Aunque para buena parte de la izquierda, Garzón es visto como un ‘vendido’ que, apoyado en su origen sindical, favorece las pretensiones de los empresarios y de las políticas neoliberales, a costa de negar la realidad nacional en materia de violencia y abusos contra los trabajadores; y para buena parte de la derecha,y por las mismas razones, Garzón es visto un comodín. Quienes lo conocen bien, creen que Garzón será una pieza clave para el éxito de la ‘unidad nacional’ de Santos.

Angelino Garzón, en campaña presidencial con Juan Manuel Santos. Foto: campaña Santos presidente.

En su discurso de celebración del triunfo el domingo pasado, Juan Manuel Santos presentó a su fórmula presidencial como un símbolo de fraternidad. “Angelino es un campeón de los derechos humanos, de la defensa de los trabajadores, de la lucha contra la pobreza, del empoderamiento de las regiones, y será mi co-equipero ideal durante los cuatro años de gobierno”, dijo, sonriente, y en medio de aplausos.

Así trazó Santos el plan que tiene para Garzón, este bugueño de 60 años y de origen humilde, que simboliza como nadie la unidad nacional que Santos quiere mostrar.

Aunque para buena parte de la izquierda, Garzón es visto como un ‘vendido’ que, apoyado en su origen sindical, favorece las pretensiones de los empresarios y de las políticas neoliberales, a costa de negar la realidad nacional en materia de violencia y abusos contra los trabajadores; y para buena parte de la derecha,y por las mismas razones, Garzón es visto un comodín. Quienes lo conocen bien, creen que Garzón será una pieza clave para el éxito de la ‘unidad nacional’ de Santos.

Garzón, un hombre paciente, sin prejuicios, más pragmático que ideológico, será el embajador regional de Santos; su mano derecha con los más pobres; una de sus cartas para lograr la aprobación del TLC; y su socio incansable en busca de la paz.

Garzón, criticado por la izquierda

Muchos en la izquierda se han ido desencantando con las posturas políticas y agenda de Angelino Garzón. Lo ven como un tipo volátil, cada vez más alejado de su origen sindical, y cada vez más cerca del uribismo.

Angelino empezó su carrera como un hombre totalmente de izquierda: fue líder sindical, miembro del Partido Comunista y luego vicepresidente de la Unión Patriótica. Fue Secretario General de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) entre 1981 y 1990. Y en el 91, fue Constituyente postulado por la Alianza M-19. Durante esta fase de su vida era un hombre anticlerical.

Pero hoy en día es un católico fervoroso en cuyos discursos siempre se entremezcla el pragmatismo, con alusiones directas a Dios. Además, Angelino se forjó un lugar dentro del establecimiento. Fue Ministro del Trabajo de Andrés Pastrana, y luego empezó a jugar un rol clave dentro del gobierno de Álvaro Uribe.

A raíz de su llegada al Ministerio de Trabajo, Angelino empezó a hacer nuevos contactos y aliados en la esfera política. Uno de ellos fue Juan Manuel Santos, con quien compartió gabinete cuando él ocupaba la cartera de Hacienda.

A medida que Garzón empezó a codearse con hombres del gobierno, poco a poco se fue alejando de la militancia de la izquierda para convertirse en el aliado del gobierno en el mundo sindical a nivel nacional e internacional. Con los años, dejó el comunismo y pasó a representar al gobierno de Uribe.

En 2007, tras terminar su gobernación del Valle, fue delegado por el Presidente para negociar el TLC con el Congreso de Estados Unidos. Garzón parecía el hombre perfecto – por su experiencia y origen sindical- para convencer a los norteamericanos de que en Colombia las violaciones de derechos humanos a los trabajadores y asesinatos a sindicalistas habían disminuido y que por lo tanto, el tratado debía firmarse. Sin embargo, no fue suficiente y el TLC aún está pendiente.

Pero su amistad con el Presidente no quedó en suspenso como el TLC. En enero de 2009, Uribe nombró a Garzón como Representante Permanente de Colombia ante las Naciones Unidas en Ginebra. Parte de su misión fue defender el nombre de Colombia, en relación con las denuncias y problemas de los derechos de los trabajadores de Colombia ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

“Él se esfuerza diplomáticamente por demostrar que acá no se violan los derechos laborales y que hay garantías sindicales. Ese papel lo cumple y es la razón por la cual la OIT asume la decisión de sacar a Colombia de los 25 países en observación por violaciones de los derechos humanos de los trabajadores”, dijo Raúl Arroyave, dirigente de la CUT, a La Silla Vacía.

Para Arroyave la labor de de Garzón ante la OIT fue una movida en contra del sindicalismo en Colombia. “Ese es el papel que Angelino le presta al uribismo en un momento donde el asesinato de activisitas y dirigentes no ha parado, y donde el despido de personas que se unen al sindicato en las multinacionales es frecuente(…) Santos lo nombra para meter en su cúpula a alguien que pudiera cooptar, confundir o enredar a los sectores de izquierda o sectores sindicales”.

Con la última hazaña ante la OIT que posicionó a Garzón como un negociador internacional ganó enemigos en la izquierda, y también más respeto dentro del uribismo. La vicepresidencia con Santos es muestra de ello. “Fue una decisión de áltismo riesgo, pero le permite estar en un escenario para hacer transformaciones o preservar el statu quo. De la generación de él, pocos han tenido una responsabilidad como la Vicepresidencia”, opina Álvaro Jiménez, ex militante del M-19 y quien conoce a Angelino desde cuando Garzón estaba en la UP.

Garzón, el símbolo de la unidad nacional

 

Casi por las mismas razones por las que la izquierda critica a Garzón, la derecha lo valora. Pero en el caso de Juan Manuel Santos, Garzón tiene varios elementos que lo complementan y que lo harán una ficha clave de la unidad nacional.

El origen popular de Angelino, su temperamento pragmático, sus habilidades como conciliador, su fe en Dios y su obsesión por la paz son lo que Santos necesita para atacar diversos frentes de la unidad nacional.

“El valor agregado de una presidencia de Juan Manuel Santos en lo social, laboral y en derechos humanos es Angelino Garzón”, dijo Julio Roberto Gómez, presidente de la Confederación General del Trabajo (CGT) y viejo amigo de Garzón. La CGT adhirió a Santos por Garzón.

Garzón es el líder popular que Santos no es, y tiene los contactos con las bases sociales que Santos carece. Además, es quien conoce las regiones y las problemáticas de las personas más necesitadas.

Gran parte su éxito en la Vicepresidencia dependerá de su poder de acercamiento y negociación con los sectores menos favorecidos en Colombia, como los trabajadores, desplazados y víctimas del conflicto armado. De él depende que Santos tienda puentes en sectores desconocidos, resistentes e incrédulos.

Ahora que Uribe salga de la Presidencia, uno de los retos de Santos es cómo mantener el contacto regional sin tener que continuar con los consejos comunitarios todos los fines de semana. A diferencia de Uribe, el presidente electo no es un microgerente y además, disfruta del golf y seguramente no pasará todos los fines de semana oyendo los problemas de la gente en las regiones. Garzón en buena medida será la cara visible del gobierno en los pueblos y quien se encargará de velar por la protección de los derechos humanos.

Después de la muerte de su hija, Jenny, y de su trabajo en la Comisión Nacional de Reconciliación, Garzón se volvió un hombre profundamente religioso. Es un católico militante. Y esa característica, además de su pasado sindical, sin duda lo beneficiarán como puente hacia las ONG de derechos humanos gringas que tienen interés en Colombia y se oponen visceralmente al TLC, la mayoría de las cuales son cercanas a la Iglesia Católica.

Pero en lo que Garzón jugará un verdadero papel es en la búsqueda de un proceso de paz efectivo para Colombia.

“Nosotros, Juan Manuel Santos y Angelino Garzón, nos hemos comprometido a que vamos a volver parte de nuestra agenda de trabajo los puntos de acuerdo mínimos que la Conferencia Episcopal Colombiana y la Comisión Nacional de Reconciliación han presentado para lo que sería un proceso de paz y reconciliación en Colombia”, dijo Garzón en entrevista con El Nuevo Siglo.

Garzón participó como miembro de la Comisión Facilitadora para un acuerdo humanitario con las Farc, de la que también hacía parte Monseñor Luis Augusto Castro, Arzobispo de Tunja y a la que renunció tras dar a conocer su candidatura a la gobernación. Además, es miembro fundador de la Comisión de Conciliación Nacional.

En el pasado, Garzón defendió el despeje de los municipios de Florida y Pradera para encontrar una salida negociada con las Farc, pero hoy ha manifestado que ha cambiado de opinión: no apoya el despeje e insiste que la guerrilla debe liberar a los secuestrados, sin condiciones. “La guerrilla debe pedir perdón públicamente a la población colombiana y decir que su lucha armada ya no tiene sentido”, afirmó en Neiva durante su campaña política el 14 de junio.

Si Santos vislumbra la posibilidad de un proceso de paz con las Farc, Garzón será sin duda su puerta de entrada.

“Garzón es paciente, casi infatigable. Puede durar un día o días negociando sin inmutarse y siempre con razones. Es un tipo abierto y sin prejuicios. Es un negociador”, dijo Augusto Ramírez Ocampo, ex constituyente y amigo de Angelino Garzón desde entonces.

El tiempo dirá qué cartas se juega Garzón desde la Vicepresidencia y si cumple con su consigna que le da el toque popular al gobierno de Santos. “Porque soy una persona del pueblo y para el pueblo!!!”, dice Garzón en su perfil de Facebook.

Actualmente trabajo como activista global de Avaaz.org abriendo ventanas para cambiar el mundo que tenemos, por el mundo de tolerancia, respeto y libertad que la mayoría queremos tener desde cualquier rincón del mundo. Trabajé como periodista y reportera gráfica en La Silla Vacía....