La estrategia de seguridad de Duque —consignada en la política de Paz con Legalidad y en la estrategia de Zonas Futuro para las regiones más pobres y violentas— privilegió el control territorial dar de baja de los cabecillas de grupos ilegales, para reducir su capacidad, como diagnosticó hace poco la Fundación Ideas para la Paz en este informe.
Duque tuvo victorias simbólicas: en 2018 cayeron Guacho —líder del FOS, el más famoso del país en ese momento— y David —enemigo de Guacho en Tumaco—; y en 2022 Mayimbú, jefe de las disidencias del Cauca; en 2021 capturó a ""Otoniel"", cabeza del Clan del Golfo; y le ayudaron las muertes en Venezuela de Gentil Duarte —el disidente más poderoso— y las cabezas visibles de la Segunda Marquetalia: El Paisa y Jesús Santrich.
Así mismo, mantuvo el presupuesto del sector defensa por encima de los 40 billones de pesos cada año; se crearon dos fuerzas de tarea especiales nuevas para Tumaco y el Catatumbo; la estrategia militar Artemisa para atacar los crímenes ambientales; y el Congreso aprobó una reforma para modernizar la Policía, tras las críticas y denuncias por los paros de 2019 y 2021.
Pese a eso, la FIP concluye que la política “ha resultado ser insuficiente” porque los jefes de los grupos son fácilmente reemplazables.
Prueba de eso es lo que ocurre en Tumaco: a David lo reemplazó su primo, Borojó, quien también fue dado de baja. Y aunque las autoridades suman más de 2 mil capturas por narcotráfico y criminalidad, hoy operan allí cuatro disidencias, y los pobladores denuncian que hay que pedir permiso al patrón de turno para visitar zonas apartadas.
La percepción de seguridad, rural y urbana, tampoco cambió: según la más reciente Invamer, el 43 por ciento de los colombianos se sentía “inseguro” o “muy inseguro”; y como destaca el informe de la FIP, en algunos lugares del país “la intervención de la Fuerza Pública generó efectos adversos no solo sobre el incremento de la violencia, sino también frente a la erosión de la legitimidad del Estado”.
Eso se nota en Puerto Leguízamo, Putumayo, donde hay denuncias públicas de que al menos 11 pobladores murieron en un operativo militar contra disidencias, por lo que el Ejército y el Ministerio de Defensa tuvieron que rendir cuentas en el Congreso. O en el paro armado decretado por el Clan del Golfo en mayo de este año, que afectó a 11 departamentos en los que hubo quejas de poca presencia militar.
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