Dios llegó a la campaña de la mano de los progresistas

Dios llegó a la campaña de la mano de los progresistas
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Dicen que la fe mueve montañas. En 2022 podría mover campañas.

Un indicio de ello es que en los últimos ocho días, los dos candidatos que en principio se disputarán la bandera del progresismo hicieron girar sus apariciones públicas alrededor del tema de dios.

Gustavo Petro lo hizo el viernes hace 8 días, cuando inauguró por todo lo alto su campaña con un evento público en Barranquilla. Durante la manifestación, Petro habló de dios y del diablo, aparentemente respondiendo a una cadena de Whatsapp que circuló en la víspera de su llegada advirtiendo que el candidato quería convertir a Barranquilla “en la capital para que entren los demonios”.

“No estoy proponiendo quemar iglesias, en Bogotá construimos iglesias. No puedo decir que soy ateo, tengo mis creencias. Me eduqué en un colegio católico y ahí acumulé las lecciones de dos personas: San Francisco de Asís y Camilo Torres. O de tres, si contamos a Jesús”.

Ese énfasis religioso coincidió con la adhesión a su campaña de Alfredo Saade, líder del movimiento cristiano del Caribe Levántate.

A Saade lo presentaron como el líder de un movimiento que reúne a cerca de 450 iglesias evangélicas en varias regiones del país. La Silla Vacía intentó averiguar por su movimiento con pastores de tres iglesias cristianas importantes y con Bibiana Ortega, una experta en el movimiento evangélico y la política, y ninguno de los cuatro lo había oído mencionar. De Saade sabían los políticos.

Tres fuentes políticas de Valledupar coincidieron en que Alfredo Saade es conocido en la ciudad por lanzarse como precandidato a la Alcaldía y, a los pocos meses, adherirse al candidato más opcionado y establecer acuerdos burocráticos. Incluso, un político del Cesar nos dijo que Saade le pidió plata para adherirse a su campaña.

“Para mí fue una sorpresa que él sea representante de iglesias cuando no lo he visto liderando nada de eso —dijo un exmandatario del Cesar que lo conoce—. Me parece que a Petro le están metiendo un gol porque es un tipo que en todas las campañas se lanza a la Alcaldía para negociar al final. Pide una plata grande y hace la alianza”.

En 2015, Saade fue precandidato de Cambio Radical a la Alcaldía de Valledupar, pero desmontó su campaña cinco meses antes para adherirse a la de Augusto “Tuto” Uhía, del grupo del congresista conservador Ape Cuello. Tras la llegada de Uhía al poder, Saade fue nombrado gerente del Área Metropolitana del Cacique Upar.

En 2019, Saade pidió el aval del Centro Democrático, pero no lo recibió. A menos de un mes de las elecciones, adhirió a la campaña del Mello Castro, candidato del cuestionado clan Gnecco.

“Es el Embajador de la India”, dice Jhon Bolívar, director de comunicaciones de la Colombia Humana en el Cesar, en alusión a la película del famoso farsante.

Y hasta ahora Petro no a ha detallado los términos de la alianza.

Pero más allá de si en realidad Saade lidera los 450 pastores que dice y el millón y medio de votantes que promete o si está embaucando a Petro, como piensan varias de las fuentes que entrevistamos, no deja de ser interesante que el candidato del Pacto Histórico le hubiera dedicado una parte de su discurso a invocar a Jesús.

“Hay una izquierda muy atea y muy anticlerical —dice el profesor Carlos Manrique, experto en el tema de religión y movimientos sociales— pero Petro está renovando cierto discurso en la izquierda que apela a un sector de la iglesia católica comprometida con las luchas sociales”.

No es la primera vez que Petro apela a la religiosidad para contrarrestar la prevención de sectores conservadores. En 2018, en Medellín, circuló una foto suya frente a una iglesia, sosteniendo una pulsera con un crucifijo, en la que se leía: “Petro, en vos confío”.

En esta campaña, sin embargo, adquiere una nueva connotación. Por esa vía, Petro comienza a posicionar el tema religioso que puede convertirse en un flanco débil de su rival Alejandro Gaviria, que es un ateo declarado.

La campaña de Gaviria tomó nota y decidió coger el toro por los cuernos. El martes, menos de cuatro días después de la manifestación de Petro, el candidato de centro publicó un video en el que explica durante cinco minutos su espiritualidad.

“No soy católico, pero creo en un mandamiento fundamental, uno que lo resume el amor al prójimo –leyó el candidato—. En el fondo de las grandes religiones está el perdón, la compasión, la reconciliación. Yo creo en esos valores espirituales y estoy dispuesto a defenderlos”.

Petro se ancló en el “Jesús de los pobres”; Gaviria, en el papa. Una paradoja. Cuando hace unas semanas el ex rector de la Universidad de los Andes se lanzó al ruedo, el pronóstico de los analistas (y de La Silla) era que entraría a disputarle a Petro el voto del sector más progresista. Y su primer contrapunteo no fue alrededor de quién defendería mejor los derechos de las mujeres o de las minorías, fue alrededor de la trascendencia.

La identidad religiosa

En la Encuesta nacional sobre diversidad religiosa de 2019, la más reciente y completa que se ha hecho hasta el momento, seis de cada diez encuestados se identificaron como católicos, dos de cada diez se reconocieron como evangélicos/pentecostales, uno de cada diez señaló ser creyente pero no estar afiliado a una religión, y uno de cada veinte se reconoció como agnóstico o ateo.

Casi la mitad de los colombianos asisten a cultos o misas semanal o mensualmente, mientras que el 41,9 % señala que asiste ocasionalmente o sólo en ceremonias especiales. Menos del 8 % de los colombianos nunca asiste a este tipo de rituales.

En otras palabras, para los colombianos la religión es importante. Y no solo eso, su percepción sobre muchos temas —particularmente los de índole moral— está influida por los valores religiosos.

“La mayor parte de la población sigue aferrada a los valores tradicionales propios del cristianismo, lo cual es especialmente notorio en asuntos de moral sexual, reproducción y familia”, dicen los profesores William Mauricio Beltrán y Sonia Patricia Larrota, en su análisis de la Encuesta. “Por ejemplo, la mayoría de los colombianos comparte el imaginario de la existencia de una ‘familia óptima’, que está compuesta por papá, mamá e hijos. Del mismo modo, la mayoría de los colombianos se opone al matrimonio entre parejas del mismo sexo, a la adopción de niños y niñas por parte de parejas del mismo sexo y a la completa despenalización del aborto”.

Esta composición religiosa explicaría el afán de los candidatos por empatizar, o como mínimo no antagonizar, con el sentimiento religioso. Más aún después de la movilización del voto religioso para inclinar la balanza a favor del NO en el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz con la idea (falsa) de que tenía ideología de género. Según esta encuesta, uno de cada cuatro votos en contra del Acuerdo con las Farc vino de los evangélicos y pentecostales.

Sin embargo, esta misma encuesta muestra unos matices interesantes. Por ejemplo, que mientras los católicos y los evangélicos/pentecostales se inclinan a la derecha del espectro político, los creyentes pero no afiliados a ninguna religión, y de manera aún más notoria, los ateos y los agnósticos, se inclinan a la izquierda del espectro político. Estos últimos tres, aunque son minoría, sumados alcanzan cerca del 20 % de la población colombiana.

La encuesta también muestra que entre más jóvenes, más educados y más ricos, los colombianos son menos religiosos. El porcentaje de ateos y agnósticos también aumenta notoriamente en Bogotá (12 %) con relación a las demás regiones. Caso aparte es la población LGBTIQ, que, según la encuesta, tiene la proporción más grande de colombianos que no creen en dios o no les importa aún si existe.

En otras palabras, entre el electorado más proclive a votar por Petro o Gaviria la religión parece ser menos importante que para el promedio de los colombianos. Y alianzas con figuras religiosas como la que hizo Petro pueden antagonizar a esta base de votantes, particularmente, por la tensión que plantea con el feminismo.

En la entrevista con La W, por ejemplo, el pastor Saade dijo: “En cuanto a mi trino, el trino es claro: ‘El aborto es muerte’; yo sí creo que el bebé que está adentro, que esta en gestación está vivo, es vida. Yo lo creo. No solo por el hecho de ser cristiano, lo creo como persona, lo he defendido toda la vida, no ahora, yo llevo 16 años siendo cristiano”.

También se opone al matrimonio igualitario entre parejas del mismo sexo: “Las iglesias, tanto cristianas como católicas, que siguen a Jesucristo, tienen una naturaleza y es que el matrimonio es entre hombre y mujer. En lo que sí estoy de acuerdo es todos los derechos fundamentales de las personas que quieran conformar parejas con personas del mismo sexo. Yo creo que la naturaleza de la iglesia debe continuar siendo la misma”. Estas declaraciones desataron varias protestas entre militantes de la Colombia Humana y agudizan la tensión que ya existe con las feministas.

“Hay tensiones que pueden fracturar esa misma plataforma de izquierda —opina el profesor Manrique—. Sería interesante que la religión apareciera no solo en temas de valores morales sino también de justicia social y económica. Ahí podría cambiar el juego”.

Él cree, por ejemplo, que el discurso de justicia social de Gaviria podría sintonizarse con algunos sectores religiosos que tienen esa agenda. Por ejemplo, con el sector que hoy detenta el poder en la Iglesia Católica.

El poder religioso

“En la Iglesia (entendida como la Conferencia Episcopal) no hay una intención de participar en la campaña, pero sí de acoger posturas más de centro —le dijo a La Silla un prelado que se mueve en esas esferas—. Hay un interés de apoyar discursos que no sean polarizantes”.

Da varias evidencia de ello: la nueva configuración de la Conferencia Episcopal, que eligió en julio como su presidente al arzobispo de Bogotá, Luis José Rueda, y como vicepresidente al arzobispo de Popayán, Ómar Sánchez, que venía de ser obispo en Tibú (Norte de Santander). Ambos tienen años de trabajar en temas de conflicto y a favor de la implementación del Acuerdo de Paz; el papel que jugó Pastoral Social como mediador durante el Paro; y las posturas del papa, en particular la encíclica de la “Alegría del Amor”.

“Hay una postura más misericordiosa y más prudente frente a los derechos morales”, dice el sacerdote jesuita. “La idea de que aunque una persona esté en falta frente a la ley de la iglesia, subjetivamente puede estar en gracia de Dios”.

Por lo anterior, él está convencido de que por lo menos desde las altas esferas de la Iglesia no se moverán en contra de un candidato ateo. Dice que el discurso polarizante de Petro sí genera más prevención. “Otra cosa es el capellán de Yarumal”, aclara.

Entre las iglesias evangélicas hay una mayor diversidad. Hay una minoría de iglesias reunidas en el Movimiento Ecuménico por la Paz, que la vez pasada le hicieron campaña a Petro, por ejemplo, y están otras más poderosas que se articulan con el partido Colombia Justa Libres, que esta vez ha dicho que llevará candidato propio hasta la primera vuelta presidencial pues no les fue bien en la coalición de la derecha de Iván Duque.

En todo caso, como dice la profesora de la Javeriana Bibiana Ortega, “lo que detona la cohesión de ellos son los temas transversales que los afectan, no es la condición de creyente o no creyente del candidato”. Temas que afecten su noción de familia, por ejemplo.

La campaña hasta ahora arranca. Lo que es claro es que esta vez la fe también la moverá.

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