actividades humanas, las cuales están generando que los GEI que cubren la tierra atrapen el calor del sol y eleven su temperatura, aumentando cada día más de lo necesario y generando la crisis climática que hoy se está viviendo.

Según el último informe de la ONU: “Las emisiones que provocan el cambio climático proceden de todas las partes del mundo y afectan a todos, pero unos pocos países contaminan mucho más que otros. Los 100 países que menos emiten generan el 3 % de las emisiones totales mientras los 10 países con mayores emisiones aportan el 68%”. China genera cerca del 30 % de todas las emisiones mundiales, Estados Unidos casi el 14%. India casi el 7 %, Rusia un poco menos del 5 %, Japón cerca del 3 % y Alemania, Irán, Corea del Sur, Arabia Saudita e Indonesia cerca del 2% cada uno.

Los GEI que más están promoviendo mayoritariamente el cambio climático son el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4). Estos gases se generan a causa del uso de combustibles fósiles, la ganadería, la deforestación, los rellenos sanitarios, la industria, el transporte, los edificios, la agricultura, la explotación del suelo, entre otros. Y sus consecuencias se pueden observar en las sequías intensas, la escasez de agua, la erosión de los suelos, los incendios graves y las olas de calor, los aumentos del nivel del mar, las inundaciones, el deshielo de los polos, las tormentas catastróficas y la disminución y extinción de la biodiversidad.

Ahora bien, en estas circunstancias ¿por qué resultan tan problemáticas para la humanidad y otras especies? La respuesta podría ser un poco obvia, pues estos cambios de temperatura por muy pequeños que parezcan podrían significar la muerte o extinción de miles de personas y animales. Esto se da por la velocidad y criticidad de los cambios en el clima y la temperatura que están afectando directamente los suelos, el agua, las selvas, bosques, glaciares, entre otra cantidad de ecosistemas, de los cuales dependen directamente muchos animales y personas.

Un ejemplo de esta situación problemática puede ser los polinizadores (abejas, abejorros, mariposas, colibríes, murciélagos, entre otros), quienes son los responsables de un poco más del 60 % de los alimentos que consumen los humanos. Si estos polinizadores desaparecen, las hambrunas llevarían a la muerte a millones de personas y convertirían a millones de hectáreas de tierra en lugares inhabitables para muchas formas de vida.

En este escenario, el cambio climático representa la mayor crisis para la humanidad y la tiene en jaque, pues está introduciendo cambios en la tierra de manera acelerada y produciendo nuevas condiciones en los territorios donde habita la humanidad que no se conocen y que probablemente no le favorezcan.

Como respuesta ante esta crisis ambiental, la ONU, en el marco de la COP21 en París en 2015, promovió un tratado internacional que jurídicamente obliga a los países a tomar medidas inmediatas y contundentes para prevenir, mitigar o adaptarse al cambio climático. El Acuerdo de París fue adoptado por 196 partes y entró en vigencia el 4 de noviembre de 2016. Su objetivo es limitar el calentamiento mundial por debajo de los 2 grados y preferiblemente a 1,5 grados centígrados. Buscando así que para el 2050 la mayoría de países sean carbono neutro, es decir, que cada país logre equilibrar las emisiones de los GEI que genera con los que captura y así alcanzar un clima neutro en el planeta.

Muchos ante esta realidad tan apocalíptica se preguntan: ¿qué se debe hacer? ¿Cómo ser parte de la solución y no del problema? La respuesta a estas preguntas puede resultar menos compleja de lo imaginado, pues la solución no es un asunto exclusivo de los Estados, gobiernos, expertos, empresarios o la academia. El cambio depende principalmente de cada uno; se necesita con urgencia que cada ciudadano rompa la indiferencia, asuma un rol activo en esta problemática y comience a transformar sus hábitos, estilo de vida y consumo, comenzando por: disminuir los residuos que genera, separándolos y reciclándolos; utilizar medios de transporte más amigables con el medio ambiente; disminuir el consumo de carnes rojas; promover procesos de reforestación y cuidando las zonas verdes y su vida silvestre; no traficar fauna; no desperdiciar o contaminar los recursos naturales como el agua, el aire y los suelos.

Comenzar con cada una de estas acciones sin duda marcará la diferencia y permitirá atender la crisis ambiental que tiene el planeta. Además permitirá formar mejores generaciones presentes y futuras para que sean más responsables y amigables con la tierra.

Politólogo y magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, máster en Gobierno y Gestión Pública en América Latina de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España. Académico y activista ambiental.