Uno de los principios de la transición energética es su gradualidad, su naturaleza experimental e iterativa. Al ser el fruto inevitable de una altísima carga de incertidumbre, es un proceso en donde no caben las soluciones absolutas. Por ello resulta preocupante la certeza con la cual el gobierno ha abordado el proceso de transición energética.
Del programa de gobierno y sus primeras acciones y declaraciones se puede deducir el ethos de su estrategia que podría ser el siguiente: la solución a un problema tan agudo y absoluto requiere un abordaje igualmente extremo y en términos conceptuales absoluto, una “revolución”, la manifestación contundente de esta máxima fueron las polémicas declaraciones del presidente Petro frente a la asamblea general de la ONU en donde preguntaba: "¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo?".
Esta declaración radical fue celebrada y condenada por igual, personalmente la considero importante como herramienta para lograr una movilización social efectiva, un elemento clave en una transición exitosa, pero desafortunadamente devela un reduccionismo casi infantil de la compleja gestión energética.
Resulta importante debatir estas declaraciones y las ideas que las acompañan, la energía no es un tema menor. La ruta que escojamos para reducir la contaminación en nuestro país determinará nuestro desarrollo en el futuro y nuestra capacidad de sacar de la pobreza a millones de compatriotas.
Esta columna tiene como objetivo debatir y contrastar las ideas que se proponen como base de las estrategias de transición propuestas por el actual gobierno, exponiendo los puntos más importantes a considerar para reducir la contaminación de forma efectiva sin comprometer el desarrollo del país.
La energía como bastión de lucha ideológica
Una característica peculiar de la estrategia energética del gobierno colombiano es su enfoque ideológico, exclusivo de nuestro país. El término transición energética justa, que se ha empezado a usar en lugar del tradicional transición energética sostenible, es una muestra de ello. Este concepto engloba unos objetivos tan heterogéneos y confusos que complejiza enormemente las estrategias de transición energética.
Si bien toda política tiene una génesis ideológica, es decir una serie de principios base que la guían, a medida que nos acercamos a desarrollar planes practicables (estrategias, normas, políticas públicas, etc.) estos principios deben transformarse en constructos concretos y objetivos claros y medibles.
Reemplazar el término sostenibilidad por justicia tiene consecuencias serias en la consolidación de una política pública. La justicia es un constructo difícil de operacionalizar en el contexto energético (tal vez imposible) en contraste al concepto de sostenibilidad, que aunque sea extraordinariamente complejo también es susceptible de ser definido objetivamente.
Un ejemplo es el objetivo de neutralidad de carbono, expresable en una ecuación que puede ser compartida entre diferentes países y organizaciones, algo fundamental teniendo en cuenta la naturaleza global del problema ambiental; y tal vez lo más importante: es un constructo medible, un requerimiento imprescindible para hacer política pública.
Esta imposibilidad de operacionalizar un plan de gobierno es patente cuando el mismo gobierno reconoce que la propia definición de desarrollo varía entre las comunidades ancestrales y la visión "occidental". ¿Cómo podemos integrar esas visiones a veces opuestas del desarrollo? ¿Qué son "el buen vivir" y otros constructos gaseosos?
Después de revisar el documento previo a la hoja de ruta (Diálogo social para definir la hoja de ruta de la transición energética justa en Colombia) me preocupa el énfasis injustificado en los actores con menor influencia en el cambio de la matriz energética y aun más grave se pasa por alto un trabajo extenso que se ha realizado en gobiernos anteriores con diagnósticos y estrategias valiosas, completamente congruentes con los objetivos planteados por el actual gobierno.
No hay duda, el problema del cambio climático nos obliga a actuar, pero debemos hacerlo desde un punto de vista científico y objetivo de lo contrario tardaremos años en concertaciones filosóficas irresolubles mientras el problema medioambiental se agrava.
¿Cómo y quiénes contaminan en Colombia?
La transición energética y la idea de cambiar nuestros modelos de crecimiento se fundamenta en las consecuencias actuales y futuras del cambio climático que según algunos modelos científicos pueden ser cataclísmicas.
Concretamente lo que se busca es la reducción en la emisión de gases de efecto invernadero y evitar de esta forma el aumento de la temperatura global. Resulta por tanto fundamental entender cómo contamina nuestro país, quiénes son los actores y su influencia en la problemática.
Cuando hablamos de contaminación siempre se intuye que la actividad industrial, la generación energética y el transporte son los mayores responsables, en el caso colombiano no es así.
Uno de los esfuerzos más importantes en cuanto a cambio climático en Colombia fue el inventario de gases de efecto invernadero (GEI) del año 2012 durante el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos.
Este documento es una juiciosa recopilación de información de fuentes e impactos tanto positivos como negativos en la emisiones de GEI, los resultados de este estudio concluyen que las actividades que más contribuyen a la generación de GEI son el sector agrícola y forestal, juntos suman un 62 % de los GEI generados.
La deforestación es el mayor generador de GEI, y tiene un impacto doblemente negativo, no solo se generan GEI durante el cambio del uso de la tierra, la deforestación también minimiza la capacidad de captura del CO2.
El transporte es otro factor que impacta de forma importante la matriz de contaminación con un 11% del total de los GEI, es también la fuente que requiere mayores recursos, desarrollo tecnológico y tiempo para lograr una transición.
Por último, y a diferencia de los países industrializados en donde la emisión de gases de efecto invernadero está fuertemente ligada a la generación de energía, en Colombia tan solo el 3,45% de las generaciones de GEI están concentradas en la quema de combustibles para generación de energía.
Estas emisiones pueden reducirse considerablemente si se continúa la transición del carbón al gas natural en las plantas termoeléctricas. En esta realidad reside una de las críticas más pertinentes con respecto a la actual estrategia del gobierno: ¿qué sentido tiene enfocar los esfuerzos regulatorios y tributarios en uno de los sectores que menos contamina?
¿Qué se debe hacer para reducir la emisión de GEI en Colombia?
Entidades como la Ocde y la Universidad de los Andes, entre muchos expertos, coinciden en que nuestro actual gobierno debe adoptar y reforzar las estrategias existentes de protección de los recursos forestales, acompañados de proyectos de agricultura y ganadería sostenible.
Esto es una labor titánica y de alta complejidad, pero ciertamente más sencilla y con muchos más impactos positivos que la de renunciar a la explotación de recursos minero-energéticos que representan un flujo de recursos esenciales (más del 40% de los recursos de exportaciones provienen de la minería y los hidrocarburos).
Por lo tanto, la transición energética depende de estos recursos para ser exitosa. Algunos miembros importantes del gobierno, como el ministro de hacienda José Antonio Ocampo y el actual director del DNP Jorge Iván González, también han expresado la importancia de estos recursos para la transición.
La movilidad sostenible y la electromovilidad también deben ser una prioridad, solo mediante el desarrollo de estas tecnologías se puede reducir la demanda de combustibles fósiles. Este proceso puede durar décadas pero se pueden adoptar algunas estrategias inmediata. Estas podrían ser: eliminar barreras arancelarias, reducir impuestos para vehículos eléctricos y componentes esenciales para la electrificación (inversores, baterias, motores electricos, etc.), aumentar la infraestructura de carga y distribución, promover y habilitar la conversión de vehículos de gasolina a eléctricos en nuestro país.
Estas estrategias solo son viables si están acompañadas de esfuerzos de formación y transferencia tecnológica como: incorporar el diseño, mantenimiento y reparación de vehículos eléctricos en la formación técnica, investigación en ecomovilidad, transporte y ciudades inteligentes, reciclaje de baterías, etc.
Estas estrategias no son ajenas a la labor realizada por el gobierno pasado, que sin embargo falló en implementarlas. En la politíca nacional de ciencia, tecnología e innovación 2022-2031 se indica que la transición energética sostenible debe estar basada en el conocimiento y la innovación. Resulta conveniente seguir por el mismo enfoque conceptual pero desde un abordaje basado en proyectos y ciclos de experimentación cortos.
Los peligros de la revolución
Dentro de las ideas del gobierno está detener la exploración de gas, lo que va en contra de una de las estrategias reglamentadas en la ley de cambio climático que busca promover el uso del GNV en transporte público y aumentaría las emisiones en las plantas térmicas incrementando el uso del carbón.
Reducir los subsidios a los combustibles y subir los impuestos a las hidroeléctricas (la tecnología más limpia de generación de energía y la de mayor eficiencia por amplísimo margen) antes de tener una oferta e infraestructura de electromovilidad y fuentes no convencionales de generación eléctrica puede causar un impacto negativo enorme a la economía y probablemente al medio ambiente.
Pues ante la falta de competitividad del sector industrial por los altos costos de la energía y el transporte se podrían incentivar actividades como la minería ilegal, la ganadería extensiva y los cultivos ilícitos que incrementarían la deforestación causando aún más GEI.
El mejor camino para Colombia no es una revolución bien intencionada sino una evolución reflexiva y eficaz basada en la construcción y transferencia del conocimiento.
Resulta fundamental usar nuestras fortalezas actuales. La matriz de generación energética colombiana no solo es excepcionalmente limpia, también contamos con excedentes de producción energética y con la apertura de Hidroituango estos serán aun mayores.
Los combustibles fósiles también tienen cabida en el futuro cercano del país. En regiones apartadas de nuestra geografía las luces de los centros de salud se encienden con plantas de diesel y las lanchas de los pescadores se mueven con ella. Los combustibles fósiles son una alternativa barata, confiable y muy difícil de sustituir para miles de colombianos. Sacar la conclusión apresurada y obtusa de que los combustibles fósiles no tienen ningún efecto positivo en la sociedad puede amenazar la subsistencia de los más pobres.
A este respecto Alex Eptein, experto en transición energética y filósofo de profesión (igual que la ministra de Minas y Energía actual) señala lo siguiente: “Un sistema de conocimiento que aboga por eliminar las fuentes de energía económicas centrándose exclusivamente en sus efectos negativos es un sistema de conocimiento roto“.
Considero que el plan "revolucionario" del gobierno es de alto riesgo y poco beneficio a corto plazo, se busca una gran sinergia con pequeñas comunidades que poca influencia tienen en la canasta energética y un obstinado esfuerzo por castigar a la industria que más aporta a la economía y el desarrollo del país, dejando de lado realidades indiscutibles de la matriz energética colombiana, de las actividades productivas y sus impactos en la generación de GEI.
No se tiene en cuenta la naturaleza propia de los procesos de innovación que son los que dan lugar a "revoluciones reales" y esfuerzos importantes de gobiernos anteriores se desechan aun estando alineados con la hoja de ruta actual, cuando lo conveniente es empezar a implementar urgentemente algunas de las estrategias planteadas.
La transición energética debe ser un buen negocio para ser una realidad
La transición energética es una oportunidad de oro para nuestro país, desaprovecharla sería un crimen no solo ambiental sino político, social y económico.
Para una transición energética eficaz como para cualquier proceso de innovación se precisa un ambiente de estabilidad, seguridad y prosperidad en la sociedad, sin estas características la libertad para experimentar y pensar no tiene asidero.
“Innovation happens when people are free to think, experiment and speculate. It happens when people can trade with each other. It happens where people are relatively prosperous, not desperate. It is somewhat contagious”. Matt Ridley (en "How Innovation Works, And Why It Flourishes in Freedom").
El mercado, la oferta y la demanda son de alguna manera los responsables de que nos encontremos en este predicamento planetario, y aunque resulte paradójico la solución debe pasar por estas mismas dinámicas de mercado que son eficaces en la difusión de las innovaciones.
Al mismo tiempo se debe levantar una estructura regulatoria reactiva y flexible que ataque los vicios y errores del mercado. La transición energética debe ser una oportunidad para generar mayor valor y mejorar el acceso a la energía y la movilidad, garantizando la soberanía y seguridad energética.
Se debe luchar para incrementar la competitividad de las empresas nacionales encargadas de esta misión pero también impulsar la inversión y operación de empresas extranjeras con experiencia, las cuales son socios esenciales en el proceso de transferencia tecnológica indispensable para la transición energética.
Desde el gobierno se deben implementar estrategias concretas de inversión en ciencia, tecnología e innovación, relajando los marcos regulatorios para permitir la experimentación y reducir los impuestos a tecnologías y recursos clave, garantizando la explotación de minerales estratégicos para la transición.
Es hora de ser curiosos y permitir que empresas, universidades y grupos sociales experimenten ampliamente alternativas enfocadas a la generación de energía, movilidad sostenible, así como la gestión del sector agrícola y forestal, que son la clave para una reducción pronta y eficaz de los GEI.