Y desde que llegó a la Presidencia, eso ha hecho.
En diciembre, Petro y su ministro de Transporte, Guillermo Reyes, se reunieron con el consorcio chino —a espaldas de la alcaldesa— para pedirle alternativas para volver subterráneo el metro. Este lunes también se supo que contrató a la firma de abogados del exministro Enrique Gil Botero para que le de un concepto jurídico sobre las posibles demandas que traería a la Nación modificar el contrato de la primera línea del metro.
Con lo cual, el pulso ha quedado oficialmente abierto.
El Presidente no tiene la sartén por el mango
Para lograr su objetivo de modificar el trazado de la primera línea a estas alturas, el presidente enfrenta un escollo jurídico, uno económico y uno político.
El jurídico. El presidente pidió un concepto a abogados porque sabe que una modificación del contrato ya firmado provocaría una avalancha de demandas.
A hoy, se han invertido entre dinero de la Nación y del Distrito un billón de pesos en estudios, en la obra física que ha avanzado en un 18 por ciento, en el 95 por ciento de las las compras de predios que se necesitan para hacerlo elevado y en el traslado de redes, cuyo avance va en el 65 por ciento, según el gerente del metro de Bogotá, Leonidas Narváez. Si con la modificación parte de estas inversiones se pierde, podría haber un detrimento patrimonial.
Según Nicolás Rincón, director de la maestría de Logística y Transporte de la Universidad Javeriana, los costos podrían ser “billonarios” pues podría haber demandas de la oposición de Petro, de Peñalosa, de los oferentes expertos en líneas subterráneas que se presentaron a la licitación y no ganaron “pero también de los ciudadanos que tendrán que esperar siete años más para una obra que no cargará más pasajeros”.
El económico. Aunque la alcaldesa ha dicho que tendría que ser el Gobierno Nacional el que pague la modificación, la Ley de Metro dice que el la Nación podrá poner máximo el 70 por ciento de las obras de infraestructura, y que el 30 por ciento restante lo tiene que poner la ciudad.
A la Nación, con la opción más económica de los chinos, le tocaría poner entonces como mínimo 3,5 billones adicionales que no estaban previstos en los cálculos del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo. Según le dijo a La Silla un asesor de esa cartera, que pidió no revelar su nombre, “todavía no se sabe de dónde saldría la plata”. Agregó que por ahora, una opción que están barajando sería pedir un crédito con la banca multilateral.
El político y más importante. Petro necesita convencer a Claudia López de reversar el metro, algo que ella prometió no hacer en campaña. López dijo que si Peñalosa dejaba contratada la primera línea del metro, ella se enfocaría en llevarlo tal cual hasta Suba y Engativá. Y justo por negarse a prometer un cambio en el trazado, López perdió el respaldo de Petro y tuvo que derrotar a su candidato Hollman Morris en las urnas.
Para López ceder en este punto significa no dejar un metro avanzado como legado. Y significa volver al Concejo de Bogotá a pedir más plata después de que desde la crisis del covid le ha aprobado un cupo de endeudamiento a la ciudad de 12,2 billones de pesos.
De los 45 concejales, hasta ahora solo hay siete que apoyan esa movida: los cuatro petristas, Carlos Carrillo, del Polo, y los verdes Luis Carlos Leal y Diego Cancino.
Podrían llegar a contar con el apoyo de la verde María Fernanda Rojas, que dice que está estudiando la posibilidad, los otros tres concejales del Polo, y de los dos conservadores del Concejo que apoyan inicialmente que la obra continúe como va, pero que podrían ser persuadidos por el partido, cuya principal cuota en Gobierno Nacional es el ministro de Transporte.
Pero aún así, las cuentas no dan para llegar a los 23 votos que necesitaría. Los liberales y los de la U —que también son de la coalición de Petro— han dicho que se oponen. Lo mismo pasa con Cambio Radical, el uribismo, los cristianos y los aliados alternativos cercanos a la alcaldesa.
El verde y aliado de la alcaldesa, Diego Laserna, por ejemplo, dijo en redes sociales: “Cambiar el proyecto de metro en el tramo que ya está contratado y en ejecución es una irresponsabilidad”. Y Marisol Gómez, del Nuevo Liberalismo, que también ha apoyado a López, aseguró en Twitter: “En su obsesión con el metro subterráneo, el Pacto Histórico está siendo hoy tan irresponsable con la plata de los bogotanos como lo fue Enrique Peñalosa al enterrar lo que había adelantado Petro”.
De hecho, la comisión accidental del Metro de Bogotá del Concejo, que le hace control político a esa obra, envió una carta a la Presidencia este lunes en la que dice: “no podemos permitir que un capricho del Presidente afecte los avances que ha tenido el proyecto”. También pregunta: “¿De dónde saldrán esos recursos?”, “¿Se han tenido en cuenta las eventuales implicaciones legales que tendría la modificación?”. “¿Quién va a asumir las millonarias demandas a las que se expone la ciudad por el cambio del objeto del contrato?”.
En la misma línea, aliados clave de Petro como los senadores Roy Barreras, Ariel Ávila y la representante Catherine Juvinao prefieren que la obra continúe como va. El presidente del Senado, incluso, acompañó en diciembre a López para pedirle al ministro de Transporte, Guillermo Reyes, que la obra “se haga ya”.
Además, para que se apruebe ese dinero, se deben cumplir varios requisitos, según la misma ley de metros. Entre otros, que el proyecto tenga estudios de factibilidad y rentabilidad, socioeconómico y socioambiental que el tramo para el metro subterráneo hoy no tiene. Y que exigen de los bogotanos más plata y paciencia con los trancones.
Petro puede apretar, pero no ahorcar
Petro, de todas formas, tiene formas de “persuadir” a la Alcaldía de Bogotá. Claudia necesita su aval para firmar los convenios de cofinanciación con la banca multilateral para licitar la segunda línea del metro, que va hasta Suba y Engativá y que será subterránea. La alcaldesa espera dejarla licitada antes de cerrar su mandato como parte de su legado.
También necesita que Petro mantenga el apoyo económico a obras importantes como el Regiotram del norte y de occidente, la Calle 13, la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales Canoas para descontaminar el río Bogotá, entre otras, en las que la Nación también pone buena parte de la plata.
En esa necesidad, Petro ha encontrado una forma de presión que se vió reflejada cuando el ministro Reyes —recién posesionado— dijo que no apoyaría estas obras. Pero tras un encuentro con López, en el que ella no se negó del todo al tramo subterráneo de la primera línea y aceptó esperar las propuestas de los chinos, Reyes aseguró que el gobierno se comprometía con esas obras.
El presidente también tiene de su lado que mientras él mantiene su popularidad, López ha perdido cuarenta puntos desde que llegó al Palacio Liévano.
Pero como ese poder no le alcanza para imponer la obsesión de su metro subterráneo, la ciudad será testigo en los próximos días, y quizás meses, de un nuevo pulso por un metro que Bogotá lleva tratando de hacer desde hace 80 años.