Colombia en la COP 27: pequeñas victorias en un foro de bajas expectativas

Colombia en la COP 27: pequeñas victorias en un foro de bajas expectativas
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Terminó ayer la COP 27. Una cumbre larga, que se prolongó dos días más de lo previsto, y que obligó a las delegaciones de los gobiernos a cambiar vuelos y a extender las reservas de sus hoteles. De Colombia, más de 200 personas asistieron, entre delegados del Gobierno, empresarios, líderes sociales y técnicos de ONGs.

Más que el discurso del presidente Gustavo Petro, quien fue a estrenar su apuesta ambiental, el logro que más resonó de Colombia fue su propuesta de aportar 200 millones de dólares para la amazonía. En vez de poner el sombrero, el país por primera vez comprometió de sus propios recursos. Además, se unió al grupo de países más ambiciosos para reducir el uso de combustibles fósiles.

Tras dos semanas de negociaciones, La Silla Vacía consultó a fuentes de Gobierno y expertos, y resume en cuatro puntos cómo le fue al país.

1. La unidad latinoamericana sigue cruda y Lula eclipsó a Petro

El presidente Petro hizo su intervención en la primera semana de la conferencia con un decálogo que escribió de su propio puño que algunos expertos describieron como “lleno de ideas generales, pero con muy pocas propuestas concretas”.

Al discurso le siguieron reuniones más formales en las que se vió a Colombia jugando un rol más fuerte en la agenda climática de la región. Petro se reunió con Nicolás Maduro, de Venezuela, y con Chan Santokhi, el presidente de Surinam, y se comprometieron a crear un frente común para cuidar el Amazonas. En la práctica, la idea es que, a través de la CELAC (la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) se cree un bloque latinoamericano más amplio que pueda cuantificar su aporte en servicios ambientales, aunque las primeras reuniones de este bloque se harán ya el próximo año.

Para Manuel Rodríguez Becerra, exministro de Ambiente, puede ser una buena oportunidad para que la región empiece a tener una misma voz en esos escenarios de diplomacia climática: “Lo que ha habido tradicionalmente es una enorme falta de unidad en América Latina, en contraste con África, que habla como un bloque. Será clave, también, hacer una alianza más amplia con Indonesia, Malasia y el Congo, que están ubicados en las otras grandes selvas más importantes del mundo”, dijo.

Pero al tiempo no se pudo dar el encuentro con el recién elegido Lula Da Silva, de Brasil, que llegó unos días después a la cumbre. Un miembro de la embajada de Brasil le contó a la Silla que la delegación actual de la cancillería brasileña (que todavía trabaja para el gobierno de Jair Bolsonaro) no fue invitada a una de esas reuniones iniciales sobre la defensa del Amazonas, lo que generó incomodidad entre la delegación de Brasil.

Clara Solano, directora de Fundación Natura, dice que Lula eclipsó a Petro como el rostro de la defensa del Amazonas: “Lula arrasó con todo. Propuso que la COP del 2025 sea en la Amazonía, y llegó con ideas y un protagonismo que le quitó un poco de fuerza al discurso colombiano”, dice.

Para algunos expertos, la entrada de Brasil al tema de la protección del Amazonas será determinante, porque al albergar el 60 por ciento de la Amazonia tiene un peso más grande en las negociaciones climáticas. Pero piensan que esta entrada vendrá con unos desafíos para Colombia, como el acaparamiento de recursos de donantes.

Según, Camila Rodríguez, líder de Soluciones basadas en la naturaleza para la mitigación de The Nature Conservancy, “El trasfondo previo es que cuando Brasil dejó de ser tan ambicioso en términos ambientales, mucho del financiamiento para el cuidado del Amazonas terminó dirigido a otros países como Colombia. Pero ahora que está Lula, será interesante saber cómo cambian esas dinámicas de financiación y cómo se coordinan ambos gobiernos para no quitarse recursos”, dice. 

2. Luz verde para el fondo de pérdidas y daños, pero Colombia podría no clasificar

El centro de la pelea en la cumbre, y lo que extendió las jornadas de deliberación en los últimos días, fue la cuestión sobre si los países ricos e industrializados deberían pagar a los países pobres por las “pérdidas y daños” causados por el calentamiento global.

Estados Unidos, históricamente el mayor contaminador del mundo, resistió inicialmente la idea de tener que compensar por desastres relacionados con el clima. “No muchas personas que conozco quieren firmar algo que no está ni siquiera está totalmente definido”, dijo John Kerry, el enviado especial para el cambio climático del Gobierno estadounidense.

Su posición se encontró con la presión de la Unión Europea y de un grupo de países en desarrollo, enmarcados en el grupo del G-77 + China, que empujaron por establecer un fondo. La ministra de Ambiente, Susana Muhamad, dijo: “Estados Unidos es un obstáculo clave. Sin el apoyo de Estados Unidos, la conversación acá no puede evolucionar”.

Colombia defendió esta posición desde la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC) donde se montó en la ola de crear un fondo de pérdidas y daños. “Debe de haber un fondo que responda a las catástrofes climáticas como las que Colombia está atravesando”, dijo el Viceministro de Ordenamiento Ambiental del Territorio, Francisco Canal.

La discusión sobre este punto se movió alrededor de tres opciones: establecer un fondo este año, aplazar esa decisión para 2023, o trabajar en una nueva ayuda climática para países en desarrollo a través de instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Climático Verde.

Para Camila Rodríguez, que hizo parte de la Cumbre, los países desarrollados abrieron la posibilidad de crear un fondo, pero insistiendo en que sería para financiar a países particularmente vulnerables. “Ese es un lenguaje que deja por fuera a países como Colombia o Pakistán, y mete a islas particularmente vulnerables o países menos desarrollados. Gran parte de la pelea está en ese punto sobre quiénes entran en el fondo”, dice.

Hacia el final de la jornada, Estados Unidos se movió de su posición y desbloqueó la posibilidad de establecer un fondo. Se acordó crear un comité de transición compuesto por 24 países -entre los cuales habrá tres de América Latina y el Caribe-, para elaborar en un año los detalles sobre cómo funcionaría, aunque los países desarrollados lograron mantener el argumento de que ninguna nación puede ser legalmente responsable por estos pagos.

Para Isabel Cavelier, experta en diplomacia ambiental, es un cambio importante: “Es una posición en la que Estados Unidos no había cedido en 30 años de existencia de la COP, así que es algo nuevo y que tiene que ver con el liderazgo de Joe Biden, que a la vez se reunió en Bali con Xi Jinping, mandando el mensaje de que los dos grandes contaminantes pueden trabajar en conjunto en el tema ambiental. Esa reunión fue clave”, dijo.

Pero no todas las voces son tan optimistas. Para Clara Solano, directora ejecutiva de Fundación Natura, fue un punto en el que Estados Unidos cedió para salvar una cumbre que en los demás puntos tuvo avances muy tímidos: “Lo hicieron para que no se percibiera tan negativo el resultado final de la COP”, dijo.

3. La COP de la implementación no se tradujo en más plata

Desde el comienzo de la cumbre se pensó que esta COP sería más para asegurar recursos para financiar las ambiciones ambientales que para hacer anuncios de nuevos compromisos. Lo de la falta de anuncios se cumplió, pero no así tanto la promesa de la plata.

De los pocos anuncios de financiación grandes que se hicieron está un paquete energético de 20 mil millones de dólares para ayudar a Indonesia a abandonar el carbón, y un comunicado del G20 con múltiples menciones a ayudas financieras para países en desarrollo.

Pero los expertos son escépticos con estas promesas de financiamiento, pues se suman a un pobre antecedente de cumplimiento. “Uno tiene que recordar que ya han pasado 13 años desde que se aprobó un fondo para la mitigación y la adaptación, que iba a tener 100 mil millones de dólares al año, y esto no se ha cumplido”, dice Rodriguez Becerra. “El año que más se cumplió fue con un giro de 86 mil millones, pero estudios han mostrado que gran parte de estos se dieron por medio de créditos de la banca internacional”, agrega.

Colombia, más que lograr recursos nuevos en la COP, mostró que va a poner plata para financiar la protección del Amazonas, un punto en el que los expertos coinciden que es un anuncio positivo: “Lo más importante que hizo Colombia fue el anuncio de que asignará 200 millones de dólares para la protección del Amazonas”, dice Rodríguez.

Para Clara Solano, en todo caso, el Gobierno “no iba con la intención de reafirmar fondos grandes o negociar nuevas cosas”, dice.  

4. Colombia entra al grupo de países más ambiciosos en reducción de emisiones

Colombia se unió en la cumbre al grupo de países denominado High Ambition Coalition (HAC) de la que forman parte Canadá y el Reino Unido. Ese grupo insistió en que en el texto final de la cumbre se mantuviera vivo el objetivo de los 1.5 grados.

En efecto, en el Cover Decision, que es el documento consensuado por los 200 países que sale de la conferencia, se repite la urgencia de que las naciones mantengan el promedio de las temperaturas globales a un máximo de 1.5 grados celsius (2.7 grados fahrenheit). Antes de la COP esa meta estaba en duda, pues no había mecanismos claros para financiar los compromisos que habían adquirido los países.

El trasfondo de esta petición son los reportes científicos sobre cómo vamos frente al 1.5, que es el punto en el que muchos científicos convergen en que se darían unos daños ambientales más graves, y que muchos reportes han dicho que es un objetivo que ya no se podrá lograr, pues el planeta ya se ha calentado a un promedio de 1.1 grados celsius.

Si bien se mantuvo el objetivo de mantener los 1.5 grados, el acuerdo final de la COP no se compromete, como propuso el grupo al que pertenece ahora Colombia, a desescalar el uso de todos los combustibles fósiles. En su lugar, preserva un lenguaje en el que las energías de “baja emisión”, junto a las energías renovables, son consideradas como fuentes de energía para el futuro. Según algunos expertos, eso deja una ambigüedad en el término que permitiría justificar nuevos desarrollos de combustibles fósiles.

Isabel Cavelier dice que fue un punto que no logró Colombia: “Colombia fue visible, tuvo un liderazgo importante, sobre todo hacia el final de la COP para buscar el consenso en torno a la idea de que se hiciera una transición paulatina para salir de combustibles fósiles, aunque ese punto, finalmente, no se lograra”, dice.

Para Clara Solano, que estuvo en Egipto, es muy difícil avanzar en un lenguaje más ambicioso en transición energética por el contexto de lobbistas que se da cita en esas cumbres: “Los lobbistas son los que están trabajando en temas de carbono. Cuando uno llega a hablar de biodiversidad o de adaptación, no tienes espacio, porque te dicen que el tema es carbono”, dice.

Por eso, la meta de los 1.5 grados queda como una meta de papel, pues no hubo avances claros en que los países contaminantes se comprometieran a financiar su transición energética y abandonaran tecnologías que generan contaminación como el petróleo y el carbón.

El lenguaje de la COP está a años luz del que ha propuesto, por ejemplo, el presidente Petro. Mientras él habla de un veneno “peor que la cocaína”, en el lenguaje técnico de la COP, ninguna declaración final ha dicho explícitamente que debe haber una eliminación progresiva del uso de todos los combustibles fósiles. 

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