Primero lo puso al frente de su campaña en el Caribe. Desde allí lo ayudó a dar uno de los primeros golpes mediáticos: el evento en la Plaza de la Paz, en Barranquilla, en octubre. Fue Benedetti quien tuvo la idea de que la tarima tuviera la forma de una P gigante, “la P de Petro”, y quien organizó la logística. Contrató a personas para que hicieran rondas con megáfonos para invitar a asistir al evento, y buses para transportarlas hasta la plaza.
Poco después del evento en Barranquilla, la Fiscalía allanó ocho de sus propiedades en medio de la investigación en su contra por enriquecimiento ilícito. La investigación se la abrieron en marzo de 2021, con base en un informe de marzo de 2020 que dice que Benedetti tendría 2.919 millones de pesos que no se justifican por su actividad económica. El proceso sigue en estudio en el despacho de la magistrada Cristina Lombana (la misma que lleva el proceso contra la senadora Piedad Córdoba).
El allanamiento causó polémica. La Corte Suprema de Justicia, que es la que está investigando a Benedetti, le llamó la atención a la Fiscalía porque en algunos de sus comunicados parecía sugerir que el senador barranquillero era culpable, y le pidió abstenerse de atribuir responsabilidades penales sin un fallo.
El allanamiento fue un golpe para Benedetti, y lo empujó a salir de los reflectores. Un par de días después del hecho, anunció que no buscaría reelegirse en el Senado. “Me aburrí de que la justicia sea utilizada por mis enemigos”, dijo en Twitter.
Benedetti ha dicho que está siendo perseguido políticamente, y recientemente filtró en su defensa un fragmento de un segundo informe de Policía Judicial, que fue solicitado por la Corte, que dice que en sus declaraciones de renta "no se presentan diferencias patrimoniales por justificar".
Más allá de cómo termine su caso, sus ruidos judiciales preocupan a miembros del Pacto Histórico.
“Él asumió el rol de la agenda de Petro porque no puede ser candidato, y cree que así maneja un perfil más bajo. Pero si llega a ser culpable, eso no lo va a proteger. Cuando Petro tuvo que denunciar a Samuel Moreno dentro del Polo Democrático, no lo dudó”, dijo uno de los asesores cercanos a Petro, quien pidió no ser citado para hablar con mayor libertad.
La investigación judicial que tiene encima no fue la única razón por la que asumió la agenda. Le ofrecieron ese rol, según dice, “porque la agenda estaba en crisis”.
Unos días antes de que Benedetti recibiera la llamada para encargarse de la agenda, a mediados de noviembre, Petro fue abucheado durante un recorrido en el centro de Medellín, en el sector comercial de El Hueco.
Se trató de una falla logística. La idea era visitar a unos comerciantes que se iban a reunir con Petro, y caminar por el centro saludando a los transeúntes que pasaran por allí, sin convocarlos previamente. Pero uno de los organizadores compartió en redes sociales una imagen del evento y, así, le dio la oportunidad a un grupo de antipetristas que estaban organizados cuando Petro llegó.
Benedetti dice que asumió su rol, en parte, para evitar que algo así volviera a pasar. Pero ha ido más allá.
Un político profesional
En la tarima frente a la Plaza de las Luces, en Medellín, Petro continúa su discurso. Habla del futuro de Colombia, de la paz, y de la búsqueda de “una vida vivida con plenitud”. Mientras, a unos metros de allí, en el carro del candidato, Benedetti sigue sentado en el puesto del copiloto y habla de estrategias, de aliados, y de cálculos para ganar las elecciones.
Varios de los que los han visto juntos dicen que son dos partes que se complementan. “Petro es al que la gente quiere ver y escuchar. Y Benedetti es el que pone a esa gente en un excel para llenar una plaza pública”, dice una fuente la campaña, que pidió no ser citada.
No es el único contraste entre Petro y Benedetti. Uno es parco y el otro efusivo, uno es ensimismado y el otro locuaz. Cuando están juntos, la dinámica suele ser así: Petro permanece callado, mientras Benedetti lleva el ritmo de la conversación, hace chistes, suelta un par de imprudencias. Y en algún punto casi siempre hace reír al candidato.
Desde enero, cuando comenzó la maratón de plazas públicas de Petro, se acercaron más. En los primeros días del año, Benedetti y Petro se sentaron frente a un mapa de Colombia y, como quien marca puntos estratégicos para ganar una guerra, fueron eligiendo los lugares en los que harían eventos públicos.
Decidieron comenzar en Antioquia, donde Petro perdió en la segunda vuelta de 2018 por más de un millón de votos con Iván Duque. “Si lográbamos llenar en Bello y en La Estrella, podíamos llenar en cualquier parte”, dice Benedetti.
Hasta el año pasado, los itinerarios de Petro eran planeados por un equipo de varias personas, en su mayoría excompañeros suyos del M19, y los trayectos se hacían en vuelos comerciales, más riesgosos para Petro.
Benedetti cambió eso este año. Centralizó los viajes de Petro en un avión privado, que alquilaron con recursos de la campaña: la Cooperativa Financiera Confiar le hizo un préstamo a Colombia Humana de 6.972 millones de pesos, según reportó la campaña en el portal oficial Cuentas Claras.
Benedetti dice que él no se mete con la plata. El encargado de eso es el gerente de la campaña, Ricardo Roa. Sin embargo, el senador sí ha gestionado antes de cada evento con los políticos de la región, como los candidatos al Congreso, que aportan al evento insumos como la tarima o el transporte para los asistentes.
La campaña de Petro solo ha declarado gastos por 211 millones de pesos en actos públicos, gracias a esas alianzas con los políticos regionales. La mayoría de recursos se han ido en transportes ($1.375 millones) y en publicidad ($3.243 millones).
“Benedetti se ha vuelto un eje integrador de convocatorias que antes eran muy sectarias. Porque en 2018 la izquierda no invitaba a todo el mundo. Lo que él hace es hablar con los concejales, con los colectivos, con los diputados, con los congresistas, sin excluir a nadie. Yo por ejemplo puse 20 buses para el evento en Manizales”, dice un político de Caldas, que pidió no ser citado para dar detalles de cómo se organizó el evento allí el 27 de febrero.
El senador barranquillero es, sobre todo, un político profesional. Es decir, alguien que sabe aprovechar la red de orgullos momentáneos de quienes comparten tarima o mesa con Petro en alguna ciudad, o lo logran saludar casualmente cuando baja del escenario. A través de ese sistema de influencias y favores ha movido la campaña de Petro.
También se ha convertido en un administrador inflexible del tiempo: el de los políticos o empresarios que quieren reunirse con Petro, pero también el del propio candidato, cuya impuntualidad fue notoria cuando fue alcalde de Bogotá, según varios de sus secretarios. “Cuando se entusiasma hablando en una tarima, Armando se le acerca y le dice disimuladamente: ‘Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su presidente’. Es la señal para que acabe el discurso”, dice el senador liberal Luis Fernando Velasco, otro de los aliados de los partidos tradicionales que llegaron a la campaña de Petro.
Ese control sobre el tiempo de Petro ha molestado a algunos que llevaban más tiempo en su círculo cercano. “Es un tipo hosco, de mal trato, que ha tenido muchos problemas en las regiones. Cree que Petro es de él. Pero Petro ya no es ni de sí mismo. Él le pertenece a la gente”, dice uno de los asesores de Petro, quien pidió no dar su nombre.
Daniel Rojas, uno de los asesores de Petro que se encarga de recopilar los datos claves que el candidato estudia antes de cada discurso, dice que Benedetti cambió la forma de trabajo horizontal habitual en la izquierda. En lugar de eso, estableció una logística en la que cada persona tiene definidos sus roles. “El año pasado todo era más artesanal. Ahora cada uno hace su tarea, funciona como una máquina”, dice.
Algunos en el Pacto Histórico creen que ese nivel de confianza puesta en Benedetti es una señal que Petro quiere mandar. “Es un modo de empoderar a sectores fuera de la izquierda y decirles: aquí tienen un lugar, no van a ser subordinados. Vienen a decidir la política con nosotros”, dice el senador Wilson Arias, del Polo Democrático.
Así se ha configurado esa amistad improbable: Petro pone el poder y Benedetti pone el orden. Uno pone las palabras del discurso y otro controla la hora en la que empieza y en la que termina. Uno va en el puesto de atrás del carro, y el otro en el del copiloto.
Benedetti sigue sentado allí ese día en Medellín, hablando de su rol en la campaña, cuando desde la tarima se escucha la voz de Petro que exclama: “¡Que viva Medellín Humana! ¡Que viva Antioquia Humana!”.
El senador, que estaba sentado despreocupadamente, se pone alerta. Es la señal. Es la forma en la que Petro suele rematar su discurso, y es la indicación para que Benedetti y el resto del equipo organicen todo para abandonar el lugar y seguir con la agenda.
En unos segundos todos están listos. Petro baja de la tarima rodeado de un grupo de seguidores que lo espera detrás de escena. Se toma cada foto y recibe cada abrazo en ese recorrido de unos 15 metros entre el escenario y el carro. Luego, sube al puesto de atrás de la camioneta. La puerta se cierra y dentro solo quedan él y sus hombres de confianza: ‘Tito’, su conductor; y Benedetti , su político personal.