Según supo La Silla por una fuente del primer círculo del presidente, pero que no pudimos confirmar con otra, Petro habló no solo con Lafaurie sino con su esposa, María Fernanda Cabal, y el expresidente en una llamada colectiva. Más allá de si esta llamada tripartita en efecto se dio, Álvaro Uribe no dejó ninguna duda de que el político del Centro Democrático y líder gremial está ahí con su beneplácito. Es su hombre en la mesa.
Y no es cualquier persona. El presidente de Fedegan es un político samario de origen conservador (militó con el alvarismo en Salvación Nacional) y uno de los representantes más icónicos del uribismo y de las élites agrarias señaladas en los últimos años de promover la guerra. Como lo contó La Silla Vacía, en 2006 Lafaurie declaró que el gremio ganadero sí financió a paramilitares como mecanismo de autodefensa frente a la guerrilla, aunque posteriormente ha dicho que lo hicieron bajo presión.
Y aunque es sorprendente el ofrecimiento dada la animadversión entre el petrismo y el uribismo y lo que significa políticamente Lafourie, quizás no debería serlo dadas las trayectorias tanto de Petro como de Uribe.
Uribe y Petro convergen en Lafourie
“Álvaro Uribe tuvo claro desde los 90 esa preferencia por negociar con el ELN”, dice el académico Jorge Giraldo.
De hecho, él mismo Giraldo formó parte de una Comisión Facilitadora creada por Uribe cuando era gobernador de Antioquia a mediados de los noventa, que exploró acuerdos humanitarios con los elenos. Luego, lo intentó de nuevo como presidente de la República. Y por último, durante el gobierno de Iván Duque se supo que Uribe había tenido dos acercamientos con el ELN a espaldas del entonces Comisionado de paz, Miguel Ceballos, quien renunció en protesta.
Y por el lado de Petro, este es el tercer paso que da en sus primeros cien días para tender puentes con el sector de derecha y oposición que representan José Félix Lafaurie y su esposa, la senadora María Fernanda Cabal. Pero sobre todo, con esta movida, Petro ratifica que es un fiel heredero del M-19, la guerrilla en la que militó de joven.
Como recuerda el analista Álvaro Jiménez, en los noventa, cuando Carlos Pizarro convocó a los militantes del eme a explorar la paz “tuvo la lucidez de decir que no solo el gobierno y la institucionalidad son el poder, sino que tocaba hablar con el paramilitarismo.” Y así lo hicieron con los paramilitares del Magdalena Medio. Y luego en el 91, en plena Constituyente, se sentaron con el vocero de los ganaderos, Rodrigo García Caicedo, un laureanista furibundo, para forjar un acuerdo.
“Con él conversamos mucho sobre cómo profundizar esa Constitución y desarrollar ese proceso de paz”, recuerda Jiménez, quien militó en el M-19 con Petro. “Qué belleza que ahora el vocero más importante de ese sector le apueste a la paz. Eso le da una dignidad al momento y le da una dignidad a su propio gremio y lo pone a tono con la expectativa del país.”
Jiménez cree que solo el desarrollo de las negociaciones dirá si con esto se logra una paz política pero está convencido de que “lo que expresa es una voluntad en la dirección de construir un acuerdo, porque nadie se mete a esta dinámica para hacerla desbaratar”.
Obviamente, esto hasta ahora arranca y los riesgos para todos son gigantes.
El estilo de Danilo
Una persona que conoce a Danilo Rueda y que también estuvo muy cerca de la negociación con las Farc dice que el Comisionado es el tipo de persona que le gusta “cocinar todo a fuego lento” y que ese estilo de negociación exigirá de Lafaurie una gran paciencia porque muy pronto se enfrentará a la pregunta de qué lo pondrán a hacer en la mesa.
“La mesa va cumpliendo unos formalismos y Danilo mientras tanto va cocinando el acuerdo por otro lado. ¿Hasta cuándo aguanta eso Lafaurie?”, se pregunta. Sobre todo porque el verdadero rol que puede jugar el dirigente gremial es en una etapa posacuerdo, calmando los temores del sector agrario que ha padecido los secuestros del ELN y que ha estado dispuesto a armarse para defenderse y/o para apropiarse de tierras baratas. “Es un modelo osado pero tiene riesgos”.
El riesgo grande que asume Uribe es perder otra línea retórica de su partido en un momento en que ha perdido mucho poder. El uribismo regresó a la Casa de Nariño vía su campaña del plebiscito en contra del Acuerdo con las Farc, que siempre calificaron como una estrategia para “regalarle” el país a la guerrilla. Y la Paz Total —cuya teoría de negociación es la improvisación— les servía en bandeja el mismo caballito de batalla para contrarrestar el avance del Pacto Histórico en el 2023.
Con Lafaurie en la mesa de negociación con el aval de Uribe, Petro neutraliza esa narrativa y aísla al sector más extremo de la derecha, que como lo refleja esta historia del medio Los Irreverentes se siente traicionado con la movida.