Así son los colombianos que no quieren vacunarse, ahora el mayor reto para la inmunización

El principal obstáculo para vacunar a Colombia ya no es la escasez de vacunas, sino que la gente no se quiere vacunar. Hoy el país tiene 4,2 millones de dosis disponibles. 

Sin embargo, dos meses después de que se abriera la vacunación para personas entre 50 y 60 años, apenas el 61 por ciento había ido a ponerse su primera dosis. Para aquellos entre 60 y 69, tres meses después de abrir su vacunación solo el 56 por ciento tiene su esquema completo. 

A pesar de que hay disponibilidad de dosis, se abren nuevas etapas cada una o dos semanas, y ha habido días de vacunación récord, el ritmo de vacunación en julio no se logró mantener en el promedio mayor a 300 mil dosis diarias al que le apunta el Ministerio de Salud. 

Tanto gremios del sector salud como la alcaldesa de Bogotá le pidieron a MinSalud desde mediados de julio que abriera todas las etapas, porque muchos puestos de vacunación estaban vacíos. En suma, pareciera que mucha gente que ya está priorizada no se quiere vacunar. 

La encuesta Pulso Social del Dane para junio 2021 encontró que el 11,6 por ciento de los encuestados no estaba interesado en recibir la vacuna. Y el Global Covid-19 Trends and Impact Survey, de la Universidad de Maryland, encontró para ese mismo mes que el 27 por ciento de los colombianos no está dispuesto a vacunarse.

No es un problema solo de Colombia. En Nueva York, por ejemplo, solo el 55 por ciento está totalmente vacunado, a pesar de que la ciudad ha recurrido a programas vacunas a domicilio, e incentivos como loterías, premios y pagos de 100 dólares para vacunarse. Esto resalta la necesidad de entender por qué la gente no se vacuna, y advierte sobre la dificultad y los costos que implica vencer este reto para la inmunización. 

Entre los antivacunas colombianos hay teorías conspirativas de alianzas entre el Gobierno y las funerarias para matar gente, un culto a Pfizer y rechazo a Sinovac, y miedos sinceros sobre efectos secundarios. 

1. Los de las teorías de conspiración

“Las grandes élites lo que quieren es acabarnos. Esto es una ‘plandemia’, todo fue inventado para reducir los habitantes del mundo, sobre todo a nosotros los viejitos”, dice Marta* con voz firme pero tranquila. 

Ella tiene 65 años, vive en Bogotá y se dedica al hogar. Antes trabajó muchos años en la imprenta nacional, en la parte de corrección de texto. En los inicios de la pandemia encontró videos en YouTube que hablaban de la teoría de la “plandemia”, y desde entonces sigue constantemente los canales de ciertos personajes —menciona una médica argentina y un médico chileno, cuyos nombres en el momento no recuerda— que hablan sobre el covid y las vacunas en clave de conspiración.

Marta no ve televisión, porque no cree en lo que dicen las noticias: “yo no como cuento”. Pero su consumo de información no se limita a YouTube. También recibe información de este tipo vía cadenas de WhatsApp, y más recientemente por la aplicación de mensajería instantánea Telegram, donde dice que encuentra “personas y canales que están tratando de decir la verdad”. 

Estas plataformas tienden a reforzar este tipo de creencias, porque a medida que una persona consume información, la misma plataforma le empieza a recomendar contenidos similares. “Si sigues personas que comparten información contra vacunas, van a llamar más personas que están en la misma onda y van a empezar a hacer burbujas antivacunas donde solo están consumiendo información similar”, explica Cristina Vélez Vieira, directora de Linterna Verde, una iniciativa que monitorea el debate público digital.

Marta no piensa vacunarse porque, según lo que ha visto, la vacuna es dañina. Si no mata a la gente de inmediato, puede matarlos lentamente, en el curso de uno o dos años. Además, ha leído que a los jóvenes los deja estériles, especialmente a los hombres. 

Una particularidad de las personas presas de la desinformación es que piensan estar mejor informadas.

Claudia* es una comunicadora caleña de 63 años. Como Marta, dice que “no traga entero”, por lo que durante la pandemia se ha dedicado a investigar y leer en internet sobre el virus y las vacunas.

“Para mí está totalmente claro que necesitan reducir la población del mundo y esta es la forma de hacerlo”, dice. Las teorías conspirativas se aferran a hechos ciertos, como que la población global ha crecido de manera exponencial, y llegan a conclusiones falsas y sin sustento, como que hay un plan para reducir esa población. 

No se pone la vacuna porque ha leído que es nociva para la salud. Lo cree a pesar de que, según la vigilancia que se ha hecho en Colombia, apenas 0,07 por ciento de los vacunados ha tenido algún efecto adverso por la vacunación, de los cuales el 92 por ciento fueron leves. 

Además, Claudia afirma que la OMS manipuló los resultados de las pruebas PCR para el diagnóstico del covid, haciendo que menos personas salgan positivas para hacer creer que la vacuna funciona. 

Dos fuentes que han estado presentes en varias jornadas de vacunación cuentan que es común que incluso algunas personas que van a vacunarse crean en este tipo de teorías conspirativas. “Dicen que la vacuna es para matarlo a uno más rápido, que es un negocio del Gobierno y las funerarias”, cuenta una de ellas, que ha trabajado en la parte de logística de varios puntos de vacunación en Bogotá.

2. Los que no creen en la medicina tradicional

“No me voy a vacunar porque no creo en la vacuna”, dice Viviana, una mujer caleña de 53 años que trabaja en investigación de mercados. “Yo soy muy de la medicina alternativa, siempre estoy con el homeópata. Tuve covid y me mejoré con dióxido de cloro e interferón”, agrega. 

Su homeópata le ha dicho que no está de acuerdo con la vacuna del covid, y tiene varios amigos que también “son muy de la línea de la homeopatía” y tampoco se quieren vacunar. Entre ellos intercambian información sobre el tema: “Como no son de la medicina tradicional, buscan información por otros lados”, explica Viviana.

Adriana*, una docente de niños de 36 años que vive en Bogotá, no cree en ninguna vacuna. Cuenta que cuando nació su hija, hace siete años, empezó a cuestionar el tema de las inmunizaciones y a investigar más. Encontró información en contra de las vacunas y desde entonces cambió su visión de la medicina tradicional y se fue por el lado alternativo. 

Nunca vacunó a su hija. Ahora tampoco se vacunará ella.

“Es una tendencia de las personas a no consumir información que genere fricción con sus creencias previas, sino que encaje en sus prejuicios”, explica Vélez, de Linterna Verde. Así, durante la pandemia, quienes no confían en la medicina tradicional buscan y comparten información que refuerza su desconfianza en cuanto a las vacunas. 

3. Los temerosos de los efectos adversos

“He leído casos de gente que le va muy mal con la vacuna. No digo que no me voy a vacunar nunca, pero siento que debo esperar un poquito más”, dice Laura*, una arquitecta caleña de 25 años. “Es insuficiente lo que sabemos. Aunque la gente que ha reaccionado mal sea muy poca, no tienes la forma de saber si te va a pasar”, agrega.

Dice que no tiene problema en ponerse otras vacunas, como la de la influenza. Pero le parece que el desarrollo de la vacuna del covid ha sido demasiado rápido, y la información muy escasa. “No pienso que sea una conspiración ni nada por el estilo, pero tenemos el derecho a tener un poco de desconfianza”, dice.

Para Carolina Gómez, fundadora del Centro de Pensamiento de Medicamentos, Información y Poder (CPM) y asesora de la Secretaría de Salud de Bogotá, para luchar contra esta reticencia es importante primero reconocer que esas dudas son válidas: “Son vacunas que se hicieron muy rápido y sí hay incertidumbre. Creo que ha habido un error en tildar a esa gente de ignorante, son dudas muy razonables”. 

Son las mismas dudas que albergaba Beatriz*, quien tiene 72 años y vive en Floridablanca, Santander. Ya se vacunó, pero solo por presión de su familia. A ella a veces se le bajan las defensas por un medicamento que toma, y no quería vacunarse por miedo a los efectos secundarios que le pudiera causar. Además, temía que la vacuna hubiera quedado “mal hecha” por lo que se desarrolló tan rápido. 

Según la encuesta Pulso Social del Dane, el 64 por ciento de los colombianos que no están interesados en vacunarse cree que la vacuna puede ser insegura por efectos adversos. Y la encuesta de la Universidad de Maryland encontró que en Colombia el 59 por ciento no se vacunan por miedo a efectos secundarios, y el 45 por ciento prefiere esperar a ver si la vacuna es segura.

Andrés Casas, científico comportamental que ha asesorado varias estrategias de comunicación frente a la pandemia, explica que en Colombia la gente le da más peso a la información negativa sobre la vacuna que a la positiva —lo que se llama un sesgo de negatividad—, porque la vacuna es algo nuevo y genera mucho temor. 

En ese sentido, los testimonios de efectos adversos en redes sociales tienen un impacto importante. “No solo generan un miedo inicial sino también un ‘efecto teflón’, donde la información científica no es absorbida cuando la gente se encuentra con cifras y estadísticas que muestran que es un caso aislado”, explica Cristina Vélez. 

4. Los que creen que no les sirve de nada

“Nadie me garantiza que me vaya a servir, igual me puedo contagiar. La gente se sigue enfermando y portando el virus. Y viene la variante y la vacuna ya no sirve”, nos dijo Laura, como una razón adicional para no vacunarse.

“No hay certeza sobre la efectividad, igual puede que uno con la vacuna se muera o le dé duro la enfermedad”, dice Ximena, de 46 años, quien es diseñadora de modas y vive en Envigado. “Las recomendaciones son seguir usando tapabocas, echándose alcohol, guardando el distanciamiento, como si uno no se hubiera vacunado”.

De los colombianos que no quieren vacunarse, el 18,5 por ciento no creen que la vacuna sea lo suficientemente efectiva, según el Dane. Esto a pesar de que todas las vacunas han mostrado una protección mayor del 85 por ciento para prevenir enfermedad grave o muerte por covid.

Ximena en este momento no está trabajando, por lo que se puede quedar en la casa para no exponerse tanto al virus, y cuando sale toma las precauciones de rutina. La gente a su alrededor ya está vacunada, así que no siente que los esté poniendo en riesgo. Por todo esto, vacunarse “no es una prioridad en este momento” para ella. Siente que no le va a hacer ninguna diferencia.

Ana María, una artesana de 65 años que vive en Medellín, piensa algo similar. “Lo que uno escucha es que la vacuna está reforzando el sistema inmune, y yo digo: si ya tengo bien mi sistema inmune no la creo necesaria”. Explica que hace ejercicio con frecuencia, se enferma poco, medita y es muy consciente de su respiración. No siente que su cuerpo necesite la vacuna. 

Andrés Casas asocia esto a que las personas, en general, tienden a ser sobreoptimistas y a tener un exceso de confianza en que su riesgo personal es más bajo que el de los demás; tienden a pensar “eso a mí no me pasa”. De hecho, según la encuesta de la Universidad de Maryland, cada vez más gente en América Latina cree no necesitar las vacunas (ha aumentado del 7 por ciento, en mayo, al 12 por ciento en julio). 

5. Los del culto a Pfizer

“Todos los días se tiene el problema de que vienen por Pfizer y solo hay para segundas dosis. La mayoría de las personas vienen buscando esa vacuna, se molestan cuando no hay”, nos dijo una persona que trabaja en logística en diferentes puntos de vacunación de Bogotá, y nos pidió reserva de su nombre para no meterse en problemas con su empresa. 

Lo mismo nos dijeron enfermeras de tres puntos de vacunación diferentes en Bogotá. En su experiencia, la que más rechazan es la de Sinovac, principalmente porque con esa vacuna no dejan entrar a ciertos países de Europa (hoy solo siete países de la Unión Europea la aceptan). Sin embargo, es una vacuna que, según varios estudios, tiene una alta efectividad.

(Los viajes parecen ser un factor supremamente importante. Seis de los ocho antivacunas con los que hablamos nos dijeron que, si necesitan hacerlo para algún viaje, sí se pondrían la vacuna.)

Sin embargo, la gente también rechaza la vacuna Janssen y la de AstraZeneca, porque piensan que la de Pfizer es más efectiva. 

“Esa sobreestimación de Pfizer en el debate público y en redes sociales generó un frenazo en la vacunación”, dice Cristina Vélez. Señala que los mitos e información inexacta vinculados a diferentes marcas de vacunas son una constante en redes sociales, y la que ha logrado tener mejor reputación en las redes es Pfizer. 

Pronto habrá que superar el culto a Pfizer, sin embargo, pues ya no faltan muchas más dosis por llegar al país. Y sí faltan muchas más personas por vacunarse.

*Los nombres de estas fuentes fueron cambiados a petición de la fuente. La mayoría de los antivacunas sienten que serán estigmatizados por su posición.

Fui periodista de ciencia y salud en La Silla Vacía de 2021 a 2022. También he trabajado en investigación y publicaciones científicas con el grupo de investigación de neurocirugía de la Fundación Santa Fe de Bogotá.