Detrás de cámaras de la renuncia del único militar de la Comisión de la Verdad

Detrás de cámaras de la renuncia del único militar de la Comisión de la Verdad
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El presidente de la Comisión de la Verdad Francisco de Roux y el mayor retirado Carlos Guillermo Ospina.

La renuncia del mayor retirado del Ejército Carlos Guillermo Ospina como miembro de la Comisión de la Verdad es el fin de una historia de profundas diferencias entre él y los otros 10 comisionados sobre la responsabilidad de los militares dentro del conflicto.

Carlos Guillermo Ospina entró a la Comisión desde que ésta fue creada en el Acuerdo de Paz con las Farc. Con una trayectoria de trabajo con la Asociación Colombiana de Militares Víctimas del Conflicto Armado, Ospina desde el comienzo fue una excepción en la Comisión.

Aunque no era el único de los comisionados con poca experiencia en investigación académica, sí era el único que venía con una carrera militar. También estaba mucho más a la derecha que los demás comisionados. Esas diferencias se fueron agudizando.

Un primer episodio fue una carta escrita y filtrada al exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón por Ospina, en la que criticaba a sus compañeros por haber cancelado un simposio que organizó con militares cuestionados por falsos positivos, como el coronel retirado Hernán Mejía.

Desde que la Comisión empezó su etapa final de construcción del informe final, el excomisionado Ospina se volvió una rueda suelta, según nos confirmaron tres fuentes de alto nivel dentro de la Comisión. Para comenzar, por decisión suya, era el único comisionado que no estaba a cargo de elaborar ninguno de los 10 capítulos discutidos y aprobados por el pleno de comisionados. 

“No iba a los plenos, creyó que podía escribir su versión”, nos dijo una de las fuentes consultadas. Tampoco leía los documentos que circulaban sus demás compañeros, ni debatía, sino que se limitaba a decir que no estaba de acuerdo con la narrativa que tenían sus compañeros, según nos confirmaron las otras dos fuentes.

Esto lo dejó Ospina por escrito en su carta de renuncia, que presentó ayer al presidente de la Comisión, el padre Francisco de Roux. “Hay una imposición de mayorías en la construcción de un relato que ha decidido privilegiar un tono totalizador y unívoco, constriñendo la diferencia, la multicausalidad del conflicto, sus actores e impactos y la pluralidad de testimonios”, le escribió al padre.

Con un equipo de ocho investigadores solo para él (y no para el pleno como sucede con los demás comisionados), Ospina preparó 10 documentos escritos y audiovisuales, como aporte a la “historia, la verdad y la memoria del país”, según dijo en su carta.

Uno de los que entregó fue el documental “Gaitania, historias de paz”. Era una versión sobre el conflicto en lo que históricamente se ha conocido como la “República de Marquetalia”, hito fundacional de las Farc.

Ospina intentó publicarlo la semana pasada por los canales institucionales de la Comisión, lo que causó gran malestar adentro pues los comisionados consideraron que no respondían a la metodología ni a los estándares técnicos y procedimientos de aprobación que habían acordado previamente para sus informes.

Por eso, Ospina escribió en su carta de renuncia que el pleno de comisionados obstaculizaba su trabajo, “restringiendo la utilización de los medios institucionales de comunicación, para convocar, difundir y cubrir las actividades”. Y afirmó que sus trabajos han sido desconocidos como aportes para el informe final (que aún está en construcción).

Un punto clave para entender cómo funciona el pleno, es que este acordó un mecanismo parecido al de las altas Cortes para aprobar los informes: los capítulos a cargo de cada comisionado serán sometidos a votaciones y el que no comparta las conclusiones puede hacer un salvamento de voto y dejar constancia de sus diferencias con todo el informe o con una parte.

“La comisión publica lo que produce y lo que se aprueba. Nadie puede manipular eso”, nos dijo un comisionado, que como varios, está molesto con la renuncia intempestiva de Ospina teniendo en cuenta que tenía la posibilidad de salvar el voto sin desacreditar la institución.

La única declaración que el mayor Ospina le dio a La Silla fue: “Cuando decidí renunciar fue que ya se volvió inaguantable”. Pero, en realidad, la renuncia fue todo menos intempestiva. 

Un año masticando la renuncia

El mayor Ospina estaba contemplando la posibilidad de renunciar hace por lo menos un año, cuando apenas se estaba planteando extender el periodo de la Comisión de la Verdad. Así se lo contó a la Silla el coronel retirado José Obdulio Espejo, que escribe columnas para El Espectador y La Silla Llena.

En un café Juan Valdez, tomando tinto, el mayor Ospina le contó a Espejo que le habían vetado tres asesores por tener vínculos con las Fuerzas Militares: el ex asesor del Ministerio de Defensa durante las negociaciones de Paz, Jean Carlo Mejía; el coronel en retiro y asesor en memoria histórica, Carlos Arturo Velásquez; y Emerson Rojas, de la Asociación de Militares Desaparecidos. 

Esto lo volvió a mencionar en una entrevista con RCN en la que anunció al país su renuncia. En esta que criticó que algunos de los comisionados sí hubieran tenido vínculos en el pasado con grupos armados.

“(Ospina) decía que tenía la sensación de que la Comisión de la Verdad tenía una posición antimilitarista y de izquierda. Que no se abordaba en profundidad a los militares como víctimas del conflicto”, dice Jean Carlo Mejía.

Ospina le dijo algo parecido a Espejo para justificar su deseo de renunciar: “No quiero ser un general Mora, que es percibido como un gran traidor de las Fuerzas Militares”, recuerda Espejo. Hacía referencia al general Jorge Enrique Mora, quien tras ser comandante de las Fuerzas Militares entre 2002 y 2003, fue nombrado por Santos negociador en La Habana. Y, a partir de ese momento, duramente criticado en los círculos militares.

“Entonces yo le dije: ‘no renuncie, aguante hasta el último día y no firme ese documento. Mejor usted presenta un informe paralelo’”, fue la recomendación de Espejo. La idea caló y hasta que renunció, Carlos Guillermo Ospina se dedicó a hacer un contrainforme, el cual no saldrá oficialmente a la luz pública.

Una renuncia con impacto político

Ospina escogió para renunciar la misma semana en que la revista Semana publicó una portada sobre el temor de los militares de que gane la Presidencia Gustavo Petro y confirma que la arremetida del general Eduardo Zapateiro contra el candidato de izquierda es solo la punta del iceberg de una creciente politización de las fuerzas.

También cuando se discute una nueva moción de censura contra el Ministro de Defensa por una operación militar en Puerto Leguízamo donde murieron civiles y cuando un exgeneral y varios coroneles acaban de confesar públicamente que ejecutaron jóvenes que presentaron como “falsos positivos” en el Catatumbo en una audiencia de la JEP.

Fuera de sumar un nuevo elemento a la polarización frente al rol pasado y presente de las Fuerzas Militares, la renuncia del único comisionado con trayectoria militar —a menos de dos meses para la entrega del informe final, el 28 de junio— tiende inevitablemente un manto de duda frente a la pluralidad del trabajo de la Comisión.

“Es una evidencia de que no es realista crear una visión de consenso de lo que pasó en el conflicto armado. En el informe que salga van a revelar verdades parciales y esta renuncia significa que no va a tener todas las verdades”, dice Juan Esteban Ugarriza.

El profesor de la Universidad El Rosario y experto en temas de posconflicto dice que hay que entender que las Fuerzas Militares no han luchado solo contra actores armados, sino contra una ideología. “Para los militares, según su educación, la izquierda no debe llegar al poder porque es una amenaza para la sociedad”, dice Urgarriza sobre las lecturas de los militares sobre el conflicto y el momento político actual.

Cuando en RCN le preguntaron a Ospina si el informe tenía fines políticos, este dijo que cuando solo se culpaba al Estado y a los militares, y no a otros actores, se estaba favoreciendo a un sector, la izquierda.

La Comisión rechazó la insinuación. De hecho, hace unos meses hubo una discusión interna sobre si era mejor publicar el informe durante la campaña para que provocara más debate o sacarlo después, para que su lectura no fuera contaminada por la política. Optaron por lo segundo.

Sin embargo, a juzgar por el poco impacto mediático que ha tenido la renuncia de Ospina, quizás el mayor riesgo que corre la Comisión no es tanto que se politice el informe, sino que sea ignorado por la opinión pública.

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