Ríos voladores: ¿por qué se seca el Tíbet cuando arde la Amazonía?

Julie Hernández
JulieHernandez-Portada.jpg

Un artículo de prensa que revisé hace unos días comentaba los beneficios para la salud mental que resultan de la experiencia de sorprenderse. Se referían a esos momentos en los que, sin pensarlo, sin quererlo, sin meditarlo, una expresión tipo “¡guau!” con muchas exclamaciones se resbala entre los dientes.

Maravillarse, según el autor del estudio, el profesor Keltner de la Universidad de California, tiene efectos positivos para la salud, el estado de ánimo y el buen funcionamiento de órganos vitales. Infortunadamente, en promedio, un adulto experimenta únicamente de dos a tres episodios semejantes por semana.   

Piense por un segundo en qué lo sorprende a usted; piense en ese paisaje, ese momento, ese rostro que por más que se repita nunca deja de cautivarlo. Esa es mi experiencia con los ríos voladores de la Amazonía: los he visto ya decenas de mañanas en Caquetá, Guaviare y recientemente en Putumayo y nunca, nunca dejan de maravillarme. Verlos pasar delante de la cordillera Occidental, en dirección a San Vicente del Caguán, siempre logra conmoverme.

Hace rato quería escribir sobre ellos porque, aunque son vitales para nuestro bienestar y además evidencian la tremenda perfección de la naturaleza, muy poca gente los conoce. Por estas razones le contaré en esta columna qué son y por qué son importantes para usted, incluso si me lee desde el Tíbet. 

Julie Hernández
1(17).jpg

Foto de ríos voladores en Amazonía Emprende - Escuela Bosque

Sin los ríos del cielo se secan los de la tierra

Esta frase no es de mi autoría sino de Antonio Nobre, científico brasilero al que le debemos buena parte del conocimiento que tenemos sobre los ríos voladores y la Amazonía.

Nobre se preguntó hace décadas por qué en la línea de los desiertos que a traviesa Suramérica y África tenemos una región húmeda y no desértica. La respuesta es una: el efecto de los ríos voladores.

La dinámica es compleja, pero me permitiré resumirlo de la siguiente manera: en la franja del Ecuador las altas temperaturas provocan la evaporación de las aguas del Océano Atlántico que, por la fuerza de los vientos Alisios, llevan el agua hasta el continente donde se encuentra con la Amazonía.

Cuando llueve en el bosque los árboles absorben a través de las raíces el agua del suelo y, mediante un proceso denominado la evapotranspiración (y aquí viene lo sorprendente), liberan a la atmósfera grandes cantidades de agua que forman ríos voladores.

El profesor Nobre ha calculado que en un solo día el bosque Amazónico aporta a la atmósfera 20.000 millones de toneladas de agua. En ese mismo lapso el río Amazonas, que es el más caudaloso del mundo, descarga en el Atlántico 17.000 millones de toneladas de agua. En conclusión, ¡en la Amazonía hay más agua en el cielo que en la tierra!

Estos ríos aéreos empiezan su recorrido por el continente creando un cordón húmedo que posibilita la agricultura. En su ausencia, la región que va desde la ciudad de Cuibá, en Brasil, hasta Buenos Aires, y de Sao Paulo hasta los Andes, donde se produce el 70% del PIB de América del Sur, sería probablemente un desierto.

En su camino hacia la cordillera de los Andes alimenta las cabeceras de algunos de los afluentes más importantes del río Amazonas, como los ríos Caquetá y Putumayo en el piedemonte. Avanza hacia los páramos donde es capturado por el bosque de niebla y permite que ciudades como Bogotá cuenten con el agua necesaria para abastecer a más de 10 millones de personas.

¿Ahora entienden porque los ríos voladores son mi momento “¡guau!”?

A 20 mil kilómetros de distancia la Amazonía sigue ardiendo

Por todas las razones que mencioné anteriormente los ríos voladores no dejan de sorprenderme. De igual forma, me causa verdadero asombro la poca atención que prestamos a la comunidad científica que, desde hace décadas, nos alerta sobre el mundo que nos espera si la destrucción de ecosistemas como la Amazonía no se detiene.

Pienso en Miguel, mi hijo de 5 años, y el efecto que la deforestación de los bosques tiene en su vida. Seguramente muchos de ustedes, al igual que yo, recibieron una notificación del colegio o el jardín de sus hijos indicando que, por sugerencia de la Alcaldía de Bogotá, y debido a la pésima calidad del aire, se recomendaba limitar el tiempo de permanencia de los niños y niñas en espacios abiertos.

Esto infortunadamente no es nuevo en Colombia. Las quemas de los bosques son una tragedia anunciada con meses de antelación que, pese a las alteraciones que ya generan en nuestras vidas, incluso de quienes viven muy lejos de las zonas degragadas, no parecen movilizarnos con la determinación necesaria para ponerles fin.

Sobre esto hablaré en otras columnas, cuando comparta con ustedes los vehículos que se encuentran a disposición, especialmente del sector privado, para vincularse a la restauración de ecosistemas y la lucha contra la deforestación.

Por el momento, para cerrar este espacio, quisiera dejarlos con otro dato que también derivó en un “¡guau!” y además motivó estas líneas: cuando la Amazonía arde, los glaciares del Tíbet se derriten. Un reciente estudio, publicado a finales de 2022 en la revista Natural Climate Change, nos ofrece nuevas evidencias sobre los vínculos entre ecosistemas estratégicos para la regulación de clima.

Los autores del mismo identificaron una vía atmosférica que surge en el Amazonas, recorre 20.000 kilómetros y llega hasta Asia central. Nos dicen los científicos que, a mayores lluvias en la Amazonía, como efecto del cambio climático, menos agua en el Tíbet; por ende, mayores pérdidas en los glaciares del Himalaya y la Antártida.

Julie Hernández
Imagen artículo tiing oints(1).webp

Conexiones entre ecosistemas clave. ohttps://www.nahttps://www.lasillavacia.com/media/1(17).jpgture.com/articles/s41558-022-01558-4#citeas

Debo confesar que, pese a la belleza del Tíbet desde la pantalla de mi computador, no logro hacer de la pérdida de sus glaciares mi causa. Alguien me dijo una vez que amar y conocer son la misma cosa, y lo que yo conozco (y amo) es la espesura del bosque húmedo tropical, los ríos voladores del piedemonte amazónico y los ojitos chinos de Miguel. Todas ellas son razones poderosas para trabajar en Caquetá y compartir mi experiencia en restauración de ecosistemas con ustedes.

No obstante, ser consciente de que los puntos de no retorno de ecosistemas estratégicos para la humanidad están conectados me lleva a pensar en la urgencia de actuar de manera articulada. En concreto, y a escala nacional, tengo muchas expectativas respecto a cómo el gobierno nacional impulsará los proyectos de asociaciones público-privadas para el desarrollo sostenible del país.

El artículo 192 del borrador del proyecto de ley del Plan Nacional de Desarrollo tiene por objeto, entre otros, la restauración y conservación de ecosistemas. Justamente, en torno a vehículos como estos debemos sumar esfuerzos para que, de ser aprobados, no se queden en el papel o, peor aún, se vuelvan inviables porque la regulación se diseña desde un escritorio en Bogotá, desconociendo la realidad de los territorios y las capacidades de los actores locales.

Algunas ideas para terminar

La comunidad científica seguirá teniendo un rol preponderante en la modelación de escenarios futuros frente al cambio climático y la comprensión de las interrelaciones entre ecosistemas clave, especialmente cuando se refiere a la aceleración o ralentización de los puntos de no retorno.

Sin embargo, más allá de la ciencia, y sin que medien los 20 mil kilómetros que separan la Amazonía y el Tíbet, la degradación de los ecosistemas y la inacción respecto a fenómenos ampliamente estudiados, como la deforestación, tiene consecuencias reales en nuestra vida cotidiana que solo seguirán escalando y menoscabando nuestro bienestar si decidimos no hacer nada.

Frente a este reto es urgente dejar la retórica a un lado y trabajar juntos en el diseño, puesta en marcha y perfeccionamiento de vehículos que, bajo una lógica de mercado, pero también de seguridad climática, conecten los capitales disponibles para la conservación y restauración de ecosistemas con las comunidades que hoy por hoy no derivan beneficios materiales por su cuidado.

¡Gracias por leerme! 

Julie Hernández

Julie Hernández

Julie es co-fundadora y directora ejecutiva de Amazonía Emprende – Escuela Bosque.

Acá pueden encontrar su LinkedIn: Julie Hernández.

Temas destacados

Este espacio es posible gracias a

Únase a los Superamigos

El periodismo independiente que hace La Silla Vacía se financia, en parte, con contribuciones de nuestros lectores. Conviértase en SuperAmigo de La Silla, para que podamos seguir escribiendo sobre cómo se mueve el poder en Colombia. Adquiera su membresía aquí.

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

Compartir
Preloader
  • Amigo
  • Lector
  • Usuario

Cargando...

Preloader
  • Los periodistas están prendiendo sus computadores
  • Micrófonos encendidos
  • Estamos cargando últimas noticias