El primer fin de año es un lapso muy breve para evaluar logros, pero en el que ya se perfilan los temas y los problemas de los próximos cuatro años.
La Silla comparó el comienzo del Gobierno de Gustavo Petro con el de Iván Duque en 2018. Dividimos el análisis en cuatro puntos que muestran que Petro llega con menos líos que Duque, impulsado por la novedad del triunfo de la izquierda y las alianzas que ha hecho con los políticos. Aunque también tiene más promesas que cumplir y carga un aumento de la violencia que cuestiona la Paz Total, su principal consigna.
1. Popularidad: Duque en picada y Petro sostenido por la promesa social
Tanto Petro como Duque tuvieron caídas en su popularidad desde su posesión hasta su primer fin de año en el cargo. Pero la de Duque fue mucho más pronunciada: pasó de un 40 por ciento de aprobación en agosto de 2018 a un 29 por ciento a diciembre, según Invamer Poll. Es la peor cifra de popularidad de un presidente en el comienzo de su Gobierno, desde que esa encuesta, que mide la opinión en cinco ciudades principales, empezó su aplicación contínua en 1994.
En cuanto a Petro, tuvo una caída del 56 por ciento de aprobación en agosto al 48 por ciento.
Se trata de un bajón de popularidad natural para los gobiernos que empiezan. Así lo leen en el gobierno Petro: “Lo vemos con normalidad. Cuando pasa la efervescencia de la campaña, todo el mundo vuelve a su cotidianidad y prefiere ir a tomarse un café que llenar una plaza. Por eso tratamos de enfocar las apariciones públicas en eventos de participación ciudadana como los diálogos regionales”, le dijo a La Silla Germán Gómez, consejero de comunicaciones de Petro.
El contraste entre el desplome de Duque y la caída más moderada de Petro dice mucho del inicio de sus gobiernos. Mientras que Duque llegaba a diciembre de 2018 ya con un paro de estudiantes a cuestas (el primero de los cuatro que hubo en su contra), Petro ha conseguido pasar sus primeros meses sin una oposición clara.
Su rival en segunda vuelta, Rodolfo Hernández, apareció abrazado con el presidente unos días después del resultado y luego renunció a su curul en el Congreso para concentrarse en las elecciones regionales de 2023.
Duque tuvo desde el primer día a Petro como líder de la oposición, mientras que Petro ha establecido puentes con el uribismo: se ha reunido en dos ocasiones con el expresidente Álvaro Uribe y nombró en su equipo de negociación con el ELN a José Félix Lafaurie, presidente del gremio de ganaderos (Fedegán) y esposo de una de las senadoras más críticas del Gobierno, María Fernanda Cabal.
También ha jugado a favor de la popularidad de Petro que su promesa coincide con el reclamo popular. Según la encuesta Invamer Poll de diciembre, el mayor problema de Colombia es la economía y el desempleo.
Es una preocupación a la que Petro respondió desde la campaña con su promesa de un cambio económico. Este fue el principal argumento para justificar una reforma tributaria más dura contra las empresas y los más ricos, que logró aprobar en noviembre.
“Petro aprobó una reforma que va a recaudar 20 billones de pesos mientras Duque aprobó una de apenas 7 billones. A Petro le costó ocho puntos de popularidad y a nosotros nos costó 20”, dijo un exfuncionario del gobierno Duque que pidió no ser citado.
El contexto de Duque era muy distinto. Según Invamer, la corrupción era percibida como el mayor problema del país. Era un clima que respondía a la consulta anticorrupción de agosto de 2018, votada un par de semanas después de la posesión de Duque, que obtuvo 11 millones de votos, más que los que eligieron al presidente.
Y justamente en el intento de Duque de volcar su gobierno a la bandera anticorrupción está su segundo gran punto de contraste con Petro.
2. Manejo del Congreso: Duque sin mayorías y Petro en el coche de los políticos
Iván Duque llegó a diciembre de 2018 sin mayorías claras en el Congreso, en medio de un discurso que mezclaba el rechazo a la “mermelada”. Esto afectó sus proyectos legislativos. La reforma a la justicia estaba caída y no fue respaldada por el Centro Democrático, que presentó una propuesta paralela. Su reforma política estaba agonizante y fue hundida un par de meses después. Para diciembre, de hecho, ya había perdido la principal apuesta del Gobierno: las listas cerradas para las elecciones al Congreso.
El contraste con Petro es directo. Hace un par de semanas el Congreso aprobó en segundo debate la reforma política de Petro, que también tiene las listas cerradas como su principal apuesta. Aunque siguen en el proyecto, no están libres de cuestionamientos, en especial de la bancada Verde, que en el papel es aliada del Gobierno.
Petro también logró aprobar, cediendo en algunos puntos, una reforma tributaria más ambiciosa que la de Duque y avanza en otras leyes, como la prohibición de las corridas de toros y la marihuana recreativa.
Aunque supuestamente tanto Duque como Petro tenían mayorías, el segundo las ha puesto a marchar, mientras que Duque mostró desde sus primeros meses una crisis de gobernabilidad que incluía a su propio partido, el Centro Democrático.
“Duque se mandó solo en una apuesta por transformar la relación con la política y eso lo hizo más vulnerable. Como en el ciclismo, no tenía un equipo que le cortara el viento, y quedó expuesto”, le dijo a La Silla Álvaro García, exconsejero de comunicaciones al principio del gobierno de Duque.
Petro eligió el camino contrario. Desde la campaña incluyó entre sus aliados a políticos tradicionales y una vez en el gobierno entregó varios ministerios como cuotas a los partidos Liberal, Conservador y La U, aunque se aseguró de que los nombrados fueran figuras cercanas también a su proyecto político, como la ministra de Vivienda, Catalina Velasco, respaldada por el Partido Liberal pero a la vez esposa de uno de los mayores aliados de Petro, Eduardo Noriega.
Petro, además, ha conservado una moneda de cambio que Duque no guardó: los puestos sin nombrar. A diciembre Petro sigue sin nombrar al menos 12 cargos claves como la gerencia de RTVC (el sistema de medios públicos), la dirección de la Aeronáutica Civil y la Superintendencia de Industria y Comercio.
“La diferencia es que Duque no dejó la puerta ni entreabierta para los partidos. Nombró todos los cargos a diciembre y los políticos ya sabían que no podían contar con él. Eso le quitó gobernabilidad”, dijo un funcionario del gobierno anterior que pidió no ser citado.
Petro, en cambio, se ha reservado ciertos cargos importantes que aún son codiciados por los partidos que lo apoyan, y que los mantienen alineados con el Gobierno. Es un viento a favor que no es eterno y que puede comenzar a mermar en 2023, cuando se hagan los nombramientos y los sectores políticos empiecen a apostar cada uno por su lado en las elecciones regionales.
3. Política de paz: Duque de espaldas al Acuerdo y Petro con malas cifras
Por estas mismas fechas en 2018 el gobierno de Iván Duque anunciaba el que consideraba su mayor logro en seguridad: el abatimiento de alias “Guacho”, el mayor comandante de las disidencias de las Farc en ese momento.
“Lo de Guacho era un tema simbólico necesario para que la gente volviera a creer en las capacidades de las fuerzas y en el liderazgo de Duque”, dijo un funcionario de ese gobierno. Duque, elegido con la bandera en contra de los acuerdos entre el gobierno de Santos y las Farc, pasó sus primeros meses en una crisis de identidad: trataba de reinterpretar el acuerdo, en un intento por reincorporar a los guerrilleros raso, y a la vez responder a la mano dura que le pedía la derecha.
Cuatro años después, las prioridades del gobierno son distintas. Petro ha propuesto una política de “paz total”, que consiste, en líneas generales, en abrir procesos de negociación con todos los actores armados; no solo las guerrillas, también aquellos sin un origen claramente político como el Clan del Golfo.
El Gobierno Petro volcó su influencia en el Congreso para incluir en la ley de orden público, que fue prorrogada en noviembre, las bases para poder implementar esa política de negociación con varios actores. A diciembre, cerca de 22 grupos armados ilegales buscan acogerse a la oferta, entre ellos la Segunda Marquetalia, el Clan del Golfo y el ELN, con el que Petro restableció la mesa de diálogo que había quedado suspendida en 2019.
El llamado del Gobierno Petro a los grupos armados se refleja en una disminución de ataques contra la Fuerza Pública y la infraestructura. Según la Fundación Ideas para la Paz (FIP), en el primer trimestre de gobierno de Petro hubo una reducción del 73 por ciento de acciones contra la Fuerza Pública y del 74 por ciento de ataques contra bienes e infraestructura.
Pero en en el caso de ataques a la población civil las cifras de Petro son peores que las del primer semestre de Duque. Los casos de confinamiento, desplazamientos forzados y asesinatos de líderes fueron mayores en el primer trimestre de Petro que en el de Duque, también según la FIP.
Y al hacer la comparación con el año anterior, 2021, también han aumentado los asesinatos de líderes y las masacres. En el trimestre agosto-octubre de 2022 asesinaron a 42 líderes sociales. El trimestre con la cifra más alta desde la firma del acuerdo en 2016.
Sin embargo, como le dijo a La Silla el representante de ONU Derechos Humanos en Colombia, Juan Carlos Monje, aún es prematuro hacer un balance de los resultados de Petro en la reducción de la violencia, pues el contexto es distinto al de hace cuatro años y factores como los enfrentamientos entre grupos ilegales explican una parte de esos picos de violencia.
4. Medios y redes: Duque sin narrativa y Petro distante pero poniendo agenda
El presidente Gustavo Petro ha dicho que “un gran político es un gran comunicador”. Y, consciente de ese poder, su estrategia en estos meses ha sido controlar los mensajes por los canales del Gobierno, incluido su Twitter personal, y dejar en un segundo plano a los medios.
A diferencia de Iván Duque, Petro ya tenía una presencia muy grande en redes sociales antes de ser elegido, en especial en su cuenta de Twitter de 6,3 millones de seguidores. Por eso su estrategia ha sido principalmente poner agenda desde su propia cuenta, con anuncios que varias veces toman por sorpresa a su propio equipo.
“El presidente maneja su propia cuenta de Twitter. Él reconoce un poder importante que no piensa dejar de lado. Y por eso nos ha puesto a correr al Gabinete, porque a veces hace anuncios, hila ideas, con cosas que no están preparadas”, dijo una fuente del Gobierno que pidió no ser citada.
Petro ha dado en Twitter noticias como el incremento de los precios de la gasolina o el restablecimiento de las conversaciones entre el gobierno de Venezuela y la oposición de ese país.
En contraste, ha dado menos entrevistas a medios que su antecesor, Iván Duque. Mientras que entre agosto y diciembre Duque dio ocho entrevistas, Petro ha dado seis, y una de ellas fue coordinada por la propia Presidencia con emisoras comunitarias y publicada en las redes del Gobierno.
La elección de los medios con los que ha hablado cada presidente también es diciente. Duque habló con la mayoría de emisoras y canales con más audiencia: RCN Radio y Televisión, Caracol Radio, Blu Radio, El Tiempo y Red Más Noticias.
Petro, por su parte, diversificó más los medios: dos internacionales (France24 y El País) y tres nacionales: Caracol Televisión, RCN Televisión y Semana. A estos dos últimos medios les dio las entrevistas más recientes y con mayor despliegue. Según explicó una fuente interna del Gobierno, la idea era mandar un mensaje: “Que quede claro que el presidente acepta posiciones en contra”.
Ese control también se ha reflejado en las ruedas de prensa. En el gobierno de Iván Duque se solían hacer en el Salón de Conferencias, donde los periodistas tenían un espacio para hablar fuera de micrófonos con Duque, quien ya tenía relación con varios de ellos desde su época como senador. Con Petro se hacen en el salón Gobelinos, con el protocolo que requiere ese espacio decorado con objetos centenarios, y el presidente solo responde preguntas a unos 15 metros de las cámaras. Luego vuelve a su despacho.
Más allá del manejo de los medios, la principal diferencia entre Duque y Petro es la narrativa. Petro ha instalado en estos meses las prioridades de su gobierno y, aunque con críticas, términos como “cambio” y “paz total” están en la conversación pública. Duque no logró eso en sus primeros meses.
“Se inventaba unos mensajes rarísimos. Que el gobierno de la equidad, cosas así. Era una vaina que no pegaba. A nadie le daba señales de nada. Y en el Gobierno sentíamos la presión de la opinión que nos pedía tener una narrativa”, dijo un funcionario del Gobierno Duque que pidió no ser citado.
Esa combinación de Petro de una comunicación distante, pero de momento más eficiente en poner temas sobre la mesa, se pondrá a prueba en 2023 cuando el llamado no sea a instalar ideas, sino a comunicar resultados. Buenos o malos.