Volver a lo básico: ¡volver a la básica!

Volver a lo básico: ¡volver a la básica!
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Siempre es útil iniciar el año escolar con reflexiones sobre las prioridades del sistema y las formas cómo entendemos el problema de lo educativo. Algunas consideraciones para no caer en recetas superficiales o en la tentación del falso experto.

El país se dispone a iniciar las clases de 2023 y casi diez millones de estudiantes volverán a las aulas de transición, básica y media. Este inicio, que coincide con un gobierno nacional que prepara su Plan Nacional de Desarrollo, es siempre una oportunidad para reflexionar sobre la educación como sistema, las prioridades del país en esta materia y, por supuesto, los campos en los que, si uniéramos fuerzas desde distintos sectores, lograríamos importantes resultados.

Empecemos por lo aparentemente simple, pero que muchas veces olvidamos o no queremos reconocer. Son los maestros y las maestras los expertos en la educación escolarizada. Ellos tienen todo por decir y sus experiencias y saberes prácticos pueden orientarnos en función de los caminos para consolidar una educación hospitalaria y respetuosa del contexto. 

Es urgente que no sigamos desarrollando programas, políticas públicas o intervenciones sin considerar sus voces. Es necesario dejar de estigmatizarlos y, al contrario, avanzar en la creación de espacios de encuentro, intercambio, formación y acompañamiento a este oficio que, como cualquier otro, requiere actualizar saberes y reorientar las reflexiones en función de las transformaciones del mundo y de las sociedades. Otro elemento clave es insistir en el carácter sistémico del sistema educativo. 

En vez de rasgarnos las vestiduras cada vez que comparamos los resultados en pruebas Pisa y nos reconocemos con puntajes muy inferiores a los de Finlandia o Japón, sería muy pertinente si avanzamos en el reconocimiento estructural y complementario de las dificultades de nuestras escuelas. 

Esto es, pésimas infraestructuras físicas y digitales, ausencia de materiales de formación, limitadísimos espacios de cualificación docente y unos contextos de violencia y conflicto que se parecen más a los países africanos que a las naciones con las que nos comparamos, sin reconocer siquiera las enormes diferencias en términos de desigualdad, precaria nutrición u orden público, por poner solo unos ejemplos.

Que sea también la oportunidad para dudar y resistir la tentación de los gurús que dicen tener la solución a todos los males de la escuela. No hay una única forma de tener una buena escuela, entre otras cosas porque el gran poder de esta institución es adaptarse a las múltiples realidades, y reconstruirse en función de sus diversos tiempos y contextos, esos que no caben en los recetarios o manuales de seudo-especialistas que creen saber todo de educación y rara vez tocan una escuela.

Finalmente, y como prioridad, quisiera insistir en que es preciso, desde la perspectiva educativa no olvidar un elemento clave: la necesidad de volver a lo básico, es decir, a la mirada de acompañamiento, voluntad política y responsabilidad intersectorial hacia la educación básica. 

No caigamos en una ingenuidad que puede costarnos muy caro: si solo nos concentramos en la media y la educación universitaria, corremos el riesgo de ampliar los niveles de deserción que hoy hacen que solo la mitad de quienes inician primer grado en la ruralidad puedan culminar su ciclo en undécimo grado.

Por mejores universidades que tengamos, no podemos permitirnos que las personas que transitan los ciclos básicos salgan del sistema, pues esto inevitablemente es una trampa de pobreza. Ya lo advierte la Unesco desde 2017: lograr que todos los adultos culminen su educación secundaria reduciría la pobreza a la mitad. 

No nos olvidemos de esta advertencia, pero sobre todo la necesidad de que nuestros ciudadanos en formación puedan transitar la básica como una forma clara de conocer los saberes que les permitirán reconocer el entorno en el que viven e intercambiar con otros que piensan de manera diferente como el ejercicio fundante de la convivencia y la formación ciudadana.

Ojalá logremos superar la pretensión de hiperconcentrarnos en la educación superior y volvamos a lo básico, que de resulto no tiene nada. Esto nos permitiría avanzar en una sociedad más equitativa, consciente de los actuales retos planetarios y promotora de la diversidad como patrimonio social. Ojalá este 2023 volvamos a lo básico: ¡volvamos a la básica!

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