Con la elección de Alfonso Vargas en la presidencia del Consejo de Estado y la de Ruth Marina Díaz en la Corte Suprema, crece la rosca de amigos de Ordóñez en puestos de muy alto nivel, entre los que están la Contralora Sandra Morelli y el Auditor Jaime Ardila.

Vargas fue magistrado auxiliar de Ordóñez en ese tribunal y le debe al actual procurador buena parte del impulso que lo llevó a ser Consejero de Estado. Además, como demostró la semana pasada en su intervención ante la Corte Constitucional, ha sido uno de los mayores defensores de la jurisprudencia de Ordóñez en materia de privilegios pensionales.

Díaz es amiga personal del Procurador y, como contó La Silla, en agosto pasado fue clave para que la Corte lo ternara a la reelección.  Junto con Ordóñez, Díaz fue fundamental para que su coterráneo Jaime Ardila fuera elegido Auditor General por el Consejo de Estado. Ardila no tenía mayor perfil para ese cargo, aparte de ser político, pero se apoyó en su cercanía con magistrados santandereanos para lograr la elección.

Las buenas relaciones de Ordóñez llegan también hasta otro ente de control: el Procurador fue uno de los apoyos fundamentales para la elección de su amiga Sandra Morelli en la Contraloría General, enviando incluso delegados al Congreso para impulsarla y pidiéndo hojas de vida, como contó La SillaSu yerno ha sido asesor externo de la Contralora.

El amigo en el Consejo de Estado

La semana pasada Alfonso Vargas Rincón sorprendió al ganar la presidencia del Consejo de Estado.

Esa elección, que normalmente se toma varias sesiones, salió en una hora, y Vargas tuvo 21 votos de los 24 magistrados. Pero la sorpresa no solo fue su arrollador triunfo, sino que rompió una regla tácita: la tradición en el Consejo es que quien es elegido vicepresidente un año, al siguiente será el presidente, y Vargas no era vicepresidente.

Ruth Marina Díaz, la primera mujer presidente de la Corte Suprema, es amiga personal de Alejandro Ordóñez. Se declaró impedida para votar por él cuando la Corte lo ternó, pero su compañeros votaron cotnra ese impedimento.

Alfonso Vargas fue elegido casi por unanimidad en la presidencia del Consejo de Estado.

Alejandro Ordóñez acaba de posesionarse para un nuevo período como Procurador.

Foto: Juan Pablo Pino – La Silla Vacía

En esta ocasión, el vicepresidente era William Zambrano, un rosarista conservador de la sala de consulta, cuya elección parecía segura. Pero Vargas se atravesó, con el apoyo de la mayoría, en gran medida gracias a las buenas relaciones que tiene con todos los demás consejeros.

Esa capacidad para tener buenas relaciones personales ha sido esencial en la carrera de Vargas, quien ha hecho toda su vida profesional en la Rama Judicial.

Vargas nació en 1952 en Ramiriquí, Boyacá, en una familia sencilla. Ingresó a la Rama Judicial hace más de 30 años como citador de un juzgado, gracias al apoyo del entonces consejero de Estado Humberto Mora Urrego, de quien Vargas era jardinero.

A partir de ahí se fue labrando una carrera en la Rama, paso a paso, siempre en la jurisdicción Contencioso Administrativa.  Pasó por la Secretaría de la Sección Cuarta del Consejo de Estado y fue escribiente, auxiliar judicial, sustanciador y todos los demás escalones, hasta llegar a ser magistrado auxiliar en la Sección Segunda del Consejo de Estado.

Durante toda esa carrera se ganó el aprecio de magistrados, funcionarios y litigantes,  quienes le decían ‘Varguitas’. Se destacó por ser una persona tranquila, de bajo perfil, muy hábil para hacer amigos y escalar puestos. Pero también se granjeó fama de ser un funcionario juicioso, que se fue convirtiendo en un experto en asuntos laborales del Estado, que es el tema del que se ocupa en la Sección Segunda del Consejo de Estado.

Precisamente como magistrado auxiliar en esa Sección conoció a quien sería uno de sus apoyos claves: Alejandro Ordóñez. Cuando el hoy Procurador llegó al Consejo de Estado, heredó a Vargas como magistrado auxiliar.  Aunque no se conocían antes, pues Ordóñez había  hecho carrera en Santander y Vargas en Bogotá, y aunque Vargas era de tradición liberal y Ordóñez conservador, se entendieron muy bien. Tanto que, según le dijo Vargas a La Silla, de ahí nació “una amistad muy estrecha”.

Tan estrecha que, de nuevo según Vargas, Ordóñez fue fundamental para su elección como consejero de Estado, pues se encargó de explicarle las virtudes del hoy presidente del Consejo a sus colegas. Y efectivamente, en 2007 y al tiempo con Mauricio Torres Cuervo, Vargas fue elegido magistrado del Consejo de Estado en reemplazo de Alberto Arango Mantilla.

Por eso, aunque no se puede decir que Vargas sea “ficha” de Ordóñez, sí le debe un favor importante, y además es su amigo, encargado de dirigir el tribunal que revisa en última instancia las demandas contra las decisiones de la Procuraduría.

La vieja amiga en la Corte Suprema

Si Ordóñez tiene un amigo reciente en la presidencia del Consejo de Estado, en la de la Corte Suprema tiene a su mejor amiga en las Altas Cortes.

Ruth Marina Díaz es santandereana, como Ordóñez; fueron compañeros en la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga y luego en los tribunales de Santander. Desde principios de los años noventa Díaz se desempeñó como magistrada de la Sala Civil del Tribunal Superior de San Gil, mientras Ordóñez era magistrado del Tribunal Administrativo de Santander.

En 2002, sonó como candidata al Consejo Superior de la Judicatura, pero finalmente fue elegida Lucía Arbeláez de Tobón. Sin embargo, Díaz no dejó de figurar y en 2006 fue elegida magistrada de la Sala Civil de la Corte Suprema, desde donde ha sido una aliada de Ordóñez.

Como contó La Silla, Díaz fue fundamental para que la Corte ternara a Ordóñez para su reelección, pues en su tiempo en la Corte la nueva presidente ha ido consolidando mucho poder en ese tribunal y en la Rama. Tiene fama de saberse mover muy bien en los círculos de poder de la Rama y de conocedora del derecho civil.

Díaz es el puente entre Ordóñez y los magistrados o ex magistrados que se han convertido en ‘cacaos’ de esta corporación, como Francisco Javier Ricaurte, Leonidas Bustos, Elsy Cuello, Javier Zapata, Camilo Tarquino, y Pedro Munar. Todos ellos compartían una posición ‘blanda’ frente al gobierno de Uribe, y fueron quienes en una discutida elección en 2010 votaron por Margarita Cabello Blanco para fiscal pero no por Jaime Arrubla para la presidencia de la Corte.

Esa movida reflejó un cambio en el equilibrio de poder dentro de la Corte, que hasta entonces estaba dominada por magistrados que habían sido víctimas de las chuzadas del DAS y tenían malas relaciones con el gobierno Uribe.

Luego, el año pasado mostró ese poder al ser elegida vicepresidente de la Corte Suprema, lo que le abrió el camino para pasar este año a la presidencia.

Lo que significa

Con Díaz y Vargas, Ordóñez queda con amigos personales en la presidencia de dos de las Altas Cortes. Precisamente alguna de las dos debe decidir sobre la queja disciplinaria que varias organizaciones presentaron en su contra ante la Corte pero que ésta reenvío al Consejo de Estado al considerarse impedida por haberlo ternado. Aunque esta queja esté en el limbo porque el Consejo también lo ternó la primera vez, alguno de esos dos tribunales tendrá que resolverla.

En los últimos años, Ordóñez también se ha venido acercando a magistrados como Leonidas Bustos, Pedro Munar, Francisco Ricaurte y Camilo Tarquino, que han armado una fuerte mayoría en la Corte Suprema. Ahora, Ricaurte y Munar están sentados en el Consejo Superior de la Judicatura, con lo cual su red de contactos se sigue extendiendo. Esa cercanía se ha demostrado en el hecho de que Ordóñez haya nombrado en altos puestos a familiares o personas cercanas a varios de ellos, como mostró la Silla Vacía.

Las presidencias son, en principio, cargos más ceremoniales que con poder real, pues tiene la función de servir de voceros de las cortes. Pero tienen otras funciones importantes, como la de citar a las reuniones de las salas plenas, definir el orden del día, repartir a los magistrados los expedientes de las salas y dar permisos a los magistrados y otros empleados de las salas. Es un poder similar al muy deseado del Secretario del Senado, que permite, por ejemplo, demorar una elección, para hacerla coincidir con otras y así negociarlas en conjunto, o demorar o adelantar un asunto.

Además, su elección muestra quién tiene el poder dentro de ellas, lo que es importante porque esas mayorías son las que eligen a los nuevos magistrados. Justo después de la elección de Vargas, como presidente citó a una sala plena extraordinaria hoy lunes (suelen ser los martes) para llenar dos vacantes, una de las cuales lleva casi un año y medio sin poder llenarse, y que al parecer las nuevas mayorías lograron desbloquear.

En la Corte, la fuerza del grupo dominante quedó claro no solo en la elección de Díaz. El nuevo vicepresidente es Luis Gabriel Miranda Buelvas, quien según Cecilia Orozco era tan importante para Francisco Ricaurte que éste bloqueó la elección de presidente y de vacantes hasta que se eligiera a Miranda. Los dos fueron tan importantes como Díaz para que la Corte ternara a Ordóñez el año pasado. Y los presidentes de las salas son Leonidas Bustos, Margarita Cabello Blanco y Jorge Mauricio Burgos, todos de esa misma cuerda.

Así, con las elecciones de la semana pasada se va reforzando el poder de este grupo de magistrados, muy proclives a defender los privilegios de la Rama en la que casi todos han desarrollado toda su vida profesional. Y con ellos, se reforzaría el poder de Ordóñez, quien fue magistrado durante casi 20 años, y se siente como uno de ellos.

Hoy, precisamente, se espera que la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, que es la que elabora las listas de las que se eligen los magistrados de la Corte Suprema y el Consejo de Estado, escoja su presidente.

En principio quien debe ser elegido es José Agustín Suárez Alba, actual vicepresidente, ternado por La U cercano a Juan Manuel Santos. Pero La Silla supo que también está sonando Edgar Sanabria Melo, quien ha sido muy cercano a Ruth Marina Díaz, fue Procurador Delegado de Alejandro Ordóñez entre 2009 y 2012 y  El Tiempo alcanzó a darlo como viceministro de Justicia de Fabio Valencia Cossio en 2008, aunque el nombramiento se cayó. De ganar Sanabria, Ordóñez demostraría, una vez más, que su rosca es la que tiene el poder en la Rama.

Fui usuario y luego periodista de La Silla Vacía. Tras más de una década haciendo de todo en esta escuela de periodismo, de la que fui director editorial, me fui a ser lector y SuperAmigo. Ahora me desempeño como redactor jefe de El País América Colombia.