Los dos golpes militares más grandes que han dado las disidencias de las Farc llegaron de la mano de un grupo poco conocido hasta hace poco, el Frente 33, comandado por alias “John Mechas” o “John Catatumbo”, Javier Alonso Veloza García, de 38 años. El Frente 33 opera en la frontera con Venezuela, entre Cúcuta y la zona del Catatumbo, donde nació “Mechas”.  

“Hoy queremos informarle al país las acciones realizadas contra la Fuerza Pública”, dice alguien que se identifica como “John Catatumbo”, en un video de cinco minutos publicado el domingo pasado. “Acción militar contra la brigada 30 del Ejército en Cúcuta y sede militar del Ejército de los Estados Unidos. (…) Acción contra el presidente de la república”.

Militarmente, el Frente 33 ha logrado mucho más en sus acciones contra el Gobierno que otros grupos que también reclaman ser los continuadores de las banderas de las Farc-EP. Más que el visible y locuaz “Iván Márquez”, de la Segunda Marquetalia, o que el comandante de la disidencia más poderosa, en números e influencia, Gentil Duarte, del Frente Primero.

Tanto que hoy sobre “Mechas” hay una recompensa de 600 millones de pesos, una circular de la Interpol y entró al grupo de actores criminales mencionados ayer por el presidente Iván Duque, al pedir que Venezuela sea incluida la lista de países que apoyan el terrorismo.   

¿Por qué un líder de una estructura relativamente pequeña, de poco más de cien hombres, que tiene control sobre una zona fértil para cosechar rentas ilegales, emprende una acción que le pone los focos encima? 

Según analistas del conflicto, en terreno y en Bogotá, los golpes les dan el reconocimiento del Gobierno colombiano, de actores en el régimen venezolano, y de otras estructuras ilegales, como el ELN. Y que todo esto puede avanzar su posición en la compleja interlocución política y armada de esa región.  

Estos cálculos revelan la complejidad del nuevo conflicto en Colombia, especialmente en la frontera con Venezuela. Ahí, las disidencias actúan como carteles de contrabando y narcotráfico que se sostienen con acciones militares que hacen las veces de reivindicaciones políticas sobre sus bases sociales. Y los golpes a las Fuerzas Armadas funcionan tanto como acciones de guerrillas contra el Estado, como mensajes a otros grupos ilegales con los que compiten por territorio, plata y reputación. 

La crecida del Frente 33

La reaparición del frente 33 en el Catatumbo se confirmó apenas en 2018. Y no con acciones bélicas sino de manera sutil, con las marcas de “Farc- EP” en frentes y portones de casas en esa subregión. 

Durante 2019 y 2020, tal y como reseñó la Defensoría del Pueblo, protagonizaron acciones armadas de baja escala, sobre todo en el municipio de Tibú, de la subregión del Catatumbo. 

Según Inteligencia militar, el 33 no tiene más de 150 hombres en armas y su comandante, alias John Milicias o John Mechas tiene su centro de operaciones en Venezuela. 

De ahí que su responsabilidad en el carro bomba de la Brigada 30 y el atentado al presidente, ambos en la ciudad de Cúcuta, resultó sorpresiva para cuatro de las cinco fuentes en terreno con las que hablamos para esta historia. 

“Son ataques que, por el accionar histórico y lo fortalecidos que están en la región, uno relacionaba más fácilmente con el ELN que con las Farc. Sobre todo porque requiere una capacidad logística importante”, nos dijo Wilfredo Cañizares, director de la Fundación Progresar, que monitorea la criminalidad en la frontera. 

Así lo dicen ellos mismos en el video donde reclamaron la autoría del atentado contra Duque, que incluyó el reclutamiento de un excapitán del Ejército, Andrés Fernando Medina Rodríguez. Medina fue quien puso el carro bomba y dio inteligencia para planear el atentado al helicóptero de Duque en Cúcuta. 

“Hemos logrado marcar pautas muy importantes en este poco tiempo que llevamos de haber tomado la decisión de seguir salvaguardando las luchas populares”, dice la voz del video. 

Pero su fortaleza no está cimentada en un ejército numeroso sino en el flujo de plata que están moviendo. Dos fuentes de cooperación internacional que trabajan en la zona, dos fuentes de derechos humanos y un político local, nos dijeron que las finanzas del 33 están mejor que antes de que se desmovilizaran. 

Por un lado, porque el narcotráfico en el Catatumbo ha venido en aumento progresivamente desde 2017 –al punto de que Tibú hoy alberga el 27 por ciento de la coca sembrada en el país– y en toda la cadena de producción las disidencias llevan tajada. Por kilo de hoja de coca recolectada, por insumos para la producción de la pasta de coca como el pategrillo, hasta por la entrada y salida de los carteles mexicanos que la compran. 

Por otro, porque toda la plata que la gente de John Mechas recoge por las extorsiones, el contrabando y el narcotráfico, se queda entre ellos. Si bien durante su reorganización han tenido respaldo económico y de hombres de la disidencia de Gentil Duarte, son autónomos en el control de las rentas ilegales de la región. 

“No es como antes que ellos tenían que girar un poco de plata al secretario de las Farc, no. Ahora todo les queda a ellos. Entonces ya no son la guerrilla que pedía fiada una gallina…Con plata usted paga lo que quiera”, nos dijo una de las fuentes en terreno. 

Así, aunque el Frente 33 no tiene tanto control territorial como el ELN en el Catatumbo, y menos ejercen control social en Cúcuta y su área metropolitana, sí tienen presencia e influencia. La suficiente para un plan elaborado de atentar contra el Ejército y, luego, el mismo Presidente.

Y por lo que dice el video, el frente 33 tiene la intención –o al menos esa idea quiere vender– de que su control trascienda al Catatumbo. Así que ganar visibilidad nacional como un grupo muy fuerte es la primera cosecha para esa disidencia. 

“Tampoco pretendemos quedarnos toda la vida en las montañas, las cuáles nos han abrazado con gran amor. Ahora nos han de servir como parte fundamental de la historia”, dice un apartado. 

La apuesta de John Mechas 

De John Mechas se sabe poco, pero su mensaje reciente sugiere que quiere revivir el antiguo Bloque del Magdalena Medio de las Farc. 

Se sabe que es de Tibú y por lo tanto tiene arraigo en la región y su gente. Fue la mano derecha del comandante del antiguo Frente 33, Jimmy Guerrero, y, antes de eso, jefe de milicias, esos miembros de la guerrilla que se mueven de civil, son el puente entre la comunidad y los armados (cobrando vacunas o resolviendo problemas) y pasan de agache ante las autoridades. 

El informe sobre las disidencias Farc que publicó ayer la Fundación Conflict Responses, detalla que los milicianos “se han ido convirtiendo en una punta de lanza para grupos más grandes que requieren reactivar estrategias de vigilancia e inteligencia en zonas urbanas, al punto que algunos hoy en día han pasado a liderar estructuras disidentes”. 

De ahí que, tal y como nos dijeron tres fuentes de la región, John Mechas se mueve como pez en el agua por el Catatumbo y Cúcuta. Con los dos atentados, además, mostró capacidad para infiltrar la base del Ejército más poderosa del departamento, donde además de los mandos militares claves del Catatumbo, estaban soldados estadounidenses. Y lo hizo tras haber cooptado a un ex oficial del Ejército, que había operado varios años en esa región. 

El capitan Medina había sido piloto de helicóptero, con la Aviación del Ejército, en el Catatumbo. De hecho, en 2015 piloteaba el Black Hawk que cayó en un campo minado, hecho por el cual fue investigado. Medina también organizó el atentado posterior al helicóptero del presidente Duque, que recibió impactos de fusil en su aproximación al aeropuerto de Cúcuta. 

Si bien la Fiscalía ha mostrado evidencia de que se trató de un plan elaborado, las posibilidades de éxito, eran reducidas. Según Iván Diaz, ex oficial del Ejército y experto en seguridad y defensa, derribar un helicóptero blindado como el que usa el presidente con fusiles de asalto— como los que incautó la Fiscalía— es una misión que desde el inicio tiene más chances de fracasar. 

Pero no por eso dejó de ser un triunfo para “Mechas”, que puso al Bloque Magdalena Medio de nuevo en el mapa. 
 
“Hoy no hay un orden nacional en las disidencias y es importante acumular prestigio”, dice Jorge Mantilla, cofundador e investigador del laboratorio fronterizo de conflicto BorderLab. “El bloque Magdalena Medio era un referente natural dentro de las Farc y es una forma de reencontrarse con bases de antaño”, agrega. 

Por eso es diciente que Mechas se identifique como “Estado mayor del bloque Magdalena Medio” y salude a los Frentes 4, 24, 36 y 37, las antiguas estructuras de ese bloque, antes comandado por “Timochenko” y “Pastor Alape”. 

Es una enumeración curiosa. No hay evidencia reciente de que existan ni el 4, que solía operar en Cundinamarca y Boyacá, ni del 37, que estaba en Montes de María. Del 24, que opera en Sur de Bolívar no se sabe si tiene o no coordinación con Márquez o Gentil Duarte, y del 36, que opera en el norte de Antioquia, se sabe que trabaja de manera independiente. 

El 36 está en una batalla campal por control territorial con el Clan del Golfo y el 24 con el ELN. De modo que el Frente 33 puntea como líder en la búsqueda de volver a reconfigurar ese Bloque de Magdalena Medio, y John Mechas se candidatiza como su líder a través de sendos atentados.  

Eso, en línea con el discurso que mantienen en el video de “materializar el sueño de Manuel Marulanda Vélez” y de “hacer de las Farc – EP una alternativa en el país donde se sientan representadas las mayorías”. 

Ese es un sueño que tiene competencia.  Según el analista Mantilla, con su nueva visibilidad el Frente 33 “también puede hacerle peso a la eventual entrada de la Segunda Marquetalia al territorio”, que hasta ahora no opera en el Catatumbo. Explica que el estatus es un activo estratégico importante entre los grupos disidentes y sus bases sociales. 

Y aunque el Frente 33 se ha empoderado en la región con el respaldo de Gentil Duarte, no lo menciona en el video. En cambio sí al ELN, que tiene mucho control en la región. Los llama “sus hermanos estratégicos”

“Aunque las disidencias no siguen ese mito fundacional de las Farc, sí son actores políticos porque en esas zonas regulan y ordenan la vida de la población”, dice Andres Aponte, investigador de dinámicas de conflicto de la Fundación Ideas para la Paz.

De ahí que el video también retome la simbología de las Farc. Desde el himno hasta los saludos al movimiento Bolivariano por Colombia y al Partido Comunista Clandestino. 

Y si bien se declaran enemigos del alto Gobierno, llaman a los políticos y empresarios locales a que “busquen los canales de comunicación para interlocutar con nuestra organización”, tratando de legitimarse como un actor protagónico en la región. 

El Gobierno de Duque no les da el estatus de insurgencia o de guerrilla, sino que se refiere a ellos como “Gaor” o Grupo Armado Organizado Residual. Pero, entre la fragmentación del conflicto luego del Acuerdo de Paz, “John Mechas” sí se aseguró un puesto en el grupo de los graduados como amenazas de seguridad internacional.