Se estima que en Colombia ya superamos los tres millones de venezolanos y retornados, una cifra que tiende a crecer y una población que, en su mayoría, llegó para quedarse. 

Por esto se esperaría que las propuestas de los aspirantes a alcaldías y gobernaciones incluyan acciones concretas para su integración. La migración venezolana es un tema ineludible en estas elecciones locales.

Temas como el apoyo a la regularización de su situación migratoria, la cobertura en la oferta institucional de salud y educación, programas para incentivar el acceso al empleo formal y estrategias para disminuir los niveles de xenofobia deberían estarse tratando en el debate de elecciones locales, porque tienen efectos directos sobre lo que sigue en materia de gestión migratoria en Colombia. 

Esto teniendo en cuenta que el éxito de la integración depende en gran medida de lo que se hace en la escala territorial.

Lastimosamente, el panorama es otro. En los últimos días se han visto mensajes xenófobos de candidaturas que insisten en securitizar la agenda migratoria, bajo el argumento de que la migración venezolana ha generado un aumento en la inseguridad de las ciudades. 

En otras orillas, no hay candidatos haciendo contrapeso o desmintiendo con vehemencia estas agendas. 

En un escenario de alta desaprobación hacia el fenómeno migratorio, y en unas elecciones en las cuales los migrantes (con o sin permiso de permanencia) no votan, parece que no hay quien se oponga a los discursos de odio de quienes eligen alimentar los prejuicios.

La encuesta Invamer Poll, que toma el pulso de la opinión pública frente a temas de interés nacional, evidencia el agudo panorama de la aceptación de venezolanos en el país. 

Ante la pregunta sobre la opinión que se tiene sobre los venezolanos que han llegado a Colombia para quedarse, el 70% de los colombianos tiene una opinión desfavorable, y el 66% está en desacuerdo con que se les otorgue un permiso temporal de permanencia por 10 años a los migrantes indocumentados.

Este es un caldo de cultivo para que, sobre todo en comunidades en donde hay una mayor densidad de migrantes, la teoría del agresor externo encuentre partidarios. 

Estamos hablando de personas que se dejan llevar por discursos reaccionarios que apelan directamente a las preocupaciones y emociones más apremiantes de la comunidad, como la seguridad, que a pesar de ser la bandera de muchos en política, no tiene ningún sustento en la evidencia. 

Por ejemplo, el porcentaje de capturas por hurtos a venezolanos en Bogotá en 2021 fue solo del 2 por ciento, pero, para ese mismo año, el número de víctimas venezolanas de homicidios duplicó a los colombianos. 

Más que negar la relación que hay entre la migración y la violencia, el llamado es el de abordar la problemática en su justa proporción y reconocer las vulnerabilidades que vive la población venezolana en Colombia, esto para asumir un enfoque preventivo y de protección de derechos.

¿Quién está hablando de las necesidades de las y los migrantes venezolanos en sus contextos de acogida? 

En un momento donde los políticos necesitan ganar votos, parece más fácil alimentar los estereotipos negativos hacia esta población en lugar de ir contra la corriente de la opinión mayoritaria de los colombianos, y hablar de las condiciones mínimas necesarias para que los migrantes puedan realizar su proyecto de vida en el país. 

Claramente es impopular, pero parte de la labor de los líderes públicos está en promover valores democráticos para una vida en sociedad, en la que, por ejemplo, se valore la diversidad y se rechace la discriminación.

Como señaló en su momento el filósofo Karl Popper (1962) la intolerancia debe ser censurada para proteger la tolerancia en una sociedad; de lo contrario, es inevitable que con el tiempo prevalezca el rechazo a la diferencia. 

Hacen falta políticos que se le paren en la raya a sus colegas que recurren a la xenofobia, una ciudadanía que rechace activamente los discursos de odio y que las instituciones competentes para hacer control social desde el ministerio público le pongan el ojo a las campañas que alientan la discriminación.