Tuve la ocasión, el pasado 2 de diciembre, de participar en el Foro Internacional de Juventudes, liderado por Usaid y Acdi-Voca. De lo más interesante de este evento fue la posibilidad de congregar, nuevamente en la presencialidad, a cerca de 100 jóvenes de diversas latitudes del país, a los que se sumó una poderosa cantidad a través de medios digitales.
Tres advertencias de los jóvenes al sistema educativo

Entre la conversación, que pasó por temas como empleo, sostenibilidad y educación, hablamos de trayectorias educativas completas. Como ya hemos venido advirtiendo, y en esto los académicos han sido insistentes: existe una nueva visión en la que los jóvenes no ven la universidad como un camino ideal para la movilidad social o como un camino aspiracional para sus proyectos de vida.
En los discursos juveniles se resalta lo anquilosadas que suelen ser las instituciones académicas, y cómo, por otra parte, han encontrado en lo que pudiéramos llamar educación no formal e informal soluciones a la medida en función de sus propios intereses y expectativas. En medio de esta conversación, se escucharon varias posturas que señalaban los contenidos de la educación básica como innecesarios o desactualizados.
Frente a lo anterior creo que vale la pena plantear tres reflexiones clave.
En primer orden, es importante insistir en que la escuela, por lo menos en la educación básica, tiene un compromiso social con presentar y apropiar los saberes básicos que permitirán a cualquier ciudadano entender de mejor manera el mundo en el que vivimos.
En este sentido, es necesario hacer un alto en el camino y recordar que aun los que se quieran dedicar a las ciencias sociales, por poner un ejemplo, encontrarán en las matemáticas un lenguaje de comprensión y de desarrollo del pensamiento tremendamente útil para navegar entre los contextos locales y globales que nos impone el mundo contemporáneo.
De la misma manera, un futuro ingeniero verá fortalecido su hacer si conoce de literatura, pero además encontrará en las letras un camino para el florecimiento de su humanidad, independiente de su elección profesional.
Un segundo asunto es que, frente a un mundo en el que la información transcurre a velocidades hasta ahora no vistas, y en el que tenemos un corpus de saberes al alcance del celular, debemos encontrar la manera de que la educación básica incorpore estos medios a la experiencia educativa. Bien sabemos que la educación no se resuelve con tabletas per se, pero no podemos negar que hoy nos comunicamos en formatos y medios distintos, y como tal, la escuela, al ser una institución social, también se adapta con los cambios del mundo.
Finalmente, y como tercera y más importante reflexión quisiera insistir en que los jóvenes no pueden seguir siendo vistos como un potencial futuro, sino como un presente activo, que siente y piensa, y como tal que agencia la transformación de la sociedad. Tendremos que adelantar acciones contundentes desde la escuela para fomentar su participación política, su reflexión profunda y la visibilización de sus diversidades como un patrimonio cultural.
Por lo pronto los invito a dejar la retórica que propone a los jóvenes como futuros ciudadanos para pasar a la convicción de que la agencia juvenil hoy define la agenda pública, y con ello, las oportunidades de construir una mejor sociedad.
*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.