Ojalá se tratara de un simple titular para llamar la atención, pero existe un riesgo plausible de que el mundo se quede sin banano a causa de la propagación del mortal hongo de la tierra Fusarium Raza 4 Tropical (también conocido como Panamá 4). Este hongo contagioso, agresivo y que puede permanecer por décadas en el suelo se está esparciendo de manera rápida por el mundo debido al cambio climático, en particular dado el aumento de temperaturas y las cada vez más fuertes tormentas tropicales. Su propagación pone en riesgo la producción mundial del banano “Cavendish”, la variedad genética homogénea que se cultiva en el mundo.

Una situación análoga ocurrió a inicios del siglo XX cuando el hongo Fusarium Raza 1 (también conocido como Panamá 1) empezó a atacar a las plantaciones bananeras. Su presencia fue devastadora, al punto que por 1950 casi acaba por completo la producción mundial de banano “Gros Michel” (la variedad genética que se cultivaba). Por ello, la industria del banano pasó de la variedad genética “Gros Michel” a “Cavandish”, pues la última es resistente al Fusarium Raza 1. Pero así como evoluciona el material genético, los patógenos también mutan y se adaptan y, acentuados por el cambio climático, las nuevas variedades de patógenos ponen en riesgo nuestro sistema de producción agroalimentario.

El fusarium Raza 4 y la producción de banano es el principal ejemplo que expone The Guardian en su reportaje titulado Our food system isn’t ready for the climate crisis, en donde desarrolla la hipótesis de cómo nuestro sistema agroalimentario, dependiente en pocas variedades genéticas, no está listo para adaptarse al cambio climático.

Ese reportaje plantea que la mejor manera de adaptarse al cambio climático es con diversidad genética, pero nuestro sistema agroalimentario se basa en muy pocas variedades. En consecuencia, al estar el sistema agroalimentario reducido a pocas variedades es más susceptible a sufrir los distintos flagelos del cambio climático como lo son las sequias, plagas, inundaciones, ciclones y aumento de la temperatura.

The Guardian evidencia cómo a causa de este sistema de producción alimentario se han perdido un importante número de variedades genéticas. Algo así como poner todos los huevos en la misma canasta genética. El ejemplo más contundente se da con el maíz; dado los avances de la biotecnología gran parte de su producción se da con semilla hibridas (así es el 99% de la producción de los EE.UU.), pero esto ha implicado que México haya perdido el 80% de la variedad genética de maíz que tenía. Otro ejemplo es el de la vainilla que contaba con 100 especies distintas, pero a nivel mundial se consume la vainilla de una única especie.

Esta amenaza del cambio climático y las pocas variedades que se siembran a nivel industrial es consecuencia del hecho de que el sistema agroalimentario prioriza los rendimientos y las ganancias sobre la diversidad genética. Ahora, aunque lo anterior es cierto, la principal crítica que se le puede hacer al reportaje es que su análisis poco pondera que, gracias a esta industrialización agrícola, que en gran parte inició con la revolución verde, se lograron aumentar los rendimientos y realizar economías de escala, lo que se tradujo en mitigación del hambre al poder cubrir gran parte de la demanda y alimentar a la población a menor costo.

El trigo es un gran ejemplo de la complejidad de esta situación entre eficiencias productivas y adaptación al cambio climático. Este cultivo que es la base del pan, la pasta y la masa de la pizza es un cereal esencial para la seguridad alimentaria (el 50% de las calorías que consume la población mundial provienen del trigo, maíz y arroz). El trigo se convirtió en el ejemplo insignia de la revolución verde. Cuando el científico Borlaug produjo un nuevo tipo de trigo al cruzar variedades con rasgos positivos, y de ese modo descubrió una variedad que resistía la roya y daba mejores rendimientos, sus tallos cortos disminuían el desperdicio causado por el viento. Posteriormente, aprendió a maximizar su rendimiento, precisando a qué distancia plantarlo, la profundidad, y los fertilizantes necesarios (por sus hallazgos le otorgaron el Premio Nobel de Paz de 1970).

Pero como no hay fiesta sin guayabo, es precisamente ese sistema de producción centrado en una única variedad genética el que es poco resiliente al cambio climático. En 2021 Canadá sufrió de sequías y, junto a un aumento de la temperatura, se redujo de manera significativa el cultivo del trigo duro (“durum wheat” -la base para hacer la pasta-), lo que en consecuencia disparó su precio mundial en un 90% poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de la población con menos recursos.

Acá está el gran meollo del asunto. Cómo poder seguir produciendo de manera eficiente, pero sin depender de una sola variedad. En otras palabras, cómo armonizar la revolución verde con el cambio climático. La esperanza está en los bancos de semillas que muchas veces conservan especies amenazadas; en esos bancos que guardan múltiples variedades genéticas (en especial de granos y, en menor medida, de frutas y vegetales) que, aunque no han sido exitosas en un sentido comercial, es muy probable que en su diversidad estén los genes necesarios para mitigar el cambio climático. Es en esa diversidad genética que podría estar la respuesta para que el mundo siga consumiendo banano.

Notas 

  • El Fusarium Raza 4, que fue descubierto en la Guajira, hasta el momento ha sido contenido en el norte del país. Una alianza entre las agremiaciones bananeras en conjunto con el ICA ha permitido realizar acciones exitosas para lograr el objetivo de contención que tiene como principal objetivo evitar que este hongo llegue al Urabá.
  •  En Colombia pasó un poco de agache la noticia de la inauguración de un banco de semilla del Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (Cgiar) a las afuera de Cali. Este banco de semilla, inaugurado el 15 de marzo, es el más grande del mundo para yuca, frijoles, y forrajes tropicales. El banco tiene la capacidad de albergar 250 mil especies que pueden ser de vital importancia para la agricultura mundial.

Es consultor indenpendiente para organismos multilaterales, sector público y sector privado. Estudió ciencia política en la Universidad de los Andes y una maestría en econompia internacional en la Universidad John Hopkins. Sus áreas de interés son el desarrollo del sector agroindustrial y competitividad...